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4. Malditamente enamorado


Al día siguiente era como si no hubiese pasado nada, la clase de piano transcurrió normal, seguimos preparando nuestra presentación modificando algunas cosas. Decidimos agregar las melodías de una guitarra, la cual nos prestó la profesora de teatro y por un acuerdo tácito, sería él quien la tocara mientras yo me quedaba con el piano. Sin embargo, al final de cada clase pasaba lo mismo. Me besaba, y cada vez con mayor intensidad.

El día de la presentación llegó, precisamente el mismo día que salíamos de vacaciones de mitad de año. Primero pasaron las obras de teatro, los shows de magia y por último los cantantes, es decir, nosotros. Fuimos aplaudidos y celebrados como ningún otro acto de la tarde, me sentía bien conmigo mismo. Salimos de las instalaciones de la escuela, festejando alegremente el inicio de las vacaciones y como el año anterior, hicimos planes para salir y divertirnos.

- Martín, espera -a mitad de camino al paradero de buses, Ernesto me alcanzó.

- ¿Dime?

- Mmmm... -titubeó, ¿está nervioso? - ¿tienes planes para mañana?

- Ahmm... -dudé por más tiempo del que imaginé- no, creo.

- Excelente -exclamó sonriente- ¿quieres ir a ver una película conmigo? Todavía está en cartelera Jurasic World.

- ¿Estas... invitándome a salir?

- Si, hay que aprovechar las vacaciones, ¿no crees? -explicó apresuradamente- y las clases de piano ya terminaron, supongo, así que no habrá más excusas para poder verte. ¿Qué dices?

Estaba realmente atónito, sorprendido, por lo que respondí lo primero que se vino a mi cabeza.

- Claro... ¿Por qué no?

- Genial, nos vemos en la entrada del centro comercial a las 2 -se acercó un poco a mí, mirando para todas partes y susurró- no llegues tarde.

Me dio un suave beso en los labios, y se marchó sonriente.

Respondan sinceramente a esta pregunta, Quién está peor: ¿el acosador que después de tanto bullying invita dulcemente a salir a su víctima, o, la victima por aceptar la salida después de tanto? Porque yo no lo sé.

El día llegó y mi ansiedad brillo con intensidad, no encontraba atuendo que ponerme, no sabía ni cómo debía reaccionar al llegar. «Por Dios Martín, vas a ver a Ernesto, ni deberías de ir» pensé tratando de tranquilizarme. Salí justo a tiempo, sin contar que habría trancón y terminé llegando 15 minutos tarde. No esperaba encontrarlo, pensé que se aburriría de esperarme y se marcharía. Pero allí estaba, sentado en una banca fuera del centro comercial, mirando tristemente sus pies. Una punzada de culpabilidad me atenazó el pecho, me acerqué lentamente y tímidamente saludé.

- Hola, siento llegar tarde, había mucho trancón.

Levantó su rostro y me miró fijamente, una sonrisa de alivio y un brillo en sus ojos me hicieron estremecer internamente. Se levantó y me abrazó, susurrando en mi oído:

- Gracias por venir.

Con su brazo izquierdo sobre mis hombros, entramos juntos al centro comercial rumbo a la taquilla de cine. Efectivamente la película aún estaba en cartelera, e ignorando todas mis quejas él compro las dos boletas y la comida.

- Yo invité, yo pago -sentenció- y no aceptó replicas.

- Bien, pero la próxima invito yo -dije sin pensar.

- ¿La próxima? -preguntó emocionado.

Puede que me dejara contagiar un poco de esa emoción, por lo que solo me encogí de hombros y le sonreí. Casi no pude concéntrame en la película, con solo saber que él estaba al lado mío en medio de toda esa oscuridad me ponían nervioso. A mitad de película y habiéndose acabado la comida, empezó a jugar con mis manos.

Suavemente me tomo de la mano y acariciaba mis nudillos, recorría el dorso con sus dedos haciendo cosquillas. Mi corazón se aceleraba con su tacto, en realidad me estaba confundiendo. Hace solo un año me gustaba una chica, ¿y ahora? ¡Esto no puede estar pasando!

Salimos de la sala de cine tomados de la mano, con la excusa de guiarme a través de la luz cegadora para no tropezarme. Caminamos un rato mirando los aparadores de las tiendas y almacenes de ropa, charlamos como si fuésemos los mejores amigos, reíamos sin parar y hacíamos unas cuantas bromas el uno al otro. Me distraje viendo un poster de helados, el de brownie se veía delicioso.

- Oye, princesita -Ernesto llamó mi atención mientras se reía de mi expresión.

- Y dale con eso -me quejé- me estabas cayendo bien, pero ya no.

- No es mi culpa que tengas cabello de niña -desordenó mi cabello entre sus manos.

- Envidioso, por lo menos yo si me peino -señalé su despeinado cabello.

- ¿Para qué cambiar algo que se ve bien?

- ¡No inventes! -exclamé.

Estallamos en sonoras carcajadas por su delirio de galantería, recibiendo alguna que otra queja por el escándalo. Nos fuimos a los pisos más altos del centro comercial, y salimos a la azotea. La fresca brisa de la noche y las luces de la ciudad nos sorprendieron, habíamos estado tan distraídos que no miramos la hora.

- ¿Puedo preguntarte algo? -indagué nervioso sin desviar mis ojos del paisaje, sabiendo que toda su atención estaba en mí.

- Adelante.

- ¿Por qué... -hice una pausa buscando las palabras adecuadas- insistes tanto en aparentar algo que no eres?

A decir verdad, a los dos nos tomó por sorpresa la pregunta. A él por obvias razones, y a mí porque no pensaba hacerla ese día. Pero, si era algo que rondaba mi cabeza desde que lo vi cantar por primera vez.

- ¿A qué te refieres? -preguntó intrigado acercándose un poco más a mí.

Respiré profundo y fijé mis ojos en él.

- Me refiero a que, ¿por qué pretendes ser el chico rudo y malo de la escuela si en realidad tu personalidad no es así?

- Y para ti -eliminó el espacio restante que nos separaba- ¿Cómo soy?

- Ahmm... pues... -instantáneamente me puse nervioso ante su radiante sonrisa coqueta- todo lo contrario.

- Explícate.

- No lo diré, olvídalo -traté de alejarme, pero me sujetó por la cintura y me besó dulcemente en los labios.

- Dime -susurró en mi oído dejando pequeños besos en mis mejillas y cuello.

- Justamente así -susurré con un pequeño y sutil gemido de placer- dulce, tierno y cariñoso.

Me miró fijamente con una amplia y hermosa sonrisa en su linda carita.

- Si, ya lo dije en voz alta, ¿contento?

- Y no te imaginas cuánto.

Me envolvió en un fuerte abrazo y me besó, lento y dulcemente, de esos besos que me dejaban sin respiración. Aun en sus brazos, acariciaba mi cabello mientras hablaba.

- Tal y como todos dicen, siempre he sido el terror de los profesores -explicó sin dejar de jugar con mi cabello- el chico rudo y malo, así como lo dijiste. Esto que ves acá, mi faceta tierna, apenas la estoy descubriendo. Ni yo sabía que la tenía. Y todo es tu culpa.

Y sin pensarlo dos veces, coloqué mis manos en sus mejillas, lo atraje hacía mí y lo besé de la misma manera en que me besó la primera vez. En la oscuridad de mi cuarto, recree todo lo sucedido no solo esa tarde, sino todo lo que había ocurrido desde que llegue a esa escuela. Definitivamente me gustaba Ernesto, y he aquí el problema: ¿soy gay, bisexual o que carajos? Pero por ahora no le iba dar más vueltas al asunto, solo debía importarme el hecho de lo que siento por él.

Las vacaciones continuaron y mis salidas con Ernesto continuaron, una y muchas veces más. También salí con mis amigos de siempre, aunque me sentía un poco culpable por no contarles lo que realmente sucedía. En tan solo año y medio, les tenía mucha confianza y ellos a mí. Pero, todavía no me sentía preparado. Regresamos a clases, los de 11 estaban apurados con la venida del examen de estado por lo que fueron pocas veces las que, aun a escondidas, me veía con Ernesto.

No lo culpaba, lo entendía y respetaba eso, era algo por lo que de igual manera pasaría yo mismo el siguiente año. Para el mes de septiembre, ya habiendo pasado el terror por el examen, nuestros encuentros eran más recurrentes y estábamos felices con ello. Después de haberlo pensado muchas noches, decidí por fin declarar mis sentimientos por él. A la hora de la salida, me despedí de mis amigos y me desvié de vuelta a la escuela para verlo en nuestro lugar «secreto», el salón de teatro donde le daba las clases de piano.

- Hola dulzura -Lisbeth entró sorpresivamente.

- ¿Lis? ¿Qué haces todavía por acá? -pregunté nervioso, sabiendo que Ernesto no tardaría en llegar.

- Te vi entrar a la escuela otra vez y me dio curiosidad -explicó caminando hacia mí- ¿Qué haces?

- Vine a tocar piano un rato -mentí- no quiero perder la práctica, recuerda que me voy hacer famoso como músico.

- Cierto, señor presumido, se me olvidaba ese pequeño detalle -se reía de mí- pero, necesito hablar contigo.

- Soy todo oídos.

Estaba apoyado en un costado del piano, ella por su parte, se acercó peligrosamente a mí posicionándose justo en frente. Con una sonrisa pícara en su rostro, acariciaba suavemente mi mejilla.

- Me gustas mucho, Martín -susurró dulcemente- en serio me gustas.

Antes que pudiera replicar, me besó en la boca sin darme tiempo de detenerla. No voy a negar que antes había fantaseado con ese momento, en que por fin la besaría y esperaba sentir mil y una cosas. Pero no fue así, solo sentí vacío y después una culpa horrorosa. Y eso fue lo que me hizo reaccionar. La separé suavemente de mí, la miré fijamente a los ojos tomando el valor para confesarme.

- Lo siento Lis, pero... creo que soy gay y me gusta alguien más -dije por fin, sintiendo liberar mis hombros de un peso que no sabía que tenía.

- ¿Qué? -indagó medio en shock.

- Así es, soy gay.

Hablamos un rato más y dejamos las cosas en claro, le conté todo sobre Ernesto y como se dieron las cosas, incluyendo el hecho que en primer lugar me había fijado en ella. Resignada, aceptó mis sentimientos y prometió que esto no afectaría nuestra amistad. Pero con la condición que, al igual que ella, los demás merecían saber la verdad. Cuando nos despedimos miré la hora, Ernesto no había llegado y tampoco lo vi por toda la escuela. Intenté llamarlo, pero recordé que su teléfono estaba averiado.

Esperé al día siguiente para hablar sobre lo que pasó con Lisbeth y confesarle mis sentimientos, pero no lo vi. Según sus amigos no fue a clases, pero no sabían por qué. Al ser viernes, me tocó esperar hasta el lunes y la ansiedad estaba matándome. Su ausencia me pesaba más de lo que esperaba, y en realidad me estaba preocupando, el silencio entre nosotros no era normal.

Por fin llegó el lunes y lo vi, tenía ojeras bajo sus ojos y se veía muy molesto. ¿Recuerdan los primeros días cuando me miraba con una furia asesina? Los volví a vivir, porque así era como me miraba cuando me encontraba con él durante el receso. Mi ansiedad por hablarle aumento drásticamente, algo pasaba y el no saber que era me aterraba. Pero me fue imposible, me evitaba a toda costa. Pasó lunes, martes y miércoles y aún estaba en la misma situación.

Por las noches no dormía bien, estaba perdiendo el apetito, no lograba concentrarme, mi mal humor iba en aumento, no dejaba de llorar como un bebé cuando nadie me veía y todo eso empezaba a notarse. El jueves en medio de la segunda clase, salí para echarme agua en la cara y despertarme antes que me regañaran. Por cosas de la vida, lo vi entrar al pabellón de arte y lo seguí dándole cierta ventaja suponiendo a donde iría. Al llegar al tercer piso, estaba justamente cerrando la puerta del salón de teatro de espaldas a mí, para seguir su camino sin mirar atrás.

Sin pensarlo más y con toda la rabia y el dolor contenido, agilicé el pasó para alcanzarlo, lo tome del brazo y lo llevé de vuelta al salón de arte donde, apoyándome en la puerta, la cerré evitando que escapara. Nos miramos fijamente por un rato, y más que rabia vi tristeza y resentimiento en sus ojos. Pero yo si estaba molesto.

- ¿Podrías siquiera darme la cara y decirme que carajos te pasa? -pregunté con una fría calma de la que no sabía que era capaz.

- Y... si no se me da la gana -hizo una pausa- al fin y al cabo, solo soy el diablo de la escuela, ¿o no es así como me llaman cuando no estoy?

- ¿De qué hablas? Eso ni siquiera va al caso -repliqué.

- En serio, a diferencia de tú, yo si tengo cosas importantes que hacer, déjame salir -exigió.

- Hasta que no me digas que te sucede, esta puerta estará cerrada -me crucé de brazos.

- Deja de comportarte como un niñito, ¿quieres? -se quejó.

- Tu eres quien se porta como uno -grité sin poder controlar la rabia que sentía- salir corriendo cuando me ves, fingir que hablas con tus amigos cuando estoy cerca, literalmente huyes de mí. Solo quiero saber que hice, ¿Qué es lo que te molesta tanto? ¿por qué me ignoras?

- ¿Quieres saber? -se acercó furioso a mí, su rostro a solo centímetros de mí.

- Si se puede -dije sarcásticamente.

- Bien, lo diré, estoy harto -decía con lágrimas naciendo en sus ojos- harto de ser yo quien te busque, que me sigas teniendo miedo y solo me veas como un bravucón, detesto estar tan malditamente enamorado de ti que ignoraba el hecho que te guste una chica, eso es lo que me molesta y si no tienes otra duda me largo.

Sus palabras me conmovieron por completo, y me hicieron entender a que se debía toda su rabia. Me había visto besar a Lisbeth. Sin poder moverme, me quitó de la puerta sin empujarme y salió. Me obligué a reaccionar y nuevamente hice que entrara al salón.

- ¿Ahora qué quieres? -replicó, dejando salir las primeras lágrimas.

No pude soportar verlo así y saber que era parte mi culpa. Tomé su rostro entre mis manos y lo besé, primero intentó sin mucha fuerza evitarlo, pero al igual que yo extrañaba esto, y simplemente se dejó llevar. Sin darnos cuenta, las emociones nos embargaron totalmente guiando nuestras acciones. Me abrazó por la cintura mientras mis brazos rodearon su cuello para atraerlo más a mí, profundizando la pasión del contacto de nuestras bocas. Aún con nuestras respiraciones agitadas, nuestros rostros permanecían juntos frente con frente. Lentamente abrió sus ojos, mirándonos por un rato sin decir palabra alguna. En vez de eso, empezaron a derramarse lágrimas por sus mejillas.

- Lo siento -sollocé mientras limpiaba suavemente sus lágrimas- siento que hayas visto eso, pero no fue intencional. No sabía que ella aún seguía aquí y menos lo que tenía planeado, pero te juro que entre ella y yo no va a suceder nada y lo sabe perfectamente. Se lo deje muy claro ese mismo día.

Me abrazó aun sollozando sobre mi hombro, nos acomodamos sentados en el suelo junto a la puerta mientras le explicaba exactamente lo que había sucedido con Lisbeth. Se tranquilizó al escuchar específicamente la parte donde la rechazaba por querer a alguien más, llegando incluso a sonreír con ello.

- Lo siento -susurró a mi oído haciendo lo que tanto me gustaba: dejando pequeños besos en mi cuello y mejilla, para después besarme deliciosamente en los labios- debí pedirte una explicación en vez de salir corriendo, pero es que estaba molesto y no quería terminar diciendo algo de lo que de verdad me arrepentiría.

- Lo sé, lo supe por tu mirada asesina -dije entre risas.

El timbre sonó anunciando el cambio de clases, la tercera hora era la de teatro así que debíamos darnos prisa antes que los demás llegaran y nos vieran así. Me atrapó en un último abrazo antes de salir, lo besé lentamente mordisqueando su labio inferior dejándolo con ganas de más y salí del salón. Detrás de mí venía quejándose.

- Eso fue cruel -replicó riéndose.

- Es mi venganza Spanky -contesté dándome la vuelta y le guiñé un ojo antes de seguir mi camino directo al salón.

Justo en las escaleras me encontré a mis compañeros bajando, Lisbeth traía mi maletín, y con gesto de molestia, me recriminó por haberle dejado el trabajo en clase a ella sola.

- Prometo explicarte todo, pero ya deja de golpearme -me quejé mientras acaricia mi brazo herido por sus golpes- soy un niño delicado.

- Mira princesita, espero sea una buena excusa sino morirás -me dio un último golpe en el mismo lugar.

Desde ese día las cosas se arreglaron entre nosotros, les explique a mis amigos mi situación con Ernesto y después de media hora de bullying, en la cual el señor yo-también-me-burlo-del-princeso colaboró bastante, lo aceptaron como parte del grupo. Es más, nos juntábamos con el resto de su grupo, con lo que nos dimos cuenta que ninguno de ellos es tan malo como parece, solo son demasiado necios por decirlo de alguna forma.

Finalmente, un 28 de septiembre oficialicé mi relación con Ernesto, siendo mi primer novio y el primer gran amor de mi vida. Él ya me había dicho que me amaba, pero yo aún no encontraba las palabras para decirlo y estaba esperando cumplir nuestro primer mes para hacerlo. Ese día habíamos planeado pasar toda la tarde juntos, me presentó a su familia quienes ya sabían de mí y me recibieron con los brazos abiertos, almorzamos juntos, fuimos a cine, hablamos y reímos a montón.

Durante la noche en la azotea del centro comercial donde, abrigados por la oscuridad y la soledad del lugar, estábamos abrazados disfrutando del paisaje, la vista y la compañía. Si quería hacerlo debía aprovechar, ese era el momento indicado. Me giré para quedar frente a frente, le di un tierno beso en los labios.

- Quiero darte un regalo -susurré.

- Pero yo no tengo uno para ti -hizo un puchero.

- Ya me has dado bastante, pero hay algo que yo no te he dado aún.

Besé nuevamente sus labios, el sabor de su boca me encanta, mordí su labio inferior provocando que emitiera un pequeño gemido. Lo miré fijamente a los ojos con una enorme sonrisa en mi rostro, para mantener la expectativa.

- Te amo, Ernesto.

Su sonrisa se extendió iluminando su rostro y sus hermosos ojos, los cuales empezaron a llenarse de lágrimas por la emoción. Nos sumimos en un beso apasionado, bajé por su cuello dando pequeños mordiscos y dejando una pequeña marca en la base de su cuello, y volví a subir a su boca.

- Tú -susurré sobre sus labios- eres mío.



*****

¿A que no se esperaban eso, ah? La venganza es dulce... tan dulce como un beso bien acaramelado... creo... (esta cuarentena me tiene mal jebus).

Gracias a todos por leer esto, de verdad es gratificante para mí saber que valoran mi esfuerzo, sudor y dolor de espalda!!!! No creía que tuviera tan buena aceptación, (pervertidas), pero en serio gracias a tods por su apoyo y tan hermosos comentarios, voy a llorar...

Con respecto a la Posible secuela, quiero decirles que estoy en proceso energético de pensarlo. Ya saben, procesando la información y todo eso... No sé, tal vez ahí pasen cositas más... zuculenthas... pero no me hagan caso, estoy medio floja de tornillos... Pero... Quién sabe...

(Bienvenidas al mundo del mal para quienes dijeron que sí)

Mientras.... Pueden leer mis otras historias, son gratis y se ganan una galleta!!! Rellena de chocolate y mucho amor!!! :D

Los quiero, besos y abrazos!!

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