𓆩♡𓆪 reason two.
2019, Octubre 22.
Corea del Sur, Seúl.
Había estado sintiéndome ansioso durante varios días, desde aquel incidente con los chicos. Un día, me encontraba en la casa de mi mejor amigo, Felix, ambos absortos en nuestros apuntes y textos, inmersos en la preparación para los exámenes inminentes de nuestras carreras universitarias. Sin embargo, una inquietud me carcomía por dentro, una necesidad imperiosa de hablar con el rubio pecoso sobre las insinuaciones de Jung Wooyoung.
Dejé de lado los apuntes y dirigí mi atención hacia el chico de un costoso uniforme que era de su establecimiento, aún me parecía raro que usaran uniformes. Solamente que las palabras se me atoraron en la garganta hasta que él me habló.
—¿Qué te ocurre, Honnie?
Su pregunta me sacó de mis cavilaciones. Me hallé a mí mismo mirándolo con una expresión de confusión que, estoy seguro, delató mi estado de ensimismamiento.
—¿Cómo dices?
—Has estado actuando de manera extraña las últimas horas. ¿Ocurrió algo?—cuestionó, dejando a un lado sus estudios.
Me debatí internamente sobre si debía contarle o no. No obstante, al final, decidí que era mejor que se enterara por mí y no por un tercero. Así que asentí. Más que dispuesto en comentarle lo que me está pasando interiormente.
—Recuerdas que ayudé a tu... a ella con aquel asunto.—insinué, sintiéndome incómodo.
—¿Te refieres a Han Micha?
—Sí, exacto. Le presté un pantalón porque no tenía suficiente dinero para comprar uno nuevo. Ella me lo devolvió hace unos días y Wooyoung estaba presente... Malinterpretó la situación y no quiero que tú...
Felix asintió, interrumpiéndome para indicar que ya entendía a dónde iba con mi relato.
—No me molesta, hyung. Además, sabes cómo es Wooyoung, siempre metiéndose en los asuntos de los demás.—rio, volviendo a sus apuntes—Y no tengo por qué preocuparme con lo que hagas, Honnie. Eres mi mejor amigo y sé que nunca te involucrarías con alguien con quien yo ya estuve. Por algo tienes tus 10 razones, ¿verdad?
Asentí, agradecido por su confianza.
—Por supuesto. Jamás haría eso.
Felix asintió y volvimos a nuestros estudios. Aunque la conversación fue cómoda entretodo, me sentí aliviado de haber aclarado las cosas con él, ya que nuestra amistad de hace años era más importante que cualquier malentendido.
Sin embargo, mientras que él volvía a sus apuntes, mis pensamientos volvieron a divagar. ¿Realmente nunca estaría con alguien con quien él ya estuvo? Recordé el contacto fugaz de nuestras manos aquel día, la forma en que nuestros ojos se hallaron y cómo su agradecimiento resonó en mi pecho. Sacudí la cabeza, intentando alejar esos pensamientos. No, no podía permitirme pensar de esa manera. Han Micha era la exnovia de Lee Felix, y simolemu la he ayudado porque era lo correcto, no porque albergara algún interés en ella.
Pero de todos modos, a medida que intentaba concentrarme en mis apuntes, la imagen de su cara sonrojado y sus luceros oscuros agradecidos se negaba a desvanecerse. ¿Qué significaba todo esto? ¿Por qué no podía sacarla de mi cabeza? Entonces, finalmente, suspiré, decidiendo que lo mejor sería dejar de pensar en ello por el momento. Después de todo, tenía un examen que preparar. No obstante, en el fondo, sabía que tarde o temprano tendría que enfrentar esos pensamientos y emociones confusos que han surgido de un simple acto de bondad.
Luego de sumergirme en las páginas de mis libros de estudio durante varias horas, escuchar su voz para preguntar sobre lo qué haré para mi cumpleaños, llegó el instante de retirarme a mi departamento. Mis gatos me esperaban, y no deseaba enfrentar sus miradas acusadoras por olvidar sus mimos, cuidados y su cena. Me despedí cordialmente de la familia con la que había compartido la tarde y me encaminé hacia la salida. Al abrir la puerta, un asombro repentino me invadió, y al mirar a la persona que está frente a mí, supe que compartía mi sorpresa.
Sin embargo, una pregunta me asaltó:«¿Qué hacía ella aquí, frente a la casa de su antiguo novio, con ese gesto de desconcierto en su rostro?» Segundos después pude comprender que no era mi lugar entrometerme en sus decisiones, mucho menos sentir curiosidad.
—Minho...—articuló mi nombre con asombro, mientras sus manos buscaban refugio en los bolsillos traseros de su pantalón.
Pude percibir su incomodidad, su vergüenza al ser descubierta en esa situación. Sin decir nada, abrí la puerta aún más, invitándola a entrar para que no le dé más frío de lo que ya hacía en la ciudad a estas horas de la tarde de Octubre.
—Felix está en su cuarto.
—S-si. Gracias.—tartamudeó. Sentí su mirada clavada en mi espalda hasta que cruzó el umbral y desapareció en el interior de la casa. Me quedé en la entrada por unos instantes, meditando sobre el extraño giro que han tomado los acontecimientos.
Y luego, simplemente, me alejé.
2019, Octubre 25.
Corea del Sur, Seúl.
Menos mal había dejado en claro que no quería hacer nada para mi cumpleaños.
Esa era la única idea que revoloteaba en mi mente, mientras que me dirigía a la casa de Kang Soomin. Desde la distancia, podía ver siluetas escondiéndose detrás de los muros, enredándose en los jardines y ocultándose entre los árboles. Cuando crucé el umbral de la puerta, todos saltaron de sus escondites en un intento fallido de sorprenderme. Han Jisung, con su actuación tan sutil como un elefante en una tienda de cristal, ya me había revelado su “fiesta sorpresa”. Pero a pesar de todo, reí junto a ellos y expresé mi gratitud por la fiesta.
Los tuve que animar a comenzar la celebración de mi cumpleaños. Pasé unas dos horas mezclándome entre los invitados, compartiendo risas y conversaciones. Entonces, mis ojos captaron una escena que me dejó helado. Felix estaba “hablando” con Han Micha, pero sus rostros tensos y las lágrimas en la mirada de Micha revelaban que se trataba de una discusión. Desde mi posición, podía notar cómo las palabras de Lee Felix la lastimaban profundamente, cómo sus lágrimas se deslizaban por sus mejillas.
—¡Juguemos!—exclamó Soomin, tirando de mi brazo y sacándome de mi observación.
Me arrastró hacia un grupo de universitarios reunidos para un juego. Aunque me uní a ellos, pasando un buen momento entre todos, bebiendo a los típicos juegos con bebidas alcoholicas de mi mejor amiga, la imagen de Micha llorando y Felix indiferente seguía atormentándome. Minutos después, vi a mi amigo riendo con una de mis compañeras de universidad, una chica con la que compartía varias asignaturas. La escena me dejó un sabor amargo en la boca, una mezcla de preocupación y decepción. A pesar de la música y las risas a mi alrededor, no pude evitar sentir una sombra sobre la festividad.
Necesitaba un respiro, un momento de tranquilidad para procesar lo que acababa de presenciar en mi propia fiesta de cumpleaños. Así que me escabullí de la multitud y salí al balcón, en donde el viento fresco de la noche se estrellaba contra mi rostro, llevándose consigo el calor y el ruido de la fiesta. Cerré los ojos, permitiéndome perderme en la sensación de la brisa en mi piel y el sonido apacible de la noche. Obstante, mi breve momento de paz se vio interrumpido por el sonido de la puerta corrediza del balcón. Alguien más buscaba refugio en la serenidad de la noche.
—Oh, lo siento...
Era ella.
Han Micha.
Su apariencia era desoladora, con sus luceros rojos e hinchados y sus mejillas manchadas de lágrimas. Ni el mismo maquillaje podía encubrir esas huellas de dolor y me apenaba aquello. Le ofrecí una media sonrisa, intentando transmitirle un poco de consuelo.
—No te preocupes, hay espacio suficiente para los dos.—dije, haciendo un gesto hacia el espacio vacío a mi lado.
—Feliz cumpleaños, por cierto.
Su felicitación sonó forzada, pero aprecié el esfuerzo. Entendía su situación, seguramente estaba demasiado triste por lo que sucedió con su ex. Ella cerró la puerta corrediza detrás suyo y se colocó a mi izquierda, sus faroles profundos aún clavados en los míos.
—Gracias...—respondí, sin saber qué más decir.
Porque su presencia a mi lado, la intensidad de su mirada y la tristeza que irradiaba creaban una atmósfera cargada de emociones. A pesar del bullicio de la fiesta a nuestro alrededor, en este momento, en este balcón, solo estábamos ella y yo, compartiendo un silencio que decía más que mil palabras. Ambos nos quedamos en silencio durante unos minutos, perdidos en nuestros pensamientos, observando la noche estrellada. La música y las risas de la fiesta se filtraban desde el interior, pero parecían lejanas y apagadas, como si pertenecieran a otro mundo.
—Lo siento...—susurró Micha, rompiendo el silencio.
—¿Por qué?
Fruncí mi entrecejo cuando escuché su voz después de unos largos minutos en silencio. Así que le pregunté, girándome para mirarla. Sus ojos se encontraban fijos en el suelo del jardín delantero, evitando mi mirada.
—Por arruinar tu fiesta... Hace un momento pude notar que nos has visto pelear. Y también por todo esto.—respondió, con un gesto vago de su mano hacia la casa y después a su figura.
—No has arruinado nada, Micha.—le aseguré, intentando ofrecerle un poco de consuelo por todos los problemas que ha tenido.—Las cosas entre tú y Felix... no son tu culpa.
Ella levantó la mirada hacia mí, sus ojos brillantes por las lágrimas retenidas. Asintió, agradecida por mis palabras, pero sin decir nada más.
Decidí cambiar el tema, intentando aliviar la tensión que se había instalado entre nosotros. Hablamos de cosas triviales, de nuestras clases, de nuestros amigos comunes, de cualquier cosa que no tuviera que ver con Felix o la fiesta. A medida que la noche avanzaba, las risas y la música se fueron apagando hasta que solo quedó el susurro del viento y nuestras voces suaves llenando el espacio. Cuando finalmente decidí regresar a la fiesta, Micha me detuvo y con una sonrisa triste, me agradeció por la compañía y me deseó un feliz cumpleaños una vez más. Luego, se adentró en la casa, dejándome solo en el balcón con mis pensamientos y el viento frío de la noche.
La madrugada se ha instalado por completo, y el reloj marcaba las 02:30 de la madrugada. El cansancio se apoderó de mí, envolviéndome en un manto de somnolencia ineludible. Por lo que decidí que era hora de despedirme de la fiesta y regresar a la tranquilidad de mi departamento con mis gatos. Mientras que me deslizaba la chaqueta sobre los hombros, luego de despedirme de mis amigos, una figura familiar se materializó a mi lado. Era Felix, cuya postura vacilante y mirada nublada delataban su estado de ebriedad. Y su mano dominante se aferraba a una botella de soju amargo, como un náufrago a un salvavidas.
—¿Ya te vas?
—Mañana entro temprano al bar.—le recordé. Mi trabajo en el bar era mi sustento, la única forma que tenía de pagar el alquiler de mi modesta casa.
Lee Felix asintió con la cabeza, aunque su mirada parecía perdida en algún punto detrás de mí, como si estuviese pensando en sus próximas palabras. Hasta que levantó sus faroles marrones a los míos.
—Cuídate.
—Claro, gracias.—respondí, abriendo la puerta de salida. Pero antes de que pudiera cruzar el umbral, Felix me detuvo.
—¡Ah, por cierto, hyung!
Me volteé hacia él, aún con mi mano en el picaporte de la puerta blanca. Le sonreí, esperando que dijera lo que quisiera antes de que me fuera. A veces era chistoso observar al menor en ese estado porque siempre salía con algo nuevo que me hacía reír a más no poder y después se lo recordaba.
—Dime, Lixie.
—Ya le dije a Micha que te deje en paz.—confesó Lee Felix, una sonrisa que no llegaba a sus ojos adornaba su rostro.
—¿Qué?—fruncí el ceño, desconcertado.
—Se veía como una alzada queriendo atención masculina, así que le dije que te deje en paz.—rodó los ojos, dándole un trago a su bebida.—Si quiere cogerse a alguien que lo haga con sus amigos, no con los míos. ¡Descansa, hyung!
Él se alejó antes de que pudiera replicar. Su desprecio hacia Han Micha, su falta de respeto, me dejó helado. Cerré la puerta con un golpe sordo, y me quedé allí, en el frío de la madrugada, con la indignación ardiendo en mi pecho. Las palabras de Lee Felix resonaban en mi cabeza, un eco cruel de su desdén hacia su exnovia. Creo que ya entendía porqué han peleado y ella se puso de tal forma.
Con un suspiro cargado de frustración, me alejé de la casa y me dirigí a mi departamento. Caminé por las calles vacías, sumido en mis pensamientos. Las luces de la ciudad parpadeaban a lo lejos, sus reflejos bailando en el pavimento mojado. Todo a mi alrededor está en silencio, como si el mundo entero hubiera decidido contener la respiración. No obstante, en mi mente, la tormenta estaba lejos de calmarse. Las palabras de Felix me perseguían, retumbando en mi cabeza como un eco interminable. No podía entender cómo podía hablar de Micha de esa manera, cómo podía ser tan insensible. Ella, que siempre había sido tan dulce y amable, que siempre ha estado allí para él. Y él la despreciaba, la ha humillado con sus palabras y acciones.
Llegué a mi departamento, un edificio antiguo de ladrillos rojos que siempre crujía con cada paso que daba. Subí las escaleras, el sonido de mis pasos resonando en el silencio. Abrí la puerta de mi departamento y entré, dejando el frío de la noche detrás de mí. Me recibió uno de mis gatos con un mullido, sonreí para agacharme y acariciarlo. Después me tuve que levantar para sacarme la chaqueta y la colgué en el perchero junto a la puerta.
Entonces, me dirigí a la cocina y me serví un vaso de agua, bebiendo lentamente mientras me apoyaba en la encimera. Miré a mi alrededor, a las paredes desnudas de mi departamento, y me sentí abrumado por la soledad. Me dirigí a mi habitación y me dejé caer en la cama, sin molestarme en quitarme las ropas. Noté al techo, las sombras danzando en la oscuridad. Y a pesar del cansancio que pesaba sobre mis párpados, no pude conciliar el sueño. Las palabras de Felix, la expresión de Micha, todo se repetía una y otra vez en mi cabeza. Pasé la noche en vela, reviviendo la conversación una y otra vez.
Y a medida que el amanecer comenzaba a filtrarse por las ventanas, supe que las cosas entre Lee Felix, Han Micha y yo nunca volverían a ser las mismas. Porque esa noche cambió todo, y no podía evitar sentir que las cosas solamente se pondrían más difíciles a partir de ahora. Debido a que no dejaría que mi mejor amigo se comportara de esa cruel manera con su exnovia, solo porque se sentía mal consigo mismo.
2019, Octubre 27.
Corea del Sur, Seúl.
«Me has jodido entera.»
La realidad de la situación se asentó en mí como una losa de hormigón, pesada y fría. No merecía ser tratada de esta manera, ser utilizada como un mero juguete para satisfacer los caprichos de alguien más. Pero, a pesar de todo, no podía alejarme de él. Era como si una parte de mí estuviera irremediablemente atada a Lee Felix, y la simple idea de cortar ese lazo me llenaba de un dolor insoportable.
Mientras que tomaba esta decisión, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, trazando líneas húmedas por mis mejillas. No podía controlar el torrente de emociones que me embargaba. El dolor en el centro de mi pecho era agudo y punzante, como si una mano invisible estuviera apretando mi corazón. La sensación de pérdida era abrumadora. Es como si te arrancaran una parte de ti mismo, un pedazo que creías que siempre estaría allí. Es un vacío que se instala en lo más profundo de ti, un hueco que nada parece poder llenar. Te sientes desorientada, como si te hubieran arrancado de tu realidad y te hubieran dejado a la deriva en un mar de incertidumbre.
Es una mezcla de tristeza y frustración, de ira y desesperación. Te sientes traicionada, herida, y al mismo tiempo, te sientes culpable por permitir que te hagan daño. Te preguntas cómo pudiste ser tan ingenua, cómo pudiste creer en las promesas vacías y las dulces palabras que ahora sabes que no eran más que mentiras. Y aunque sabes que has tomado la decisión correcta, no puedes evitar sentirte perdida. Te preguntas si alguna vez volverás a ser la misma, si alguna vez podrás confiar de nuevo. Te sientes rota, y no sabes cómo empezar a recoger los pedazos. Así es como se siente cuando una relación termina. Es un torbellino de emociones que te consume, una tormenta que te arrastra y te deja varada en una playa desierta. Es doloroso, es desgarrador, sin embargo, también es necesario. Porque solamente a través del dolor y la pérdida puedes empezar a sanar, a crecer y a aprender a amarte a ti mismo de nuevo.
Solo que esa parte no llegó aún.
—Cherry Cha, ¿estás bien?
—Odio ese apodo, Jisung...—farfullé lentamente. Todavía me encontraba boca arriba en mi cómoda cama de dos plazas, brazos estirados y con ganas de lanzarme al Lotte World Tower.
Obviamente, ¿por qué no querría hacer aquello? Si con sus 123 pisos y 555 metros de altura, ese rascacielos es el edificio más alto de Corea del Sur y el quinto más alto del mundo. En este momento, me pareció que la caída desde esa altura sería menos dolorosa que el torbellino de emociones que me hallo experimentando gracias al imbécil de novio que había decidido tener en mi jodida vida.
—Antes te encantaba que te llamara así.
—Éramos niños, Hannie.—contesté, mi voz era lenta, como si cada palabra costara un esfuerzo monumental. Mi hermano se sentó al borde de mi cama, su presencia era un silencioso ofrecimiento de apoyo. Su cara está llena de preocupación, sus ojos reflejaban una mezcla de dolor y comprensión.—¿El Lotte World Tower será accesible para cualquiera o hay que pagar...?
—Bueno,—comenzó Jisung, con un tono de voz que intentaba ser tranquilo—sí, para subir al Lotte World Tower necesitas pagar una entrada. Pe...—se quedó callado cuando entendió mi comentario y cambió la expresión en su cara.—No me gusta cuando haces bromas así, no es gracioso. No es algo para bromear. El suicidio no es una broma, Micha.
Podía sentir la seriedad de sus palabras, la forma en que su mirada penetraba la mía. Había una intensidad en sus fanales que rara vez veía, una intensidad que solamente aparecía en momentos de profunda preocupación.
—Lo siento, Jisung...—murmuré, sintiéndome culpable por preocuparlo de esa manera cuando no era para tanto ni situación.—No lo volveré a hacer.
Él asintió, pareciendo aliviado con mi respuesta. Pero podía observar que la preocupación aún nublaba su mirada. Sabía que he cruzado una línea con mi comentario, y me prometí a mí misma que sería más cuidadosa con mis palabras en el futuro, mucho más cuando bromeo con el suicidio.
—Mira,—suspiró profundamente antes de continuar—sé que estás pasando por un momento difícil. Y entiendo que ese idiota significaba mucho para ti. Pero él no vale la pena. No vale la pena que te sientas así, que te hagas daño a ti misma.—hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas. Su mirada era firme, sus palabras llenas de determinación.—Eres una persona increíble. Eres fuerte, eres inteligente, eres amable y eres mi hermana. Mereces a alguien que te trate con el respeto y el amor que te mereces. Y si Felix no puede ver eso, entonces él no te merece.
Me quedé en silencio por un momento, procesando sus palabras. Aunque dolían, sabía que tenía razón. Lee Felix no me merecía. Empero, eso no hacía que el dolor fuera menos intenso.
—Lo sé, Hannie...—dije finalmente, mi voz apenas un susurro.—Pero eso no hace que duela menos.
Jisung asintió, entendiendo mi dolor. Sabía que no podía simplemente quitarme el dolor, sin embargo, también sabía que estaría allí para mí, apoyándome, mientras que lo superaba. Y en este mismo instante, eso era todo lo que necesitaba. No obstante, el bello tiempo de hermanos que nos encontrábamos teniendo se rompió gracias a los pasos bulliciosos de mis mejores amigos en el corredor de mi casa, y entonces, mi mamá abrió la puerta y los cuatro entraron en un desorden alegre.
Chan, el mayor del grupo, entró primero con una peluca rosa brillante en la cabeza, haciendo una imitación exagerada de una diva del pop. Soobin, siempre el más tranquilo, llevaba un par de gafas de sol enormes y una barba falsa, intentando mantener una cara seria mientras hacía una impresión de un espía secreto. Detrás de ellos, Changbin llevaba un sombrero de vaquero y un par de botas que claramente eran demasiado grandes para él. Está haciendo una imitación de un vaquero, hablando con un acento sureño exagerado y pretendiendo disparar con sus dedos como si fueran pistolas.
Por último, Chael ingresó con una capa de superhéroe y una máscara de luchador, corriendo alrededor de la habitación como si estuviera volando. Hacía sonidos de explosiones con la boca y fingía luchar contra villanos invisibles. La escena era tan ridícula, tan inesperada, que no pude evitar reírme. Me reí hasta que las lágrimas brotaron de mis ojos y mi estómago dolía. Y mientras me reía, sentí que una parte del dolor que ha estado llevando se aligeraba un poco. Porque a pesar de todo, todavía tenía a personas en mi vida que me hacían reír, que se preocupaban por mí y en este momento, eso era todo lo que necesitaba.
Después de que mis mejores amigos lograron hacerme olvidar, aunque fuera por un momento, la tormenta emocional que estoy viviendo con mi ex pareja, decidieron que era hora de salir de mi casa y pasar una tarde juntos. Cuando llegó la hora de la cena, nos dirigimos al barrio japonés para saciar mi antojo de ramen, mi comida favorita. Mientras que devorábamos nuestros tazones de ramen, mis fanales se desviaron hacia una esquina del establecimiento. Allí yacía él, ese sujeto, el hombre que había salvado mi vida hace solo unos días.
Lee Minho.
Ahora que lo pensaba, era casi incomprensible que él pudiera ser el mejor amigo de Felix. Eran como el día y la noche, polos opuestos. Mi exnovio, a quien una vez consideré un ángel, se reveló como un lobo con piel de cordero. Su apariencia angelical fue simplemente una fachada, un engaño. Y recordé el viejo dicho: «El ángel más hermoso fue el que cayó del cielo y se convirtió en demonio».
Por otro lado, Lee Minho, con su mirada tranquila y su sonrisa suave, demostró ser un verdadero salvador en mi momento de necesidad. Aun cuando, no lo conocía bien, porque muy pocas veces tuve contacto con él debido a que era mejor amigo de mi ex, mi hermano y un par de personas a las cuales usualmente veía. No obstante, sentía una especie de conexión con él, una sensación de seguridad y tranquilidad que no sentí en mucho tiempo. Entre que miraba a Lee Minho desde lejos, una sensación de esperanza comenzó a surgir en mi pecho. Tal vez, solo tal vez, podía conseguir un nuevo amigo después de mucho.
2019, Octubre 31.
Corea del Sur, Seúl.
Me encontraba en una playa desierta bajo la luz de la luna llena. El cielo está salpicado de estrellas, cada una brillando con una luz suave y tranquila. El sonido de las olas rompiendo contra la orilla llenaba el aire, mezclándose con la suave brisa marina. De repente, vi una figura familiar a lo lejos. Era Han Micha, su figura iluminada por el brillo plateado de la luna caminó a mí como si estuviese modelando lentamente, su sonrisa iluminando su cara mientras extendía la mano hacia mí. Tomé su mano y me condujo hacia la orilla, donde las olas lamían la arena.
Nos sentamos juntos, nuestras anatomías cercas, entre que observábamos el mar bajo la luz de la luna. Podía sentir su calor a mi lado, una presencia reconfortante y familiar. Ella se volvió hacia mí, sus hermosos luceros reflejando las estrellas. Entonces, pude sentir una tensión que jamás creía que sucedía, fue cuando la mujer de melena negra como la noche se inclinó y me besó suavemente, un beso lleno de cariño y ternura. En un instante, la atmósfera cambió, y nuestros cuerpos se fundieron en uno solo. Su piel contra la mía, un calor compartido que nos envolvía a ambos. El vestido que llevaba esa noche se deslizaba lentamente, revelando la belleza de su figura bajo la luz de la luna. Mis labios trazaban un camino desde su cuello hasta sus senos, su sabor dulce y suave en mi lengua. El sonido de sus gemidos llenaba el aire nocturno, cada uno más fuerte que el anterior, alimentando el deseo que ardía entre nosotros.
—¡Sí, sí! ¡Minho, así!
La forma en que clamaba mi nombre, la intensidad de su voz, solamente servían para avivar las llamas. Mis movimientos se volvían más rápidos, más urgentes, en respuesta a su llamado. Levanté la cabeza para mirarla, para observar a la muchacha que me había cautivado por completo. Sin embargo, entonces, una figura en la distancia atrajo mi atención. Una silueta al final de la playa que me dejó helado.
Era Felix.
Mi corazón se detuvo de repente, el terror se apoderó de mí. Mi mejor amigo, observándome con una mirada de decepción que me atravesó el corazón. Desperté sobresaltado, mis manos apretadas contra las sábanas de seda de mi cama. Mi respiración era irregular, mi pecho subía y bajaba con rapidez. Noté el enorme bulto debajo de las sábanas, un recordatorio del sueño que acababa de tener. Pero mi atención se encuentra en otra parte, en la imagen de Felix en mi sueño, su mirada de decepción grabada en mi mente. Durante toda la tarde, aquel sueño húmedo con la ex de mi mejor amigo me atormentaba. La idea de que la estaba viendo con una mirada diferente, con un deseo que nunca antes he sentido, se apoderaba de mi mente. ¿Podría ser que la estaba viendo de una manera que no debía?
No quería admitirlo.
No quería enfrentar la posibilidad de que estoy rompiendo mis propias razones, aunque en realidad no hice nada malo. Me encontraba confundido, lleno de pensamientos y emociones contradictorias. Consideré hablar con uno de mis amigos sobre ello, pero me detuve. No podía hablar con ellos sobre esto, ya que la mayoría de mis amigos también eran amigos de mi mejor amigo, y pensé en ese amigo que conocí en la secundaria, pero recordé que no debía hablar con él, no con Hyunjin. Decidí que lo mejor sería despejar mi mente por mi cuenta. Salí a la noche fría, la última antes de la primera nevada del año. Me dirigí a mi barrio japonés favorito, un lugar que siempre me ha traído paz y tranquilidad.
Entre que disfrutaba de los últimos pudines que había pedido, una figura familiar llamó mi atención. Era ella, la ex de Lee Felix, riendo y disfrutando con un grupo de muchachos universitarios. Reconocí a sus amigos, y una media sonrisa se dibujó en mi cara al verla. Luego de tanto dolor, yacía disfrutando de nuevo, riendo con sus amigos. Fue un alivio verla así, verla feliz. A pesar de la confusión y la incertidumbre que sentía, no pude evitar sentir una chispa de esperanza. Tal vez, después de todo, las cosas podrían mejorar para Han Micha. Era lo que se merecía al final del día.
2019, Noviembre 02.
Corea del Sur, Seúl.
Mis párpados se abrían y cerraban, luchando contra el peso del sueño. La noche anterior ha sido una batalla constante con mis pensamientos, una danza interminable de posibilidades y miedos en torno a esa mujer de otro hombre. Me encontraba demasiado absorto en mis estúpidos pensamientos que apenas registré las palabras del profesor de cinematografía. Nos estaba asignando un proyecto, un cortometraje que sería una colaboración con estudiantes de otras universidades.
Normalmente, la idea de tal proyecto me habría emocionado, pero en mi estado actual de agotamiento y confusión, apenas podía concentrarme. Fue solamente cuando mencionó la universidad con la que estaríamos colaborando que al fin me desperté. Mi corazón se detuvo por un momento al darme cuenta de que era la misma universidad en donde estudiaban mis amigos, Felix y Hyunjin. Aun cuando, tenía que admitir que me iba a aparecer muy extraño tener que volver a mirar a los ojos a mi mejor amigo después de haber tenido ese sueño sexual con su exnovia. Cuando finalmente salí del salón, frente a mí se encontraba aquel chico a quien Hyunjin le ha prestado su cámara de cine digital.
—¿Eres Lee Minho, cierto?—preguntó, su tono de voz estaba llena de emoción.
—Sí.—respondí, ajustando la correa de mi bolso en mi hombro.
—Somos compañeros para el cortometraje.
—¿Tan rápido?—cuestioné, sorprendido por la rapidez con la que se han organizado las cosas.
—El profesor Im los creó virtualmente y nos envió el archivo a cada participante de los grupos. También vamos a estar con Hwang Hyunjin. Son amigos, así que supongo que ya sabes quién es.—explicó, mientras que comenzamos a caminar por el corredor.
—Parece que te gusta esto...
—Soy estudiante de cine, así que me emociona esto. Siempre he soñado con hacer películas, con contar historias que puedan tocar a las personas, hacerlas reír, llorar, pensar. Y este proyecto... es una oportunidad increíble para hacer precisamente eso. No puedo esperar para empezar.—expresó con una luz en sus ojos que reflejaba su amor por el cine.—Soy Kim Seungmin, por cierto.
Sus palabras, su pasión, me recordaron por qué le había interesado el cine en primer lugar a mi querido amigo Hwang Hyunjin. Tenía que admitir que este chico me ha quitado mis preocupaciones y temores rápidamente, no pude evitar sonreír ante su entusiasmo sobre el próximo proyecto que teníamos que hacer para la asignatura Audiovisual.
—Pareces realmente emocionado por esto—le dije con una sonrisa de costado. Entramos a la cafetería—. Eso es genial. Creo que necesitamos más personas como tú y Hyunjin en este mundo, personas que aman lo que hacen y que están dispuestas a trabajar duro para lograr sus sueños.
Mirando a Kim Seungmin, un futuro cineasta lleno de pasión y determinación, había ocasionado que las ganas de seguir estudiando esta carrera aumentarán cada vez más en mí. Ya que tenía pensado dejarla debido a que todavía podía seguir escuchando los malos comentarios de mi padre diciéndome que este oficio no me generaría el dinero que necesitaba para poder progresar en mi vida adulta.
La voz del menor me comentó todo lo que le había dicho el profesor Im, quiénes serían nuestros compañeros para hacer el proyecto y también quienes serían los que participarían de la otra universidad. Era por eso mismo que ahora me está encaminando a una parte de la cafetería para que podamos esperar al resto que nos acompañaría a hacer este proyecto y después iríamos al salón de teatro. El tiempo parecía volar cada vez que Seungmin hablaba. Sus palabras estaban llenas de pasión e ideas interesantes, y era imposible no quedar atrapado en su entusiasmo. Pero nuestra conversación se interrumpió por el sonido de pasos que se acercaban. Al levantar la vista, vi a los mellizos Han acercándose.
—¡Hey! ¡Estaremos juntos!
Exclamó Jisung, su voz llena de emoción por verme, que no dudó en acercarse. Él se acercó para saludarlos con un elaborado apretón de manos y un choque de hombros, después de haberse presentado delante al nuevo miembro del grupo. Mientras tanto, mis fanales se desviaron hacia la chica que se mantenía a cierta distancia del grupo. Era ella, la ex de Felix, la chica que había dominado mis pensamientos y sueños recientes.
Cuando nuestros ojos se encontraron, me sonrió. Fue una sonrisa amplia y genuina que iluminó su rostro y acentuó las pequeñas líneas alrededor de sus labios. No pude evitar devolverle la sonrisa, sintiendo una extraña mezcla de alegría y ansiedad. En este preciso momento es qué recordé la segunda razón por la que no debería tener sentimientos por ella. Por lo tanto, firmemente pensé: «La segunda razón es que puede dañar tu amistad. Incluso si tu amigo dice que está bien, puede cambiar su relación.» Ahora en más es cuando debía de escuchar mis razones.
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