1° Cosa que no hice:
Espero que puedan disfrutar y acompañar a Jongin a lo largo de esta historia. Nos vemos al final~
* * *
Extender mi mano en tu dirección
Eran finales de agosto cuando me deslicé fuera del cómodo asiento trasero del auto de mis padres. Por esa época del año el clima era algo frío pero bastante tolerable a decir verdad.
Acomodándome dentro del cálido abrigo, caminé tan deprisa como pude sin correr el riesgo de saludar al suelo, a través de la acera ligeramente húmeda por la sorpresiva lluvia que había caído en la madrugada, hasta la entrada de la imponente hilera de edificios que serían mi escuela a partir de ahora.
Cursar segundo grado de preparatoria en un instituto distinto este año no me hacía saltar de la emoción precisamente, sin embargo, tampoco había razones reales como para quejarme sobre ello. Ya no era un niño y entendía a la perfección que en algunas ocasiones las cosas no iban tal y como uno las quería.
A estas alturas ya me quedaba más que claro que adaptarse era mejor que estar constantemente blasfemando ante los giros inesperados del destino.
La escuela en sí tenía una gran fama de ser bastante estricta y competente. Formando así a futuros hombres y mujeres que fuesen útiles a la sociedad en el futuro más cercano.
Montones de alumnos se arremolinaban a mi alrededor en cuanto el auto avanzó, alejándose por las empapadas calles, y entonces me introduje hasta el interior a través de las dobles rejas que protegían la entrada del edificio. A la par que me abría paso entre el cúmulo de adolescentes que me aplastaban, y no perdían la oportunidad de empujarme si es que creían que tenían más prisa que yo por entrar. La escuela podría ser muy reconocida y todo eso que decía el sitio de internet pero, sin lugar a dudas, sus alumnos seguían siendo los mismos muchachos indisciplinados que había en cualquier otro instituto público.
Cada uno vestía con diferente uniforme. Al menos en color, ya que al final de cuentas el diseño era el mismo que todos portábamos, con la única diferencia marcada en el color de las corbatas obligatorias para los varones y los moños en conjunto para las chicas.
Siendo el azul para los primeros grados, verde para los segundos y rojo para los terceros la única muestra visible de que en verdad éramos de distintos grados. Miré hacía abajo hasta la corbata color verde que mi madre me había enseñado a anudar esta misma mañana y suspiré.
Aquí vamos.
Dejé a la mejor de las sonrisas instalarse en mis labios, sin embargo, ésta se borró tan pronto como la esbocé, dando así paso al pánico.
A lo lejos, la campana que anunciaba el inicio del primer período se dejaba oír a todo lo largo y ancho del enorme complejo, haciendo eco en las paredes.
Mierda, iba tarde.
Seguí al resto de chicos y chicas que corrían como caballos desbocados hasta los salones, sin importar lo ridículo que eso podría lucir ante los ojos ajenos. Ni siquiera tenía una idea clara de a dónde es que me dirigía y tal vez fue por eso que no presté la suficiente atención a mi entorno.
Ocurrió muy rápido. Tanto que no logré percibirlo a tiempo. Mi cerebro no registró los hechos con la suficiente velocidad hasta que estos ya se habían suscitado.
En un momento me encontraba distraídamente persiguiendo la espalda de alguna chica con moño verde, como si mi vida dependiera de aquello, y al otro ahí estabas tú, tendido en el suelo frente a mi, sosteniéndote a duras penas con tus delgados brazos y rodillas.
Pasaron algunos segundos que se me antojaron eternos en los que todo a mi alrededor se oía distante, lejano; fueron segundos en los que solo podía observar expectante a tu figura en el piso que se desplegaba ante mí.
No sin algo de trabajo, te pusiste en pie antes de que lograra salir de mi trance momentáneo y pudiese tenderte una mano amiga que yo sé que te hubiera ofrecido, de no haber estado tan choqueado por tu repentina aparición de aparentemente ningún lado. Ya ni siquiera era consciente de lo tarde que seguramente se me había hecho. Los segundos continuaban transcurriendo sin tregua y yo seguía ahí parado como un completo idiota sin saber qué hacer.
A tus espaldas, tres chicos llegaron pasando de largo desde mi lado izquierdo hasta instalarse detrás tuyo. Uno de ellos, el más alto, rodeó tus hombros con uno de sus enormes brazos. En aquél momento no lo vi, quizás pienses que era muy estúpido y probablemente tengas razón, pero no fui capaz de percibir la tensión emanando pesadamente de tu cuerpo ante los recién llegados. Pero definitivamente pasó. Pasó y yo lo ignoré.
Ignoré a ese primer llamado de auxilio.
—Disculpa al enano, él es algo torpe, ¿verdad, Soo? —dijo el alto, dueño de un cabello castaño oscuro. Con la mano que no rodeaba tus hombros, él te pellizcó amistosamente un cachete. Tú te removiste incómodo en tu sitio y un bonito rosa tiñó esa zona. En ese momento, yo inocentemente pensé que era un sonrojo cuando, en realidad era solo una consecuencia de la fuerza ejercida por aquél chico sobre tu suave piel.
Pese a ello, tú levantaste la mirada posando tus grandes y brillosos ojos en mí.
Kyung, fue probablemente en ese instante en que te "miré" realmente por primera vez y debo admitir que me gustó mucho lo que vi. Mejillas regordetas, peculiares labios carnosos y una piel lechosa y libre de cualquier imperfección eran algunas de las muchas bellas cualidades que alcancé a notar en ese breve instante de escrutinio a tu persona. Mis pensamientos perdiendo el rumbo en cada pequeña parte de ti hasta que tu llamado me trajo de vuelta al presente.
—S-sí. Discúlpame, fui muy torpe —y ahí estaba. Oh, que majestuosa y aterciopelada voz que se te fue concedida.
Te disculpaste, por algo de lo que obviamente no tenías culpa alguna, con ese angelical tono que más tarde me encontraría deseando escuchar una y otra vez. Esa misma voz que recrearía sin parar en mi cabeza cada vez que no te hallaras cerca para poder articularla para mí. El alto chico volvió a llamar mi atención en el momento justo antes de que me perdiera en tus finas y encantadoras facciones por una segunda ocasión.
—Soy Yifan, pero todos aquí me conocen como Kris. Y, ¿tú eres? —inquirió tendiéndome una mano que esperaba que yo acepte. Recibí el apretón amistosos porque no sabía quién era él. Demonios, ¿cómo se supone que iba a saberlo, Kyung?
No lo sabía, ¿de acuerdo? No sabía que él era el culpable de empujarte, el causante de que terminaras de bruces en el suelo mojado que se extendía frente a nosotros.
—Soy Jongin —dije, sin embargo, sonriendo avergonzado por tu presencia y ajeno a la triste realidad. Tú levantaste la mirada de donde la mantenías posada en tus pantalones ahora estropeados con manchas oscuras en tus rodillas, causadas por el agua del charquito sobre el que habías caído.
—Yo soy Kyungsoo —te presentaste a ti mismo mientras una tímida sonrisa hacía a tus labios curvarse de una hermosa manera. Un extraño calor se extendió a través de mi pecho y se mantuvo ahí lo que restó del día.
Estuvo ahí cuando me encaminé hasta la dirección y el hombre tras el escritorio me reprendió y sermoneó algo sobre la falta de compromiso que presenté ante la escuela al llegar casi 20 minutos tarde, esto debido a que me entretuve platicando con ustedes cuatro, aunque claro que eso no se lo dije y, en su lugar, inventé alguna pobre excusa sobre un repentino dolor de estómago. En ese momento lamenté no ser una chica y poder decir que me había bajado la regla. Habría sido una grandiosa excusa.
Seguía ahí incluso cuando el director me miró creyéndome poco o nada y me instó a seguirlo hasta el que se convertiría en mi salón, ya que le había tenido que revelar el hecho de que estaba irremediablemente perdido. En mi defensa, era mi primer día.
Te juro, Kyung, que la calidez permanecía latente e incluso se intensificó en gran medida cuando al ingresar a la ruidosa aula que me había sido asignada pude captar tu adorable perfil mirando alguna interesantísima mancha en tu pupitre.
Y supe que el sentimiento no era unilateral en el momento en que tus ojos se ampliaron con reconocimiento al verme ahí parado frente al pizarrón.
Te juro y te prejuro que mi corazón saltó dentro de mi pecho de forma descontrolada cuando alzaste una mano y la agitaste en mi dirección a modo de saludo. Fue corto y rápido pero ahí estuvo, pasó.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro