Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

5✉️

┌───────❥───────┐

EL PENSAR DE
LAS PERSONAS

└───────❥───────┘

Diana Cavendish Pov

Algunas veces me había preguntado, ¿Cómo el hombre llegaba a hacer feliz? Uno respondería con obviedad y diría: ''Dinero''. Otro diría: ''Putas''. Y uno un poco más inteligente contestaria: "La felicidad no la he encontrado aun, pero tampoco la busco. Espero a que llegue a mí". Y yo me volvía a preguntar: ¿El dinero te llegaría estando sentado en la silla más cómoda de tu hogar mientras lees un periódico? La respuesta era obvia y el pensamiento era absurdo.

También era tonto creer que algo así sucediera algún día. El mundo fluía, el dinero se generaba y las personas debían encargarse de obtenerlo de las mejores maneras. Sin embargo, habían algunas que se dedicaban a otras cosas para conseguirlo; no obstante, eso no era de mi incumbencia. Para mi suerte, el dinero que ganaba era limpio, y me encontraba tan enriquecida que no sabía qué hacer con lo que tenía guardado en mi cuenta bancaria; tampoco me había puesto a pensar en que debería gastarlo, o si era necesario hacerlo.

Fácilmente podría comprarme un avión, o una casa en otro país, alguna mansión o lugar que pudiera darme la comodidad que buscaba. También tenía el dinero para comprarme una mujer que caliente mi cama por las noches, aunque esa idea me desagradaba más que las anteriores. De que valía tener tanto dinero, si eso no me causaba felicidad.

Ahora que me encontraba pensando en esas cosas, me hice otra pregunta filosófica para entretener mi mente mientras esperaba que la desgraciada de mi amiga llegase.

"¿Qué es el bien?" Había escuchado y visto a cierta gente hacer cosas "generosas" por el bien de la humanidad. Como recoger la basura de los ríos, salvar animales abandonados, ayudar a una mujer en peligro que por "casualidad" llegó un hombre a robarle su bolso.

Esos y más videos están regados en YouTube, haciéndolos parecer "buenas" personas que hacen el "bien". No decía que lo que hacían estaba mal, sino que aparentar ese tipo de cosas para obtener reconocimiento y, así, ganar esos tipos de espectadores me parecía unos completos idiotas, pero unos idiotas inteligentes, ya que con eso ganaban dinero.

En las fiestas que me invitaban siempre había un bar donde la mayoría del tiempo permanecía sola para no juntarme con las demás personas que se divertían, mientras me desahogaba hasta mas no poder. En esos lugares, escuchaba diversas historias relatadas de la peor manera posible, pero se llegaban a entender. Eso me hacía pensar que algunos no se preocupaban de que otro escuchase de su vida privada.

«Son personas comunes, no como tú», me dije a mi misma en ese momento. Y era cierto.

En una parte de mis pensamientos, un poco cuerdos, tenía la razón. Ser reconocida por el apellido Cavendish, no había sido uno de las mejores cosas que me había pasado en la vida. Antes me gustaba que me dirigieran la palabra. Y ahora lo detestaba: la mayoría estaban enterados de la perdida que había tenido hace diez años. Sin embargo, no se conocía mucho lo que había estado haciendo en todo ese tiempo.

"¿Solo trabaja?", decían en susurros. "Solo trabajo" era lo que respondía siempre. Honestamente, no tenía por qué atender sus preocupaciones o lastimas. Las pocas veces que ahora se dirigían a mí, se acercaban con una expresión de compasión que me creaba repugnancia y disgusto. Me daba también de inmediato esa idea de que ellos sabían lo que ocurrió hace diez años.

—¿Cuánto tiempo tardara? —le pregunté a la chica de pelo rojizo frente a mí.

—Ya la conoces, siempre se toma su tiempo.

Moví mi pierna inquieta, demostrando la poca paciencia que cargaba. Amanda, había solicitado verme después de que discutiéramos otra vez en mi oficina, sin embargo, esa discusión fue más fuerte que la anterior. Ella estaba perfectamente consciente que no me gustaba que tocara el tema de mi difunta esposa, y aun así lo hizo sin medir bien sus palabras.

Las cosas no terminaron de la mejor manera.

—Disculpa... —llamé insegura, no conociendo su nombre.

—Hannah —dijo con una media sonrisa en sus labios—. Mi nombre es Hannah England, ya nos habíamos conocido antes.

«¿En serio?». No recordaba haberla visto.

—En la academia —continuó al verme tan desconcertada—. Éramos amigas.

«¿Lo éramos?». Fruncí el ceño. «¿Entonces porque no me hablas?». Habíamos estado en silencio desde que había llegado. El ambiente era incómodo y ahora era aún más incómodo que antes, o así lo sentía yo.

No recordaba la cifra exacta de cuantos "amigos" me habían abandonado después de haber optado una actitud distante; tampoco recordaba sus rostros y mientras más le daba vueltas a esa situación, creaba una nueva no tan agradable en mi pecho afligido.

—No te recuerdo —dije con sinceridad.

—¿En serio? —preguntó de manera divertida y un poco sorprendida—. Me ayudaste en muchas materias. Y estuviste en mi boda, cuando me casé con Amanda —explicó.

«Oh...» Ojalá pudiera recordarlo con claridad; estaba muy tomada en ese momento y había decidido en asistir sólo por cordialidad, nada más.

—Tenías un buen atuendo. Debo admitir que el traje te sienta bien —alagó, como era de esperarse—, parece que lo utilizas la mayoría del tiempo.

«Por Akko», me contesté en mi mente. Akko era la única persona que me gustaría escuchar dichas palabras. Por lo poco que me contó, éramos amigas con compromisos, no amigas con la relación esa llamada: "amistad". Aún seguía sin entender el por qué Amanda me seguía hablando y pidiendo en suplica que la fuera a ver. Tal vez quería sacar algún provecho económico de mí.

Agarré una copa, me serví más del vino en la mesa y lo bebí de un trago. Luego me serví otra más y este lo bebí lento. Empecé a contemplar la casa apartamento o como se le llamase. Ésta se encontraba en el séptimo piso de un edificio de cinco estrellas. No le hallé tanto interés al entorno como pensé que lo haría cuando me puse a observar y, nuevamente me bebí con rapidez el contenido en mi copa para luego servirme más.

—¿No crees que es suficiente?

—Tolero de maravilla el alcohol —contesté sin verla.

Llevaba en total cinco copas y no sentía ningún efecto. Tal vez era porque las botellas que guardo en el refrigerador de mi hogar tenían más porcentaje de alcohol que la que, tenía al frente.

—¿Qué te hace estar unida a ella? —le pregunté de repente, queriendo escuchar más palabras de las personas; no estando realmente interesada en su relación.

—Dinero —contestó enseguida sin titubeo.

—Oh —solté no muy sorprendida.

«Me lo imaginé.» En algún lugar de mi mente imaginé que esa era una de las razones.

—¿Y qué hay de ti? ¿No tienes una esposa?

—Murió.

—Conozco la historia —declaró, cruzando sus piernas—, pero hablo de una nueva mujer.

—No estoy interesada en tener a otra —contesté con simpleza.

—¿No has pensado en ir a un psicólogo?

—No lo necesito —dije poniéndome de pies dispuesta a irme—, y tu no necesitas el dinero.

Abandoné la copa de vidrio vacía en la mesa y agradecí por el alcohol ofrecido. Salí del apartamento y caminé hacia el ascensor con mis manos en los bolsillos de mi pantalón negro. Al estar dentro, una mujer ingreso con prisa. No le tomé importancia y toqué el botón de la última planta.

Miré los números descender e ignoré el parloteo que estaba teniendo la mujer a mi lado a través de su celular. Inhalé y exhalé profundamente para relajar los músculos de mi cuerpo. Y de repente, cuando me encontraba acabando mi estiramiento de cuello y hombros, el ascensor se detuvo en seco provocando un sonido horrendo que incitó a la mujer a gritar aterrorizada.

En mi caso me hallaba tranquila tocando otra vez los botones en un intento de que volvieran a funcionar.

—Dios míos, dios mío, dios mío, dios mío, dios mío —dijo asustada agarrándose de los barrotes.

Exhalé cansada y presioné el botón rojo de emergencia. Seguidamente recosté mi espalda, crucé mis brazos, bajé mi cabeza y cerré mis ojos.

Al ser un lugar de cinco estrellas no tardarían mucho en que alguien viniese a reparar el daño. «Un sitio de cinco estrellas y se daña el ascensor. Que caso...»

—O-oye, tú... —llamó la mujer.

Abrí uno de mis parpados observándola con desinterés.

—T-te conozco... ¿Eres una Cavendish? ¿no es así? Tu... tu cabello —dijo agarrando un mechón del suyo.

Volví a cerrar mi ojo demostrándole que sus palabras me causaban más aburrimiento que interés, además de entender lo que desea hacer. Y por mi parte, no quería establecer una conversación por encontrarnos las dos en esa situación.

—¡Que grosera!

«Si tan sólo supiera...» Si tan sólo supiera... que no podía ver su rostro.

.

.

.

«Bien...», pensé a la vez que miraba el reloj en mi muñeca izquierda. Faltaban treinta minutos para que pudiera hacer el hechizo. Habían pasado los tres días y el objeto previo que me encontré fue ese "algo" significativo. Sin embargo, aún no podía explicar lo que había sucedido la segunda vez. Había sangre en mis manos y luego desapareció. No entendía... y no recordaba que algo así ocurriera antes; cuando Akko estaba con vida. Pero confiaría de que hubiera funcionado.

«Cuando todo esto acabé... ella deberá tener las diez cartas», me recordé.

Me encontraba en el mueble con mis piernas abiertas, mi pantalón y camisa desabrochadas, y una copa llena de vino en mi mano. La bebí sin prisa, pero tampoco con lentitud. Al dejarla por la mitad, una sonrisa estúpida se dibujó en mis labios al contemplar a la mujer más hermosa que había visto en mi vida frente a mí, usando sólo... la ropa interior.

Akko agarró la copa y despaciosamente la dejó en la mesa más cercana, mientras que sus piernas se abrieron y se posicionaron a los costados de mi cintura, a la vez que poseía una sonrisa pícara en sus labios.

—Hola... —susurró con lujuria y cariño sentándose completamente en mi regazo.

—Hola... —repetí, utilizando el mismo tono mientras que mis manos se situaban en sus caderas para atraerla más a mí.

Lentamente sus labios se movieron contra los míos, su boca se abrió y cerró con pasión saboreando mis labios que se mueven al compás. Cuando su lengua se introdujo, empezó a mover sus caderas con lentitud. Seguidamente sus manos descendieron y bajaron un poco mi pantalón haciendo que mis ganas aumentaran.

Introduje mi mano debajo de su ropa interior, agarré su trasero e hice que se moviera con más firmeza e intensidad sobre mí. Ágilmente con mi mano libre desabroché su brasier para dejarlo apartado. Sus manos acariciaron mi vientre y posicionaron en mis senos cuando empecé a manosear uno de los suyos.

El deseo, placer y excitación dispersaron mis sentidos. Sus caderas ya no se movían con lentitud y de sus labios salían gemidos que fueron ahogados. Sentí una pequeña contracción de tan sólo verla venirse encima de mi cuerpo con esas expresiones y exclamaciones que tanto me provocaban.

Mis dedos viajaron a su centro, y cuando introduje con facilidad por su humedad, sentí una corriente eléctrica viajar por todo mi cuerpo. Abrí mis parpados de golpe observando con mi respiración agitada el salón oscuro y vacío. Bajé la mirada al sentir algo en mi entrepierna y de inmediato, una expresión de disgusto se dibujó en mi rostro al encontrar mi mano derecha en mi centro y pocos segundos después la otra en mi seno izquierdo.

Al caer en conciencia de lo que estaba haciendo, murmuré con molestia una maldición mientras quitaba mis manos de esos lugares.

—Mierda...

«No otra vez...» No era la primera vez que sucedía; no era la primera vez que llegaba a masturbarme teniendo una ilusión mental de ella, pero... esa había pareció tan... real. Era como si en verdad estuviera encima mío con esas intenciones lascivas.

Eso... aunque pareciera que no pasó, fue bastante real para mí; demasiado real. Tanto... que podía hasta llorar o... tal vez ya lo estaba haciendo y no sentía mis lágrimas, al igual que no sentía mi corazón palpitar.

«Esto...» Las ilusiones... se estaban volviendo más frecuentes y en una parte lo amaba, pero en la otra lo odiaba porque eran falsas o simples recuerdos pasados. Necesitaba algo más real y presente.

La necesitaba.

-------------

Fin del Cap. 5 (El pensar de las personas)

Contenido de la carta:

┌───────────────❥─────────────────┐

Las gotas de la lluvia, la brisa del verano y el frio del invierno, son estaciones que te gustan disfrutar todos los años que pasan.

Cualquiera otra persona disfrutaría de solamente una de esas, pero tu... las amas todas. Así... como yo amo todo de ti.

Tu sonrisa y risa. Tus caricias y abrazos. Y tus besos y tu voz. Son lo que más adoro de ti.

Tu voz...

No sabes cuánto extraño escucharte decir aquellas palabras animadas; esos titubeos cuando hacía algo lindo para ti frente a muchas personas; y esos sonrojos... ¡Dios! Eres la mujer más hermosa que extraño y anhelo con todo con mi corazón cada día de mi vida.

Extraño cada cosa de ti, hasta lo que es considerado lo más mínimo.

Sin duda, eres al amor de mi vida.

└────────────────❥──────────────────┘

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro