—¿Podrías explicarme qué es esto?

Hoseok tragó duro.

—T-tu... ¿Alma Dorada?

—Mi alma prodigio no es un chico con labios pomposos y estatura promedia. —dije entre dientes con gran molestia. Sentí mi sangre hervir pues esto no podía estar pasando. Hoseok con temor a mis pies se arrodilló, suplicando con la mirada.

—¿No es? ¿Cómo puede ser eso posible? Yo mismo la he visto, era tu sello Amo.

—¿Ahora sí me llamas amo? —no tenía paciencia estaba a punto de acabar con la existencia de mi supuesto mejor siervo. —HoSeok, te lo repetiré una vez más. ¿¡QUÉ ES ESTO?! ¿¡DÓNDE ESTÁ MI MALDITA ARMADURA?!

Grité con furia y el eco de mi voz resonó en todo el santuario. HoSeok de rodillas se arrastró hasta el cuerpo desnudo del chico de cabellera roja que yacía dormido en el tatami, segundos después su cuerpo se iluminó dando paso a la marca.

—N-no sé n-no sé qué sucedió… era tu sello YoonGi- Sama.

—Cierra la maldita boca.

«Mi alma prodigio no es ésta.»

—Es demasiado tarde —asevero pasando las manos por mi rostro.

—El... sello... —se lamenta él, menudo despistado.

En la parte derecha del hombro desconocido un sello relució, aquella peculiar marca que me identificaba, el sello del Dios de la fortuna y mis siervos. Aquella marca que era irreversible una vez un Dios la tocase.

Maldije el día en que salvé el alma de mi "mejor amigo"

—Y-yo en verdad, en verdad lo siento YoonGi. Ella, em- ella me estaba sofocando y entonces cuando tomé la…

—¿Te di permiso de hablar? — negó. —Un trabajo, Hoseok. UN MALDITO TRABAJO tenías que hacer.

—A-amo n-no… yo no quise… ¡PERDÓNAME!

Escondió su rostro entre sus manos y yo suspiré con pesadez calmando mi interior.

—No te haré daño, siervo —escupí desviando la cabeza —. Pero una semana — lo vi fijamente tomando su mentón, él sabía lo que diría —. Una semana te quedarás en el mundo de las almas olvidadas. No objeciones, no más errores. Eres mi mejor amigo, pero si cometes otra estupidez, olvídate de mí.

—¡Si! ¡Por supuesto que sí, YoonGi-Sama!

Jamás podría hacerle daño a mis siervos mucho menos a mi mejor amigo.

—Ah, y otra cosa —regresé mis pasos hacia él —. Cuando regreses resolverás este problemita. No sé cómo pero tendrás que pensar una solución mientras visitas a tu amiguito allá entre las olvidadas. — chasqueé mis dedos haciendo a una luz emerger luego desapareciéndolo a él.

—Menudo problema en que nos metiste, HoSeok —dije viendo el cuerpo del chico que mostraba mi sello de menor rango —. Un siervo, un menudo siervo que no necesito.