
━━━━𝕮𝖆𝖕 𝟎𝟕
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𝟎𝟕━━━━full explanation and memories
Dar explicaciones sobre algo fuera del tema que fuera, para Dione siempre había sido difícil. No era una persona muy abierta en cuanto a sus sentimientos si no era con sus amigos más íntimos, como Regulus, Hydra, Crystal y Estela. Y tener que explicarse ante cinco personas que no tenían absolutamente ningún conocimiento sobre tus motivos para realizar un acto, era realmente complicado. Tanto James como sus padres y sus mejores amigos no tenían ni idea de su historia, sin contar a Hydra. Esperaban con ansias la explicación sobre porque había sido tan despreciable con ellos.
Después de llegar a casa de los Potter, Dione pidió a Dumbledore que convocara a Remus y Peter para darles la explicación. A pesar de que Sirius sabía una pequeña parte de la historia, había detalles de los que no era conocedor.
Porque para qué mentir. Los merodeadores habían sido la mayor diana de las burlas de su círculo de 'amigos', simplemente por el hecho de que sus grupos eran rivales. Y a pesar de que muchas más personas habían sufrido de sus insultos y desprecios sentía que a quien de verdad debía darle explicaciones era a los que más habían recibido. Por más que eran capaces de disimular muy bien, ella sabía que sus insultos les hacían daño, porque ella también recibía y aunque trataba de ignorarlos, dolían horrores.
¿Y Chiara? A ella la había mandado a dormir porque no quería que volviera a escuchar el relato y sufriera por ella. Y además, era consciente de que su hermana pequeña también necesitaba descansar después de todo lo que había sufrido gracias a sus padres.
Al ver lo angustiada que estaba Dione, Hydra se levantó. Estaban todos sentados en la mesa del comedor esperando a que la chica les diera las explicaciones que ella creyera convenientes para aclararles las cosas. La melliza de Sirius la cogió de la mano y se la llevó al pasillo para intentar calmarla.
—Hey Di —ella miraba sus manos con las que jugaba con nerviosismo, Hydra se las cogió y las acarició con el pulgar tratando de darle consuelo—. Oye cariño, tienes que estar tranquila. Sé que no es fácil confesarte ante ellos. Creeme que yo también sentí lo mismo cuando un año después de Sirius me uní yo y tuve que darles explicaciones sobre mi comportamiento hacia ellos, quería que fueran mis amigos. Y aunque tu finalidad no sea la misma que la mía, yo estaré contigo, Sirius también lo estará —Dione le dió una mueca de desconfianza ante la última afirmación. No es que no confiara en él, sino que él le demostró que no confiaba en ella—. Entiendo que estés enfadada con Sirius, pero está intentando demostrarte lo arrepentido que se siente. Dale una oportunidad.
Dione negó con la cabeza— Va a tener que currárselo más para conseguir mi perdón. —Hydra asintió sin soltar sus manos.
—Está bien. Pero no cambiemos de tema. Aquí lo importante es que tienes que estar tranquila. Aunque sean unos testarudos son bastante comprensivos y empáticos cuando se lo proponen, y a pesar de que eso no suceda muy a menudo, yo creo que cuando les cuentes tu historia sí lo serán. —Dione abrazó a Hydra agradecida.
Eso era algo raro de ver que ella y su hermano, pero ambos tenían un lado maduro que sacaban cuando sus mejores amigos lo necesitaban de verdad, siempre sabían cómo animarlos. Cuando se separaron por fin del abrazo, Dione le dió un asentimiento y ambas volvieron al comedor donde todos las esperaban susurrando cosas entre ellos. Sirius evitaba responder las preguntas que le hacían sus amigos, porque era algo que le correspondía a Dione resolver, pero sobre todo, porque no a la mayoría no podía encontrarles respuesta.
Ella se sentó en el extremo de la mesa para que todos pudieran verla durante su relato. Respiró hondo. Esto era más difícil de lo que pensaba, sin embargo se obligó a no pensar, a no comerse la cabeza y a soltarlo todo para al fin vivir con menos peso sobre sus hombros. Porque aunque no la creyeran o no la llegaran a perdonar, su conciencia estaría tranquila.
—Para empezar quiero agradeceros que me deis la oportunidad de daros una explicación. Sé que he me he comportado de una forma horrible con vosotros durante estos años. —nadie respondió, sólo Hydra le cogió la mano y le dio un ligero apretón.
Sirius no se atrevió, sabía que no podía siquiera darle un abrazo, no hasta que consiguiera su perdón.
»Hasta que cumplí los doce debo admitir que yo sí creía en la supremacía de sangre. Incluso durante mi primer año llegué a insultar y despreciar a mi hermana por ser una traidora de sangre, pero irónicamente ese mismo año yo me convertí en una —su mirada estaba fija en la madera de la mesa. No se atrevía a soportar las miradas de desprecio con las que creía que la miraban, aunque la verdad era que lo único que reflejaban los rostros de la mayoría era de sorpresa—, todo gracias a Liam Denbrough. —la nostalgia le invadió, gracias a los centenares de recuerdos pasando por su mente, lo echaba mucho de menos aún después de cuatro años sin verlo.
»Él era un muggle, no sabía nada del mundo mágico, ni siquiera sabía que significaba la palabra muggle —sonrió ligeramente recordando la cara de confusión del chico cuando escuchó aquella palabra—. Nos conocimos en un parque que había en el pueblo en el que antes vivía. Me habló cuando yo estaba en unos columpios muggles, y no le hice caso por obvias razones, pero él insistía en hablar conmigo. Siempre que nos encontrábamos en el parque, a pesar de que lo trataba mal, se empeñaba en querer ser mi amigo. Me di cuenta de que seguía yendo al parque porque en realidad sí que me agradaba, porque desprendía una energía contagiosa, era un rayo de luz, emanaba alegría allá por donde pasara. Era algo que envidiaba de él —arrugó la nariz sin borrar su sonrisa—. Se volvió mi mejor amigo unas semanas después de ceder ante sus encantos. Y después de hacerme amiga suya le pedí perdón a mi hermana. Obviamente todo esto lo hacía a escondidas de mis padres —miró a Hydra con una ceja alzada y ella le guiñó el ojo con diversión—. Chiara me hizo darme cuenta de que en realidad solo era supremacista porque tenía celos de los nacidos de muggles, sólo porque yo llevaba toda mi vida criada entre la magia y luego llegaban ellos y eran mejor que los sangre pura. Ella me hizo ver que no era verdad. Que las capacidades de uno no dependían de su origen si no de uno mismo. Y que vinieran de donde vinieran todos podríamos lograr grandes cosas. Tenía toda la razón. Me costó mucho darme cuenta por lo testaruda que soy. —esta vez los miró a todos con una sonrisa tímida de labios apretados. Vió que la señora Potter sonreía de oreja a oreja y su esposo tenía una una ligera sonrisa.
»Antes de conocer a Liam, Evan Rosier era mi mejor amigo, pero cuando me encariñé con él, me di cuenta de que Evan no había sido tan buen amigo, que yo no le importaba y que solo se juntaba conmigo por conveniencia, así que corté lazos con él, evidentemente se enfadó pero no me importó. Un día me siguió hasta el parque sin que me diera cuenta y me vio con Liam. Se acercó a nosotros y le hizo preguntas a él, que evidentemente no supo responder porque no sabía nada del mundo mágico. En ese momento no sabía qué le pasaba a Evan, era muy ingenua. Sin embargo, al día siguiente lo supe. Él se lo había contado a mis padres, intenté convencerlos de que era mentira pero mi madre sabe legeremancia y no sirvió de nada. Me castigaron, pero no de una manera convencional. No me mandaron al cuarto, o me quitaron alguna pertenencia con la que pudiera entretenerme durante el castigo.
Se le quebró la voz por completo y retuvo las lágrimas tanto como pudo. Recordaba cada detalle de ese día, como olvidarlo. Fue el peor momento de su vida, solo quería morir en ese instante. Hydra apretó más su mano y le dijo que no debía retener más sus sentimientos porque llevaba mucho tiempo haciéndolo. Y eso no era sano. Esta vez, a pesar de que las lágrimas brotaban de sus ojos, en su mirada solo había rabia y rencor. Nadie sabía qué decir. Solo Hydra, Regulus y Chiara sabían de lo sucedido, ni siquiera Sirius tenía conocimiento de ello dada su ausencia en la vida de Dione desde los doce años.
Dione se quedó estática y con la mirada perdida. Se le cortó la respiración y el aire abandonó sus pulmones. Las escenas pasaban por su cabeza como una película de horribles recuerdos.
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Dione estaba muy asustada. Su padre estaba sentado en la silla de su oficina sosteniendo un vaso de Whisky de Fuego. Él había insonorizado la habitación y por eso ella estaba temblando de miedo. No sabía lo que sucedería, nunca había hecho nada para que sus padres se enfadaran.
—Dime Dione. ¿Por qué te juntabas con ese muggle?
No respondió, no podía responder. Las palabras no le salían de la boca, no sabía qué decir para que él no se enfureciera más. Pero pasó todo lo contrario. Se levantó de la silla, se acercó a ella y le pegó una bofetada en la mejilla logrando que las mejillas de su hija se llenaran de lágrimas. El pómulo ardía como los mil demonios, le había pegado fuerte y los anillos que adornaban sus manos solo aumentaba el dolor.
La paciencia de Giovanni era prácticamente nula, al igual que su cordura, por lo que no preguntó más. Sacó la varita de su bolsillo no dijo nada más antes de conjurar el hechizo e hizo caso omiso a las súplicas y gritos de su hija, simplemente murmuró el conjuro pensando que así su primogénita no lo desobedecería de nuevo, ni lo dejaría en evidencia frente a otras familias de gran estatus socioeconómico del mundo mágico.
—Crucio.
Un grito desgarrador salió de la garganta de Dione, cayó al suelo y se retorció de dolor. Todo su cuerpo ardía, sentía como los músculos se le tensaban causándole un dolor indescriptible, notó cómo su sangre comenzaba a bombear más rápido y como algunos huesos se partían en dos mitades. Se quedaba sin aire, su pecho estaba siendo oprimido y sentía como si su cabeza estuviera siendo aplastada lentamente.
No sabía cuanto llevaba así, había perdido la noción del tiempo, lo único que le importaba era que el dolor parara. Solo quería salir de allí, gritaba por ayuda pero nadie la escuchaba. Todo el mundo en esa casa estaba tranquilo y sereno, pero ella estaba allí tirada en el suelo retorciéndose en el suelo intentando huir. Sin embargo, nadie iba a ayudarla.
La mayoría del dolor cesó de golpe, excepto el de los huesos rotos. Tenía la vista nublada y estaba casi inconsciente.
—Así aprenderás a no desobedecerme. Y si hay próxima vez no serán solo quince minutos.
Solo habían sido quince minutos. Y ella pensando que llevaba horas ahí. Ni siquiera tenía fuerzas para llorar ni para gritar. Solo se quedó tumbada en el suelo sintiendo el mayor dolor de su vida esperando a perder la consciencia para poder tener algo de paz.
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Salió de su ensoñación al darse cuenta de que Euphemia se había situado a su lado y le había agarrado de las mejillas tratando de devolverla a la realidad. Subió la vista y vio a la señora Potter llorando y mirándola con pena. Nadie sabía lo que había pasado para que Euphemia reaccionara así, solo estaba intentando sacar a Dione de su ensoñación.
—Mamá qué sucede. Por favor dilo. —James estaba desesperado y preocupado por su madre al igual que su padre quien intentaba calmar a su esposa.
Ella solo se separó de Fleamont —quién se había levantado para acariciar los hombros de su esposa tratando de calmarla— y abrazó a la joven.
—Lo siento mucho pequeña —ella frunció el ceño sin separarse del abrazo—. Lo he visto todo —le confesó apartándola ligeramente para mirarla a los ojos y acariciar sus mejillas. Dione la miró con confusión, nunca había recibido tanto amor maternal en tan pocos segundos. Más bien nunca había recibido ese tipo de cariño.
»Sé hacer legeremancia. Y al verte sin reaccionar quería saber que te pasaba —le acarició las mejillas a Dione—. Todo en tu cabeza era tan detallado que prácticamente he podido sentir el dolor que sufriste —la volvió a abrazar más fuerte—, Merlín pequeña, eso no lo debería vivir una niña de doce años.
—Cariño, qué sucede. —le preguntó su esposo.
La mujer miró a la joven buscando su aprobación al ver que ella no le salía la voz. La chica asintió y la madre de James miró a todo el mundo para dar una respuesta.
—Ella sufrió algo peor que la muerte.
—¿Hay algo peor que la muerte? —preguntó James.
—La maldición cruciatus. —respondió su madre.
Dione por segunda vez en el día se desmoronó por completo. Se sentó de nuevo en la silla y cubrió su boca con la mano mirando al suelo. Hasta que sintió unos brazos rodeando sus hombros y sentándose en su regazo. Era Hydra, que se limitó a no decir nada y con una mirada perdida solo se dedicó a abrazarla y ella no se negó, lo necesitaba más que nunca.
La castaña quería asesinar a los padres de Dione en ese mismo instante. No obstante, sabía que eso no arreglaría nada más que su sed de venganza, así que se contuvo. Los demás no sabían qué decir, por muy mal que los hubiera tratado y sin aún saber el motivo por el que lo hacía, jamás desearían que le sucediera tal atrocidad a Dione.
Sin separarse del abrazo y con la respiración más calmada, Dione habló.
—Lo siento chicos, de verdad que lo siento. Siento haber sido tan mala persona con vosotros de veras lo siento. Pero todo tiene un motivo y ese era mi hermana. —sin poder decir muchas más palabras sin comenzar a llorar, le pidió a Hydra que siguiera contando la historia por ella. Sentía que no podía seguir hablando por mucho tiempo sin derrumbarse por completo, así que le cedió el turno a Hydra que sabía la historia tan bien como ella.
Les contó sobre su plan, sobre su doble identidad y lealtad hacia Dumbledore. Y durante el relato Dione se quedó dormida sobre el hombro de Sirius, no aguantaba más, no podía luchar contra el cansancio que sentía. Necesitaba cerrar los ojos e intentar olvidar la escena que había recorrido su mente unos instantes antes. Decidió que era hora de descansar, después cinco años de noches sin dormir completamente se permitió un lujo que llevaba tanto tiempo esperando.
Los pensamientos de los Merodeadores sobre Dione cambiaron. Al principio no se fiaban de su palabra y no lo hicieron hasta lo sucedido con Euphemia, la mujer que los trataba como unos hijos y a la que le confiarían la vida, y nunca dudarían de su palabra.
Ninguno sabía lo que sucedería al día siguiente. Sin embargo, pasara lo que pasara no se opondrían a ello. Lo que sí sabían, es que a partir de ese instante cambiarían muchas cosas.
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