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Y con la última rosa que eché sobre el ataúd de mi abuela mi vida se quebró y mi corazón dejó de latir para siempre.
Sabía que este día llegaría pero tampoco pensé que fuera tan pronto, la necesitaba como el aire que respiraba cada día.
Ella era la única que me había entendido, la única que se había ocupado de mí, la que me aconsejaba en cada decisión que había tomado y que debía de tomar.....
El día que detectaron su enfermedad dos años antes, no me podía creer que avanzara tan deprisa, siempre habíamos mantenido la esperanza que eso remitiera o que tuviera un punto de inflexión y que desapareciera por completo. ¡Pero qué equivocada estaba!.
Fueron dos años duros, muy duros que tenía que combinar con mi trabajo a media jornada de dependienta con la Universidad y lidiar con la enfermedad de mi abuela.
Cáncer, esa maldita enfermedad que un día llega para no desparecer jamás, había oído de casos que se habían curado y podían llevar una vida normal, otros que la enfermedad desaparecía pero aparecía con más virulencia que antes y en otros casos se extendía de tal manera que no había remedio ninguno. Ese fue el caso de mi abuela, no tuvo término medio ni tuvo momento de descanso.
Recuerdo el día cuando visitamos al médico y nos dio la mala noticia, nunca jamás pensé que la sangre se me helaría como se me heló en ese momento, pero mi abuela siempre fuerte ante las adversidades de la vida, sacó una sonrisa de mí diciendo que esto lo superaría y que pronto estaría bien.
¡Qué confundida estaba! Y ver cómo una persona se va de tu lado lentamente es el mayor sufrimiento que una persona puede soportar.
Mi vida no es que haya sido un camino de rosas, he tenido que lidiar con muchas cosas demasiadas para mi corta edad.
Mi nombre es Ariana y juré en la tumba de mi abuela que por ella saldría adelante, que las adversidades no me vencerían y que no decaería en el intento pero.......todo es más complicado de lo que uno se puede esperar y decididamente si hay un Dios ahí arriba desde luego que de mí se había olvidado.
Siempre de pequeña soñaba con un príncipe azúl, como lo era mi padre para mí, ver la forma que tenía de tratar a mi madre, ver el amor con que la miraba.... Siempre he soñado que a mí me pasaría lo mismo, pero toda burbuja de felicidad se explota y la de ellos explotó de la forma que jamás podía haberlo hecho.
Recuerdo vagamente el día de Reyes en que todo sucedió, me desperté somnolienta porque oía gritos en mi casa,una casa que hasta la fecha había considerado mi hogar, un hogar donde una niña piensa que todo está bien, todo va bien, todo funciona adecuadamente, pero que a veces los niños no nos enteramos de los problemas que puede suceder en los adultos.
Tan sólo vi lo que mi padre estaba haciendo a mi madre la tenía agarrada del cuello y mi madre no reaccionaba ante su ataque, estaba con los ojos cerrados, no decía nada y yo sólo podía llorar ante lo que veían mis ojos, el cuerpo de mi hermana estaba en el suelo inmóvil, no lloraba, no hacía ningún gesto, parecía tan dormida......
De repente mi padre me miró y yo sentí terror por lo que pudiera ocurrirme e intenté esconderme de nuevo en mi habitación, pero sentí el cuerpo de mi madre golpear contra el suelo y un agarre en mi brazo me impidió continuar en mi huida.
Intenté luchar contra él, estaba asustada, muy asustada, no sabía lo que estaba ocurriendo realmente hasta que mi padre me acurrucó en sus brazos y me besó la frente. No entendía que estaba ocurriendo y esa forma de reaccionar, tan sólo podía llorar y llorar y llorar.
Las palabras de mi padre cayeron como un jarro de agua fría.
―Mi pequeño algodón de azúcar, papá se tiene que marchar lejos, muy lejos....pero volveré a por tí― yo no entendía nada, no entendía a que se refería.
Pero tan sólo ví como el cuerpo de mi padre dejó de abrazar el mío para salir por la puerta y no volver a verlo jamás.
Me acerqué a mi madre intentando despertarla, le tiraba del brazo, le daba por la cara pero parecía que no respondía, me acerqué a mi hermana y estaba con los ojos cerrados, le agarraba del brazo y tampoco se movía.
Una hora más tarde y después de haber llorado a moco tendido o eso recuerdo, vi como mi madre volvía a moverse y a trompicones se ponía de pie. Cogió el cuerpo de mi hermana que parecía no responder y se metió en su habitación después de darme un beso con las lágrimas en los ojos.
―Cariño, ahora portate bien y ponte a ver la televisión ―dijo entrando a dicha habitación.
Me fui a la cocina a coger unos cereales del bote donde siempre los tenía guardados y después de comerme unos cuantos me quedé dormida en el sofá, unos golpes en la puerta de entrada me despertaron, siempre me pasaba lo mismo cuando intentaba recordar algo más a ese sueño que una y otra vez se repetía en mi cabeza.
La psicóloga siempre me decía que mi mente no quería acceder a ese lugar recóndito en donde yo había guardado ese momento traumático para mí.
Me levanté para ver quién era puesto que estaba dormida en el sofá al igual que en mi sueño y al abrir la puerta me encontré a Lola mi mejor amiga de universidad.
―Ainara,¿cómo estás? ―dijo nada más abrir la puerta. Yo me encogí de hombros puesto que no sabía ni cómo me encontraba realmente.
Ella pasó hacia el salón y se sentó en el mismo sitio donde escasos minutos había tenido otra vez ese sueño repetitivo.
―Ahogándome en mis mierdas ―le contesté resignada.
―Nara, cariño ha pasado una semana del entierro de tu abuela, tienes que volver a la Universidad, no puedes posponer más las clases, se que es duro pero debes de continuar, ella no querría que abandonases ―dijo mirando la botella de vino vacía que había sobre la mesa del salón.
―No sé si podré con todo Lola, esto es demasiado para mí, de verdad ―dije dejando escapar un suspiro. No sé como afrontar todo esto, la casa esta tan vacía sin ella, la hecho tanto de menos....no recuerdo tanto dolor Lola.
―Cariño, ya sabes lo que dijeron los médicos, esto era inevitable no podíais hacer nada, tienes que aceptarlo, se que es duro pero tienes que ser fuerte y mirar hacia el futuro ―dijo en forma de consuelo.
Y tenía toda la razón del mundo, mi abuela no querría que estuviera así, demasiado había pasado ya para mi corta vida, pero me sentía sola, desamparada, me sentía con un abandono total de nuevo y esto es un sentimiento que recordaba pero no quería aceptar.
―Tienes razón, pero no se de dónde sacar las fuerzas, tú mejor que nadie sabes todo lo que he tenido que lidiar, sabes por todo lo que he pasado y ahora...―trago el nudo que se me acaba de formar en la garganta ―ahora no se lo que es correcto o lo que no.
―Sí lo sabes, sólo que no quieres aceptarlo, venga arriba, vamos a salir un rato a que te dé el aire, llevas toda la semana aquí metida, haz el favor de subir, ducharte y cambiarte de ropa ―dijo sentenciando como el tono de una madre ―nos vamos a ver a Ricardo que nos está esperando en la cafetería de siempre.
―¿Huelo a mofeta? ―le contesté oliendo ligeramente la ropa que llevaba puesta.
―No es eso imbécil, es que llevas la ropa más que arrugada y necesito que te renueves tanto por dentro como por fuera, una ducha te sentará bien y hablar con Ricardo y conmigo también ―sentenció directamente.
―De acuerdo ―dije rodando los ojos ―ahora salgo.
https://youtu.be/bpOSxM0rNPM
Y sin más me metí en el cuarto para recoger la ropa que ponerme y darme una ducha un poco más larga de lo normal, en ese momento entendí que tampoco estaba tan sola, tenía a mis amigos apoyándome, ellos eran otro pilar importante en mi vida, bueno más que pilares, diría más bien que sujetarían un edificio entero y comprendí que mi nueva vida empezaba ahora.
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