Trago 3 ~inteligencia
Desde que te fuiste he querido decirte que si hay algo que admiré de vos por encima de todo y que aún ahora lo hago, es tu inteligencia.
Ya sabes por qué tomo este sorbo ¿no?
Jugabas, jugabas con la gente hipócrita, usabas tu inteligencia para divertirte, para ridiculizar esta sociedad que no entiende de lógicas y se alimenta de cegueras colectivas.
Yo fui uno de esos hipócritas, y vos jugaste.
Y gracias, porque cuando te das cuenta que sos un hipócrita, dejas de serlo un poco, sí. Obvio que está la otra cara de la moneda, cuando esto pasa, el mundo te deja de gustar, vos mismo te dejas de gustar, la gente que ahora identificas de hipócrita te deja de gustar, y de a poco te das cuenta que no existe nada que no sea hipócrita, y el cuerpo, ya lo dije... adquiere kilos.
¡Qué suerte los hipócritas! andan tan livianos, tan sueltos, tan sin peso, tan sin nada.
Llegado este momento sé que los lectores quieren saber, quieren que les cuente sobre nuestra historia de amor, ¿amor? Bueno, sobre lo que pasó, sobre lo que me llevó a perderme, cómo lograste entrar acá. Pero es secundario, cómo les explico que nuestra historia de eso, de... dale, le digamos amor, es algo que no importa por ahora, qué no quiero hablar más de vos, que quiero explicar otras cosas, que los quiero invitar a pensar en sus Minervas, que quiero... en una especie de egoísmo bueno, llenarlos, hacerlos pesar, ponerles kilos.
Minerva, ¿Por qué me elegiste? ¿Por qué decidiste ese día haceme saber que ahí afuera hay un mundo de mierda y que yo y vos y muchos otros somos parte de la construcción de ese mundo? ¿Por qué no me dejaste con mi paso suelto, y mi cabeza relajada? Mi liviandad, extraño mi liviandad... pero la detesto.
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