Comienzo
Diana Cavendish Pov
Los sueños no eran verdad. Las pesadillas, tampoco. Entonces, ¿Por qué no me dejan dormir? Puedo morir si no descanso adecuadamente, pero, ¿No es eso lo que quiero? Hace ya un tiempo dejé de sentir afecto por las demás personas; hace ya un tiempo que no veía a alguien más con el mismo cariño que te miraba a ti. Entonces, ¿Por qué sigo con vida?
''No debes decaer por esto, Diana. Tuviste un propósito antes que la conocieras. No nos hagas quedar mal''
Lo recordaba con claridad: las palabras de mi único familiar con vida. Sentía que lo había perdido todo desde que te fuiste. No podía comparar el dolor de la muerte de mi madre con la tuya: no había diferencia alguna. El fallecimiento de mi progenitora me destruyó, pero luego llegaste a mi vida y la volviste a construir por pedazos. Los levantaste en tus manos y los volviste a colocar en mi corazón vacío.
Me ensañaste a amar, otra vez. Entonces, ¿Por qué tuviste que irte? ¿Acaso no ves cómo estaba por eso? Había dejado de ser la misma y eso a mis amigos les preocupaba más que a mi salud. ¿Debería desanimarme por eso? No me interesaba lo que pensaran de mi personalidad actual; no me importaba que hablasen de mí; no me importaba que la mayoría de mis amistades se hubieran alejado de mí. Ya no le gustaba mi rostro inexpresivo, mi actitud fría, mi corazón y mentalidad cruel; así me describían entre murmureos dentro de mi propio hospital.
''La doctora Diana es muy insensible.''
''Sí, no habla con nadie. Sólo cuando es algo del trabajo. Te acostumbraras.''
Los únicos amigos que conservé fueron dos. Uno se llamaba: Andrew. Y la otra: Amanda. Mi amiga poco femenina era la que más me invitaba a salir en un intento de animarme; o así lo tomo yo. Sin embargo, siempre acabábamos en lo mismo. Bebíamos, me presentaba a unas buenas mujeres, las rechazaba y me iba a casa. Después de diez años seguía tratando de desaparecer mi tristeza. Lo que ella no comprendía, era que sin ti... la felicidad no había en ninguna parte.
Recordaba la primera vez que hicimos un viaje de campo, preparaste la comida e hiciste nuevas con ayuda de un libro de recetas. Lo que cocinabas para mí era como morder la manzana de la vida eterna, o una fresa muy jugosa, deliciosa y dulce. Tus manos hacían magia en la cocina y me encantaba alagar tus creaciones, ya que te costaba bastante tiempo. Cocinar era un trabajo que consideraba agotador.
Ahora, la comida me sabía asquerosa. Algunas veces no sentía el sabor y, simplemente masticaba e ingería como si fuera agua. Luego ingería y repetía la misma acción hasta acabar con lo que queda en mi plato. Cuando una de las enfermeras de mi hospital me obsequió unas galletas horneadas por ella, mi paladar no lo toleró. Era como llevarse a la boca algo que fue tirado a la basura.
''¿Es verdad que su esposa murió?''
''Yo pensé que la había dejado.''
''¿Dejar? ¿Quién dejaría a esa mujer? Esta más buena que mi esposa.''
Mi físico no había cambiado mucho. Al ser una doctora debía tener una ''buena'' salud para demostrar a los pacientes que tener eso, te hacía sentir mejor. En mi caso no era así y los rumores se creaban sólo cuando había personal nuevo. Simplemente ignoraba todo lo que tenían que decir. Sus palabras no valían o causaban algo en mí.
—¿Otra vez durmiendo en tu oficina?
—Tomo un respiro de todas las personas que intentan ahogar mi paz mental —contesté con mis parpados cerrados.
—No tienes eso —respondió con aseguración.
Escuché claramente como tiró de la silla frente a mí hacia atrás para tomar asiento. Con esa acción, me limité a mirarla con cansancio.
—¿A qué vienes?
Amanda, muy pocas veces era de visitarme en mi trabajo. Y cuando lo hacía, sólo era para pedirme consejos de su matrimonio o invitarme a salir a una de esas fiestas que organizaban sus ''amigos''. Perder el tiempo bebiendo en aquellas celebraciones, no me molestaba. Estar rodeada de personas con música alta, era lo que me disgustaba un poco, pero con el tiempo me acostumbré a ese tipo de ambientes.
—¿Qué harás hoy?
—Muchas cosas, como todos los días —dije indiferente.
—¿Tienes tiempo para mí?
Suspire y la miré de reojo mientras examinaba en mis manos unos papeles que tuve antes que llegara. Solamente estaba tomándome un ''descanso'' de todo el trabajo que tenía pendiente. Pensar en mi único amor, me hacía sentir mejor y peor a la vez.
—Te lo estoy dedicando ahora mismo. Ve al grano —contesté, tomando mis lentes puestos al costado derecho sobre la mesa para ponérmelos.
—Hannah, no me habla.
—¿Entonces? —solté con desinterés, volviendo mi mirada a las páginas.
—¿Qué debería hacer?
—¿Por qué consultas esas cosas conmigo? ¿No tienes más amigos a quienes hacerle la misma preguntar? Por lo visto en estos años debes tener unos cien en total.
—Son amigos de fiesta, ya te lo expliqué. No son así como nosotras.
—¿Cómo nosotras?
—¡Sí! Tú me entiendes. Así que, ¿Qué debería hacer?
Arqueé una ceja y la miré de reojo con inexpresividad.
—No tengo ningún interés en tu relación. Sea lo que sea que está sucediendo, no me incumbe. —Exhalé suavemente—. Por favor, retirare —pedí bajando otra vez mi mirada.
Un fuerte golpe en la mesa me hizo verla nuevamente. No me asusté o sobresalté por tal acción repentina. Era de esperarse que Amanda a veces tuviera sus impulsos furiosos, y que con algunos intentara desquitárselos conmigo. Suponía que hoy era un día de esos; donde aguantaré sus palabras insultantes y esperaré a que venga mañana para disculparse.
—¡Escúchame Cavendish! ¡Estoy en aprietos! ¡Mi esposa posiblemente quiera pedirme el divorcio y no puedo separarme de ella! ¡Mi padre me amenazó de que no aceptaría otro matrimonio de mi parte!
—¿Y cuánto has tenido?
—Siete.
Ella era la séptima. ¿Por qué no me causaba ninguna sorpresa? Tal vez era porque conocía como funcionaba su mentalidad. Y, honestamente, era una lástima que tal capacidad mental fuera desperdiciada de esa manera.
—¡Tienes que ayudarme! —exclamó desesperada.
—Amanda, te lo repetiré una vez más. No tengo ningún interés en--
—¡Akko si ayudaría!
«¿Acaso...? No, pero lo dijo claramente», pensé con molestia.
—Vuelves a decir ese nombre y desearas no haberlo dicho —dije levantándome de mi asiento con el ceño fruncido y mi mandíbula tensa.
«No eres digna, de decirlo. Nadie lo es. Es mi Akko y sólo yo puedo decir su nombre.»
—No me intimidas, Cavendish —dijo entre dientes—. Te ves horrible. Y no lo digo por tu apariencia. Das asco por dentro —aclaró—. Deberías agradecerme después de haberme quedado contigo cuando todos te abandonaron.
«No te necesito; no necesito a nadie. Sólo a Akko, ella es la única que necesito a mi lado. ¿Qué te estas creyendo, idiota?»
—Ve a desquitarte tu enojo a otro lado. Cuando estés más calmada habla con tu querida esposa y déjame tranquila —concluí volviendo a tomar a asiento—. No te necesito, si eso es lo que piensas. Tu tomaste la decisión de quedarte a mi lado; no te obligue a tener una relación amistosa conmigo —aclaré.
«¿Se le podría llamar amistad cuando solo me dirige la palabra para invitarme a una fiesta?». Era estúpido.
—Tus palabras frías siempre hieren el corazón de las pocas personas que te rodean, pero--
—¡Fuera de mi oficina! —grité cansada.
«No voy a tolerar, ni soportar que alguien como ella quiera darme una lección. Nadie tiene el derecho de querer aconsejarme sobre mi vida. Sólo lo aceptaría si viniera de la persona que sigo amando.» Amanda, era solamente una amiga con un mal carácter que creía poder desquitárselo con cualquiera. Además, interrumpió en mi lugar de trabajo para hablar de un tema que le había dicho varias veces y demostrado el desinterés que me causaba.
Ella hizo un chasquido de molestia con su boca y me miró con su ceño aun fruncido.
—Te enviare la dirección de una fiesta que se hará en un bulevar.
—Estas equivocada si crees que asistiré.
—Tus noches siempre son aburridas y solitarias.
—Para tu información, Amanda. Si tengo algo que hacer esta noche.
Y eso, era traer a mi esposa de regreso.
.
.
.
Los materiales estaban listos. Sólo tenía que escoger una carta y decir el hechizo. El sótano de mi hogar, era un buen sitio para hacer esa clase de experimentos mágicos, pero sin duda estaba segura de que funcionaria. «Tiene que funcionar, he estado trabajando durante más de tres años para poder hacerlo.» Conseguir lo requerido y ganar la experiencia necesaria no fue fácil.
El sótano, más parecido a una bodega interior, fue hecho cuando mi esposa estaba con vida. Sus intenciones eran que el lugar fuera para que cuando ese futuro niño o niña que tuviéramos pudiera tener un sitio de la casa ''privado'' o, simplemente un sitio para que jugara con sus amigos.
Ese deseo no se pudo cumplir, ya que falleció días antes que pudiéramos hacerlo. Sin embargo, pensaba aun llevar a cabo ese sueño cuando estuviera nuevamente a mi lado.
Con Akko, iba a tenerlo todo. Una familia, amor y compañía. Eso para mí era más que suficiente para vivir con tranquilidad los años que me quedaban. Nada mejor que tener a alguien que sintiera los mismos sentimientos apasionados y deseara cualquiera cosa, pero juntos.
Entonces... ¿Por qué la vida siempre me da esas decepciones que vienen con un dolor insoportable? ¿Por qué no podía ser feliz? Lo fui, pero mi felicidad fue arrebatada.
—Quiero volver a hacer feliz, contigo —susurré con mi palma puesta en las frías baldosas—. Comencemos —dije decidida poniéndome de pies.
En mis manos sostenía la primera carta blanca, tomada al azar, sellada con cerilla roja sin ningún diseño. Miré el sobre, y después observé mi entorno. Estaba completamente vacío. Las paredes se encontraban pintadas de un color azul verdoso; las escaleras están pegadas a una de las esquinas detrás de mí, y su distancia no era mucha; era suficiente dando un buen espacio.
El circulo que creé, estaba hecho con escamas de dragón, sangre de animal y mía, y un poco de plumas de diferentes aves existentes en ese planeta. El hechizo no especificaba cuales aves necesitaba, simplemente plumas de cincuentas de ellas; tantas como fuera necesarias. El dibujo que había hecho en el circulo con esas plumas cubierta de sangre para que se mantuvieran en el suelo, era de un corazón y una estrella de diez puntas. Su significado era... sencillo.
La estrella de diez puntas se encontraba compuestas por dos de cinco. La primera representa la espiritualidad, lo segundo significa lo material, lo físico, lo que podemos ver: la tierra. Al unir ambas hablaba del completo y total balance o equilibrio. El corazón significa el amor, lo que deseaba traer de vuelta entregando no sólo la mitad de mi vida, sino también la mitad de mis sentimientos. Esa parte que pensé que había perdido tras su muerte, aun perduraba dentro de mi pecho ardiendo intensamente.
Mi corazón fue acumulando más y más amor, suficiente como para realizar dicho conjuro.
El hechizo era peligroso, podía resultar herida mentalmente si algo que observara me afectara a tal gravedad. Sin embargo, lo que tenía que hacer era simplemente: entregarle la carta, que ella la lea y esperar a que cuando yo vuelva hallar en nuestra casa algo perteneciente que significara mucho para ella. Era como construir un rompecabezas. Al final, cuando haya acabado con las diez cartas, Akko deberá tenerlas en las manos estando dentro de la... casa, esperándome.
Al pensar en cómo funciona detalladamente, era un poco confuso, pero lo único importante que me interesaba más que a nada, era que Akko volviera conmigo. La amaba tanto que esperaba e imaginaba que, cuando regresara a mis brazos, mis sentimientos puros sean demostrados con más intensidad. No pensaba desaprovecharla ningún día.
Me imaginaba por las noches cuando llegara a abrazarla otra vez, «¿Qué más puedo hacer que besarla y acariciarla?». Posiblemente llevarla a sus lugares preferidos y hacerla sonreír.
«Esto tiene que resultar. No habrá vueltas atrás una vez que inicie.» Deseaba tanto poder verla que era imposible rendiré a este punto. No me importa si mi cuerpo quedaba sin energía; no importa el dolor o sufrimiento que había sentido por esos largos diez... años. Con tal de tenerla conmigo, todo valdría la pena.
--------------
Fin del Cap. Comienzo
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro