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Regla 5: Encuentra el sitio ideal.

Cuatro días después…

Yo: Necesito que termine de firmar los nuevos contratos con el hotel Crysis Cristal. ¿Ha recibido mis informes esta mañana?

León explotador y sexy: Acabo de terminar de hacerlo, pero como no está en su puesto de trabajo, no puedo comprobarlo. Sí, he recibido sus informes.

Yo: No tiene por qué ser tan antipático, solo hago mi trabajo.

León explotador y sexy: Y tú no tienes por qué hablarme tan formal después de aquel beso.

Yo: No sé de qué me hablas.

León explotador y sexy: Sí que lo sabes, Venus, pero te dejaré pensar que no por un tiempo. Ven a mi oficina ahora.

Esperé veinte minutos antes de encaminarme hacia su oficina, aunque intenté obligarme a olvidarme del maldito beso, mi cabeza lo revivía una y otra vez como si se tratara de un deja vú.

Cuando por fin entré en su oficina, mi jefe estaba sentado en su sofá de cuero negro mientras ojeaba en su tablet. Parpadeé varias veces para asegurarme de que no me lo estaba imaginando. Debería estar sentado en detrás de su escritorio estampando firmas en acuerdos comerciales y no perdiendo el tiempo en niñerías.

— ¿Por qué tardaste más de veinte minutos? Creo recordar que tu oficina está a dos de la mía —no apartó su mirada del aparato en ningún momento, haciéndome dudar si en verdad era humano o una especie de androide.

— ¿Qué haces? —contraataqué, frunciendo el ceño.

Finalmente, levantó la vista para posarla en mí.

—Yo pregunté primero, Venus —sonrió.

—Me tomaba mi tiempo para enfrentarme al jefe más capullo y explotador que alguien puede tener —murmuré, causándome gracia el mohín que hizo con sus labios.

Hizo un hueco en el sofá, invitándome a tomar asiento a su lado.

—También soy el jefe que más paga —recalcó mientras tomaba posición a su lado, pero a una distancia prudencial para evitar caer en la tentación de besarlo una vez más —. Te he pedido venir para tratar un asunto importante, la fiesta de despedida de la empresa.

Ya había tardado en salir a relucir la dichosa fiesta de despedida. Cada año, Fours Lyons organizaba una fiesta para despedir al antiguo personal y darle la bienvenida al infierno al nuevo. Siempre me había parecido algo horroroso el hecho de jugar con los sentimientos encontrados de los trabajadores despedidos en circunstancias terribles. Pero asi era Kaleb Lyon, un capullo integral.

—Claro. —Hice un gesto de exasperación —. Tú solo dime el sitio y yo haré la magia, como todos los años.

Cruzó sus brazos, mirándome con demasiada atención. ¿Acaso estaba leyendo mi lenguaje corporal?

—No hace falta, este año me ocuparé yo personalmente. Solo quería hacerte varias preguntas para estar seguro que mi decisión es la correcta.

Lo miré sin pestañear.

—Vale, dispara entonces.

Otra sonrisa cabrona asomó a sus labios.

— ¿Desde cuándo no ves a tus padres? —comenzó potente el jefe.

Hice mi cuenta mental para darle una cifra con exactitud.

—Hace 968 días, ¿por qué? —curioseé, me parecía súper rara su pregunta.

—Simple curiosidad de jefe. ¿Los extrañas? ¿Te gustaría verlos? ¿Del 1 al 10, siendo el 10 el de mayor intensidad, cuánto deseas verlos?

Sus profundos ojos me miraron con intensidad.

—Me parecen un poco atrevidas tus preguntas, pero respondiendo a ellas, sí, los extraño un montón y todos los días me siento terrible por llevar tanto tiempo sin visitarlos. Por supuesto que me encantaría verlos y abrazarlos. Es un 20 a la última.

Traté de ser muy sincera, nunca se me había dado bien mentir.

— ¿Por qué no volviste a visitarlos? —volvió a atacar, pero esa vez causándome más dolor.

Lo miré arqueando una ceja. ¿En serio me había hecho esa pregunta?

—Porque… porque algo me ata a esta ciudad. A pesar que he intentado largarme miles de veces, siempre acabo en ella de nuevo —le sonreí, rogando porque captara la indirecta, pero no fue así.

—Está bien, he terminado, ya puedes marcharte a perder el tiempo con tu hermana. Mi secretaria me ha dicho que lleva algunos minutos frente a la puerta esperando que salgas —apretó su mandíbula y se levantó del sofá para volver a su antigua pose de empresario frío.

Dejé escapar varios suspiros antes de perderme de su oficina y tomar de la mano a mi hermana. Salimos juntas de la empresa casi corriendo mientras el chofer nos esperaba en la acera de enfrente para llevarnos a un sitio especial.

Veinte y dos minutos después…

— ¿Estás segura que este sitio es ideal? No lo sé, parece muy oscuro y poco romántico —susurró Maia a mi lado cuando nos apeamos del coche.

Frente a nosotras se alzaba un enorme edificio de ladrillo rojo antiguo. Recorremos un largo pasillo hasta llegar a una puerta de color blanco, en donde nos esperaba el dueño del local.

—Bienvenidas, señoritas, pasen para mostrarles las bondades de mi local —dijo el dueño, un señor mayor que usaba una boina verde olivo a juego con su chándal. Con “bondades” se refería al espacio, porque otra cosa no, pero bonito no era.

Entramos en el interior y la boca se me abrió de par en par. El local era grande, inmenso, casi mucho más que nuestro propio apartamento, por no mencionar que las paredes estaban cubiertas de estucos y detalles en bronce. La decoración era claramente neoclásica, y mi atención se centró enseguida en la enorme alfombra roja que cubría el parquet de madera.

— ¡Es genial! —chilló mi hermana al contemplar los alrededores.

—Ya te lo decía yo —rebatí sonriente por no haberme equivocado.

Observé a mi hermana fruncir el ceño mientras me miraba.

—Pero, Venus… el jefe dijo que él se ocuparía del local de la fiesta. ¿Qué sentido tiene alquilar este? —preguntó ella, causándome irritación instantánea.

—Calla, hermanita, sé lo que hago. Tú y yo sabemos que Kaleb no se toma nada en serio y que al final me llamará pidiéndome que por favor, consiga un local para su maldita fiesta de despedida —expliqué suspirando, convencida de que mi plan estaba marchando fenomenal.

—Pero Venus…

—Que te calles, Maia, este es el sitio perfecto para secuestrar a Kaleb y por fin confesarle mis sentimientos. ¡Será épico! — vociferé emocionada ante esa perspectiva.

— ¿Sabes una cosa, Venus? Estás obsesionada con tu jefe y esto terminará mal. Me niego a ser partícipe de tus traumas psicológicos y terminar en la cárcel —la observé apretar el agarre en su bolso y caminar hacia la salida —. Me largo.

— ¡Bien! ¡Que sepas que eres una pésima hermana menor! —grité en su dirección, haciendo un puchero como cuando éramos pequeñas y papá nos amenazaba con pegarnos con el cinto, aunque nunca lo hacía.

— ¡Tú eres mucho peor! ¡Loca obsesiva! —contrarrestó ella, justo antes de marcharse dejándome sola con mi plan.

A los pocos minutos ya me había olvidado de mi hermana y su cabreo, centrándome en mi plan para confesarme. Tragué saliva y me dispuse a tomar mi móvil para enviarle un mensaje de texto a Kaleb.

Yo: Necesito que vengas urgente a esta dirección. Es de negocios, un nuevo contrato con un importante millonario excéntrico.

Santos Street, 90th, Manhattan.

León explotador y sexy: Claro, salgo en cinco minutos.

Sabía que ese era su punto débil. No había nada mejor para atraer la atención de Kaleb Lyon que hacer negocios con nuevos millonarios. Prepárate jefe, hoy sería el día decisivo para nuestra relación. Por fin sería mío.

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