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Capítulo 15: Time

Un agudo dolor en su cuello y espalda baja la despierta justo cuando la luz solar se proyecta por la ventana más cercana a su posición, abre sus parpados con una mueca y se endereza con un quejido.

Se da cuenta de que por la noche se quedó dormida en el suelo, con la espalda a la puerta, a lo que maldice entre dientes y se levanta, tratado de estirarse. Su sorpresa es visible cuando abre el cerrojo y halla a Riley recargada como lo estuvo ella en su posición, la misma sobresaltándose por la falta de estabilidad e incorporándose de un tirón.

–¿Qué diablos hacías ahí?

–Dijiste que durmiera aquí – se excusa adormilada, limpiando el rastro de baba y adaptando su vista a la molesta luz solar –. Te dije que no me iría.

–Eres tan ridícula – musita con desgano, culpándose por haberle hecho tal cosa, a pesar de que no fue a propósito. Nunca imaginó que la menor tomara en serio su sentencia –. Al menos las dos tendremos dolor de cuello y cadera, perfecto para no bajar a enfrentar a papá.

Riley espera a que Maya libere el aire y se adentre a la habitación, dándole entrada e indicando que cierre la puerta detrás suyo. Ambas tienen su maquillaje corrido por las horas, sobretodo por las lágrimas que su mayor soltó con los sucesos; luce abatida, agotada, y ella misma se enferma de sólo verla en tal estado.

Toma asiento con cuidado en la cama, colocándose a su lado en un silencio que dura unos pocos minutos.

–Tienes que comer algo.

–No tengo hambre ahora mismo.

–Al menos bebe agua o te vas a deshidratar. Anoche...

–Si es tu manera de mostrar preocupación, te pido que te detengas – corta quedamente, con la cabeza puzandole –. Lo haré, pero te suplico que no menciones nada del tema. No ahora.

Poco convencida, no le queda más que aceptar y marcharse a su propio espacio. Se deciden a dormir hasta más tarde, porque despertaron temprano y durmieron bastante mal, hasta que se levantan, con diferencia de que Maya se limita a recibir la comida y la botella de agua que le llevó, sin salir en todo el sábado de su cuarto.

Cory la interrogó, y brevemente le resumió que las cosas con Friar no fueron para nada buenas; igual le sugirió darle espacio a la rubia y permitirle estar tranquila.

En la noche, Riley logra atrapar a Maya cuando va a la cocina, informando que su padre salió al hospital por una emergencia y aprovechando para chequear su estado; se cambió y duchó, aunque su aspecto era descuidado por la perceptible falta de energía, tenía las ojeras marcadas bajo sus ojos agotados.

–¿Cómo está tu mano? – su interrogante saca a la castañita de sus pensamientos, y de no ser por su desgano, se habría reído de su expresión. Aclara con un gesto hacia sus nudillos enrojecidos –. Le diste unos buenos golpes al pendejo de Gardner.

–¿C-cómo lo supiste?

–Está posteado en todos lados, junto a otros detalles – sisea de mala gana, acercándose a ella para tomar con suavidad sus manos en un escrudiñmiento –. Posiblemente es lo único que lamento haberme perdido.

–Estoy bien, debí darle otro... – muerde su labio, dudosa de qué temas tocar. Sin embargo, se decide: – ¿Supiste que ganaron como reyes del baile?

–Cubrió su propio espectáculo a mi costa, nuevamente. Sí lo supe – acorta con desdén, aparentando que no le afectaba la noticia –. No quise chequear tampoco mucho más. Pagaron las redes de la escuela con sua idioteces.

–Sí... Smarckle estuvo llamándote.

–Hablamos un poco, pero le expliqué que no tengo ganas de tocar el tema – se debate unos segundos para soltar: –. Él igual me llamó y escribió varias veces.

La alta se espabila:

–¿Conversaron?

Agita brevemente la cabeza.

–Lo bloqueé de todos lados. No me interesa saber nada de él.

–Oh – limita, no era conveniente por ahora cuestionarla o presionarla. Ni siquiera la estaba viendo a la cara, más al pendiente de sus nudillos. Sonríe ligeramente por la preocupación de su hermana, continuando con otra cosa: –. Tampoco quiero escuchar a Farkle ahora mismo.

–Supongo que tuvo que ver en el asunto.

–Farkle y Zay le dieron la idea a Charlie – admite con el mal sabor de boca, mascullando apenada: –. Todo esto es por mi culpa.

–Nadie obligó a nadie, no es tu culpa que sean todos unos imbéciles – interrumpe, al fin viéndola a los ojos y liberando su mano, carente de emociones –. Le pagaron mil trescientos dólares.

–¡¿Cuánto?! – indignada se coloca de pie y da un golpe a la encimera con sus palmas –. ¡Que hijo de perra!

–Supongo que tu novio fue muy astuto al buscar a alguien con más dinero que cerebro.

–Maya, lo lamento... Dios, Farkle me va a escuchar – farfulla con perceptible decepción –. No pienso dirigirle la palabra en todo lo que queda de período escolar.

La promesa le pareció tierna, y por primera vez desde el día anterior, sonríe un poco.

–Quedan dos semanas, no sería mucho, y en todo caso – alarga con un suspirar –, no lo culpes tanto a él. El tonto quería llamar tu atención, se nota que te quiere, no como el puto de Gardner.

Relaja su expresión ahora, comprendiendo que así era, con todo y que continua enojada con Minkus y su metida de pata, sus motivos no fueron genuinamente malos en lo absoluto. De hecho, recuerda algo que la hace gemir y cubrirse la cara.

–Yo creo que les ayudé, sin darme cuenta. Promete que no te vas a enfadar conmigo – se destapa para ver por un diminuto espacio el rostro interrogante de su hermana –. Les traje a tu habitación una vez y anotaron tus gustos...

Maya abre sus ojos alarmada, con furia.

–¡¿Qué tú qué?!

Riley se aparta con un lloriqueo.

–¡Y vieron tu ropa interior negra!

–¡Riley!

–¡Dijeron que era porque le gustabas a alguien!

–¡¿Y por eso le mostraste mis pantis?!

–¡No, estaban ahí de casualidad! Perdón, perdón, no te molestes – suplica juntando sus palmas y con carita de cachorro –. De haberlo sabido, juro que no les hubiese dado paso. Tampoco le habría hecho cree a Farkle que no tenías sentimientos.

–Con razón supo tantas cosas de mí desde el inicio – musita con cada vez más rencor, observando a su menor y terminando por dejarlo así; ya no tiene caso, y no desea amargarse más –. De acuerdo, no hablemos de esto ya, no lo tolero.

La de orbes oscuros cuestiona antes de que desaparezca de nuevo:

–¿Estarás bien?

Analiza unos segundos, limitándose a contestar:

–Lo estaré hoy. Mañana... Ya veremos.

---

–Ava me comentó que anoche estuviste hasta tarde en la sala, estaba preocupada por tí – inicia con cautela, examinando al callado adolescente que mastica sus cereales con expresión ausente, las bolsas debajo de sus ojos bastante marcadas –. Encontré cigarros lanzados por el suelo y una botella a medio vaciar en uno de los cajones, Lucas. ¿Ocurrió algo en el baile? 

–Ocurrió lo que me advertiste. Se enteró de la verdad, de la peor manera posible – confiesa tras un minuto de divagar, topándose con los orbes del mayor por primera vez en aquel tedioso día donde estuvo durmiendo hasta las dos de la tarde debido a su nada satisfactoria noche en vela, acompañado de su resaca –. No contesta mis llamadas ni mensajes, posiblemente porque bloqueó mi número, como lo hizo con mis cuentas en sus redes sociales.

–Demonios, lo lamento, hijo – consternado, se aproxima con su silla un poco más –. ¿No dormiste nada?

–En toda la noche no fuí capaz de pegar un ojo por ello. Me siento de la mierda, papá – escapa el aire y se frota el rostro con una palma, soltando su cuchara –. Ni siquiera sé cómo le veré a la cara mañana, no soy capaz de de versela a Ava siquiera.

–No será fácil, pero es algo que te ganaste.

–No tienes que recordarme lo idiota que soy, gracias.

–Solamente quiero que comprendas que está dolida, asimiliando la situación que tú ocasionaste, lamentablemente – apela con sencillez –. Dale tiempo, hijo.

Tiempo es lo que siente que menos posee, sin embargo, no desea conversar sobre el asunto que le taladra la cabeza desde anoche. Se levanta sin terminar su bol, informando que irá por ahí, pues se siente enfermo estando encerrado con sus remordimientos. 

–Dile que estoy bien, que fui por ahí o algo. Volveré por la noche.

–Lucas, espera – le detiene con intranquilidad ante su aspecto, divagando cómo hacer la petición. Concluye entonces: –. No hagas nada de lo que te arrepientas, por favor. Piensa en Maya y lo que te diría que no hicieras.

Con una sonrisa irónica y carente de emociones, responde:

–Creeme, nunca sale de mi cabeza, ni por un segundo, papá.

---

Maya vuelve a gruñir cuando el celular suena tras terminar su "Cena" a base de basura chatarra y sodas, porque cuando come algo más que no sea extremadamente delicioso su estómago se cierra a causa del malestar general que su reciente ruptura le ocasiona. Va a tomar el aparato, sabiendo de sobra que no sería el idiota de Friar, lo bloqueó sin remedio de todos lados, y duda que consiga otro número, pero el contacto desconocido le hace dudar un poco, recelosa a contestar. 

 –Si eres tú, voy a cortarte las pelotas.

–No sé a quién te diriges de tal manera, pero agradezco no ser él, baby girl.

Se incorpora con un jadeo de alivio, casi como una boconada de salvación, experimentando algo de alegría entre tanta tempestad.

–Mamá... No sabes lo que necesitaba escuchar tu voz.

–Pues me hace feliz llamarte en el momento justo – consuela con dulzura, genuinamente inquieta con el estado tan inusual de su hija mayor –. Tuve problemas para llamar antes, pero hice algunas favores y me cedieron una llamada decente que quise aprovechar para saludarlas. O bueno, a tí – chasquea con tristeza, como cada que rememora que la menor de la casa no le dirigía habla alguno desde hace bastante tiempo –. Cuentame, ¿Cuál es el inconveniente?

–Por dónde empiezo... – se deja caer en la cama, permidiendose ser vulnerable en su relato –. Conocí a un chico que era perfecto para mí, me enamoré por primera vez como una tonta, y resultó ser una farsa. Le pagaron para salir conmigo porque papá le prohibió a Riley salir con algún chico si yo no salía también. 

–Ya entiendo...– asiente tras la línea, comprensiva –. Apuesto a que un tarado con más músculos que cerebro quiso salir con tu hermana y por eso usó el dinero de papi para pagarle a alguien.

 –Bingo, mamá.

–¿Cuándo?

–Todo estalló anoche, en pleno baile de graduación. Oh, y nos nombraron reyes como burla, para completar la cereza del pastel – ríe sin gracia –. El tarado no para de llamarme, lo bloqueé.

–Aguarda, eso quiere decir que quiere arreglarlo.

–Pff, claro. Tal vez le pagaron para que continúe burlándose de mí hasta la graduación.

–Hija, dudo que se arriesgue a que lo dejes tan estéril como a tu primo Joshua si no le importara – alega con tacto en sus sentencias –. No digo que lo justifique y no sea un pendejo, unicamente quiero que no pienses que no hay una remota posibilidad de que, no lo sé, se enamorara igual de ti.

–Me es imposible de creer...

–Al menos no te arrepientas.

La joven resopla.

–¿Cómo no arrepentirme, mamá? 

La mujer aporta con madurez:

–Porque no te cerraste, como usualmente lo haces. Los corazones que se mantienen fríos en soledad, sin permitir entrada, acaban más lastimados que los que te atreves a abrir. Las heridas se curan con el tiempo y el apoyo de los que amamos, baby girl.

–Tienes una forma muy rara de ver las cosas... – formula tras un silencio pesado, no le gustaba darle vueltas a todo una vez más – En fin, cuéntame de ti mejor.

–Bien, por esta vez te lo permito pasar – advierte con dulzura –. Ya sabes como es, días buenos, días malos y días de mierda.

Maya da una mueca ante el resumen.

–Ya quiero sacarte de ahí.

–Falta menos, hija – escapa una boconada tendida –. Estos son los momentos en donde muero por abrazarte.

–Y yo a ti, mamá – sonríe con melancolía –. Te quiero.

–Yo más a ti – tras su respuesta, titubea un poco para añadir: –. Y... ¿Tu hermana cómo está?

–Lidiando con su novio el genio de los planetas y con sus exámenes finales de la escuela, pero bien. 

–Ya veo... No la leyó, ¿Cierto?

–Bueno, se la entregué esta vez – masculla cuando descubre sus sospechas del transfondo de las preguntas. Es consiente de cuanto la afecta el conflicto de Riley, por lo que trata de animarla: –. Dale tiempo.

–Siempre se lo daré, hija. Le daré todo el que necesite.

La conversación prosigue unos pocos minutos más, porque se agota el crédito de la rubia mayor, despidiendose tras unas risitas por sus ocurrencias; eran sumamente similares y diferentes a su vez. La charla las animó un tanto al menos.

Más tarde, su hermana entra al baño para tomar unas cosas, chequeandola de reojo y siendo demasiado obvia en sus intenciones curiosas.

–Hey, ¿Cómo estás?

–Bien... Mamá llamó.

Riley se paraliza un breve instante, retomando con muy bien fingida calma su actividad.

–Oh, ya veo. Seguramente presintió que te sentías mal, algo así leí en un libro.

–Quien sabe... Preguntó por ti y mandó saludos.

No contesta de inmediato, por lo que la mayor se dispone a salir con resignación, como ya es costumbre, hasta que oye un simple y bajito:

–Gracias, Maya.

Riley pasa de largo hasta su recámara, dejándola con una tenue sonrisa en el pasillo.

El tortuoso lunes inicia, la cantidad de chismes y rumores se esparcen como polvora tras los diversos acontecimientos del baile del sábado; la mayoría gira entorno a Gardner, Friar, Minkus y ambas Hart-Matthews, claro está. Muchos especularon que ninguno asistiría o se armaría algún revuelo con sus presencias al cruzarse en el camino del otro, sin embargo, dadas situaciones no se dieron:

Para sorpresa de todos, Maya asistió junto a Riley totalmente tranquila, ignorando olimpicamente cualquier comentario del baile y prosiguiendo con sus actividades como si nada.

Charlie tenía un moretón leve en el puente de su naríz y tenía un humor de perros, con una sola mirada advierte al alumnado que no le cuestiones sobre lo acontecido.

Minkus y Babineaux igual portan un cardenal en su rostro, más pronunciado, y su comportamiento es más que nada ansioso porque requieren una conversación con sus parejas.

Finalmente, Friar estaba como en una mezcla de exasperación y preocupación, buscando por los pasillos rastro alguno de Hart lo antes posible.

Los primeros en colisionar, fueron Farkle y Riley durante la segunda clase. El muchacho recurre desesperado a ella, explicándole todo y parloteando sin freno, hasta que la joven le interrumpe con un beso en la mejilla que luego complementa con una bofetada que le deja perplejo.

–Estoy enojada contigo, pero te perdono porque sé que te arrepientes y eres muy tierno cuando pones esa cara – toma la palabra con apasividad –. Mi hermana me motivó para no dejarte de hablar, tienes suerte, porque iba a intentarlo.

–¿No me odia? – inquiere sobando su pómulo, y con el negar de la chica, completa: –. Tengo intenciones de disculparme con ella por todo. Nunca quise que saliera lastimada o algo, Lucas tampoco.

–No lo menciones a él, por favor.

–Lo ví esta mañana y está angustiado, Riley – intercede –. Sé que no confiás en él ahora, pero realmente se arrepiente.

La terca castaña se cruza de brazos.

–Pues que me lo diga él mismo.

–Lo haré – la pareja se sobresalta ante la presencia repentina del chico del cual conversaban, este adelantandose hasta la chica  –. Necesito hablar con tu hermana.

–No creo que te sea posible – lo examina con detenimiento, captando que realmente luce afectado –. Está repelente al tema en lo absoluto. 

El Texano se defiende:

–Es que necesito explicarle que...

–Lucas, es en serio – lo frena con un gesto intranquilo –. Mira, se niega a mostrar señal de alguna emoción, lo que en ella es peor a cualquier cosa. 

–Nunca quise herirla, Riley – sincera con inmediatez –. Quise regresar el dinero esa noche en cuanto viera a Gardner. Juro que me arrepentí de todo mucho antes del baile.

–Dudo que confíe en tí ahora – explica con inseguridad –. Espera un tiempo a que procese todo.

–Quedan dos semanas de clases antes de la graduación. Estoy seguro de que querrá huir lejos, ahora más – indica, con la ansiedad creciente a cada minuto –. Por favor, prometeme que por lo menos tratarás de convencerla.

Riley muerde sus labios al hallarlo tan angustiado, incluso cuando no logra fiarse del todo en lo que dice, divisa cierta verdad en sus verdaceos orbes.

–Intentaré, no lo puedo prometer. Ya sabes cómo es de terca – concluye con menos severidad –. Pero no aún, dale unos días, y si realmente la respetas, lo aceptarás.

Viéndose resignado con ello, por más que no le agrade la idea, acepta con un gesto.

–Bien, esperaré. 

Los menores suspiran tras la ida del chico, compartiendo miradas entre ellos.

–Nunca le había visto en ese estado.

–Ni yo. Creo que se está conteniendo para no estallar.

Oh, y claro que tienen razón...

---

–Pudrete.

–Amada mía, por favor.

–Cierra la boca, ya terminó su teatro – sisea con desprecio, encarandole con fastidio –. Maya es mi mejor amiga desde los catorce, no voy a perdonarte lo que le hicieron.

–¡No fue mi idea! – ataca con un lloriqueo –. Tuve que ver, no lo niego, pero no obligué ni soborné a nadie.

–Tampoco te obligaron, y fuiste cómplice – contraataca con astucia –. Te callaste, no me dijiste nada. Verla afectada igual me pone mal, así que me rompiste el corazón indirectamente, bobo.

–No podía hacerlo, era traicionarlos – se muerde la lengua por avivar las llamas en los negros ocelos, por lo que lo arregla habilmente: –. N-no es que te eligiera traicionar a ti, es que tuve un motivo de peso, incluso mayor que mis amistad con Farkle o Lucas.

–¿Cuál?

Zay titubea en confesarle algo tan privado, pero a esas alturas no encuentra mejor salida; además, tarde o temprano, la astuta chica de lentes se iba a enterar.

–Él de verdad se enamoró de tu amiga – suaviza su tono, dando un paso hasta ella –. ¿O crees que todo eso lo fingió por dinero? Vamos, tienes que ver lo abatido que está desde el sábado. ¿No captaste todo ese brillo cuando miraba a Maya durante el baile? 

Smarckle se queda sin mediar palabras un minuto, considerando lo que el moreno afirma; si es imparcial en el asunto, sí puede apelar a que no todo fue una mentira, y el chico frente a ella parece honesto ahora mismo. 

–Igual eso no lo ayuda en nada – concede finalmente, decaída –. Diga lo que diga, o hagamos lo que hagamos, Maya está muy lastimada y enojada,  con toda la razón. 

–Lo sé, y lamento haber tenido que ver en lo que ocurrió con ella, Isa – besa una de sus manos con dulzura, otorgandole un mohín arrepentido –. Puedo arriesgarme con Farkle a que nos parta aún más la nariz si quieres, digo, para pedirle perdón por todo.

Es inevitable no soltar una risita acompañada de un leve empujón para el más alto.

–Oh, los quiero ver hacerlo... Comprame un libro y puede que considere perdonarte.

Con una radiante sonrisa, asiente efusivo:

–¡Trato!

---

Maya entra a la oficina de la directora con una cara carente de emoción alguna, tomando asiento en una de las sillas frente al escritorio como se lo indica su mayor. 

–Me dijeron que me estabas buscando.

–Todos están chismoseando lo del baile, y tu padre está preocupado de que ya estamos a martes y no logra sacarles nada a Riley y a tí – va sin rodeos, analizando a la chica –. No le he comentado lo que tengo a mi alcance porque seguramente irá a patearle el trasero a Friar y me culparás por ello.

–No necesito que nadie me defienda, te lo agradezco por la discreción – bufa en su sitio, pues ya imaginaba que era sobre eso –. Ayer evité toparmelo para no estrellar mi puño e su rostro, igual con el puto de Gardner. A cada sitio al que voy me miran con pena, burla o con intriga, ¿Sabes cuánto me estoy conteniendo?

–Supongo un estimado, y te admiro, honestamente – reconoce con un gesto de su mano –. Prometo que haré un comunicado y...

–No, no intervengas.

–¿Ah?

–Dejalos que hablen, que hagan lo que les dé la jodida gana. No me importa realmente.

–Maya, aún quedan dos semanas y esto no es algo sencillo – aconseja con prudencia –. Evadir un tema no lo hace desvanecerse.

–Y recordarlo tampoco aporta nada, Topanga – defiende con decisión –. No voy a ir por ahí llorando y censurandoles por lo que ocurrió. Si les doy relevancia, van a continuar, ¿O crees que porque los amenaces van a detener los chismes? Nunca lo han hecho, y será peor para mí. 

–Está bien, está bien, pero al menos permíteme ofrecerte mi apoyo ahora.

–Gracias, pero estoy bien – poniéndose de pie, toma su mochila –. Si me disculpas, tengo que ir a mi clase de ciencias.

Topanga duda, pero asiente y le indica pase libre.

Maya al salir, expulsa el aire y se dispone a seguir su trayecto al aula del segundo piso, evitando prestarle atención a los demás y maldiciendo a su mente por no dejar de traer a colasión al portador de lindos ojos verdes. Se siente pésima, no tiene ánimos de nada y lucha con todo su ser para aparentar que no le duele lo que sucedió, mostrando una indiferencia total ante el resto.

Sin embargo, el miércoles se le hace muy complicado darle frente; caminando junto a Isadora, se cruza de frente con Lucas, todo ocurriendo como en cámara lenta, pues este parece también sorprendido, y su corazón va tan deprisa que reza porque el mismo no lo oiga.

Claro, como se ha convencido de que no le afecta, aparta la vista del cabello arena primero, apresurando el paso al tomar a su amiga del brazo e ignorando el llamado del mismo chico con botas negras. 

Lucas en su sitio, apreta su mochila con frustración por la evasiva, intenta calmar su pulso y se obliga a no correr tras ella, dándole el espacio que su hermana le aconsejó. Quiso perseguirla, rogarle, contarle que era un desastre por su ausencia y lo que le hizo, pero comprobó que Riley tenía razón; Maya estaba en automático, como si nada hubiese ocurrido, y conociendola, sabe que debe estar sumamente lastimada para actuar así.

Hubiese preferido golpes a lo ciego, rabietas, insultos gritados, pero su indiferencia, que sus ojos azules cambiaran al verle, era más que una tortura que él mismo sembró...

Tiempo, teme a no tener el suficiente, pero no le queda de otra más que esperar...

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Saludos amorosos para todos uwu ¿Cómo andan?

A partir de ahora vamos a poner un espacio de pañuelos para desahogo, porque la tristeza durará un poquito más ;;

¿Les gustó la aparición de Katy? :3 Se vienen muuuchas cosas en el fic, preparados.

Otra canción para la playlist, esta vez de Maya:

¡Voten y comenten! <3 

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