4° Cosa que no hice:
Invitarte a comer juntos
Después del incidente con tu tarea, dejé de hablarle a tus amigos. Me armé de valor para romper todo lazo con ellos. Aunque para entonces ya me quedaba mas que claro que ellos eran todo, menos amigos tuyos. Eran insistentes y trataban de hablarme cada que la oportunidad se presentaba pero en ningún momento vacilé en mi postura al respecto.
Al final, captaron la indirecta y dejaron de molestarme.
La cosa se había mantenido tranquila. Ahora estábamos a mediados de octubre. Parecía que todo iba a comenzar a cambiar para bien de ahora en adelante.
Sí, algo definitivamente cambió. Pero no fue para bien.
Ese Lunes por la mañana llegaste con algunas curitas cubriendo algunas pequeñas heridas dispersas en tu cara, heridas que ciertamente no estaban ahí antes del fin de semana. Cuando te pregunté el motivo, tú solo respondiste, en ese mismo tono tranquilo con el que siempre me hablabas:
—Tengo un gato, ¿recuerdas?
Dime, ¿esa sonrisa que me regalaste y que me deslumbró tanto, fue para distraerme y así hacerme desistir de preguntar más? Por que si así fue, entonces me alegra informarte que funcionó.
Cual haya sido el caso, tu gato comenzó a hacerse más violento con cada día que pasaba.
—Son solo animales, no todos se acostumbran a la vida doméstica, es normal que actúen así —me dijiste unos días más tarde, cuando pregunté de nuevo. Ahora traías vendajes incluso en el cuello y brazos.
Aún hacía el suficiente calor por estas fechas, pero tú ya habías comenzado a vestir los abrigos propios del invierno.
Tal vez fue por eso que no noté los moretones en tus brazos o los cortes en tus muñecas.
Ese día salí al descanso y no te vi por ningún lado. En el receso siempre comía solo porque tú te ibas a comer con tus amigos, por que sí, al parecer ya te llevabas de nuevo con ellos.
No obstante, cuando localicé a los tres chicos altos, entre los montones que atestaban la cafetería, tú no te encontrabas entre ellos.
Yo no sabía que estabas escondido en el almacén de deportes. Tampoco sabía que te encerrabas ahí para poder comer tranquilamente, así como mucho menos la razón de ello.
Si lo hubiese sabido, gustoso te hubiera invitado a acompañarme bajo la sombra de alguno de los muchos hermosos árboles que flanqueaban la escuela.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro