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parte uno

Su noviazgo duró solo siete meses. Su felicidad se medía en la cantidad de carcajadas que compartian, la cantidad
de noches interminables que pasaban enredadas en los brazos de la otra y la
cantidad de amor que tenían la una para la otra. Los cortos besos en el campus escolar bastaban mientras que
las noches satisfacían. Le tomó dos semanas a Chaeyoung el descender de su nube y reunir el coraje para acercarse a la pequeña y vivaz muchacha de cabello castaño en una de sus clases, pero solo le tomó un segundo a Jisoo decir que sí a lo que fuera que la chica alta y atractiva le estuviera pidiendo.

En un mes aprendieron la una sobre la otra. Jisoo era una escritora  especializándose en inglés y periodismo, aunque no planeaba trabajar para ninguna revista ni periódico. Prefería escribir novelas y ser alguien independiente. Chaeyoung
estudiaba publicidad y negocios. Todos los que las veían pensaban que eran
una pareja fuera de lo común. Jisoo era de mente muy abierta y estaba constantemente sonriendo, mientras que Chaeyoung siempre echaba miradas y tenía un comportamiento sereno. Sus diferencias iban más allá de sus carreras y personalidades. A Jisoo le gustaba su café con leche y azúcar y escribía relatos de escenarios imposibles y fantasías. A Chaeyoung, por otra parte, le gustaba su café negro y prefería la practicidad y el realismo a la fantasía. La gente creía que la personalidad extravagante y divertida
de Jisoo nunca encajaría con la de
Chaeyoung, calmada y racional, pero
estaban equivocados.

Siete meses de perfección absoluta;
Chaeyoung le propuso matrimonio y su
pequeña castaña, Kim Jisoo,
aceptó.

Esperaron unos pocos meses antes de
prometer amarse hasta que la muerte
las separara. Luego de su graduación y
su boda, encontraron un apartamento.
Era pequeño, pero no les molestaba.
Los toques de Jisoo lo volvieron
un hogar, un hogar al que Chaeyoung
disfrutaba regresar al final de una dura
jornada de trabajo. Cada noche tomaba
a Jisoo de las manos y le susurraba promesas de una casa más grande, una que ella iba a poder decorar hasta llegar al horizonte. Y cada noche Jisoo sonreía contra el pecho de Chaeyoung  y le agradecía.

La ética de trabajo y la personalidad de
Chaeyoung le permitieron escalar los
puestos de la compañía con presteza.
Conforme su salario aumentaba,
también lo hacía su cuenta bancaria.
Una noche, Chaeyoung le quitó
gentilmente la computadora portátil a
Jisoo y la posó en una mesita de
café que estaba cerca. Luego se
arrodilló ante ella, tomando la mano de
su esposa con la suya propia.

—Soo —dijo lentamente, manteniendo
la vista en Jisoo—, quiero comprarte esa casa que te he estado prometiendo hace tanto tiempo que te compraría.

Con labios temblorosos, Jisoo
asintió profusamente antes de jadear,
envolviendo el cuello de su esposa con
sus brazos mientras le agradecía. Esa
noche se fundlieron la uno con la otra,
saboreando los toques y haciendo el
amor lenta y profundamente.

La casa tenía que suministrar lo que
Chaeyoung creía que Jisoo necesitaba para su tipo de trabajo: paz y serenidad. Encontraron una finca pequeña pero perfectamente tranquila en un barrio amplio y de clase alta, cerca del campo. Cuando Chaeyoungmiró a Jisoo y le preguntó «¿Qué te parece?», ya sabía la respuesta.

—Me encanta, Chaeng...

Sonriendo, Chaeyoung tomó las manos
de Jisoo.

—Comprémosla entonces.

Jisoo miró a su esposa, luciendo
un tanto preocupada.

—Pero tu trabajo está a una hora de
aquí.

Chaeyoung se encogió de hombros.

—Si te gusta, entonces no me importa
el recorrido hasta el trabajo. Son sólo
sesenta minutos de ida y luego sesenta
de vuelta. No es una hazaña imposible
viajar y volver.

Tras un momento, Jisoo le preguntó nuevamente si estaba en verdad de acuerdo. Chaeyoung asintió, y poco después los papeles fueron firmados.

El acuerdo era que Chaeyoung viajara
ida y vuelta desde el trabajo pero,
mientras el tiempo pasaba, el trabajo
comenzó a formar pilas y pilas,
causando que Chaeyoung tuviera que
trabajar horas extra. Conforme ese
ciclo sin fin continuaba, se le hizo
dificil viajar diariamente. A menudo
estaba demasiado cansada y con la
vista nublada cuando conducía. A
causa de ello, tenía que beber cafeína
antes de manejar, lo cual o le hacía
colapsar en el trabajo o le impedía
dormir cuando regresaba a su hogar.

Jisoo comenzó a sentirse culpable
por estar disfrutando de una vida
tranquila mientras que su esposa
trabajaba para permitirle a ella tenerla.
Contemplando otras alternativas, llegó
a una posible solución para ese
problema.

—Chaeyoung, tal vez deberías conseguir un apartamento en la ciudad —sugirió con cautela una noche, durante la cena. Cuando levantó la vista hacia su esposa, vio unos ojos cansados
devolviéndole la mirada.

—¿Quieres que consiga un qué? -dijo
Chaeyoung, con su voz sonando como si
no creyera en lo que oía.

Suspirando, Jisoo la miró con
preocupación.

—Ya no me gusta verte en este estado,
Chaeng. Cada día te vas a trabajar
luciendo medio muerta. Luego, cuando
vuelves, terminas viéndote peor. Pasas
dos horas tan solo para ir y venir. Esas
podrían ser dos horas que estarías
usando para dormir un poco más.

De malhumor, Chaeyoung se frotó las
esquinas de sus ojos.

—Soo, estoy bien.

—¡No, no lo estás! —discutió ella—.
Escucha, un apartamento podría
significar...

—Dije que estoy bien, Soo -repitió la
otra con aspereza—. Deja de
preocuparte, maldición.

La indiferencia de Chaeyoung irritó a
Jisoo. Dejó los cubiertos sobre la
mesa y se puso de pie.

—Bueno, ¿está mal preocuparse por ti?
—gritó, con la voz tensionada.

Al contrario de ella, Chaeyoung
permaneció sentada.

—Soo, vuelve a sentarte.

Está la miró echando chispas, con los
puños cerrados.

—No, Chaeyoung, no me estás
escuchando. Solo quiero ayudarte.

—¿Ayudarme? —replicó su esposa.     No, Soo. Para mí, que intentes que
consiga otro lugar donde vivir y te
guste la idea me hace pensar que me
quieres fuera. —La falta de sueño y el
hecho de que había estado trabajando
excesivamente no hacía más que
ponerla más irritable.

Jisoo fue tomada por sorpresa y  lucía shockeada.

—¡No es eso lo que quiero!

—No alces la voz, Jisoo -gruñó
Chaeyoung—. Estás muy ruidosa.

Jisoo empujó su silla rudamente,
frustrada.

—¡No te quiero fuera! ¡Eres una mujer
tan frustrante, pero diablos, te amo!
Así que me duele verte agregar dos
horas más de estrés a tu día sólo para
que viajes de ida y vuelta. —Se mordió
los labios. —Duele mucho, Chaeng, pero
no lo ves porque te quedas dormida en
cuanto pones pie en esta casa. Ya ni
siquiera me miras porque estás
demasiado cansada.

Jisoo esperó una respuesta
durante un momento, pero Chaeyoung
permaneció inmóvil y luego murmuró:

—Estás sobreactuando.

Jisoo se sintió como si le hubieran
dado un golpe. Era obvio que Chaeyoung no comprendía. Su esposa se negaba a escucharla e incluso tenía la audacia de decirle que sobreactuaba cuando, de hecho, solamente estaba contándole sus preocupaciones. Temblando, dio media vuelta y se fue de la mesa, antes de que Chaeyoung pudiera ver las lágrimas amargas formándose en sus ojos.

Cuando la mente de Chaeyoung
finalmente estuvo lúcida, reevaluó la
propuesta de Jisoo de la noche
anterior. Admitió su culpa por no
haberle permitido presentar su
argumento, pero más que nada culpó a
la falta de sueño por haberle generado
un humor ácido y desagradable esa
noche. Dispuesta finalmente a escuchar a su esposa, llamó a la puerta cerrada y trabada de la oficina de Jisoo .

—Soo, sé que estás ahí. Abre, -Al
pasar un minuto, Chaeyoung golpeó de
nuevo. —Jisoo, abre la puerta.
Tenemos que hablar, y si me dejas aquí
parada sólo estaremos perdiendo el
tiempo.

No pasó mucho hasta que escuchó a
Jisoo destrabar la puerta.
Permitiéndose pasar, Chaeyoung
observó mientras su esposa se volteaba
y se sentaba nuevamente en su
escritorio. No le entretenía la idea de
que Jisoo le diera la espalda, pero
razonó que probablemente se lo
merecía. Ninguna habló durante un
largo rato hasta que Chaeyoung puso sus manos en la silla de Jisoo, inclinándose luego hacia ella.

—Soo...

—Sabes —dijo suavemente—
que no me gusta cuando me ignoras...

Jisoo volteó la cabeza y le dedicó
una mirada triste pero enfadada.

—Pero cuando realmente me preocupo
estoy sobreactuando, ¿no?

En ese momento Chaeyoung lamentó el
no haberse mordido la lengua la noche
anterior. Sabía que eran diferentes. A
Jisoo le gustaba hacerse oír, ya
fuera gesticulando con las manos o
tensionando la voz, mientras que ella
prefería mantener las cosas decididas.
Pero a veces se le olvidaba que los
hábitos de Jisoo hacían a Jisoo en sí; insultar aquellos detalles intrincados básicamente significaba herir a su esposa.

Con una mirada solemne en el rostro,
Chaeyoung giró la silla de Jisoo y la
levantó. Cuando ella se resistió, jaló un
poco más fuerte hasta que Jisoo se
puso de pie a regañadientes. La
envolvió con sus brazos y posó su
rostro en la cabeza de Jisoo.

—No quise decir eso. —Moviendo sus
cuerpos de un lado a otro ligeramente,
Chaeyoung continuó—: Lo siento, Soo.

Pareció una eternidad hasta que
Jisoo finalmente movió sus brazos, tocando lentamente el pecho de
Chaeyoung con la punta de sus dedos
antes de rodearle la cintura con sus
brazos.

—Has estado de malhunmor
últimamente, Chae...

Ella frunció sus labios. Sabía que su
humor había estado por los suelos
últimamente; de hecho, durante
semanas. La falta de sueño y la
sobrecarga horaria habían hecho
mella. Estaba claro, sin embargo, que
ese daño no sólo había sido para ella y su cuerpo, sino para su relación con su
esposa también.

—Lo sé. Lo siento.

Para Chaeyoung no había mucho más
que pudiera decir además de unas
disculpas. No podía hacer promesas.
No podía prometerle que volvería a
casa más temprano, o que acortaría su
trabajo, o que dormiría más. Las
promesas como esas no eran prácticas
porque no sabía si podría mantenerlas.
Era mejor no prometer nada antes que
una promesa vacía.

Si no hubiera estado escuchando o si la
habitación no hubiera estado tan
silenciosa como estaba, Chaeyoung
nunca habría oído a Jisoo sollozar. Cuando intentó mirar su rostro, Jisoo simplemente la abrazó más fuerte, presionando su cara contra el pecho de Chaeyoung, impidiéndole así verla. Ella permaneció quieta por un rato y sólo se movió para plantar un beso suave en la cabeza de Jisoo.

—No debí haberte callado —admitió—.
Solamente querías ayudar.

Un instante silencioso pasó antes de
que Jisoo levantara su rostro.

—Estoy preocupada por ti. Lo sabes,
¿no? —Chaeyoung asintió. —A veces
pienso que el haber comprado esta
casa tan apartada de la ciudad fue un
error. Me siento tan culpable a la
noche, Chaeng -musitó con la voz
quebrada—. Has hecho todo esto por
mí y ahora estás así. Yo...

Chaeyoung la interrumpió mirándola
con dureza.

—Ya basta. No tienes derecho a sentirte
culpable de nada. Te amo. Hice esto
para ti. El que yo esté así no tiene nada
que ver contigo. Es por el trabajo, así
que no vayas por ahí culpándote por
mis fallos.

—Pero si hubiéramos escogido algún
lugar en la ciudad, entonces...

—Seguiría igual —discutió Chaeyoung—.

Seguiría teniendo la misma cantidad de
trabajo y la misma cantidad de
problemas irrazonables que debo
atravesar diariamente. Además, no
tendrías la vida tranquila que necesitas
para concentrarte en tus libros, y sé
cuán importante es el libro en el que
estás trabajando ahora. Es tu novela
debut y no necesitas ninguna distracción. Por eso estamos aquí. Por eso escogí lugares ubicados donde se estuviera en paz. Lo hice por ti, y si tuviera la oportunidad de cambiar y volviera cuando aún estábamos buscando una casa, no cambiaría nada, porque te promnetí algo como esto y lo conseguí. Es nuestro pequeño refugio de la ciudad, Soo.

Jisoo bajó la mirada, mordiéndose
los labios. Dejó caer sus brazos,
quitándolos de la cintura de Chaeyoung, y la sujetó de la camisa.

—El viaje a tu trabajo es muy largo.
Demasiado largo. Conduces por la
mañana temprano y luego tarde en la
noche. No quiero que tengas un
accidente por estar demasiado cansada
como para poder mantener los ojos
abiertos —dijo. Con aliento trémulo,
Jisoo exhaló y volvió a levantar la
mirada—. Chaeyoung, por favor
considera comprar un departanmento
temporalmente en la ciudad.
Simplemente para que puedas ir a
algún lugar si ves que no puedes venir
hasta aquí.

Chaeyoung abrió su boca para discutirle, pero Jisoo le echó una mirada.

—No me gusta la idea de que estemos
separadas, pero si es más fácil para ti y
para tu cuerpo, entonces...

—Soo, al menos al final del día estás
tú —la interrumpió Chaeyoung—. Podré estar terriblemente cansada y podré lucir terrible, pero al menos puedo volver contigo.

—Si te duermes mientras conduces, no, Chaeyoung —dijo Jisoo con una voz
rígida y quebrada—. No podrás.
¡Estarías muerta, y el próximo lugar
donde te vería sería en la morgue,
identificando tu cuerpo!

Chaeyoung bajó sus brazos y puso las
manos en los hombros de su esposa.

—Soo..

—Chaeng, ya saqué cuentas, ide acuerdo? —replicó Jisoo, tratando de
desviar el tema a algo menos
mórbido—. Es más fácil y más
conveniente que tener que estar
registrándose en hoteles una y otra vez.

—Soo, no me importa —se quejó
Chaeyoung—. En todo caso, eres tú quien me mantiene con los pies en la tierra; eres quien me mantiene cuerda.
Dormir en un apartamento en la
ciudad puede significar que tenga una
o dos horas más de sueño, ¡pero estaría
separándome de ti, maldición!

—¡Entonces vendamos la casa! —dijo ella, desesperada.

Chaeyoung la miró espantada.

—¿Qué?

Jisoo frunció el ceño.

—Vendámosla. Mudémonos de vuelta a
la ciudad. Yo estaré...

—No —dijo con firmeza Chaeyoung .—No venderemos la casa. Te la conseguí
porque es perfecta para ti y tus
necesidades.

—Pero Chaeyoung...

—Dije que no, Jisoo —finalizó ella,
lanzándole una mirada arrepentida—.
No quiero que tengas que sacrificar
esto. No quiero llevarte a un lugar
donde la vida siempre será acelerada,
llena de ruido y caos.

Pasaron unos instantes antes de que
Jisoo respondiera.

—¿Qué quieres hacer entonces?

Chaeyoung se rascó la nuca mientras la
miraba, antes de posar su mano en la
mejilla de Jisoo.

—Está bien. Vamos a... —Chasqueó la
lengua y suspiró profundamente.
—Buscaremos algo. Pero nos
sentaremos y planearemos todo
—agregó con aspereza—, Por ejemplo,
si tengo la semana muy ocupada,
tendrás que ir y visitarme al menos
cuatro veces a la semana para
cocinarme algo. Porque te necesito
también, Soo. No solo al descanso. Te
necesito en la cama conmigo, ya sea
simplemente para dormir o para algo
más.

Jisoo asintió con lentitud, levemente feliz de que Chaeyoung hubiera accedido.

—No dejaremos que la distancia sea un
problema. Nos Ilamaremos... no; yo
llamaré. Lo haré durante tus pausas
para el almuerzo y todo. Tendrás que
llamarme si decides que quieres venir a
casa a pasar la noche, pero los fines de
semana tendrás que hacer un esfuerzo
y volver al menos por esos dos días.
Sábado y domingo, me refiero. Porque
te necesito también.

Chaeyoung relajó sus hombros a la vez
que entrelazaba sus manos con las de
su esposa.

—¿Cuándo quieres comenzar a buscar?

—¿No depende todo de tu horario? —le
recordó amablemente Jisoo,
intentando sonreír.

La aclaración era cierta. Todo lo que
hacían juntas debía adecuarse a los
horarios de Chaeyoung. No solía ser así.
Cuando recién estaban casadas,
Chaeyoung no estaba tan ocupada y tenía más lugar para cambiar sus actividades en el trabajo. Ahora todo era muy estructurado. Algunas cosas, como las reuniones y presentaciones, no podían ser movidas, y era muy raro que algo más fuera reprogramado sólo porque alguien quería tener un día libre con su esposa o amante. A pesar de que las cosas cambiaron, habían aprendido cómo lidiar con estos cambios estresantes, sobre todo Jisoo.
Chaeyoung fue lenta para notarlo, pero
sólo porque era parte del todo.
Jisoo la notó más porque ella era la
que estaba sentada, ociosa, mirando
cómo su esposa ascendía peldaños y la
dejaba a ella en el principio.

—Vayamos cuando tengas un día libre.

—No tengo días libres, Soo.

Jisoo le dio un puñetazo suave en
un costado, riendo apenas.

—Lo sé. —Suspiró de forma algo
exagerada y se encogió de hombros.
—Veré los avisos y podemos ir juntas
cuando tengas tiempo. Si no, lo haré
por ti.

Tras estudiar el rostro de Jisoo
por un momento, Chaeyoung preguntó
con suavidad:

—¿Estás segura de esto?

Jisoo asintió con una débil
Sonrisa.

—Sí. Será como poseer dos casas.
Saldrá bien. —Abrazando a su esposa
nuevamente, Jisoo hundió su rostro en el pecho de Chaeyoung otra vez mientras que está la envolvía con sus brazos. —Estaremos bien.

«Bien» describía perfectamente la
situación, pero se mantuvo en ese
estado sólo por un tiempo. Durante
semanas su acuerdo resultó bien. Tras
encontrar un apartamento para
Chaeyoung para cuando está no sintiera
que podía manejar a su hogar
seguramente, pusieron su plan en
marcha. En las noches en las que
Chaeyoung se decidía a quedarse en la
ciudad, Jisoo —si podía— preparaba algo de comida, tomaba un viaje algo largo en autobús y luego otro en taxi sólo para darle a Chaeyoung su cena. Siempre se aseguraba de que la comida supiera bien y de que fuera algo que su esposa estuviera probablemente ansiando, para lo cual había desarrollado un sexto sentido luego de haber estado casadas por casi dos años.

Chaeyoung intentaba ir a su hogar
durante los fines de semana como
habían acordado, pero el cansancio la
devoraba hacia el final de la semana y
no le permitía sentirse lo suficientemente bien como para hacerlo. Así que, tras muchos intentos de los cuales pocos salieron bien, Jisoo le sonrió y le dijo que estaba bien que se quedara en la ciudad y que no necesitaba presionarse para volver
a casa. Al principio Chaeyoung se negaba a aceptar ese gesto amable de su parte, pero al final comenzó a quedarse los fines de semana en la cudad. E incluso cuando se suponía que el apartamento fuera usado para aquellos momentos difíciles en los que no podía regresar a su hogar, Chaeyoung comenzó a usarlo frecuentemente cada semana hasta que
pasaron meses desde la útima vez que
puso un pie en la propiedad que había
adquirido para ambas. De alguna
forma, su pequeño refugio estaba
nublándose en su memoria, siendo
reemplazado por la función práctica
que el apartamento de una habitación
tenía para ofrecer: conveniencia.

En cuanto a Jisoo, comenzó a
frecuentar el apartamento menos y
menos debido a la fecha límite
impuesta para su primer libro. Se
tomaba el tiempo e intentaba
contactarse con Chaeyoung por teléfono o videollamadas cuando podía pero, como todo lo demás, esos momentos se redujeron en número también. Cuando Chaeyoung estaba trabajando en la oficina, Jisoo estaba durmiendo después de haber escrito y planeado hasta el amanecer, cuando finalmente colapsaba en su cama, sola.

Y, en aquellas raras ocasiones en las
que Jisoo tenía a la suerte de su
lado al llamar a su esposa, sus
conversaciones eran siempre breves y
genéricas. Con el tiempo se volvieron
sosas, con todas esas preguntas
casuales y usuales como «¿Cómo has
estado?» y «¿Has comido?». Las
llamadas siempre eran breves por el
simple hecho de que ambas sabían que
la otra necesitaba irse a dormir o a
trabajar.

Una noche, mientras Jisoo estaba
recostada sola en la cama sin nada que
mirar más que a la luna llena brillando
a través de su ventana y las suaves
ondulaciones de las cortinas, pensó
sobre su decisión. Caviló sobre lo que
estaba pasando. Sentía una brecha
entre ambas. La distancia no era un
factor agradable, pero tampoco era
algo imposible de superar. El hecho de
que raramente se vieran en persona no
era algo tan grave. Para ella, era más. La distancia no importaba porque, por
más que estuvieran viviendo bajo el
mismo techo, la situación no habría
cambiado. Ambas se encontrarían
demasiado ocupadas como para verse.
Sería la misma situación bajo distintas
circunstancias.

En la preparatoria, Jisoo se
interesaba por los distintos idiomas.
Algo que a menudo le hacía a Chaeyoung era dejarle notas en lenguas extranjeras que sabía que su novia, siempre pendiente de los negocios, no tendría idea de cómo leer. Para ella, esa era la parte divertida: ver a Chaeyoung trabajar para descifrarlas.

Siempre se aseguraba de que sus
mensajes fueran simples pero
significativos. A menudo eran
simplemente notas de »Te amo».
Chaeyoung, a pesar de lucir y actuar
como una bruta fría, siempre le escribía atrás esas palabras, pero en coreano, el lenguaje que ambas compartían.

Una de las cosas que Jisoo adquirió en sus muchos días siguiendo a  Chaeyoung por la biblioteca fue su interés por el código binario. Mientras Chaeyoung se sentaba y leía pilas y pilas de libros de referencias para un futuro examen de alguna de sus clases, Jiso miraba por sobre los hombros de otros estudiantes, observándolos como usualmente hacía desde que era más una observadora que un hacedor. No fue hasta ver el libro de un estudiante que su interés fue captado por la cantidad de unos y ceros en la página.

El estudiante estaba escribiendo en un
leguaje que conocía, pero sus ojos
estaban pegados en el libro. Le tomó un
momento darse cuenta de que estaba
traduciendo los números. Sin importar
cuánto observara, Jisoo no podía
darse cuenta cómo diablos estaba
obteniendo letras de lo que parecía ser
una disposición al azar de los primeros
dos números positivos (aunque uno
podía argumentar que el cero es
neutral).

Fue entonces cuando Jisoo dio
marcha atrás y corrió de vuelta hasta
donde Chaeyoung estaba sentada. Luego le preguntó rápidamente a su novia sabelotodo lo que acababa de ver, a lo cual Chaeyoung respondió con su cara usual:

—Es código binario, Soo.

Binario.

El binario era simple, pero hermético
hasta el punto en que sólo podían
entenderlo unas pocas personas del
público general. No sólo eso, sino que
también tenía cierto factor de
genialidad que atrajo a Jisoo.
Esbozó una gran sonrisay le agradeció
a Chaeyoung, besándola rápidamente
antes de vagar por la librería en busca
de algo que le enseñara el arte del
código binario.

En sus primeros días juntas como una
pareja casada, allá en su pequeño
apartamento, ambas dedicaban los
sábados a ver películas. Algunos días
veían comedias románticas, y otros,
películas dramáticas que dejaba a una
de ellas (la mayoría de las veces,
Jisoo) llorando.

En momentos como ese, Chaeyoung la
acariciaba en la cabeza y le decía que
no llorara, que no era más que una
película y que llorar no cambiaría nada
de lo que había pasado. Ante eso,
Jisoo argumentaba y resoplaba,
desafiando a Chaeyoung al preguntarle si estaba bien o no desear un final
diferente. Chaeyoung siempre respondía diciéndole que no tenía sentido querer un final diferente porque la película ya estaba hecha y nada podía cambiarlo ya. Jisoo procedía entonces a llamarla bruta insensible, tras lo cual Chaeyoung, ignorando aquellas palabras, se inclinaba y besaba a Jisoo, quitándole las lágrimas
inducidas por la película.

Una vez que el primer libro de Jisoo fue publicado, se sintió finalmente libre. Se sintió como si por fin pudiera ir a visitar a Chaeyoung y estar con ella, pero junto al suceso que surgió con su publicación, también llegó un horario repleto. La única noche en la que Jisoo fue a visitar a Chaeyoung se la pasaron charlando banalmente. Jisoo aún le dijo «te amo», y Chaeyoung también, pero las palabras ya no tenían esa misma
calidez impregnándolas de hace tiempo
atrás.

Y cuando hicieron el amor aquella
noche hubo necesidad, pero todo el
rato se sintió forzado. Las dos lo
sintieron. Sintieron la brecha entre
ellas. Había un miedo entre ambas que
buscaron llenar haciendo el amor
como solían hacerlo, pero no fue de
ayuda. Chaeyoung estaba cansada.
Jisoo estaba cansada. Pero aun así
se esforzaron por sentir algo, a pesar
de estar ansiando dormir y descansar
tras una noche lujuriosa la una con la
otra.

Los juegos de mesa eran algo que
solían disfrutar las noches de los
viernes. Cuando Chaeyoung volvía a casa a eso de las seis, Jisoo preparaba
la cena y elegía algún juego de mesa
para jugar. Luego de comer, cepillarse
los dientes y un poco de diversión
acalorada, tomaban el juego y
comenzaban. A veces apostaban. Una
vez jugaron Monopoly. Cada vez que
Chaeyoung compraba alguna propiedad
de Jisoo, está tenía que quitarse
algo. Chaeyoung, siendo la experta en
negocios, siempre jugaba con tacto y
dejaba a su esposa desnuda en los
primeros treinta minutos.

Sus noches de juegos de mesa nunca
duraban mucho. El chirrido de la cama
siempre duraba más que sus juegos. Y
cuando terminaban, Chaeyoung
susurraba «gané». Jisoo sonreía,
la acercaba hacia ella y sacudía su
cabeza.

—No, yo gané —decía, besándola
profundamente—. Eres mía. Por
siempre.

—Tengo un evento de autógrafos este
fin de semana, Chaeng —dijo Jisoo,
sonriéndole a la cámara.

Chaeyoung le devolvió una sonrisa
cansada.

—Conque sí. ¿A tu libro le está yendo
bien?

Asintiendo, Jisoo sonrió.

—Sí, está bastante alto en los rankings
para nuevos autores. Estoy muy feliz
por ello.

—Felicitaciones, Soo.

—Gracias, Chaeng. —Hubo un silencio
prolongado que duró un segundo.
—Entonces, ¿vendrás? ¿Por favor?

Chaeyoung abrió la boca y titubeó. Sabía que probablemente no podría asistir, así que no estuvo seguro de por qué dijo «claro que sí».

No lo notó, pero la mirada de su esposa
se iluminó.

—¡Compra un ibro! ¡Lo firmaré para
ti! —bromeó Jisoo. Luego, bajó la
mirada hacia el reloj—, Ah, tengo que
irme ahora —finalizó bostezando.

Chaeyoung contuvo también las ganas de bostezar.

—De acuerdo. Adiós.

—Adiós —dijo Jisoo, asintiendo—.
Oh, ¿vendrás este fin de semana?

—Soo, yo...

Escondiéndose detrás de una sonrisa,
Chaeyoung le hizo un gesto para restarle importancia.

—¡Está bien! Ya sabía la respuesta, así
que no tienes que decir nada. Lo
entiendo... Deberías volver alguna vez,
sin embargo. Planté unas flores muy
bellas en el jardín, —Viendo la cara de
Chaeyoung, Jisoo supo que su
esposa no sabía cómo responder.
Jisoo levantó el ánimo al sentir
que estaba haciéndola sentir mal,
aunque el esfuerzo se le notó en el
rostro.—Tomaré algunas fotos para ti,
¿de acuerdo?

—De acuerdo.

—Adiós, Chaeyoung. Te amo.

Chaeyoung se tomó un momento.

—Adiós, Soo.

Jisoo esperó por el «te amo» que
usualmente seguía pero, luego de dos
segundos, asintió y se desconectó.
Razonó que tal vez Chaeyoung estaba
demasiado cansada como para
acordarse, demasiado cansada como
para recordar esas dos sencillas
palabras.

Jisoo tenía el hábito de tallar en
los árboles. Antes, cuando Chaeyoung
solía tener los fines de semana libres,
salían del apartamento e iban al
parque. Era allí donde usaba un objeto
afilado para grabar sus iniciales en la
corteza.  Chaeyoung se quedaba
vigilando, preocupada de que tal vez
algún tipo de figura autoritaria
arrestara a su esposa caprichosa por
dañar un árbol, incluso aunque lo
estaba haciendo por amor.

En el evento de autógrafos, una
multitud de gente se presentó, pero sin
importar cuánto levantara la cabeza
Jisoo, no podía ver a su gigante
por ninguna parte. Suponiendo que tal
vez se le había hecho un poco tarde,
Jiso continuó con su día, firmando alegremente para los fans y visitantes curiosos que estaban interesados en obtener un libro autografiado por un individuo posiblemente famoso. Mantenía la esperanza y se tomó la promesa de Chaeyoung en serio, pero conforme la multitud iba desapareciendo y Chaeyoung seguía sin dejarse ver por ninguna parte, el corazón de Jisoo se sintió un poco vacío.

Sabía que no debía habérsela tomado
en serio. Chaeyoung estaba ocupada, ella lo entendía. Pero sabía también que
Chaeyoung no hacía promesas que sabía que no podría cumplir, y aun así le había dicho que estaría allí.

La siguiente vez que tuvieron una
videollamada, Jisoo no intentó
aparentar estar feliz, porque no lo
estaba. «Molesta» era el término, pero
no quería atacar porque Chaeyoung
estaba ocupada. Tenía una excusa para
no haber ido a un estúpido evento de
firma de libros. Pero no fue un estúpido evento para Jisoo. Fue el primero, y quería que Chaeyoung estuviera ahí, pero no estuvo y eso era todo.

Chaeyoung estaba demasiado cansada
como para ver qué estaba mal. Se había
disculpado, pero el ánimo de Jisoo
no pareció alivianarse a pesar de haber
dicho que estaba bien. Terminó por
irritar a Chaeyoung, haciéndola
terminar su llamada al poco tiempo y
sintiéndose conformes.

Con el éxito vino el estrés. Ya no había
tiempo disponible para el ocio. Ya no
había tiempo para pasarlo con los seres
queridos o para contactarse con
amigos. El tiempo no proporcionaba ya
momentos íntimos. Proporcionaba la
oportunidad para ser productivo en el
trabajo.

Cual viejas fotografías, su relación
comenzó a cambiar. Como las
imágenes gastadas de las fotos que
alguna vez fueron brillantes y vívidas,
su relaciớn se había vuelto silente y
obsoleta. Se habían vuelto extrañas en
su propio matrimonio, a menudo
olvidando los momentos que solían
tener juntas, cuando las cosas eran
más simples.

Las Ilamadas se volvieron menos
frecuentes. Los mensajes de texto eran
breves. Las visitas eran escasas.
Básicamente se habían estancado.

A los dos años y once meses de su
endeble matrimonio, Chaeyoung se paró en su habitación, mirando a su perfecta yo en el espejo. Se arregló los puños de la camisa y perfeccionó su cabello. Miró la hora y vio que estaba a horario, pero sin un solo minuto que desperdiciar. Mas a pesar de su rutina estricta, no pudo evitar sentarse en el borde de su cama, exhalando un profundo suspiro mientras observaba la pared desnuda.

Su corazón se sentía aplastado y le
había tomado semanas, tal vez un mes,
auto-diagnosticarse su problema:
inseguridad. Luchó contra el horrible
pensamiento de ya no estar enamorada
de su esposa, pero a medida que los
días transcurrían, se daba cuenta de
que no podía seguir negándolo.

Se sentía sola, pero Jisoo estaba
muy fuera de su alcance. Chaeyoung
sabía que aún amaba a la autora de
cabello castaño, a quien a veces veía en
los periódicos u online, pero sabía que
no se sentía igual que antes. No habían
hecho el amor en meses. Jisoo raramente la visitaba. Las noches de citas nunca ocurrían, porque no eran posibles con sus horarios. De hecho, si Chaeyoung se ponía a pensar, veía más a Jisoo en sus cortas y poco frecuentes videollamadas que en persona.

Volteó la cabeza y miró hacia su cama vacía. La extrañaba. Extrañaba la atracción, las actividades, todo. La distancia era una cosa. La soledad, otra. La falta de comunicación había
presagiado el final, pero fue aquel sentimiento de angustia en el corazón de Chaeyoung el que terminó de sentenciar la condena.


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