Epílogo
Una semana después…
Mount Desert Island
Coloqué mi maleta en el interior del vestíbulo. Kaleb seguía mis pasos mientras veinte personas más nos miraban con atención. Algunos de los empleados habían decidido no venir a la fiesta, seguro pensando que serían despedidos. Intenté persuadir a Kaleb de no realizar tal acto atroz, pero no fui capaz de lograrlo.
Algunos de los trabajadores de Fours Lyons habían llegado dos días antes para encargarse de las reservas en el hotel. Por supuesto que Kaleb y yo nos hospedaríamos en casa de mis padres.
—Veo que necesito despedir a unos cuantos hoy. Están murmurando cosas de nosotros —dijo Kaleb, observando a sus empleados cuchichear entre ellos mientras ríen.
—Déjalos, se están divirtiendo a nuestra costa —repliqué riéndome.
A lo lejos observo las siluetas de mi padre y mi madre acercándose a nosotros. Ambos están radiantes de felicidad. A un costado mi hermana Maia se ríe con descaro mientras William Blake le susurra algo al oído. Algún día estos dos terminarán juntos.
— ¡Bienvenidos al edén! —grita mi padre con entusiasmo y abre sus brazos con efusividad.
—Papá, mamá, estoy feliz de verlos —sin pensarlo me echo a sus brazos en un abrazo grupal. Kaleb se mantuvo de pie, esperando una presentación en condiciones.
Luego de los arrumacos familiares, mi madre centró sus ojos en mi jefe.
— ¡Pero a quien tenemos aquí! —gritó esta —. ¡Corre, Lottie, ha venido el jefe sexy y explotador!
La abuela, que hasta esos momentos se encontraba en algún lugar del interior de la casa, salió corriendo ante los gritos de mi madre.
— ¿Qué son esos gritos, querida? Ya estoy vieja para andar corriendo —masculló mi abuela con pesar. Cuando se percató de mi presencia y la de Kaleb, sonrió y agitó su bastón en dirección a Kaleb, indicándole que se acercara. Mi jefe lo hizo, por supuesto.
—Hola, señora Campbell, un placer conocerla. Soy el jefe sexy y explotador, pero mi verdadero nombre es Kaleb Lyon —le tendió su mano, pero mi abuela no la aceptó. En su lugar incrustó su bastón en una de las piernas de Kaleb, haciéndolo caer al suelo de rodillas.
Yo miré la escena horrorizada, en cambio mis padre sonreían al ver el encanto de Lottie salir a flote.
—Mi nieta me ha dicho que le has pedido matrimonio —comentó mi abuela con mirada autoritaria, Kaleb ni se inmutó en levantarse, solo la observaba con atención mientras asentía —. Pero como en esta familia las tradiciones se respetan, te toca volver a realizar tu pedida de mano, esta vez delante de toda la familia.
—Como usted guste, señora Campbell —mi jefe miraba a su alrededor horrorizado. Quise ayudarlo, pero mi padre me miraba de una forma poco cariñosa, asi que decidí dejar que mi familia lo hiciera sufrir un poco.
Mi abuela giró su torso, solo asi permitió que Kaleb se pusiera de pie. Volvió a atusar su bastón contra el suelo y gritó a voz sonora.
— ¡Hanna, Julianna, Roma, vengan rápido!
Y como el que no quería la cosa, mis tres tías, con mis siete primos y sus respectivos maridos y mujeres, más sus hijos, entraron en acción, dejando a Kaleb con las piernas temblando y a mí con ganas de reír hasta orinarme encima.
En cuestiones de segundos, el jardín de la casa familiar se llenó de personas observando la propuesta de matrimonio de Kaleb. Incluso algunos empleados de Fours Lyons fueron testigos. Mi jefe se arrodilló en la tierra del jardín y tomó mi mano de forma nerviosa, me miró a los ojos y comenzó a hablar.
—Venus Sol Campbell, aquí, hoy, delante de toda tu familia media chiflada…
— ¡Nos ha llamado chiflados, funémoslo! —gritó a viva voz mi hermana.
Kaleb le dedicó una mirada de reproche, pero continúo con su discurso.
—Deseo con todo mi corazón, y algo más, que seas mi esposa. Si aceptas casaste conmigo juro por Dios que nunca me atreveré a comentar nada de tu familia. Solo necesito que me mantengas alejado de todos ellos. Venus, ¿deseas casarte conmigo?
Mi padre, el cual se había situado un poco alejado de todos para fumarse un cigarrillo cerca de la mesa donde se encontraban las bebidas, lloraba de la emoción y lanzaba su cigarrillo aun encendido en algún lugar del jardín. Mi hermana lloraba y mi abuela se mantenía serena.
—Acepto, por segunda vez —susurré con voz entrecortada por la emoción.
Él se puso de pie y cubrió sus labios con los míos en un apasionado beso. Me puse de puntillas para profundizarlo un poco más y terminé agarrándolo de forma posesiva por las solapas de su chaqueta. Mi familia entera silbaba y gritaba emocionada. Hasta que de repente, la voz de mi hermana se filtró entre nosotros, rompiendo el momento.
—Chicos, no es por interrumpir el momento, pero el mantel de la mesa se está incendiando —dijo preocupada.
Kaleb y yo nos separamos bruscamente y observábamos como el mantel de la mesa de las bebidas ardía en llamas. Mi madre comenzó a gritar y mis tías corrieron al interior de la casa. Mi padre agarró el extintor del lateral del jardín y en cuestiones de segundos apagó el fuego. Todos nos miramos estupefactos para después reírnos.
—Joder, Venus, tu familia debería apellidarse Desastre —masculló Kaleb entre diente para que mi familia no lo escuchara.
—Y que lo digas —sentencié sonriendo.
La abuela se acercó a nosotros y nos tomó de las manos. Sonriendo nos miró y balbuceó algunas palabras.
—Deseo que juntos sean felices. Solo nos falta conocer algo importante —los ojos de Lottie se desviaron hacia el pantalón de Kaleb —. ¿Cómo está eso allá abajo? Espero que no haya problemas.
Miré a mi abuela totalmente escandalizada.
— ¡Abuela! —grité con sorna.
—Es importante saberlo, hija mía.
Quise interrumpirla y arrastrarla hacia la casa, pero Kaleb me lo impidió restándole importancia al asunto.
—Por allá abajo todo está perfecto, utilizo condones Durex tamaño XL, se moverme perfectamente y no porto ninguna enfermedad de transmisión sexual. Además, se hacer el sexo oral bastante bien, ¿verdad, Venus? —respondió Kaleb con una sonrisa en los labios.
No podía evitar el sonrojo en mis mejillas, cualquier persona estuviera perturbada por semejante pregunta, pero Kaleb respondió con tanta naturalidad, que me dejó la boca abierta, al igual que a la abuela.
—Entiendo, XL, ¡madre del amor hermoso! —masculló mi abuela levándose las manos a la boca.
—Entonces, señora Campbell, es momento de llevarme a su nieta al embarcadero, he estudiado los planos antes de venir y deseo conocerlo —Kaleb tomó mi mano y la apretó —. Ya sabe, cosas de pareja.
Mi abuela pareció captar la indirecta, porque enseguida se alejó de nosotros con una sonrisa picarona en el rostro. Por mi parte, seguí los pasos de Kaleb al pie de la letra. Nos adentramos en el embarcadero y los ojos de mi jefe se posaron en mi cuerpo.
—Desnúdate, diosa —murmuró entre susurros.
—Convénceme para que lo haga —me crucé de brazos ofreciendo resistencia.
—Con gusto.
Se acercó a mí y su boca fue a parar a mis pechos, apartando la blusa y el sujetador a un lado. Gemí al sentir sus dedos ansiosos debajo de mi falda. Resultó que después de todo, la fiesta de despedida de Fours Lyons resultó muy placentera.
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