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PALABRAS

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Diana Cavendish Pov

«Un baile...» Encontrarme ahora mismo en un baile de lujos obligada por mi tía, no era uno de los "mejores días" que había tenido. Las personas conversaban alegremente como de costumbre; nada lo diferencia de un baile común y corriente. El ambiente se sentía tranquilo con la música de piano, pero estar rodeadas de gente de mi mismo estatus me creaba disgusto. Sinceramente, prefería estar en mi casa en esa noche, degustando mi paladar con uno de los exquisitos vinos que guardaba.

No necesitaba la compañía de mujeres que se habían acercado a hablarme con intenciones de pasar un rato en su "casa", o debería decir: mansión. Algunas personas millonarias tenían el hábito de querer dar a conocer su riqueza, haciendo cosas extravagantes.

Y honestamente, no me había puesto a mirarlas detalladamente cuando me dirigían la palabra, ya que su rostro no era de mi interés. Y actualmente tenía a una al frente de mí hablándome de que apellido familiar pertenecía.

—¿Estás escuchándome? —me preguntó ella con una sonrisa curva.

—Claro —dije cordialmente, y luego le di un sorbo a mi trago.

—No te he visto con alguien antes. ¿Estás soltera?

—Desde hace diez años —contesté con el mismo tono anterior.

«Estos temas, me agotan.» Necesitaba regresar a mi casa; necesitaba hacer el hechizo, puesto que, no podía saltarme ni una sola noche si ya lo había empezado; esa era otras de las reglas que debía cumplir al pie de la letra.

—¿Diez años? Vaya, eso es mucho tiempo.

—Sí. Y no me encuentro interesada en alguien más —aclaré.

Le di un largo trago a mi vino, dejando mi copa vacía. Carraspeé después de acabar sintiendo el líquido aun quemar mi garganta. La sensación que dejaba era agradable; me había acostumbrado con el tiempo hasta que llegó a gustarme.

—Es una lástima —dijo ladeando su cabeza hacia un lado.

—Para mí no.

—¿Y quién era la afortunada? —me preguntó con curiosidad.

—No quiero hablar de eso. Me retiraré. Si me disculpa.

—Adelante, fue agradable hablar contigo.

«No diría eso si la hubiera tratado como a los empleados de mi hospital.» Simplemente había actuado con cortesía. Caminé hacia la salida llamando la atención de algunos invitados que estaban, en lo que anteriormente era mi mansión, aunque aún me pertenecía, Daryl era la que le había dado el mantenimiento en todos estos años.

Un joven con un traje elegante que llevaba una bandeja de copas en la palma de su mano pasó a mi lado y aproveché para intercambiar mi copa vacía por una llena.

«Beber no me matara.» La sobredosis en el cuerpo era algo manejaba y resolvía gracias a la magia; las pociones también habían sido de gran ayuda y poseía algunas en mi hogar para cuando sintiera esos síntomas.

Pronto llegaría el invierno. Y dentro de poco las casas estarían decoradas de esos adornos navideños que tanto les encantaba poner la muchedumbre. En mi caso, dejé de hacerlo desde hace diez años. El espíritu navideño desapareció junto con mi felicidad. A Akko, le encantaba decorar nuestro hogar con esas cosas; siempre había un árbol y todos los años le ayudaba a colocar los adornos que llevaría.

Gracias a nuestro presupuesto y estabilidad económica, Akko pensó que era buena idea darle regalos a todos nuestros conocidos como muestra de ''amistad''. Debía admitir que esos regalos tenían su costo, pero con tal de complacer los deseos de mi amada esposa, no puse ninguna objeción.

Me preguntaba... ¿A que recuerdo de mi pasado me llevaría esa fría y solitaria noche?

.

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Quité mi chaqueta y permanecí con mi camisa blanca de botones. Me dirigí a la nevera y agarré una de las diez botellas que tenía frías para beberla. La destapé con agilidad y empecé a beber sin ningún control. Al pasar los minutos me empecé a sentir mareada, pero mantuve mi vista en el reloj de mi salón, manteniendo también mis pensamientos firmes en lo que debía hacer dentro de unos minutos.

Esperaba pacientemente a que fuera la hora de realizar el hechizo, ya que había asistido a un baile y no dure más de dos horas cuando me retiré. El ambiente, me asfixiaba.

Mi celular sonó más de una vez, pero no me molesté en contestarlo. Me imagine que posiblemente era mi tía requiriendo mi presencia para presentarme a más mujeres de las que no estaba interesada. O tal vez era el hospital con otra emergencia que atender, sin embargo no quería ocuparme de alguien en ese momento.

Estaba ocupada y, simplemente... esperaba a que fuera la hora.

El silencio dentro de mi hogar sin ninguna luz encendida ayudaba a que mis sentimientos de dolor fluyeran con tranquilidad, dejando también que las lágrimas en mis ojos mojaran mis mejillas sin preocuparme de esconderlas. Estar en mi casa, era reconfortante, pero doloroso a la vez. La mayor parte de mi vida la tuve en ese lugar con el amor de mi vida. Sus cosas actualmente se encontraban guardadas en otra habitación que poseía distanciada de la mía.

Jamás me desharía de sus cosas, eran importantes; las consideraba muy importantes. No obstante a ese lugar no me atrevía a entrar, ya que sin necesidad de estar a dentro, sentía como mi vida cada vez vale menos. Perdí la razón para seguir y mi apellido no ayudaba en nada. Eso, era una obligación, no algo que quería.

Caminando entre balanceos llegué a la bodega, me puse en peligro de caerme debido al mareo, pero... no importaba que tan ebria me encontrase, aunque consideraba que, en realidad, no estaba tan consumida en el alcohol; mis pensamientos aún estaban algo cuerdos y haría sin falta el hechizo.

Akko, estaba esperándome y no pensaba tardar un segundo más.

Agarré una de las ocho cartas restantes en la mesa situada en una de las esquinas. Me apoyé con mi mano izquierda para mantenerme de pies y limpié de manera acostumbrada las lágrimas en mis mejillas. Seguidamente tomé la varita, cerré fuertemente mis ojos y sacudí mi cabeza en un intento de esparcir ese mareo. No obstante no funcionó y con dificultad me coloqué en el centro del círculo.

—¡In tergum...! —exclame, extendiendo mis brazos a los lados—. ¡Tempus!

Un brillo de color verde desprendió enseguida. Cerré nuevamente mis ojos sintiendo el fuerte viento mover mi ropa y cabello, e... inconscientemente sonreí.

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«¿Japón? Supongo que el hechizo no tiene limitaciones con la distancia.» Además, estaba nevando. El frio en ese momento se había vuelto mi peor compañía. Necesitaba cambiar mi apariencia a un animal que pudiera soportarlo mientras me dedicaba a buscarla.

Exhalé soltando vapor por mis labios y, seguidamente susurré el hechizo que cambió mi apariencia a un zorro albino.

Empecé a caminar un poco aturdida en la nieve con la carta en mi boca. Parpadeé varias veces intentando concentrarme, pero parecía que el mareo anterior aun no me había abandonado por completo.

—Mira mami, un zorro borracho.

«¿Borracho?». Eso me había ofendido.

—¿En estos lugares? Es impresionante.

«¿Mi andar da esa idea?». No sentía que estuviera caminando mal. Era cierto que me bebi una botella, más el vino en el baile, pero no era para tanto. Gruñí frustrada ignorando las miradas de las personas curiosas y comencé a ver mi entorno tratando de recordar en que recuerdo me encontraba.

La primera vez que viajé a Japón con Akko, fue para visitar a su familia «Y...» Bueno, no recordaba mucho en ese momento acerca de las cosas que hicimos; mi mente estaba un poco nublada. Supuse que encontrar a Akko en la multitud de personas que se hallaban en la plaza, sería más difícil que las otras veces.

Simplemente... suspiré.

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No sabía cuánto tiempo había estado dando vueltas en el mismo lugar, pero estaba empezando a cansarme, e incluso mi pelaje no ayudaba tanto con el frio como había pensado y eso me provocaba más estrés. Al menos, mi mareo había disminuido un poco.

—¿Un zorro? ¿En estos lugares? ¿Estaré en mis días de suerte? —dijo una voz a mis espaldas que reconocí de inmediato.

Al sentir sus manos tocar y alzar mi pequeño cuerpo, rápidamente con mis patas oculte mis ojos. Mi cuerpo empezó a temblar de miedo y tristeza, sintiendo también un fuerte escalofrió desagradable. Pequeños chiquillos guturales escaparon de mí y el estremecimiento de mi cuerpo aumentó al contener esa... fuerte necesidad de restregar mi mejilla contra ella.

—Lo siento... ¿Te estoy haciendo daño? —Me preguntó arrepentida, dejándome nuevamente en el suelo—. Que extraño... Tu pelaje...

Antes de que notara los mechones verdosos de mi cabello, escupí la carta y empecé a correr sin mirar atrás. Las diminutas lagrimas que comencé a derramar desaparecieron con el viento de la velocidad que estaba utilizando para huir.

Al encontrarme lo que parecía un lago congelado, me detuve cerca de una banca cubierta de nieve. Dejé caer mi cuerpo en el suelo para descansar y tranquilizar mi respiración agitada. La nieve que acaparó la mitad de mi cuerpo tumbado, creó esa sensación de conformidad que no imaginé sentir alguna vez después de mi trágica perdida. Sin embargo, agradecí internamente que desapareciera ese pequeño malestar físico y mental; no obstante, mi mente daba vueltas a algo en específico.

«Sus manos... me tocaron.» No había sentido su tacto desde hace... diez años. Como extrañaba que las yemas de sus dedos tocaran mi delicada piel, pero en esa vida... respirabas, y la realidad era que estabas muerta.

No podía conformarme con ese tacto, ya que no era suficiente... Cuando volviera no estarías esperándome con esa deslumbrante y típica sonrisa que alegraba mis días.

''¿Que sucedió?''

''No lo sé...''

''Lamento esto, Diana. Pero levántate, te ves ridícula en esa posición fetal.''

''Vete...''

''Debes ir a trabajar.''

''¡Largo!''

Las palabras frías de Daryl, las empezaba a recordar claramente. Creía que, para ella, fue más satisfactorio que desaparecieras de mi vida, aunque no lo demostró y tampoco lo dijo, pero así me pareció porque tu presencia no era agradable para ella.

¿Qué harías si la persona que más amaste te abandona? Pero no con palabras, sino, de la manera que nunca esperabas que sucediera. Luego la encuentras y lo primordial que hacía funcionar todo tu organismo reacciona bruscamente. Tu corazón se rompe y tu cuerpo y mente se congelan, no teniendo idea de que hacer. Después, al comprobar que en realidad se había ido... quieres matarte; quieres tomar su lugar; quieres averiguar qué ocurrió; quieres encontrar al culpable; quieres desaparecer; quieres llorar y eso sería lo único... que haces. Llorar horas y horas, pero bien sabías que eso no la traería de regreso.

Seguidamente pasan los días, asistes a su funeral y recibes las palabras de consuelo de todas las personas que fueron a ver a la persona que amaste y aun sigues amando en la actualidad. Tu mente se dispersa totalmente de las cosas que alguna vez fueron buenas. Pierdes la sonrisa que constantemente se dibujaba en tus labios; pierdes las expresiones de tu rostro y sólo te quedas con una; pierdes a las personas que considerabas tus amigos; pierdes el color del mundo que te rodeaba; pierdes el conocimiento del significado del abandono; pierdes esos sentimientos que identificaban a una persona como... ''humano''.

Al irse Akko... perdí todo. No tenía a alguien que me quisiera en realidad, estaba sola en ese mundo lleno de personas que amaban el dinero. ''El dinero es vida'', dijo uno. ''El dinero me da de comer, no el amor'' dijo el otro, y así, sucesivamente continuaron dando opiniones. Eso me hizo pensar que ese tipo de gente no había conocido el amor sincero; el de verdad. O tal vez no amaron con profundidad a alguien; o tal vez yo era la débil que no podía dejar de amar y añorar a esa única persona que llenó de alegría, felicidad y comodidad mi vida.

Sin embargo...

—¿Desde cuándo me pongo a pensar en las opiniones de los demás? Es ridículo.

—El zorro habló —susurró impresionada una... ¿niña?

«¿Qué?» Levanté mi cabeza observando a una pequeña niña de aproximadamente cinco años mirándome fijamente. «¿Cuánto tiempo lleva contemplándome? No, espera. ¿Cuándo llego?» No me había percatado. «Y... Espera otra vez.» ¿Seguía en ese recuerdo...?

Miré a mi alrededor y lo aseguré. «Esto significa...» Akko... no había leído aun la carta.

—¡Mama, mama! ¡El zorro despertó!

Suspiré. Supuse que en ningún lugar estaría tranquila teniendo esa apariencia. Me puse de pies, sacudí mi cuerpo para dispersar la nieve y caminé hacia el árbol más cercano. Trepé con agilidad y me acomodé escuchando una suave melodía de una persona cantando.

Don't cry, snowman, don't you shed a tear. Who'll hear my secrets if you don't have ears, baby. If you don't have ears, baby...

Lentamente fui cerrando mis ojos y en un parpadeo aparecí frente a la puerta de mi hogar. Sacudí aturdida mi cabeza y parpadeé más de una vez entrando en conciencia de lo que había sucedido.

«Volví...» Había sucedido más rápido de lo que había imaginado. El vibrar de mi celular en mi bolsillo delantero de mi pantalón negro me tomó por sorpresa, y con extrañez lo despojé para revisar el mensaje que me llegó. Al abrir la carpeta de mensajería, me extrañé aún más al haber recibido un correo electrónico anónimo. Sin embargo, al leer lo contenido quedé impactada.

"¿Quieres ir a cenar esta noche?"

Algo... significativo. «La cena.»

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Fin del Cap. 3 (Palabras)

Contenido de la carta:

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Hubo momentos tan hermosos que compartí contigo, que desearía que hubieran tenido un botón de guardado. Recuerdo cada uno de esos momentos importantes que pasamos juntas; y cada recuerdo actualmente me provoca tristeza y agonía. Sin embargo, antes... me provocaban felicidad y armonía.

Me encuentro apegada a esos sentimientos hermosos que alguna vez sentí, y pienso volver a sentir.

Dime... ¿Sonreirías para mí en este momento? Ya que tu sonrisa... no se puede comprar, pero si provocar.

Te prometo... que te hare sonreír cuando te vea.

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Canción que apareció:
Sia- Snowman. En su versión acústica

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