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Capítulo 4.







널 어쩌면 좋을까

¿Qué debería hacer contigo?






—Por favor, Jimin—Seokjin abultó su labio inferior. Ya se le habían acabado las ideas, Jimin no tenía remedio.—Sabes que no podemos salir solos...

—Siempre he salido solo.—Argumentó, cargando su pistola antes de esconderla entre sus pantalones.—No te martilles la cabeza pensando en si ocurrirá algo o no, hemos vivido toda nuestra vida de esta manera, ¿Por qué te preocuparías ahora?

—No lo sé, tengo algo de miedo por ti. La situación con los motociclistas me tiene los pelos de punta.—Seokjin se sentó sobre la cama, rascando su cabeza.

—Ya lo has dicho antes, soy Kitty Gang.—Jimin guiñó un ojo y tomó su sudadera.—Disfruta tu noche con Nam.

Sin esperar a ver la expresión de Seokjin, salió del apartamento, soltando una pequeña risa en el trayecto.

Y Jin tenía toda la razón esta vez. No porque los motociclistas pudiesen encontrarlos y hacerlos pagar, si no porque Agust D estaba detrás de él. Había decidido guardarse para sí mismo aquel encuentro que tuvo con Agust D y J Hope. Si Seokjin se enteraba, probablemente lo amarraría a la cama para evitar que saliera sin compañía.

Pero Kitty Gang se definía a si mismo como un hombre independiente. Nadie le diría qué hacer, ni cuándo hacerlo. Ni si quiera bajo la amenaza de dos idiotas como J Hope y Agust D.

Una vez más, se aventuró a salir, y pasearse por las calles. Se colocó un gorro, ocultando su cabello dentro de él. Siguió el camino que recordaba de memoria. Lo había aprendido los últimos días, lo llevaría a un bar bastante conocido, donde podría tomar algunas cervezas, y tal vez encontrar a alguien con quién pasar la noche.

—Hola, niño bonito.—Una enorme mano huesuda cubrió su boca. Por instinto, llevó sus manos hasta donde estaba su pistola, cuando sintió algo frío contra su espalda, y el sonido de un arma cargándose.—No, no, pequeño.

Bajó su brazo hasta apresar todo el cuerpo de Kitty, mientras que con su otra mano, presionó el arma contra su sien.

—¿Qué? ¿Vas a matarme?—Se atrevió a preguntar Kitty. No había por qué alterarse, de una u otra forma saldría de esta, y aprovecharía para por fin acabar con la vida de su enemigo.

—Claro que no, dulzura, voy a llevarte conmigo.—Un golpe sobre su cabeza lo llevó a perder la consciencia.

Agust D sonrió en cuanto tuvo al pelirosa sobre sus brazos. Lucía tan adorable e indefenso cuando no abría la boca.

Lo cargó hasta su auto, y lo dejó en los asientos traseros, y condujo hasta su casa. Por los momentos, quería interrogarlo a solas, sin J Hope, y sin su jefe. Es probable que el pelirosa no soltara una palabra, así que tendría que ser cuidadoso a la hora de hablar con él.

En cuanto estuvo dentro de su casa, lo subió hasta una de sus habitaciones, y lo dejó sobre la cama. Juntó sus muñecas, y las envolvió con cinta adhesiva. Repitió el mismo proceso con sus tobillos.

—Vamos, niño, despierta.—Comenzó a impacientarse después de unos extensos minutos, palmeó su rostro con algo de fuerza, hasta que finalmente sintió el rostro del pelirosa moverse ligeramente.

Arrugó sus párpados cuando intentó moverse. Algo presionaba sus brazos y piernas. Todo había ocurrido tan repentinamente que a penas le había dado tiempo de reaccionar. Abrió sus ojos y parpadeó un par de veces antes de poder aclarar su vista del todo. Lo primero que sus ojos ubicaron fueron sus muñecas atadas. Justo cuando estaba por mover su cabeza, para poder ver más allá de la pared tapizada que estaba frente a él, divisó un rostro con una sonrisa divertida.

—¿Hola?—Su entrecejo se arrugó cuando reconoció a Agust D, y sus peculiares ojos gatunos.

—Hola otra vez.—Mostró sus encías arrodillándose a un lado de la cama.—¿Cómo te sientes?

—Como la mierda.—Se removió como un gusano sobre la cama, desesperado por soltarse. Segundos después, soltó un suspiro, enterrando su rostro sobre las sábanas. Debía razonar, retorciéndose no iba a lograr liberarse. Debía mantener la calma si quería salir de allí.—¿Qué es lo que quieres?—Salió más como un gruñido.

—Platicar.—Se encogió de hombros.—No te haré daño. Yo no voy a clavarte una bala en el hombro.

—Lo lamento, pero tú amenazaste con secuestrarme.—Se excusó.

—Y aún así lo cumplí.—Una risa sarcástica salió de los labios de Kitty.

—Entonces...—Jimin relamió sus labios, planteando lo que diría a continuación.—¿Qué planeas? ¿Matarme?—Inquirió. Agust D no soltaba una palabra, solo observaba fijamente su rostro con una sonrisa inquietante.—Habla.

—No estás en condiciones de exigir nada.—Soltó, y Kitty tuvo que respirar hondo y desviar la mirada, reteniendo el impulso de rodar los ojos. Todos decían lo mismo. Todos jugaban con sus victimas hasta que estas pidieran piedad, y soltaran todo lo que sabían. Hasta él mismo lo había hecho más de una vez con una que otra persona que había intentado meterse con él.

Pero él no era una víctima cualquiera. Ni siquiera se consideraba una, tarde o temprano Agust D terminaría cediendo, y sus manos serían desatadas. O lo mataría, cualquiera de los dos sonaba más creíble que Kitty Gang confesando la ubicación de sus amigos y de quien actualmente era su jefe.

—Oh Agust, ¿Y qué? ¿Vas a tenerme aquí? ¿Muriendo de hambre, frío, y sin siquiera tratar de sacarme información?—Kitty rió entre dientes, dándose la vuelta con dificultad sobre la cama, hasta darle la espalda. Agust rió por lo cómico que lucía Kitty intentando girarse.—Idiota.

Escuchó pasos, hasta tener su rostro en frente de nuevo, separando la boca para decir algo, pero el timbre resonando en las cuatro paredes le interrumpió, seguido de el llamado de su nombre. A Kitty se le hizo muy familiar aquella voz, pero no le dio tiempo para analizarla, o siquiera a decir algo más, porque otro pedazo de cinta acabó sobre su boca, impidiéndole emitir alguna palabra sin que fuese distorsionada.

Y si es que Agust pretendía ver al pelirosa gritar en un intento de llamar la atención, no lo conseguiría. El orgullo de Kitty Gang era enorme, y se sentía lo suficientemente astuto para idear un plan, y escapar de aquel lugar.

Agust salió de la habitación, y caminó hasta la puerta principal, abriéndola con un gesto de disgusto, y encontrándose con su compañero con una mueca, y su antebrazo apoyado sobre la pared junto a la entrada.

—Ah, Yoongi, no te creerás lo que pasó...

—Shh.—El rubio lo silenció con una mirada recriminatoria.

—¿Hay alguien más aquí?—Frunció el entrecejo, rebuscando en el interior del departamento.—Lo siento si interrumpí una de tus conquistas, pero siempre tendrás tiempo para follar después de charlar conmigo...—Dio una paso hacia delante, para introducirse en el lugar, pero el brazo de Yoongi se lo impidió.

—¿Qué necesitas, Hope? Estoy algo ocupado ahora...

—Mhm.—J hope relamió su labio inferior, sonriendo pícaramente.—Bien, ve a sumergir tu pene en el hoyo que gustes, después escucharás a tu mejor amigo.

—No hagas una escena.—Agust lo señaló.—Creí que eramos lo suficientemente maduros para saltarnos estas situaciones.

J Hope rió, y se despidió para darse media vuelta, e irse, gritando que le llamaría en caso de que los requirieran en el trabajo. Agust exhaló cerrando la puerta tras él. Pensó durante unos segundos, y finalmente tomó una decisión.

Lo que menos quería era que su secuestrado muriese de hambre, como él mismo lo había dicho. Además, sabía con perfección que Kitty era casi tan experimentado como él, y que por más que se esforzara, torturara, e hiciese gritar de dolor, no lograría sacarle la información que necesitaba. Sabiendo que el niño se haría el difícil, probablemente en unos días acabaría en manos de V, hasta finalmente morir, aún si hablara, o no.

No se complicó demasiado, y solo tomó un trozó de pan que rellenó con carne sobrante en su refrigerador, y se adentró de nuevo en la habitación. Kitty Gang posó sus ojos sobre él, mirándolo con indiferencia.

—¿Hambre?—Cuestionó, y por obvias razones, Kitty no contestó. Agust dejó el pan sobre la mesa de noche, y ayudó al cuerpo del pelirosa a sentarse, apoyado sobre el respaldo de la cama. Despegó la cinta de un solo jalón, Kitty cerró sus ojos por el ardor producido, oprimió sus labios negándose a soltar un quejido.

—¿Dónde está mi arma?—Preguntó repentinamente, cuando Agust D tomó el trozo de pan entre sus manos, para partir un pedazo, y llevarlo hacia su boca.

—Guardada.—Contestó.

—¿Y mi gorro?

—Abre la boca.

Kitty frunció el ceño y gruñó, girando la cabeza hacia un lado, sacudiéndose para apartar el cabello que caía sobre su frente.

—No soy un niño.—Farfulló.

—Bien.—Dejó el pan de nuevo en la mesa, sentándose en el borde del colchón.—No comas, entonces.

—No tengo hambre de todos modos.—Intentó encogerse de hombros, pero a penas fue un leve movimiento de sus brazos. Agust D acarició su propia barbilla, observando detenidamente el bonito rostro del pelirosa. Y recordó la primera noche en que lo vio, creyendo que solo era un simple criminal al que se encontraría de nuevo.

Y así fue, se encontraron de nuevo, pero no del modo en que imaginaba. Si, lo tenía en su cama, pero con las manos y pies atados por órdenes de su jefe. No le sorprendía del todo, pues cualquier hombre armado era una amenaza para su negocio, pero tuvo la esperanza de que ese no fuese el caso del niño pelirosa.

—¿Qué miras?—Kitty enarcó una ceja.—¿Te gusto?

Agust rió. No cabía duda que el niño llamaba demasiado su atención, y era casi imposible para él no aprovecharse de la situación.

¿Por qué no sacarle información y ganarse una noche divertida con el pelirosa?

—Desde que te vi dispararle a aquel hombre.—Pronunció. Kitty enmudeció. Recordando que más de una vez se había topado con el mismísimo Agust D, con la oportunidad de asesinarlo justo frente a sus narices, y las había desaprovechado patéticamente. Cuando Seokjin se enterara, lo más seguro es que recibiera un merecido sermón.

—¿Ah si?—Dijo, después de unos segundos de reflexión. La verdad era que, Agust D no estaba nada mal, y aunque no era exactamente una mujer, para ser un hombre, era atractivo. Y no le importaba en lo absoluto tener que enrollarse con un hombre para salir ileso de ese lugar.

—Sí, así es.—Confirmó, posando su mano sobre uno de los muslos del pelirosa.—¿Qué edad tienes? No creo que seas ilegal, porque de ser así, estaría metido en serios problemas...

—¿Te preocupa cometer un delito?—Se burló.—No sé si lo sabes, pero acostarse con un menor es tan grave como secuestrarlo. De hecho, ¡Un secuestro es mucho peor!—Alzó sus cejas.—Y para tu información, no, no soy menor de edad. Estoy a tres días de cumplir mis veintiún años, y planeo festejarlo con mis amigos.

—Ah, me alegro mucho, pero no creo que alcances a hacer una fiesta encerrado en esta habitación.—Comentó, ladeando su boca en fingida decepción.—Mis veinticinco años los festejé metido en un bar, bebiendo alcohol hasta perder la consciencia.

—Al menos vas a ofrecerme unas copas en mi cumpleaños ¿No? No creo que seas tan desgraciado para no dejarme embriagarme en mi cumpleaños.

—Mmm.—Agust hizo un gesto pensativo.—Puede que te regale una última borrachera, ¿Por qué no? Pero tienes que colaborar, niño.

—¿Última?—Kitty mostró un puchero.—No me digas que vas a matarme después de mi cumpleaños.

—No, yo no voy a matarte—Negó.—pero no creo que mi jefe quiera dejarte ir después de que causaste tantos problemas.

—Aish.—Kitty negó con la cabeza, divertido y entretenido con la conversación. Esto, precisamente, era lo que muchas personas evitaban, porque, ¿Quién quería entablar una conversación con quien se suponía, era el enemigo? En lo poco que había vivido a sus veinte años de edad, casi veintiuno, había aprendido que rogar por tu vida no te llevaría a ningún lado, y mucho menos si tu raptor era un asesino sin una pizca de piedad en su interior, cosa que, la mayoría dentro del mundo del tráfico, robos y demás, eran. Pero en definitiva,las cosas hubiesen sido el triple de sencillas si su anteriores secuestradores hubiesen sido un poco más como Agust D. Odiaba a los hombres apáticos con los que la jodida vida le obligaba a toparse.—Que aguafiestas.—Se quejó.—Es una lástima. Por un momento, me habías resultado interesante.

—¿Qué quieres decir?—Preguntó, intrigado.

—Que creí, tal vez, que podríamos haber llegado a ser socios. Llegar a un acuerdo, y salir por un café para platicar de negocios. Mi jefe ama los nuevos ingresos, eso seguro.

Agust le miró con los ojos entrecerrados.

—No intentes manipularme.—Le apuntó.—No soy ingenuo, y por más que tengas un bonito rostro angelical, y un trasero para morirse, no hay nada que yo pueda hacer para salvarte el pellejo, ni tampoco quiero hacerlo.

—Ya.—Kitty bajó la mirada con una mueca.—De todos modos, este trasero está dispuesto a ti. Si voy a morir, al menos me gustaría una buena follada, ¿O No? Es decir, sé que es mucho pedir, pero creo que nos convendría a los dos.

Agust se mordió el labio, antes de levantarse, y abandonar la habitación. Si seguía escuchando a Kitty Gang, y las voces en su cabeza repetiéndole lo mismo una y otra vez, terminaría yéndose de sus manos.

A pesar de estar convencido de que esta era una de sus mayores oportunidades para acostarse con él, no podía dejarse llevar de aquel modo, y bajar la guardia. Iba a ingeniárselas para no dejar escapar al niño pelirosa bajo ninguna circunstancia.





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