Querido diario:

Hoy, he muerto. Mamá empezó a escuchar voces, como ya pasó otras veces. Antes no era para tanto... Simplemente venía, me quitaba mis juguetes y me encerraba en mi habitación, en ocasiones desnudo.

No me importaba, ella decía que era lo que Dios le pedía, para alejarme de los demonios de este mundo.

Pero hoy... Dios le dijo que la única manera de purificar mi alma era sacrificarme en su nombre... No es extraño, tantas horas frente a la televisión, viendo misas todo el día, acabaron afectándola.

Mamá me persiguió hasta mi cuarto, pero yo encontré bajo la alfombra una trampilla que llevaba al sótano, y huí por allí.

... O eso me hubiera gustado. No había otro escondite en mi habitación más que el gran cofre, así que me metí allí... Con tal suerte que el cofre se cerró de golpe.

¡No era capaz de abrirlo, quería salir! Pero... Ya no puedo. Me quedé sin aire.

Xoxo, Isaac.