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━━━━𝕮𝖆𝖕 𝟎𝟔

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𝟎𝟔━━━━the day of freedom

Giovanni y Mariella De Armas definitivamente sabían cómo intimidar a la gente.

Dione estaba muy nerviosa y eso ellos lo sabían aprovechar a su favor. Ellos no querían que su hija heredara la fortuna a tan temprana edad. Sin embargo era una tradición de cientos de años que los De Armas no estaban dispuestos a romper. Muy a su pesar debían seguir con la tradición. Solo se podía romper si el heredero no quería la fortuna o deshonraba a la familia; nadie lo había hecho hasta la fecha y Dione no estaba dispuesta a sucumbir a las propuestas de sus padres después de dieciocho años de esfuerzo y sufrimiento para al fin poder ser libre. Ellos no querían que ella heredara la fortuna porque no la veían capacitada para hacerse cargo de ella. Según su padre, era una adolescente que todavía no sabía lo que era ser responsable, pero sobre todo porque era mujer. Su madre a pesar de que sabía lo poderosas que eran ella y su hija, estaba de acuerdo en cuanto a dejarle la fortuna se trataba, no creía que estuviera capacitada para hacerse con tal responsabilidad a tan temprana edad, además de que jamás le llevaría la contraria a su marido.

Pero hoy nada podía salir mal.

De su buena actuación y concentración dependía su libertad y la de su hermana. Debía mantener la calma si quería salirse con la suya y huir de esa horrible mansión que ningún recuerdo bueno le traía. Debía mantener el control, debía comportarse tan fría y distante como siempre para dar más veracidad y llevar a cabo perfectamente su plan. Ese que había estado planeando y perfeccionando durante tanto tiempo junto al director Dumbledore.

Había quedado con él y con su hermana en su habitación donde desde ahí se aparecerían en la casa que Dumbledore les había prometido para su protección. Sabía qué familia les acogería, porque a pesar de ser mayor de edad, Albus le dijo que sería más seguro para ellas vivir con una familia que le podría brindar más protección, en vez de quedar ellas solas a su merced. Al principio no sabía si aquella familia aceptaría, porque era consciente de lo que ellos pensaban de ella. Pero se sorprendió cuando Dumbledore le dijo que aceptarían acogerlas con la condición de tener explicaciones sobre por qué se había comportado así con sus hijos durante tanto tiempo. Al principio pensó en no hacerlo, sin embargo supo que eso sería algo muy egoísta de su parte, por el simple hecho de que aunque quisiera, no podía defender a su hermana ella sola, y esa familia era lo suficientemente poderosa como para mantenerlas seguras a las dos.

Era de por la tarde pero ya había oscurecido como si fuera de noche.

Sus madre deslizó con lentitud el documento hasta posarlo delante de su hija, intentando que ella cambiara de opinión sobre la herencia. Que ilusa llegaba a ser su madre las veces que un destello de esperanza pasaba por sus ojos cuando quería conseguir algo; parecía no saber que su hija era tan persistente y terca como ella y su esposo. Con toda la confianza que podía aparentar, agarró la pluma, decidida a firmar esos documentos y ser por fin libre como siempre había anhelado.

Empapó la punta del objeto y sin temblar ni un solo segundo firmó donde el documento indicaba, la tinta se volvió dorada por unos segundos a la vez que destellos de luz salían del papel sellando por fin aquel contrato para siempre. La tinta se volvió negra de nuevo y un incontrolable suspiro salió de Dione. Enrolló el pergamino y se lo guardó en el bolsillo interior izquierdo de su abrigo. A pesar de estar en el interior de la mansión el frío podía calarte hasta los huesos.

Cerró los ojos con tranquilidad y sonrió con satisfacción hacia sus padres, quienes la miraban con recelo y la seriedad de un duende del banco de Gringotts.

Sin embargo, esa calma se desvaneció al instante en que una mano se posó sobre su hombro. Era fría como el hielo, lo notaba a pesar de tener una tela cubriendo su piel. Abrió los ojos y vio que la piel de esa persona era muy blanca casi azulada y las uñas eran amarillentas y estaban poco cuidadas. Lentamente se giró para ver a quién pertenecía esa mano y sus peores temores se confirmaron. Pero no dejó de sonreír, no pensaba titubear y mostrarse débil ni un segundo, y mucho menos ante él.

Lord Voldemort la estaba tocando y nunca pensó que esa sería la cosa más aterradora y desagradable de toda su vida. Le revolvía el estómago y le aceleraba el corazón a partes iguales. El miedo invadió su cuerpo. Al notar la vulnerabilidad que estaba mostrando pestañeó varias y miró a sus padres en busca de respuestas a sus múltiples dudas.

—El Señor Tenebroso, ha pensado que sería mejor hacerte la marca tenebrosa ahora que ya eres una adulta. —¿Para eso si la consideraban responsable? Menuda mierda.

Mierda, mierda y más mierda.

Esa era la palabra que sacudía la cabeza de Dione y la que definía perfectamente esta situación. Una puta mierda.

El aire se había ido de sus pulmones y empezaba a marearse. Esto no podía estar pasándole, no a ella. Por un momento pensó que la habían descubierto, pero eso no era posible. Ella había sido muy meticulosa, y la habilidad de la Oclumancia que su madre le había enseñado lo hacía todo más fácil; así que no la habían podido descubrir. Simplemente estaba teniendo la peor suerte del mundo. Había luchado mucho como para ahora acabar con la marca que más odiaba y temía. Sería como retroceder y nada habría valido la pena. No podía permitirse eso. No después de haber soportado toda esa carga y esos malos tratos por tanto tiempo. Pensó rápidamente una solución, y enseguida se le encendió la bombilla. Si Dumbledore y su hermana la esperaban en la habitación podrían huir antes de lo acordado.

¡Eso era!

La esperanza volvió a su cuerpo y al instante recuperó la compostura.

—Me parece bien —sonrió con confianza—. Pero ¿Podríais permitirme ir al servicio un momento? —miró a sus padres rezando a Merlín para que la oyera y la ayudara.

Ellos en cambio miraron al hombre que idolatraban esperando su aprobación. A pesar de poseer una gran inteligencia, Dione sabía actuar tan bien y sonaba tan convincente que no dudó en la veracidad de sus palabras, así que simplemente asintió hacia el matrimonio. Ellos le dieron el visto bueno y ella se levantó con calma para mantener la compostura y no levantar sospechas, eso era lo último que necesitaba. Agradeció al Señor Oscuro con todo el respeto que logró aparentar, recibiendo un asentimiento por parte del mago. Se retiró disculpándose con los presentes, subió las escaleras y una vez estuvo fuera del campo de visión de sus padres y de Voldemort corrió hasta su habitación.

Para su desgracia sus rápidos pasos fueron escuchados por el Señor Tenebroso creando sospechas en su cabeza. Dudando ahora de la validez de las palabras de Dione se levantó sin dar explicaciones y comenzó a subir las escaleras lentamente intentando no hacer ningún ruido.

—Rápido tenemos que irnos antes de que levante sospechas por mí tardanza —nada más entrar en la habitación cogió su maleta y la de su hermana y ella y el director de Hogwarts se giraron a mirarla con confusión en sus rostros—. Tengo el contrato y tenemos que irnos. Quién vosotros sabéis está aquí y ha decidido que sería más conveniente hacerme hoy la marca tenebrosa dado que ya soy una adulta. Así que por favor profesor, vámonos ya.

Dumbledore asintió y les indicó a ambas que agarraran su brazo. Chiara le cogió su maleta a su hermana y cada una con la suya se agarraron al brazo del director desapareciendo al instante de la habitación y en su lugar dejaron una nota que Chiara y Dione habían escrito previamente y que acordaron que la dejarían al marcharse.

Un segundo después de que el pergamino doblado tocara el suelo la puerta de la habitación se abrió y detrás de ella apareció Voldemort, quien confirmó sus sospechas al mirar la moqueta del suelo que pisaba. Agarró la nota del suelo y la leyó con detenimiento. Su rostro no mostraba ninguna emoción, sin embargo la furia recorría su cuerpo. Había perdido a la que sería una valiosa seguidora y la que pensaba que le sería leal. Lo había traicionado y nadie se burlaba de su inteligencia y salía ileso.

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Se aparecieron en el salón de una mansión en el que habían tres personas sentadas en el sofá de la habitación y otros dos estaban sentados en unos sillones individuales. Se giraron al escuchar como unas maletas tocaban el suelo y los tres se sorprendieron. Fleamont y Euphemia porque llegaron antes de tiempo y James, Hydra y Sirius porque no tenía ni idea de que hacían ellos tres en su casa un domingo por la tarde. Miles de preguntas pasaban por sus cabezas y los tres miraron a los adultos en busca de las respuestas, sin embargo, estos solo le dedicaron una sonrisa de disculpa y se levantaron para recibirlos. Hydra sabía que cuando Dione escapara una familia las acogería, no obstante no le dijo quiénes serían.

Dione no aguantó más, se derrumbó ahí mismo siendo arropada por su hermana. Sin fuerza en sus piernas por el terror y el alivio que recorría su cuerpo, se arrodilló en el suelo con la mano en la boca y arrastrando a su hermana con ella, la cual no pensaba dejar de abrazarla.

Tanto dolor reprimido, tanto sufrimiento, tantos gritos, tantas torturas, tanta tensión, tantos llantos... Todo eso había valido la pena. Y tantos sentimientos comprimidos solo causaron que no aguantara más. Debía sacarlo todo ahora que por fin sus ataduras se habían roto y la libertad de poder ser ella misma al fin la envolvía por completo.

Ahora solo tendría que evitar que no dañaran a su hermana, pero sabía que eso no sería tan duro como lo había sido durante todos estos años.

Sirius, Hydra, James y sus padres se acercaron enseguida preocupados por Dione, quien lloraba en el suelo siendo abrazada por su hermana. Ella también la envolvía entre sus brazos con miedo a soltarla y repitiendo lo mismo todo el rato.

—Somos libres Char, somos libres al fin —finalmente se separó de su hermana y le agarró de las mejillas para limpiarle las lágrimas. Se miraron con alegría irradiando de sus ojos y juntaron sus frentes. Dione le dio un beso en la sien y la volvió a abrazar con fuerza.

—Al fin todos podrán ver a la Dione que Hydra y yo conocemos. —las palabras de Chiara lograron sacarle algunas lágrimas más a su hermana que aún así no borraba la sonrisa. Dione miró a Hydra. Ella y Euphemia se agacharon frente a las hermanas y ellas se giraron en su dirección sin romper el abrazo.

—Ahora estaréis a salvo con nosotros. —la señora Potter acarició los pómulos de ambas al ver que más lágrimas caían.

Al fin podían decir que se sentían seguras. Al fin ambas podrían decir que tenían un hogar. Al fin podían decir que a partir de ahora tenían una familia y no debían ocultárselo a nadie, podían gritarlo a los cuatro vientos sin miedo a lo que los demás pensaran. Al fin podrían decir en un futuro que eran completamente felices.

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