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parte tres: final

Esa noche, Chaeyoung sintió algo tibio trepar a la cama con ella. Con los ojos medio abiertos, vio la silueta del
cuerpo de Jisoo parada contra la luz de la luna, quien luego le preguntó,
en voz baja:

—¿Puedo dormir contigo esta noche?

Chaeyoung debió haber dudado, pero no lo hizo. Apartó su cobertor.

—Ven, métete...

Jisoo se recostó con lentitud.
Mantuvo distancia, miraba hacia otro lado, pero fue Chaeyoung quien se
acercó a ella inesperadamente. No era
necesario. Su acuerdo no establecía nada sobre el contacto fisico, pero
Chaeyoung rodeó la cintura de Jisoo con sus brazos. Ella se sorprendió por un segundo, pero luego se acomodó en los fuertes de su esposa, conteniendo las lágrimas mientras intentaba volverse a dormir.

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Pasaron el segundo día cantando. Chaeyoung no había tocado la guitarra
en mucho tiempo; se sorprendió haciéndolo bastante bien. Falló en un
par de notas y no pudo mantener ciertos tempos, pero dentro de todo,
Jisoo aplaudió y le sonrió, elogiándola por recordar tanto a pesar de haber estado años sin practicar.

Mientras Chaeyoung tocaba la guitarra, también cantaba, pero era Jisoo quien lo hacía la mayor parte del tiempo, o al menos lo intentaba. Su voz
se quebraba y no podía llegar tan alto como recordaba Chaeyoung. Se veía
molesta, pero Chaeyoung le daba un golpecito con la rodilla y le sonreía.
Continuaban entonces, ella cantando la voz principal y Jisoo volviendo a acompañarla. A ninguna le molestó el cambio en los roles. Sus voces armonizaban de todas formas.

Cuando el sol se puso y las estrellas aparecieron, Jisoo llevó una manta afuera e invitó a Chaeyoung. En el jardín detrás de la casa, Jisoo posó la manta en el suelo y, con la ayuda de la más alta, la estiraron.

Recostadas sobre sus espaldas, yacían en un silencio confortable mientras
miraban a las estrellas resplandecer. Cuando Chaeyoung comentó cuán raro era ver las estrellas en la ciudad, Jisoo le mencionó la contaminación lumínica.

—Te impide ver el cielo. Te distrae.

—Me impide ver esto en las noches.

—Sí —respondió Jisoo suavemente—. Eso hace.

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Chaeyoung no sabía si Jisoo
siempre había sido torpe. La primera vez que la más pequeña tumbó un vaso
de agua había parecido un accidente, pero cuando entrecerró los ojos
tratando de encontrar otro vaso veinte minutos después, sólo para volverlo a
tirar, Chaeyoung pudo ver que algo andaba mal.

Cuando se acomodaron en el piso de la sala, preparándose para jugar una serie de juegos de mesa que Jennie había traído desde el ático, Chaeyoung no pudo evitar preguntar:

—¿Estás bien, Jisoo?

Levantando una ceja ligeramente interesada, mientras desempolvaba los
juegos, Jisoo musitó:

—Sí, estoy bien.

—Me refiero a tu salud —aclaró—. ¿Estás segura de que es solamente un
resfrío?

—¿Qué más podría ser?— Jisoo se encogió de hombros, —Estoy cansada
todo el tiempo por su culpa.

Chaeyoung sentía que había algo más allí, pero no insistió.

—Veo que a veces tomas remedios —murmuró—. ¿Son para el resfrío también?

Jisoo se detuvo después de quitarle la tapa al juego de Monopoly.

—Sí... Son para mi resfrío. A veces me dan migrañas.

Chaeyoung frunció los labios y dijo:

—Tal vez deberías volver a ver a un doctor.

—Tal vez.

La atmósfera estaba tensa, pero en cuanto el juego comenzó, se alivianó.
No hicieron apuestas. Ninguna prometió quitarse la ropa por cada propiedad perdida, pero las risas y los
insultos en broma fueron todos reales, no fingidos.

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La cuarta noche, se acurrucaron juntas
bajo una manta en el sofá de la sala. Las dos —junto con Jennie, quien se sentaba en el suelo—vieron Titanic,
una de las películas favoritas de Jisoo. Chaeyoung sabía que Jisoo estaría llorando efusivamente al final pero, para su sorpresa, la cautelosa chica, quien estaba demasiado cansada para siquiera mantenerse despierta pasadas las diez, se durmió apoyada sobre su
hombro.

Lucía en paz incluso en la oscuridad, con sólo la luz de la televisión iluminándole el rostro. Chaeyoung se fijó en eso. Decidiendo que no valía la pena despertar a Jisoo solamente por
estar durmiendo de esa forma, se levantó del sofá y la alzó en brazos.

Jennie se puso de pie para tratar de ayudar, y caminó justo detrás de Chaeyoung hasta que está acostó a
Jisoo en su cama. Tras quitarle los zapatos y envolverla en las mantas
hasta cubrir el cuerpo fatigado de la muchacha, Chaeyoung se volteó y encaró a Jennie, quien estaba viendo todo lo que
hacía.

—¿Siempre está así de cansada?

Hubo un silencio.

—No siempre —respondió.

Chaeyoung volvió a mirar a la durmiente Jisoo y suspiró.

—Me dijo que ha estado con un resfrío...

—Un resfrío... —murmuró Jennie.

—Dile que busque atención médica si empeora.

Jennie intentó empezar a hablar, pero no pudo encontrar las palabras. Bajó
sus hombros y asintió.

—Le diré.

Permaneció allí unos minutos más antes de darse cuenta de que Chaeyoung
quería estar sola con Jisoo. Se retiró de la habitación.

Cuando Jennie se hubo ido, la mirada de Chaeyoung se dirigió completamente
hacia su esposa. Movió su mano, apartó el cabello del rostro de Jisoo y, mientras tocaba los mechones, notó cómo se sentían. No estaban tan sedosos o brillantes como solían estar, o al menos como ella los recordaba. Chaeyoung no sabía qué pensar. En su mente, imaginó que tal vez fuera por el estrés. Cuando miró por sobre su hombro, vio la portátil que Jisoo había abierto y enchufado.

Terminó deduciendo que debía ser
estrés por haber estado trabajando tan
duro en otro libro. Se inclinó. Titubeó
al comienzo, pero se entregó a su
deseo. Besó la frente de Jisoo y permitió que sus labios permanecieran un momento por encima de la  frágil mujer antes de retroceder y salir de la habitación.

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Durante su distanciamiento, Chaeyoung
estaba a menudo muy ocupada como
para prestar atención a los planes de
Jisoo y a su trabajo. Conocía los gustos generales de su esposa, pero el trabajo siempre la dejaba demasiado cansada como para que le interesara. A la tarde, por primera vez, Chaeyoung se sentó y escuchó sus planes.

Jisoo se movía lentamente, pero ella
ya se había acostumbrado a su ritmo.
También se había acostumbrado a que
Jisoo olvidara ocasionalmente cosas o se demorara en responder. No era raro que frotara sus ojos y los cerrara por un momento. Chaeyoung, intentando hacer lo que podía para ayudar, iba y buscaba agua cuando le era posible.

Los papeles estaban dispersos por todo
el piso de la sala. Había hojas pequeñas
con notas en ellas y también fajos
atados. Jisoo los desparramó y
Chaeyoung la miraba mientras se
esforzaba por organizarlos como
quería, si es que por eso era que lucía
tan frustrada y confundida.

—Bueno —comenzó Jisoo—, éstas
son todas mis ideas y mis planes.

—Son muchas —comentó Chaeyoung,
mirando el desorden—. ¿Son ideas que
tuviste años atrás?

—No. Me deshice de todo lo que tenía
en ese entonces.

Chaeyoung alzó una ceja.

—¿Todo?

Jisoo lo confirmó con un asentimiento.

—Tiré todo durante la primavera.

—¿Por qué?

—Quería comenzar de nuevo. Me di
cuenta que había estado escribiendo
cosas sin sentido.

—Bueno, el sinsentido es lo tuyo, ¿no?
—dijo Chaeyoung, ofreciéndole una
sonrisa.

—Lo es, pero quería intentar algo
distinto. Eso es todo.

Chaeyoung sonrió y bajó la vista hacia las
palabras en los papeles.

—Bueno, estoy segura de que será
bueno. Tal comno el resto.

Los ojos de Jisoo resplandecieron
mientras sonreía, mirándola.

-aGracias, Chaeng.

—Por nada.

Tras un momento, le preguntó:

—¿Vas a leerlo?

Chaeyoung parpadeó.

—¿Tu libro?

Jisoo dijo, asintiendo:

—Sí. —Luego añadió—: Sin embargo,
no te haré prometer que lo leerás. Ya te
he dicho que esta semana es lo útimo
que te pediré.

Sintiendo a su corazón como si fuera
de plomo, Chaeyoung alzó una mano y
volteó el rostro de Jisoo hacia ella.

—Lo leeré.

Su esposa pareció más triste en vez de
alegrarse, lo cual era lo opuesto a lo
que Chaeyoung esperaba. Jisoo asintió otra vez y se mordió el labio por
un segundo.

—Gracias.

—No hay problema.

Cuando Jisoo se detuvo un momento para cerrar los ojos y respirar hondo,  Chaeyoung la miró con rostro preocupado.

—¿Migraña?

—Sí... —respondió Jisoo débilmente—.Migraña.

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Chaeyoung miró su teléfono y vio los
mensajes de texto de Lisa. Le respondió lacónica y secamente antes de volverlo a apagar. Cuando fue a la cocina, encontró a Jennie sola, que era lo que ella quería. Le dio unos golpecitos en el hombro y retrocedió instintivamente cuando la mujer se volteó con un cuchillo en la mano.

—Oh —dijo—. Hola, Chaeyoung.

—Hola. — Chaeyoung recuperó la postura y arregló su camiseta, que estaba segura de que era de sus días de
estudiante. —Quería pedirte un favor.

Jennie la miró.

—¿Qué tipo de favor? —preguntó con
cautela.

—¿Puedes preparar la comida favorita
de Jisoo esta noche? ¿Y tienes vino?

—Vino...

—Para acompañar la cena —justificó.

—Creo que Jisoo estaría mejor si
toma agua, Chaeyoung... —murmuró
Jennie .

Ella se vio tomada por sorpresa por un
momento pero luego asintió, Comprensiva.

—De acuerdo, nada de vino. ¿Pero
puedes preparar la comida?

Jennie dejó el cuchillo en la mesada y se
cruzó de brazos.

—¿Qué es lo que quieres hacer?

—Estoy tratando de darle una cena
agradable.

—¿Por qué?

—Es mi última noche aquí.

Con labios fruncidos, Jennie suspiró.

—Chaeyoung, no lo hagas. No le estás
haciendo ningún bien con esto. Sabes
que solo vas a lastimarla, ¿no? Estarás
haciendo un esfuerzo por ella por esta
noche, pero la abandonarás al otro día.
Sé que solamente estás tratando de ser
amable, pero es realmente cruel.

Chaeyoung se quedó inmóvil. No sabía
qué decir.

—Pero quiero hacer esto. No para
lastimarla, sino más bien para
compensarla por todo.

—¿Qué quieres compensar cuando todo
lo que harás será dejarla por otra
persona al día siguiente?

Chaeyoung sintió un calambre en el
pecho y retrocedió un paso. Era cierto.
Era la cruda verdad. Mañana abandonaría la casa con esos papeles firmados para jamás volver. Dejaría a Jisoo atrás con nada más que la casa y algo de dinero. Se sentía horrible porque, durante los últimos
días, había escapado de la realidad.
Ahora, la noche anteriora irse,
Chaeyoung ya no sabía cómo hacerle
frente.

Tragó e insistió.

—Jennie, es por una noche. Por favor.

Ella la miró con dureza antes de
voltearse.

—De acuerdo.

Chaeyoung quería suspirar de alivio.

—Gracias.

Tras unos segundos, Jennie preguntó.

—¿Todavía laamas?

—¿Qué clase de pregunta es esa? —murmuró ella, sin estar segura de la
respuesta.

—Una razonable.

Tras pensar, Chaeyoung se dio cuenta de que no sabía. Estaba en un conflicto. La palabra « hogar» ya no tenía un
significado definido. Los días que había
pasado en esa casa se habían sentido
más acogedores que el apartamento en
el que había estado viviendo por años.
La risa de Jisoo parecía envolverla
plácidamente con su sonido, mientras
que la de Lisa era como una mera
réplica que intentaba afectarlo de la
misma forma que la de Jisoo. Sus
ojos estaban más cansados de lo que
Chaeyoung jamás había visto, pero en los últimos días, a pesar de cuán
descoloridos los ojos de Jisoo parecían estar, podía ver el fuego que una vez había estado allí.

No debió haber ninguna duda ya que su
corazón sabía la respuesta, pero su
cabeza, la dueña de todos sus
pensamientos y acciones, interceptó la
confiada respuesta y la distorsionó,
dejando a  Chaeyoung muda y confundida. Su corazón decía que sí,
pero su mente le enseñaba la imagen
de Lalisa.

Tras unos instantes sin obtener
respuesta, Jennie se encogió de
hombros.

—No importa, olvida que pregunté.
Cocinaré la cena hoy. Hazla feliz, aun si
es sólo por esta noche.

Unas pocas velas iluminaban la
habitación. Luces tenues generaban el
ambiente. La comida estaba en sus
platos.

Cuando Jisoo entró, se mordió el
labio tan fuerte que creyó que lo haría
sangrar. Quería retroceder y escapar
de allí porque no parecía real, pero
cuando sintió el pecho de Chaeyoung
sobre su espalda y sus manos en sus
hombros alentándola a avanzar, no
tuvo más opción que obedecer.

Después de sentarse, comenzaron a
comer. No hablaron durante los
primeros minutos, pero gradualmente
fueron entablando una conversación.
Se alivianó un poco más cuando Jisoo sonrió e hizo comentarios sobre sus apariencias. Chaeyoung estaba
vistiendo una simple camisa y shorts.
Jisoo llevaba una camiseta y
pantalones de pijama. Ninguna estaba
ataviada apropiadamente para lo que
se suponía que fuera una cita
romántica.

Y una vez que terminaron de cenar,
Jisoo se levantó de la mesa tras
agradecerle a Chaeyoung. Planeaba irse
a lavar las manos, pero cuando se puso
de pie, Chaeyoung lo hizo más rápido
que ella y fue a su lado, para alzarla.
Llevó a Jisoo hasta la sala, la cual
estaba igual de tenue y Ilena de
pequeños destellos de velas aromáticas
que el comedor.

Luego tomó el control remoto del
equipo de música y puso play, iniciando un flujo de música lenta que salía de los parlantes. A esas alturas, Jisoo estaba temblando. Era demasiado para soportar. Quería tirarse al suelo, pero el brazo de Chaeyoung estaba en su cintura, manteniéndola arriba. Con su otra mano, Chaeyoung tomó la derecha de Jisoo y las entrelazó, mientras se
balanceaban de un lado a otro.

Era un momento dulce, pero a Jisoo le producía dolor también. E incluso aunque Chaeyoung apoyaba una mejilla contra su cabeza, incluso moviéndose al ritmo relajante de la música de los parlantes, podía oír a Jisoo llorar.

Mientras Chaeyoung sujetaba con más
fuerza a la muchacha más baja contra ella, cerró sus puños y se mordió el labio. Intentó ignorar la sequedad de su
garganta y luchó contra la urgencia de
llorar en silencio también.

10080

Cuando legó la mañana, Chaeyoung ya
no tenía ganas de volver a la ciudad.
Pero tenía que hacerlo. Alí pertenecía
ella. Funcionaba allí. Su vida estaba allí.
Lisa estaba allí. Suspiró profundamente y se levantó de la cama para chequear su teléfono. Había una gran cantidad de llamadas perdidas de su novia, y Chaeyoung supuso que ya era
hora de devolverle la llamada.

Cuando Lisa inmediatamente
contestó, le soltó una reprimenda.
Hubo un montón de «¿Por qué no me
llamaste de vuelta?» y  «¡Has estado
ignorando mis mensajes!», pero
conforme los minutos pasaron, se
relajó. Chaeyoung le explicó sencillamente que volvería a su casa esa mañana. Con voz enfurruñada, Lisa  accedió y le dijo que lo hiciera rápido para que pudieran
seguir con sus vidas. Un momento
después, colgaron.

Chaeyoung se quitó la ropa que la hacía
la mujer que pertenecía a otra época
y se puso la vestimenta con la que
había llegado a la casa. Se arregló el
cabello y se acomodó su vestimenta. Poco después, la siguiente vez que se vio al espejo, reconoció a la inútil miserable que había sido los últimos años.

En la cocina, vio a Jisoo sentada a
la mesa. Cuando levantó la mirada,
Chaeyoung notó que sus ojos estaban
rojos. Era obvio que había estado
Ilorando, lo cual hizo que su pecho se
retorciera de formas inimaginables, y
aún más cuando Jisoo sonrió.

—Buenos días.

—Buenos días.

Un silencio prosiguió mientras
Jisoo bajaba la vista y tomaba la
carpeta que estaba frente a ella,
ofreciéndosela a Chaeyoung con ambas
manos, como si una sola no fuera
suficiente para levantar el liviano
objeto.

—Todo está firmado.

Chaeyoung torció el gesto mientras sus
dedos tomaban la carpeta. Estaban
agitándose, pero intentó controlar su
cuerpo.

—Gracias.

Jisoo asintió y apartó la mirada.

—¿Te quedarás a desayunar?—preguntó en voz baja.

—No.. —respondió Chaeyoung suavemente—.Tengo que volver a la
oficina a primera hora de la tarde...Debo irme cuanto antes.

Sin levantar la vista para verla, la
muchacha asintió.

—Entiendo. — Jisoo sonrió hasta
que todo dentro de ella se llenó de dolor, dándole un último vistazo a Chaeyoung . —Gracias por todo, Chaeng —agregó con voz temblorosa.

Chaeyoung se sintió destruida. Quería
levantar de su silla a Jisoo y besarla, llorar y decirle todo lo que necesitara decirle para hacerla sentir mejor. Quería arreglar las cosas. Quería quedarse.  Chaeyoung realmente quería quedarse. No quería volver a su trabajo ni a su apartamento. Su corazón anhelaba permanecer en ese
lugar que siempre había llamado su
hogar, pero su cuerpo no estuvo de
acuerdo.

Con rostro estoico, Chaeyoung tragó y
asintió, aceptando el hecho de que
Jisoo había vuelto a apartar la
mirada.

—No hay problema. Gracias... por los
papeles —Sabiendo que Jisoo no iba a responder a eso, prosiguió—: Cuídate, Soo.

Adiós, Chaeng —respondió ella con voz.susurrante Su cara aún estaba mirando la mesa, negándose a verla.

En cierta forma, Chaeyoung estaba
agradecida de que Jisoo hubiera
decidido no mirarla. Habría visto la
mirada de lástima en sus ojos. Con un
corazón pesado que no quería irse de
donde estaba, Chaeyoung dio un paso
hacia atrás antes de dar media vuelta
sobre sus talones.

—Adiós, Soo...

Cuando  Chaeyoung regresó a su
apartamento, fue como si hubiera
vuelto hecha otra mujer. Le resultaba
gracioso cómo una semana había
hecho que odiara todo por lo que había
vivido durante los últimos dos años, y
lo que había hecho. Lisa la recibió con alegría, pero  Chaeyoung notó que le dolía sonreír. Quería llorar, pero no podía. No quería llorar porque entonces sus pensamientos volverían con Jisoo. En cambio, forzó a  su cuerpo a abrazar a Lalisa.

Cuatro meses pasaron y Chaeyoung aún
sentía como si estuviera flotando por la
vida. El otoño iba por la mitad —o tal
vez ya estaba terminando—, y los colores de los árboles habían cambiado. No sólo las hojas cambiaron, sino también su estado marital. El anillo en su dedo ya no era el que había intercambiado con Jisoo, sino un segundo que Lisa tuvo la urgencia de comprar para ambas. Se comprometió por segunda vez en su vida, y Chaeyoung admitió para sí que no se sintió tan feliz esa segunda vez como se había sentido la primera.

Finalmente con días libres, Chaeyoung
paseó por el parque sola, donde se
entregó a sus pensamientos. Aún se
sentía vacía, especialmente cuando
había árboles alrededor, porque le
recordaban a la pequeña chica castaña
que solía grabar sus iniciales en ellos.

Pensar en Jisoo era algo de todos
los días. No podía evitarlo. Chaeyoung
aún se sentía monocromo contra aquel
colorido fondo, pero tampoco lo podía
evitar. Toda la sangre y el color
parecían haber sido drenados de su
vida cuando abrió la puerta y vio al
abogado de Jisoo parado en el
pasillo. Al principio pensó que sería
por algo relacionado con su divorcio.
En cierta forma esperó que Jisoo
hubiera cambiado de opiniớn, lo cual le
habría dado a Chaeyoung la excusa para cancelar todo. Pero la vida era cruel y no era por eso.

El hombre estaba allí por algo más
sombrío, algo más mórbido. E incluso
antes de que el abogado pudiese
empezar a detallarle cosas sobre la
propiedad y el dinero, Chaeyoung había
colapsado en el suelo.

Le dijo que tenía cáncer cerebral.

No era un resfrío. Chaeyoung se enfadó
por un largo rato con su esposa
fallecida por haberle mentido. Estaba
enojada por el hecho de que Jisoo
ni siquiera se hubiera molestado en
contarle lo que había estado sufriendo
durante todo ese tiempo. Fue luego de
esa noticia que todo cobró sentido.

Las fuertes y duraderas migrañas de
Jisoo, su lentitud, su debilidad, su
fatiga, su falta de memoria y la
sobreprotección de Jennie comenzaron
a encajar. Y aun así había tenido la
fuerza para sonreír y pretender que
todo estaba bien, y eso fue lo que
apuñaló a Chaeyoung justo en el
corazón. Jisoo había estado sufriendo y deteriorándose, y ella había tenido la cruel idea de herirla todavía más al pedirle que firmara los papeles de divorcio.

Le tomó un tiempo a Chaeyoung el
recuperarse, pero sabía que nunca lo
haría por completo. Sus errores
estaban grabados en su alma y eran
algo que no podría borrar. Sus
arrepentimientos se quedarían con ella
para siempre. Lamentó no haber
escuchado a su corazón; lamentó haber
estado demasiado ocupada como para
nutrir su relación; lamentó haber
desplazado a su propia esposa;
Chaeyoung lamentaba tantas cosas que le dolía hasta el punto de la locura.

Pero tenía que seguir con su vida, sin
importar cuánto doliera.

Suspiró profundamente y miró al cielo,
viendo cómo su aliento creaba un vaho
blanco en el clima helado. Relajó los
hombros y continuó caminando en
dirección a su hogar que, para ella, no
era un hogar. Su hogar era la pequeña
finca afuera, en el campo, que alguna
vez había compartido con Jisoo.
Su hogar no estaba en la ciudad. Jamás
lo había estado.

Mientras andaba, mantuvo la vista baja
hasta llegar a la esquina. Aguardó
junto a otra gente a que la señal
luminosa para caminar se encendiera.
En la espera, sus ojos vagaron hasta
una gran librería de una franquicia
justo detrás de ella. Habría visto e
ignorado la tienda, pero la cara y el
nombre en la vidriera captaron su
mirada.

La señal para caminar se encendió. La
gente avanzó. Chaeyoung se encaminó en la dirección opuesta.

Entró a la tienda e inmediatamente se
dirigió a la pila de libros nuevos. Tomó
uno y sus ojos lo estudiaron, mientras
su corazón se aceleraba y encogía.

Era el último libro de Jisoo. El que
quería que ella leyera.

Sin dudarlo, Chaeyoung inmediatamente llevó el libro al mostrador y lo compró.

Esa noche, mientras Lalisa trabajaba en el turno nocturno en la oficina, Chaeyoung leyó el libro y lloró. Cuando leyó la nota del autor al comienzo, no comprendió por qué Jisoo había decidido escribirla hasta que finalizó la historia. Para cuando ya había terminado cada palabra y cerrado el libro, las lágrimas caían por su rostro al haberse dado cuenta de que el libro era su historia, la de ellos, pero con el final que tanto ella como Jisoo habían anhelado secretamente con todo su corazón.

«Cierta gigante siempre me decía que
no tenía sentido llorar al final de las
películas que no terminan como
nosotros queremos porque no
cambiaría nada, y yo le preguntaba por
qué estaba tan mal desear un final
diferente.>»

Incapaz de soportarlo, Chaeyoung tiró el libro en su cama. Tomó su chaqueta y
dejó el apartamento. Sin que ella lo
supiera, cuando el libro aterrizó se
abrió en una de las últimas páginas,
donde Jisoo había tipeado su
mensaje final.

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