La silueta de una mujer contoneándose a lo lejos se formó en mi pupila. Desde aquí, podía notarse su cuerpo voluminoso y su cabello largo ondeado.

Cuando llegó hasta el banco en el que me hallaba pude comprender quien era. La tipa del bar, esa hermosa mujer que bebía entre tantos hombres.

Una sonrisa se formó en mi rostro al observar que también traía un vaso de cerveza en su mano, igual al mío.

Me corrí un poco del lugar para dejarle espacio y se sentó a mi lado.

-Lo siento -dijo con un dulce tono de voz-, escuché tu brindis en el bar y no pude evitar seguirte para decirte que comprendo exactamente lo que te sucede. Yo he pasado por lo mismo ¿sabes?

La miré y me di cuenta que tenía los mismos ojos color caoba que Abigail. Y la misma fuerza en sus palabras.

Ella también posó su atención en mis ojos y continuó: -¡Por la soledad!

-¡Por la soledad! -repetí sediento, y bebí, no antes de chocar nuestros vasos y sentir el tintineo del frágil vidrio al entrar en contacto.