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EL ARTE DE AMAR

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Diana Cavendish Pov

No era extraño encontrarme en la academia Luna Nova, lo que era extraño era que no podía encontrarte. Además, era difícil camuflarme cuando había una cantidad grande de estudiantes caminando por los pasillos. Con seguridad sabía que la Diana de ese tiempo se hallaba en la biblioteca estudiando.

Recordaba aun cada uno de los momentos que estuviste conmigo, y esté no era la excepción. Sin embargo, te había buscado en aquel lugar que anteriormente me habías dicho, en ese tiempo de mi vida, que estabas. Antes de que me fueras a buscarme a mí para entregarme algo que hiciste con tus propias manos; no obstante, aún no te había encontrado.

Imaginaba en el momento que te viera. Mi corazón seguramente quisiera salirse de mi pecho, porque con tan sólo una simple imaginación no me creía capaz de contener la emoción y felicidad que me crearía. Pero eras una niña; no tenías la edad que poseía actualmente y, aunque quisiera involucrarme contigo por ese sentimiento romántico que nos unía hasta después de la muerte, causaría un problema en el hechizo que tanto me había costado preparar; y no deseaba estropearlo por un impulso de necesidad.

Al menos de eso estaba consciente.

Sin embargo... «¿Estaría mal abrazarte?». Había pasado diez años desde que no veía tu rostro físicamente; había pasado tanto tiempo que no creía poder controlar el deseo de tenerte en mis brazos, aunque fueras una niña; no me importa. Serías Akko, mi Akko. Y necesitaba encontrarte antes de que te toperas con la otra Diana. Así era como debía hacerse, pero... ¿Dónde estabas?

Ese recuerdo en el que me encontraba me creaba mucha nostalgia. Me gustaría volver a ese tiempo y reemplazar a la Diana de ese momento, logrando tomar su cuerpo para tenerte nuevamente a mi lado. Sin embargo, había creado una vida contigo y éramos muy felices. Quería que volvieras a mi actual vida; no valdría de nada que tomara el lugar de mi yo de ese tiempo, si luego te iba a perder otra vez.

Las estudiantes que caminaban por los pasillos las reconocía perfectamente. Eran las que me pedían ayuda en cualquiera materia que se le dificultaba. En el presente no se molestaban en dirigirme la palabra por miedo a cómo las tomara. Siendo sincera conmigo misma, si daba algo de escalofríos con mi mirada seria y compostura firme que poseía la mayoría del tiempo, sin embargo, debía aclarar que me era imposible sonreír con naturalidad sintiendo esa opresión en mi pecho que me hacía decaer todas las noches.

—Las chicas japonesas de esa academia son realmente raras —dijo una de las alumnas.

—Sí, lo sé. Algunas no hablan nuestro idioma, el suyo es completamente extraño —agregó la otra que la acompañaba.

No sabía que opinaban eso de las invitadas que tuvimos. La directora las consideraba un gran aprecio por haber otras brujas que se interesaran en conocer la magia de las demás. La primera visita que hicieron la hizo sonreír más de una vez, aunque siempre era de mantener una sonrisa en su arrugado rostro. Ella, era una buena persona. Lastimosamente falleció dos años después de que me graduara de Luna Nova.

Estaba incomoda. Ser una nutria podía causar estragos en esas estudiantes que se asustaban con lo más mínimo que se cruzara por su camino. No obstante, no podía volverme invisible y pasar a su lado, lograrían sentir mi presencia o peor, llegar a chocar conmigo.

Suspiré profundamente antes de continuar con mi búsqueda. Miré todos los lados mientras mis pequeñas patitas me daban la velocidad que me podían proporcionar. Algunas alumnas me notaron, pero para mi suerte no dijeron nada. Seguí avanzando con prisa hasta que un grito dirigido a mí, me espantó.

—¡Oye!

Me detuve dando un salto con la carta en mi boca. Volteé a verla de reojo causándome escalofríos. Sin permanecer quieta unos segundos más, empecé a correr nuevamente.

—¡Detente!

«¡¿Qué hace Diana en estos pasillos?! ¡Debería estar en la biblioteca! Espera un momento... ¡¿Qué hora es?! ¡¿Cuánto tiempo me he tardado en buscarla?!». Y lo peor era que me había comenzado a seguir. «¡Debo hacer algo y rápido!». No podía detenerme otra vez, y luego decirle mi propósito. Destruiría una de las reglas del hechizo que había hecho para volver a ese pasado de mi vida.

«¡¿Dónde estás Akko?!» Necesitaba recordar más. Encontrar algún detalle que me diera una idea de donde estuvo en realidad esa vez. Quería cerrar mis ojos y entrar en lo más profundo de mi mente, pero no podía.

Sin embargo, no iba a dejar que ese obstáculo me detuviera. Mientras corría me puse recordar ese momento donde me dista un dulce que hiciste por ti misma; recordaba que tus mejillas estaban ruborizadas y no dejabas de hablar de las fallas que probablemente tuviste al hacerlo. Por mi parte lo acepté con amabilidad y lo probé en ese momento. Me maravillé y sorprendí de su sabor; sin duda tenías un buen don para la cocina.

«¡Eso es! ¡La cafetería!»

—¡Detente en este instante!

¿Aún me estaba persiguiendo? Era un poco extraño viniendo de mí propia versión, pero pequeña. Sin duda no me creía capaz de seguir a alguien o algo que simplemente estaba tratando de encontrar a una persona, sin embargo, eso ella no lo sabía y no tenía tiempo tampoco como para ponerme en su lugar.

Mi habilidad en la magia era más propensa que las demás estudiantes; eso era obvio y no demoraría en alcanzarme. No obstante, el animal de caza que me perseguía era un felino blanco con mechones verdosos como los míos y, lastimosamente no podía entrar en lugares pequeños.

Eso me recordó a el único animal que Akko podía convertirse; un ratón. Se veía tan tierna en esa forma que me causaba mucha gracia. Daría lo que fuera por verla otra vez con esa apariencia.

Desvié mi camino, y antes de pasar por un agujero pequeño y estrecho cambié mi apariencia a la de un Hámster. Mis patitas son cortas y disminuyó mi velocidad, pero la trasformación me había ayudado a escapar de la felina. Y gracias a ese atajo, había llegado a la cocina de la cafetería. La carta aun la sostenía en mi boca de un tamaño que me fuera fácil de transportar.

Mis pequeños ojos se abrieron de par en par al verla. Seguidamente, mi corazón se detuvo; mi respiración agitada se calmó al instante y diminutas lagrimas fueron acumulándose. Empecé a temblar, conteniendo esas ganas de llorar; de abrazarla; de decirle cuanto la había extrañado. La necesidad era grande que me empezaba a perder en ella. Demoré unos minutos contemplando en cámara lenta cómo creaba aquel pastel con una sonrisa en su rostro. Algunos duendes pasaban a su lado y la saludaban con amabilidad.

Su cabello castaño largo me provocaba esa sensación de tocarlos, como aquellas noches que se acostaba a mi lado y apoyaba su cabeza en mi hombro. Su pelo y el aroma que desprendía era lo que más me encantaba. Ella aprovechaba esa posición para acariciar mi pecho, o a veces me miraba y acercaba sus labios, para luego de besarme decirme un: ''Te amo''.

Un sonido de un plato romperse me sacó de mi trance. Akko giró a ver quién fue el causante y le ayudó a recogerlos. «Es mi oportunidad», pensé enseguida y decidida inhalando y exhalando en cada pisar para calmar ese deseo.

Bajé entre saltos por unas hoyas y cucharones, encogí mis hombros para que mi presencia no fuera notada. Al llegar al pequeño dulce que preparó y colocó en un plato para que se enfriara, dejé la carta encima en su tamaño normal y con rapidez abandoné el lugar.

.

.

.

«He regresado, ella ya debió haberla leído.» Era de noche y me encontraba fuera de mi hogar frente a la puerta principal a una distancia poco lejos. Observé a las personas caminar por las aceras con una expresión de cansancio. Suavemente suspiré y despojé la llave de mi bata de doctora que sorprendentemente aun cargaba puesta.

«¿Qué fecha es hoy? ¿Cuánto tiempo me tardé?». El hechizo lo había realizado en la noche y, probablemente había vuelto la misma noche o la noche siguiente. Y si era así, debía tener llamadas perdidas de la recepcionista de mi hospital.

«No importa. Entraré y buscaré lo que debe hallarse en algún rincón o lugar de mi casa.» Así sabría si lo que hice había funcionado.

—¡Diana!

«Oh no...» Exhalé cansada reconociendo esa voz.

—Amanda —saludé con desinterés.

«Quiero entrar a mi casa.»

—¿Nos vamos?

—No —dije con neutralidad, entendiendo a lo que se refería. Me di la vuelta e ingresé a mi hogar.

«Esas fiestas...» Debía dejar de asistir a esos lugares que lo único que hacían era quitarme tiempo, sin embargo... al encontrarme dentro de mi casa vacía con las luces apagadas, nuevamente ese recuerdo me hizo apretar mis puños con fuerza y morder mi labio inferior.

''Akko...''

''Akko...''

''Akko...''

''Despierta.''

Esas fueron las palabras que decía entre susurros con su cuerpo sin vida acostado en mi regazo. Suplicaba por su vida y deseaba estar en su lugar o haberme ido con ella. Esa noche no llamé a la policía enseguida para que revisara el cuerpo, estuve horas abrazándolo no queriendo separarme de ella. Pero, una llamada me hizo hacer lo que tenía que haber hecho al encontrarla.

Exhalé con fuerza dejando escapar un fuerte quejido para aplacar el dolor en mi pecho. Caminé con lentitud hasta llegar a mi habitación y como si fuera real... contemplé otra vez su cuerpo tirado en el suelo. Caí de rodillas con lágrimas en mis ojos y mis manos caídas a los costados, sintiendo temblar ligeramente mis dedos. Levanté la cabeza y cerré mis parpados dejando que ese sentimiento de dolor me consumiera de nuevo.

Mi mandíbula se hallaba tensada, y mis manos y labios aún recuerdan el tacto de su fría piel. Los de ella no tenían color, pero aun así la besé, no dándole importancia a la sangre seca que tenía en su comisura.

«Tu sangre... era mi sangre.» Eras una Cavendish, comenzaste a llevar mi apellido después de haber firmado esos papeles. Te veías tan feliz que me regalaste la mayor sonrisa y declaración de ese día.

''Te amo.''

¿Qué más podía desear en esta vida? Sentía que lo tenía todo contigo, pero ahora, ni el dinero y el alcohol podía llenar el hueco de mi corazón. Mis heridas en las muñecas y nudillos eran una clara muestra de lo mucho que había sufrido; creí que haciéndome daño lograría calmar ese dolor; y lo hizo, pero por un tiempo limitado que no fue suficiente.

Me encontraba sola; había estado sola diez años. No tenía nada; todo lo que creí haber tenido algún día lo perdí con tu ida. Se sentía tan... frio y solitario. A veces mis pensamientos quedaban en blanco, pero el dolor no desaparecía. Miraba a veces en ciertas ocasiones un punto fijo, pero significativo de mi casa cuando mi conocimiento se había perdido en el alcohol.

Abrí lentamente mis ojos soltando un poco de aire frio de mis labios entreabiertos. Un pequeño brillo captó mi atención. Arqueé extrañada una ceja, y con esfuerzo me puse pies. Caminé con dificultad por el aturdimiento que me provocaba aquel dolor más los recuerdos. Parpadeé confusa mirando un pequeño dulce en un plato blanco de vidrio encima de una mesa que se encontraba cerca de la ventana donde entraba la luz nocturna.

Limpié mis parpados con las mangas de mi bata para examinar con más claridad lo que estaba frente a mí. Mis lágrimas acumuladas opacaban aun un poco mi vista.

Me sorprendí al instante y quedé pasmada al reconocerlo. ''Algo... significativo...'' Un quejido grave escapó de mis labios y otra vez la lagrimas empezaron a salir. Guie una mano a mi pecho agarrando con fuerza mi camisa en esa zona, e incliné mis rodillas con mi mirada en el suelo.

Cerré mis parpados y un grito de agonía y alivio escapo de mis labios. «Funciono...» Sonreí con esfuerzo y bajé mi cabeza. «Falta poco... mi amor.»

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Fin del Cap. 1 (El arte de amar)

Contenido de la carta:

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Eres bonita, ¿Te lo han dicho antes? Eres aún más bonita cuando sonríes, ¿Te lo han dicho también? Entonces, déjame decirte algo que otros probablemente no te han dicho.

Tus ojos son unas encantadores esferas rubíes que me atraparon con tan sólo una mirada.

Gracias a ti he conocido aquel sentimiento llamado amor.

Sé que donde te vayas nuestros corazones seguirán juntos; sé que el amor que me has hecho sentir nunca desaparecerá de mi corazón. Eres esos latidos en mi pecho que necesito que palpiten para poder vivir y, aunque te hayas ido de mi lado, mi amor por ti no cambiara, nunca.

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