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MIS ACCIONES
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Diana Cavendish Pov
—¿Qué deseas?
—¿Así me recibes luego de no vernos por... diez años?
—Tienes un motivo para citarme a este lugar, dilo rápido, no tengo mucho tiempo.
—Estas en lo correcto. ¿Tu tía ya hablo contigo? ¿no?
Por supuesto que no, pero gracias a eso podía darme una idea a dónde iba a ir la conversación. Cada acción imprudente de Daryl que deseaba cometer estaba enterada, pero no se lo impedía. Ahora, estando en un restaurante que era claramente para personas que puedan costearse una comida de alto precio, me hacía sentir incomoda, y más si tenía como compañía al que fue el mejor "amigo" de Akko.
—Lo hizo, Andrew.
«Me informaron.» Ella no había hablado conmigo en ningún momento.
—No quiero perder lo que tengo, Diana. ¿Crees poder hacer algo al respeto?
—¿Por qué lo haría? No eres mi amigo, sólo un conocido.
«Y no me interesan tus problemas.» Suficiente con los mentales que tenía y lidiaba cada día de mi vida, aparte del ajetreo en mi trabajo, no necesitaba más.
—Fui a tu boda, te di un buen obsequio y...
—Fuiste por mi esposa, no por mí. Lo recuerdo, nunca olvidaría ese día.
—Vamos Diana, lamento que ella no...
—Si estuviera —volví a interrumpirlo—, te ayudaría convenciéndome a mí de que hable con Daryl, pero no está aquí, y tampoco pienso hacer algo al respecto con lo que desea hacer. ¿Los empresarios no entendieron que no deben meterse con la familia Cavendish?
Después de la gran noticia que recorrió mundo entero, debieron, pero Daryl no debió dejar aquella empresa en ese estado por un motivo estúpido que desconocía sus detalles, sin embargo, en su momento me interesó, pero ahora... no me importaba en lo más mínimo.
—Eres la líder —dijo con un poco de molestia.
—Y ella es mi tía. No la defiendo, pero no quiero hacer nada referente a eso.
Andrew, exhaló con fuerza recostando con brusquedad su espalda en la silla.
—Yo pagaré la cuenta, puedes pedir lo que quieras.
—No me quedaré —avisé con seguridad.
Y tampoco tenía hambre, además de que no quería comer con una persona que me menosprecio al enterarse de la perdida que tuve. Tal vez estaba siendo un poco rencorosa, pero menos me importaba. No quería conversar con nadie en esos momentos. Lo único que deseaba era regresar a casa y tomarme unas copas antes de hacer el hechizo.
En esos tres días que pasaron me había dedicado a simplemente beber para "desahogar" ese dolor que agarraba mi corazón y lo estrujaba sin piedad. Me gustaría volver a casa y dejar que fluya lo que tanto me había estado persiguiendo en esos diez años.
—¿No tengo ninguna oportunidad? ¿verdad?
—Conmigo no. Y dudo que con primas también, a menos que aceptes a una como esposa.
—Tengo a una mujer.
—Tendrás que dejarla si acudes a ella.
—Me llevan como diez años.
—Y a mí la vida me ha tratado mal diez años. ¿Y me ves quejándome con las personas?
Me desahogaba sola; había estado sola; y no necesitaba de alguien que lo único que se ganara de mi parte era menosprecio por las palabras que probablemente salieran de mi boca: esos "alguien" dejaron de hablarme hace mucho tiempo, e incluyendo a Amanda. No me había comunicado desde que dejé su hogar aquella vez.
—Arregla tus propios problemas y no molestes a los demás, e inclusive a mí.
—¿Desde cuándo te volviste tan... fría?
—Han pasado diez años, Andrew.
—¿Es por ella?
—No digas su nombre.
«No eres digno de decirlo. Es mi mujer, no tuya.» recordaba claramente que tuvimos hace mucho tiempo una charla poco apropiada donde quiso sobrepasarte con ella. Tenía suerte de que Akko lo perdonara, pero por mi parte nunca lo hice.
—No esta.
—¿Qué ganas diciéndome que no está? Sólo mi desprecio si eso es lo que quieres y lo haces muy bien obteniéndolo.
—Diana, no quiero perder mi negocio.
—Y yo no quiero seguir perdiendo mi tiempo.
—¡Maldita sea! —exclamó dándole un golpe a la mesa.
Suerte era de madera. Las personas que permanecían en el lugar nos miraron de inmediato por el estruendoso sonido.
—Lo siento, lo siento —murmuró conteniendo ese enojo y lágrimas.
Permanecí en silencio, mirándolo con desinterés. Su acción, me causó nada más que desdén. Pasaron pocos segundos, hasta que dijo lo que no tenía que decir.
—Por Akko, por favor. Hazlo por ella.
«¿Por ella? ¿Ayudarte a ti por ella? ¿Qué clase de petición tonta es esa?» Me reí ligeramente, observándolo con burla.
—Estas tan desesperado.
—Diana, ¿Qué quieres? Dime lo que quieres —dijo poniendo sus codos en la mesa con sus manos extendidas a mi dirección. Las miré, y luego lo observé a él otra vez.
—No quiero nada de ti.
—¡Tu tía está loca! —insultó.
Ese grito provocó ahora que uno de los camareros viniera a nuestra mesa para pedirnos que nos retirarnos, o que bajáramos la voz.
—Ya me iba —dije sin apartar la mirada del hombre frente a mí.
Suspiré suavemente poniéndome de pies. Seguidamente agarré mis cosas y me retiré. Encontrándome caminando por la acera de la ciudad, llegué a donde estacioné mi auto, y antes de que pudiera subirme, escuché unos pasos apresurados en mi dirección del desesperado que abandoné en el restaurante.
Subí a mi auto a tiempo. La lluvia no tardó en caer y Andrew tocó mi ventana, pero lo ignoré. Al momento de avanzar él se puso al frente, creándome más fastidio. La lluvia a mojado totalmente su ropa y cuerpo, y las luces blancas de mi automóvil lo alumbran claramente.
—¡Por favor! —gritó.
Suspiré nuevamente despojando la varita de la guantera, para después, decir un hechizo que lo apartaría de mi camino. Cuando se encontró despejado, avancé con tranquilidad.
Las calles con personas "comunes" caminando por las aceras debajo de sus paraguas, no me creaba ninguna sensación que se pudiera asemejar a esa paz que necesitaba en mi vida. Me hacía sentir más sola, sin nadie a mi alrededor y, evidentemente no tenía a nadie más que a mis primas y tía que no convivían mucho conmigo. La única "amiga" que tenía, desapareció como todos los demás.
Puse un poco de música "relajante" que era simplemente una melodía de piano siendo bien tocado. Exhalé con suavidad, pensando en las posibilidades e imposibilidad que tenía el hechizo que estaba realizando a escondidas de todos. Sin embargo, mis pensamientos fueron interrumpidos por una persona de cabello rubio corto esperando a alguien bajo la tormenta en una parada.
Al reconocerla, de inmediato esas palabras vinieron a mi mente.
"¿Cómo van las cosas con Diana? ¿No le has contado? ¿verdad?"
«Tal vez...» Si la llevaba a su casa había posibilidades de poder sacarle un poco de información en el camino. Giré el volante y me estacioné frente a ella. Lotte, levantó su cabeza y arqueó una ceja. Bajé la ventana e hice una señal con mi mano derecha para que se subiera. Su expresión fue de asombro y tomó sus minutos en acceder.
Estando dentro me saludó con nerviosismo.
—Ho... hola, tanto tiempo, Diana. Gracias por recogerme, al parecer la persona que estaba esperando no llegaría.
—No es nada —dije sin verla—. ¿Vives donde siempre? ¿O cambiaste de hogar?
—Lo cambie, te guiaré.
Asentí, empezando conducir. La melodía "tranquila", y el frio "acogedor" le trasmitían una tranquilidad a ella, pero no a mí, ya que esas palabras se repetían en mi mente una y otra vez. Y al estar dispuesta a hacerle una pregunta indirecta, mi celular sonó y a regañadientes tuve que contestar el numero desconocido.
—¿Sí?
—Diana.
«¿Me estás jodiendo?»
—¡Espera no cuelgues!
Andrew... parecía no querer rendirse. «¿De dónde habrá conseguido mi número?» Recordaba haberlo cambiado cuando Akko falleció.
—Estoy conduciendo, no puedo hablar ahora.
Y menos si estaba lloviendo y llevaba a una persona conmigo, aunque antes que comenzara el hechizo no me importaría estrellarme y enviarme al hospital o posiblemente morir, pero ahora tenía un deber que quería cumplir a toda costa.
—¿Puedo llamarte cuando llegues a casa?
—No, estaré ocupada.
—¿Mañana?
—Tengo trabajo.
—¿Pasado mañana?
—Trabajo.
—Rayos, Diana. No tengo mucho tiempo.
—Yo tampoco. Adiós.
Colgué enseguida y aproveché que el silencio fue roto para empezar una conversación con Lotte.
—¿Cómo has estado?
—¿Me... me hablas a mí?
«¿A quién más?». Era la única en el auto. Poco a poco el mundo parece llenarse de estúpidos.
—Sí.
—Bu... bueno mi vida no es muy interesante. ¿Cómo has estado tu?
—Mi vida es menos aún más interesante —dije con normalidad, demostrándole que en realidad no había nada que contar—. ¿Cómo están las demás?
Akko hizo más amigas aparte de ella. Las otras eran: Sucy, Constanze y Jasmika.
—Bien, seguimos en comunicación después de... eso.
—Que bien, me alegra saberlo. Tengo una pregunta, Lotte.
—Gira la izquierda —dijo enseguida.
Hice caso y me preparé mentalmente para una posible negación o mala conducta de su parte.
—¿De qué hablabas con Akko? Cuando estaba en tu casa —especifiqué.
Lotte, se sobresaltó.
—Co... cosas de chicas. Ella me decía como iba su relación y... sus planes.
«¿Esas son cosas de chicas?»
—Está bien, gracias por responder.
Aunque quisiera hacer unas cuantas más, no tenía intenciones de interrogarla por el motivo de no incomodarla más. Conduje con tranquilidad llegando a su casa en cuestión de minutos. Ella me agradeció por haberla traído y solamente asentí, para después retomar el camino que me llevaría a mi hogar.
.
.
Me coloqué el mismo traje que me había puesto hace tres días atrás. El día anterior lo encontré en mi armario. Y gracias a ese descubrimiento me hizo pensar que el hechizo tenía cambios bastantes... extraños: lo que quería decir que había una posibilidad de que cuando Akko volviera, tuviera otra vez veintinueve años. Era como... otro mundo donde su muerte nunca había sucedido y, por eso, se consideraba un hechizo peligro: porque si fallaba no solamente moriría, si no, ella nunca regresaría.
Jugar con el tiempo y la vida de los demás no debía ni de considerarse, sin embargo, mi motivo era distinto; no lo había planeado de un día para otro. Deseaba con el mi corazón traer a mi esposa de vuelta y no me rendiría hasta conseguirlo. «¿Qué hare cuando la vea?» Probablemente estaría tan feliz que soltaría lágrimas, y luego de haberme calmado contarle lo que quisiese y lo que pasará, tal vez, en diez años... Sería una vida nueva; una cuenta nueva y las cosas podían traer sus cambios.
Suspiré profundamente observando mi apariencia en el espejo completo de mi habitación. Agarré los bordes de la camisa tirándolas un poco y di una media vuelta examinando mi físico. Después de diez años, no había cambiado en mucho. Para las demás personas seguía siendo atractiva y ese era un dato que no me complacía en absoluto.
Salí de mi habitación con la copa de vino que me serví cuando llegué. Bebi del contenido caminando hacia la nevera para servirme más antes de bajar al sótano. Una vez que me encontré en el lugar, observé mi entorno con cierta melancolía. Seguidamente tomé asiento en un pequeño banco cerca a la mesa, crucé mis piernas y contemplé el circulo frente a mí. Y sin necesidad de ver, agarré una de las cartas restantes para acariciarla con las yemas de mis dedos.
En total eran diez cartas y ahora sólo quedaban tres... «Y después de este día... estaré cada vez más cerca de traerte, mi amor.»
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Fin del Cap. 8 (Mis acciones)
Contenido de la carta:
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Los girasoles con tu vestido blanco siempre hicieron una buena combinación. Tu piel blanca y color de ojos también relucen ese hermoso acompañamiento.
Los vestidos siempre te relucieron, e igual que los pantalones cortos, las camisas de tiras, manga largas y cortas. Ante mis ojos cualquiera vestimenta que te pusieras eran preciosas para mí; eres preciosa para mí. La mujer más bella que he conocido y tenido en mi vida.
Eres y serás siempre esa persona que complació todo mi entorno, que llenó mis días de felicidad; y que enamoró mi corazón con simples acciones que antes me parecían de las más ridículas.
¿Alguna vez te he dicho lo muy enamorada que me encuentro de ti?
Tanto es mi amor que sería capaz de renunciar mi apellido e irme contigo.
Sé que es una locura, pero quiero demostrarte mientras te tenga en mis brazos, lo mucho que aprecio que me acompañes.
Eres mi felicidad.
Nadie más se compara a ti; y nadie más tendrá tu lugar.
Porque tu lugar... es conmigo.
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