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7: Una cita arruinada

Había quedado con el pelinegro para ir al parque de diversiones juntos. Tenía todo planeado. Primero irían a desayunar a alguna cafetería, luego irían al parque y montarían en la montaña rusa, tal vez si Jungkook lo aprobaba subirían al carrusel —aunque eso último lo dudaba mucho—, comerían algodón de azúcar, y ya al final de la tarde, cuando el sol comenzara a esconderse y el cielo se pintara de tonos naranjas y rojizos, subirían a la rueda de la fortuna y podrían observar la ciudad desde arriba, teniendo entonces un momento romántico para declararse a él.

—Hola Jimin, lo lamento, Jungkook no podrá salir hoy, no se siente bien.

La sonrisa desapareció de su cara, y todo su ánimo decayó. Observó la sonrisa triste de Jin, que lo veía con algo de lástima.

—Oh ¿crees qué pueda verlo? —preguntó con cautela.

—Pasa, iré a preguntarle —el solo asintió y entró, sentándose en un sillón esperando a que Jin fuera a hablar con Jungkook.
Unos momentos después Jin bajó las escaleras y le indicó que Jungkook lo estaba esperando en su cuarto.

—Hola —musitó adentrándose en el cuarto.

—Hola —este le dió una sonrisa forzada.

Observó la habitación, la cual gritaba "Jungkook" a voces. Era de un color grisáceo, con un montón de pinturas, que de seguro él mismo había hecho, pegadas en las paredes. En una esquina de la habitación, junto a una ventana estaba la cama de tamaño mediano, las cortinas eran de un azul marino, en la otra esquina del cuarto estaba una mesa y junto a esta un caballete con un lienzo en blanco, el armario tenía dos grandes puertas blancas, y había una puerta que suponía era el baño.

Se acercó observando las pinturas, viendo el gran talento que tenía el menor.

—Perdón por arruinar nuestra salida —dijo con pesar.

Jimin dirigió su mirada hacia él, fijándose bien en el aspecto enfermizo que tenía el pelinegro.

—No digas eso Jungkookieb—se sentó en la cama acariciando el cabello largo del menor—, cuando te recuperes podremos salir siempre.

El pelinegro tragó saliva audiblemente, sintiéndose culpable por mentirle en la cara al castaño, porque bien sabía que no se recuperaría.

—Estás muy caliente —dijo tocando su frente, entrecerrando sus ojos con preocupación —¿Te sientes muy mal?

—Solo un poco, no te preocupes —mintió, pues la fatiga no lo dejaba pararse de la cama.

—Dame un lado —dijo levantando las sábanas y acostándose junto al menor, abrazándolo con una leve sonrisa—. Te quiero conejito.

Jungkook sintió su corazón palpitar con fuerza contra su pecho, su cuerpo se tensó, y juraría que los fuertes latidos se escuchaban con claridad en toda la habitación. Sus mejillas se calentaron, denotando un bonito sonrojo debido a las palabras del castaño. Jimin rió debido a la reacción tímida del pelinegro, si le hubieran dicho semanas atrás que estaría acostado junto a un Jungkook sonrojado en su cama, se habría reído a carcajadas. Aún no se creía que era capaz de causar ese tipo de cosas en el menor.

—¿P-por qué dices eso de repente? —tartamudeó nervioso.

—Porque es la verdad, jamás pensé que alguien me llegaría a gustar tanto en tan poco tiempo como lo haces tú —expresó de forma sincera—, en verdad me cautivaste Jungkook.

El pelinegro contrajo su rostro en una mueca y de pronto una fuerte tensión comenzó a formarse entre ambos, Jungkook tenía su labio inferior atrapado entre sus dientes mordiéndolo con fuerza.

«Perdóname Jimin, de verdad lo siento tanto, siento ser un egoísta de mierda que solo piensa en sí mismo».

El ojiazul miraba la mueca tensa que tenía el menor, temiendo que se haya molestado por sus palabras, lo que menos quería era que él se sintiera incómodo con su presencia. Tenía la ilusión que luego de lo sucedido en su salida juntos las cosas cambiaran, pues Jungkook había dicho claramente que le gustaba.

—¡Ya sé!— profirió en un grito emocionado, intentando romper la tensión—. ¡Te haré una sopa, mamá me la hacía cuando enfermaba y mejoraba al instante!

—No es necesario Jimin —la verdad era que no quería que el castaño se fuera de su lado.

—Nunca he cocinado para tí, quiero hacerlo —aseguró con una sonrisa poniéndose de pie.

—Oigan todo bien chicos? Escuché gritos abajo —Jin se asomó por la puerta del cuarto.

—Oh! Perdón Jin hyung, me emocioné un poco —soltó una risita mientras se rascaba la nuca—. Voy a prepararle una sopa especial a nuestro conejito.

—Oh, que bien —sonrió.

Jimin iba a salir del cuarto pero el llamado del menor lo hizo detenerse.

—¡Jimin!...yo...también te quiero —dijo con voz apenas audible, pero fue escuchado por ambos chicos en el cuarto.

—¡Aww conejito! —chilló corriendo hacia él, dejando un montón de besitos en el rostro del pelinegro bajo la mirada burlona del mayor, que reía internamente por la visible vergüenza de su hermano.

—No tardes ¿sí? —pidió en voz baja.

—Iré a comprar los ingredientes en la tienda de la esquina y vuelvo rápido, estaré aquí en menos de lo que piensas conejito —el pelinegro asintió, con un pequeño puchero en sus labios—. Volveré pronto, lo prometo.

El castaño salió del cuarto, seguido por Seokjin, dejando a Jungkook solo en su habitación. Cuando vio la puerta cerrarse enterró su cara en las sábanas, que se habían quedado impregnadas de la colonia que usaba el ojiazul. Aspiró sintiendo el dulce aroma entrar por sus fosas nasales otorgándole paz a su corazón, una paz que fue remplazada por olas de negrura, pues seguía sintiéndose como la mayor basura del mundo por seguir mintiéndole a Jimin.

—Mmm no sé cuál de todos escoger —murmuró llevando una mano a su mentón, pensando en los ingredientes que debía comprar, quería que la sopa quedara deliciosa para que su apuesto pelinegro se pusiera bien pronto.

—¿Jimin?

Una voz que reconocería donde sea llamó su atención, se volteó, mirando al chico que un día fue dueño de todos sus pensamientos.

—Namjoon —dijo con visible sorpresa—. ¿Qué haces aquí? —espetó con dureza cuando salió de su estado de shock.

Había pasado más de una año desde la última vez que lo vio, y no habían terminado en muy buenos términos, el castaño le tenía guardado un gran rencor al chico alto y fuerte que estaba frente a él, al cual hace poco más de un año llamaba amor. Ahora estaba muy distinto, pues su cabello estaba más corto y de un color grisáceo.

—Yo...estoy haciendo las compras —comentó bastante obvio y Jimin se dió un golpe mental.

«¿Es obvio idiota, que más estaría haciendo aquí?»

—¿Podríamos conversar un poco? Quiero aclarar algunas cosas, siento que no terminamos de la mejor forma —terminó con una pequeña mueca.

—¡No podíamos terminar bien, te ibas a casar con alguien más a mis espaldas Namjoon!

—Las cosas no son del todo así...¿me dejas explicarte por favor?

—Tienes diez minutos —masculló con enojo cruzándose de brazos.

—Vamos a hablar en un lugar más tranquilo, conozco una cafetería a cinco minutos de aquí que es muy tranquila, no va mucha gente —ofreció esperando que el contrario aceptara.

—Bien, pero primero debo comprar unas cosas —dijo con tono frío, muy poco común en él.

—Está bien, te esperaré.

Unos veinte minutos después ambos estaban sentados en una mesa apartada en la cafetería, solo había una par de personas más, en verdad el ambiente era muy pacífico.

—Bueno habla ya, no tengo todo el día —dijo exasperado cuando vió que el chico solo se quedaba mirándolo sin decir nada.

—La verdad es que no sé por donde empezar, esa chica con la que iba a casarme no me gustaba, pero mi padre insistió tanto en ello, me amenazó con desheredarme si no te dejaba.

—Y como te importó más el dinero preferiste casarte con esa chica y ocultármelo —sonrió con ironía.

—Sabes que mi padre es el director de un importante hospital, jamás iba a permitir que su hijo estuviera con otro hombre, inclusó me amenazó con utilizar sus contactos para hacer que te despidieran del bufete, sé que te encanta trabajar ahí, no podía permitir que te hiciera eso, soy consciente de lo mucho que te esforzaste para ser el gran abogado que eres ahora, pensé en ocultarlo hasta hallar una solución pero te enteraste de todo y bueno...no pude explicarte nada hasta ahora.

La mirada de Jimin se suavizó un poco, no lo perdonaba aún, pero le alegraba saber que el peligris no lo había engañado tanto, al menos parecía ser que en verdad lo había amado.

—Aún te amo Jimin, no dejé de hacerlo ni un segundo —soltó de pronto, haciendo que el corazón del chico comenzara a latir acelerado.

No podía mentirse, Namjoon había sido una importante etapa en su vida, había entregado todo de sí a ese chico que ahora estaba frente a él, mirándolo con ojos soñadores. Lo había amado tanto, había estado dispuesto a casarse y tener sus hijos en el pasado. Habían estado tres años juntos antes de que descubriera que iba a casarse con una chica de la alta sociedad, hija de un reconocido empresario.

Por su mente pasaron un par de recuerdos de hace unos años, ese chico fue su primer novio, su primer beso, su primera vez, su primer amor, su primer todo, y a pesar de que lo había engañado le guardaba un gran cariño. Pero ahora había alguien que había ocupado su lugar sin necesidad de hacer absolutamente nada, cierto pelinegro se había apoderado de su corazón solo siendo él, con solo su preciosa sonrisa y su forma tal cálida de ser.

—Lo lamento Namjoon, pero conocí a alguien que...sinceramente me encanta —admitió sintiendo sus mejillas calientes.

Namjoon sonrió con tristeza, bajando la mirada.

—Debe ser alguien genial para tenerte así —dijo haciendo alusión a las mejillas sonrojadas del castaño.

—Lo es —asintió seguro—, es pintor ¿sabes? Tiene 24 años, es el chico más apuesto que he visto en mi vida y su sonrisa...su sonrisa ilumina toda una habitación. Tiene ese carácter frío y apático, pero cuando lo conoces bien te das cuenta de lo cálido que es su corazón y de lo lindo y tierno que puede llegar a ser. Amo escucharlo reír, mostrando esa sonrisita de conejo que tanto me encanta, y tiene un talentazo para la pintura, estoy seguro que llegará a ser alguien muy exitoso, soy capaz de poner mis manos al fuego por él.

Mientras hablaba sus ojos brillaban con intensidad, era bastante evidente que el ojiazul estaba completamente enamorado de ese chico del que hablaba. Una sonrisa se dibujó en su cara, estaba feliz aunque le dolía, pero mientras el castaño sea feliz el estaría alegre; al final lo único que deseas a la persona que amas es la mayor felicidad.

—Es bueno que seas feliz ahora —murmuró—, espero algún día me perdones por lo que te hice.

—No voy a mentirte, aún me duele un poco, pero se que pronto lo superaré y quizás...podamos ser amigos —dijo con una pequeña sonrisa.

—Eso me encantaría —asintió un par de veces.

—Bueno...nos vemos otro día, debo irme.

—Fue muy bueno verte, hasta pronto Jimin.

El castaño se despidió con la mano, saliendo con una sonrisa de la cafetería. Esa conversación era lo único que necesitaba para dejar el pasado atrás. Se dirigió a pasos rápidos hacia la casa del pelinegro, emocionado por hacerle la sopa.
Cuando llegó vio a Jungkook sentado en un sillón de la sala, envuelto en un par de sábanas, mirando con un puchero molesto el televisor.

—Conejito ya llegué —avisó pero este no se giró a mirarlo—. ¿Jungkookie?

—Está enojado porque tardaste —dijo Jin saliendo de la cocina y acercándose a él con una sonrisa. Para él era extraño ver a su menor comportarse así de adorable.

—Dijo que volvía rápido y pasó más de una hora —refunfuñó, acentuando el puchero.

—Ya te escuché pelear por mucho tiempo, ya no te aguanto hermanito, suerte Jimin —subió las escaleras de forma rápida dejando a los chicos solos.

—Jungkookie lo siento, no te enfades conmigo, es solo que me encontré con un...amigo y me atrasé un poco porque hablamos sobre el pasado.

El pelinegro solo bufó y se acomodó en el asiento sin decir nada. A los ojos de Jimin el berrinche de su menor era adorable, ese pequeño puchero en sus labios le daban ganas de besarlo durante todo el día. Una sonrisa ladina se dibujó en su cara ante esa idea, dejó las compras en la cocina y volvió a la sala, parándose frente al pelinegro.

—¡Oye, muévete! Estoy viendo eso —se quejó sin moverse de su lugar.

—¿En serio? ¿Estás viendo Bob Esponja Jungkook? —dijo con burla mientras dejaba su cara a centímetros de la del chico.

—Si ¿y qué? —replicó acercándose más.

—Creo que tengo una mejor forma de entretenerte —susurró sobre sus labios.

Tomó el labio inferior del menor entre sus dientes mordiéndolo un poco, escuchando el jadeó que soltó.

—Ji-Jimin... —profirió con los ojos muy abiertos y un pequeño sonrojo adueñándose de sus mejillas.

—Shh, no digas nada.

Apresó los finos labios del menor entre los suyos mientras se sentaba en su regazo, pasando sus manos por el cuello del contrario, profundizando el delicioso beso. Las manos de Jungkook fueron a su cintura, apretándola y dejando suaves caricias intercaladamente, mientras su lengua se escabullía explorando la cavidad bucal del mayor parsimoniosamente.

Se separaron cuando el oxígeno comenzó a hacer falta en sus pulmones, para seguidamente volver a unirlos, Jimin acarició sus cabellos negros con cariño, y Jeon pasó sus manos por los muslos del castaño dejando caricias en sus bien formadas piernas.

—¿Qué tengo qué hacer para qué dejes de estar enfadado conmigo? —preguntó el ojiazul en un susurro, observando la cara pensativa del menor.

—Quédate a dormir conmigo —dijo después de unos segundos.

—¡¿Qué?! —exclamó sorprendido, no se esperaba eso—. ¿Tus padres no se molestarán?

Él solo negó con la cabeza.

—No están aquí de todos modos, fueron a visitar a mis abuelos en Busan.

—Mis padres también son de allí, que casualidad.

—Entonces ¿que dices? —preguntó esperando que el ojiazul accediera.

—Está bien, pero tengo que ir a casa a buscar ropa.

—No es necesario, yo te prestaré algo —apretó el agarre en la cintura, atrayendo más al castaño a su cuerpo, no quería que se separara de él.

—Bien, siempre te sales con la tuya conejito —tocó la nariz del menor con el dedo índice.

—Tus manos son pequeñas —dijo entrelazándolas con las de él—, las mías son enormes en comparación a las tuyas.

—Ya, no te burles de mis manos —se quejó.

—No lo hago —sonrió besando cortamente los pomposos labios del mayor.

—Te haré la sopa —se paró de su regazo—, espera aquí.

—¿Ahora te avergüenza? Si antes me exigiste que te hiciera un espacio —dijo divertido mirando al mayor jugar nervioso con sus dedos.

Llevaba puesta una camiseta gris suya que le quedaba enorme en su pequeño cuerpo, junto a unos pantalones de chándal del mismo color. A sus ojos se veía precioso, Jimin era completamente hermoso, por mucho el chico más lindo que había conocido. Su cabello castaño caía sobre su frente con delicadeza, casi tapando sus ojos, sus pómulos tenían un suavecito color rosa, al igual que sus abultados labios y sus pequeños ojos rasgados brillaban cual lucero en una noche oscura. No sabía cuánto tiempo llevaba observándolo, pero de pronto su vista comenzó a nublarse, frunció el ceño estrujando sus ojos con fuerza.

—¿Jungkook? —Jimin se acercó a él rápidamente sujetándolo cuando tropezó con unos zapatos y casi cae al suelo—. ¿Qué sucede? ¿Te encuentras bien?

—Yo...estoy bien Jimin —dijo incorporándose mientras su vista volvía a la normalidad.

—¿Fue un mareo?

—Me duele un poco la cabeza, solo eso —mintió acostándose en la cama—, abrázame Jimin —pidió al ver que el ojiazul solo se había quedado viéndolo preocupado.

Sabía que Jimin no era tonto, y no tenía ni idea de cuánto tiempo podría seguir sosteniendo las mentiras, era obvio que el mayor sabía que algo no andaba bien, pero no queriendo discutir se metió en la cama y lo abrazó con fuerza, besando su sien.

—Duerme Jungkookie, que tengas dulces sueños —dijo acariciando el cabello del menor, que escondiendo la cara en su cuello cerró sus ojos dejándose caer en los brazos de Morfeo, rodeado del aroma y la calidez de Jimin.

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