Entendía que no quisiera decirlo, tenía sentido, tenía miedo de que sus palabras fueran ignoradas, tenía miedo de que fuera a peor.

Miedo, esa era la palabra. La palabra que su vida entera definió, desde bien temprana edad.

Lo hiciera o no, iría a peor, día a día la existencia misma empeoraba, tanto dentro como fuera de casa.

Cada día volvía mal y salía peor aún. Acababa refugiándose conmigo o en algún sitio donde encontrarse con alguien fuera imposible. Trataba de que no volviera, de que contactara a alguien que lograra que todo parara, pero siempre era en vano. "Calma, estoy bien." eran siempre sus palabras.

No, no lo estaba, nunca lo estuvo, siempre lo supe. ¿Y ahora? Ahora ya no está bien, no está mal, no está... con vida.

¿Sus últimas palabras? "Gracias por mostrarme mi destino". No, no fueron habladas, sino escritas.

Por culpa de esas personas, tuvo que irse...

Juro que cobraré venganza.