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Regla 9: Negocia los términos.

Sentía que me faltaba el aire en cada beso que Kaleb me había dado. Mi cuerpo descansaba sobre un rincón de mi cama, pero mi mente andaba de fiesta por otro sitio. El corazón me latía en el pecho durante las cinco horas que Kaleb y yo llevábamos separados. Tenía que admitir que ya lo extrañaba.

Me levanté de un salto de la cama. Mi idea había sido entrar al baño, pero en vez de eso, entré a la habitación de mi hermana. Me quité las pantuflas de los pies y las dejé en la puerta. No tenía sentido seguir postergando nuestra conversación sobre el viaje a Mount Desert Island. También necesitaba aclarar nuestra relación con Kaleb, pero eso quedaría para luego.

Me sorprendió no ver a mi hermana en su habitación. Y, mientras ensayaba las palabras que le diría a Kaleb cuando llegara, la puerta de la habitación de Maia se abrió.

Mi ex jefe entró en ella con una caja de bombones y lo que parecía ser dos entradas. Se acercó a mí y sonrió.

—Hola, Venus. Tenemos que hablar sobre algo muy importante —me ofreció los bombones y se guardó las entradas en el bolsillo de su chaqueta.

—Si se trata de nuestra relación, yo también quería hablar contigo —dije mientras me frotaba las manos.

—No se trata de eso —contestó —. Es sobre esta publicación.

Levanté una ceja cuando lo observé tomar su móvil entre sus manos y mostrarme la publicación de Instagram. Por supuesto que sabía que este día llegaría. Mi mirada se desvió hacia un rincón de la habitación, tratando de evitar mirarlo a él.

—Bueno yo… yo… —Tragué saliva —. Vale, quería que sintieras la misma humillación que sentí yo con tu rechazo. Sé que no fue algo muy maduro de mi parte, pero entiende que estaba dolida, y triste, y melancólica. Y tú eres un capullo y…

Callé al percibir la velocidad de mis palabras. Kaleb solo me observaba y sonreía.

—No soy gay —pronunció aquellas palabras con mucha lentitud, como si con ellas deseara dejármelo muy claro —. Veo que no sabes mucho de mí, Venus, pero eso va a cambiar ahora mismo.

Me tomó de la mano y juntos nos sentamos en una esquina de la cama. En un descuido, la caja de bombones cayó al suelo y estos terminaron desparramados por todos lados. Hice ademán de recogerlos, pero la mano de Kaleb me lo impidió.

—Necesito que entiendas todo lo que voy a decirte. Olvida los bombones, ya te compraré otros —me miró con los ojos entrecerrados —. Este es mi móvil —lo sacudió frente a mí —, con él comprenderás por qué vestirme de princesa mariposa era mucho más importante que preocuparme por chismes sobre mi sexualidad.

—No hace fal…

—Sí —me interrumpió —. Sí hace falta.

Desbloqueó el móvil y abrió la galería. Al instante un montón de fotos de una niña comenzaron a aparecer en la pantalla. Llevé una de mis manos a la boca y suspiré. Me había equivocado muchísimo.

Preferí no contestar y esperar con paciencia a que terminara su explicación.

—Se llama Niam Lewis y es mi sobrina. Tiene casi dos años, y lleva cuatro meses diagnosticada con leucemia. Por ella soy capaz de vestirme de la puta sirenita si eso la hace feliz. No me importa la opinión de nadie, pero viniendo de ti no lo esperaba —Me miró furioso y dolido.

—Kaleb yo… —Me sentía una mierda de persona. No sabía que tenía una hermana y mucho menos una sobrina. Él nunca hablaba de su familia.

—Sé que no lo sabias, joder, nadie lo sabe. Hace solo seis meses que conozco la existencia de una hermana y dos sobrinos. Yo también me sorprendí, pero Venus, esos niños se han convertido en mi adoración.

— ¿No sabías que tenías una hermana? —pregunté un poco aturdida.

Negó con la cabeza.

—No, soy adoptado, Venus, jamás conocí a mis verdaderos padres. Y por lo que mi hermana cuenta, ella tampoco. ¿Sabes? Llevo mucho tiempo enamorado de ti. Eres graciosa, simpática y tienes un gran corazón. Por eso me ha costado tanto dejarte ir de la empresa, bueno, excepto esas tres ocasiones en las que intenté liberarte del contrato de trabajo —sonrió con suspicacia.

Fruncí el ceño. Me quedé muy quieta esperando una explicación, y al ver que no llegó, me atreví a preguntar.

— ¿Tres veces? ¿Cuándo?

Kaleb se puso de pie, y mirándome fijamente sacó de su chaqueta las dos entradas que antes había guardado.

—Estas son tres cartas, todas escritas en diferentes fechas, todas ellas dirigidas a un único destinatario: tú —me las ofreció y las miré con adoración. Sentía que comenzaría a llorar en cualquier momento. Los ojos me ardían y podía sentir las mejillas coloradas.

Desenvolví una de las cartas y comencé a leer con lujo de detalles.

10 de Enero de 2020

Querida Señorita Campbell

Espero no molestarla con mis impertinencias, pero necesitaba desahogarme de alguna manera. Llevo casi cuatro horas sentado en mi escritorio pensando en que poner en esta mierda, no soy muy bueno en eso de las cartas. Es muy probable que ni siquiera las recibas, puesto que ni siquiera las envíe. Muy posiblemente acaben en algún rincón polvoriento de mi escritorio.

Como sea, solo quería decirte lo mucho que la aprecio. Sé que solo lleva dos meses trabajando para mí, pero es el tiempo suficiente para sentirme en las nubes con solo verla llegar a mi oficina con esos tacones de aguja y sus típicos vestidos cortos de secretaria. También quería disculparme por ser un capullo, nunca fue mi intención hacerla sentir presionada en el trabajo.

Iré al grano, me gustas y deseo con todas mis fuerzas poder tener una oportunidad contigo, más allá del trabajo. Estoy loquito por ti y tú eres la única que no lo nota. Si sientes lo mismo por mí, dame una señal, una sola, Venus, para terminar con esta maldita relación profesional de un solo plumazo.

Con amor, Kaleb Lyon.

Sequé mis lágrimas y abrí la segunda carta. Solo esperaba no acabar llorando a moco tendido como una niña pequeña.

25 de Febrero de 2021

Guapísima Señorita Campbell

Vuelvo a escribirle con la misma posibilidad de no entregarle esta carta, al igual que la primera. Ha pasado más de un año desde que nos conocemos. Eso solo ha servido para darme cada noche más de cinco duchas frías, puede que un poco más si va a trabajar con ese sexy vestido negro de tirantes.

Por cierto, feliz cumpleaños. Hubiera deseado darte un mejor regalo que unas sosas entradas para el circo de Nueva York, pero no sabía si te tomarías bien el hecho de que te empotrara contra mi escritorio. Soy un cobarde por no entregarte estas dichosas cartas, pero es que no quiero perder a la mejor asesora financiera que ha tenido Fours Lyons

Aún sigue en pie lo de salir juntos. Necesito por favor que me respondas, estoy impaciente por llevarte al concierto de Camilo dentro de un mes en Orlando, se de primera mano cuanto amas a ese cantante, aunque a mí me sigue pareciendo horroroso.

Todo tuyo, Kaleb Lyon

Llegados a este punto, ni siquiera me inmuté en abrir la tercera carta. Lo miré y comencé a llorar como una tonta. Kaleb me abrazó y enjugó mis lágrimas con las yemas de sus dedos. Me besó en los labios y acarició mi cuello con lentitud.

—Va siendo hora de negociar unos cuantos términos —propuso riendo.

Lo miré divertida.

— ¿Soy un contrato? — inquirí con gracia.

—Por supuesto, el contrato más jugoso de todo los que he firmado —asintió y depositó un suave beso en mis labios.

—Siendo así. La primera clausula es que tienes prohibido salir de la habitación en varios días — expresé, casi sin aliento.

—Hecho. La segunda será el pago que me darás por no salir de la habitación en varios días.

—Pues el pago soy yo y todo mi cuerpo. Si aceptas podemos cerrar la puerta de inmediato.

La picardía en mi voz me tomó por sorpresa. Me desconocía por completo.

—He esperado este momento mucho tiempo.  —me empujó a la cama y cubrió mi boca con la suya. Mordió mi labio inferior, me tomó de las muñecas y colocó mis manos por encima de la cabeza.

—Esta es la habitación de mi hermana —repuse distraída.

Ni siquiera respondió. Deslizó una de sus manos por debajo de mi blusa y atrapó uno de mis pechos con ansias. Por supuesto que entendía su respuesta: sí, lo haríamos aquí mismo.

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