
Capítulo: 47✔️
TRES DÍAS DESPUÉS.
Tras haber colocado la última pieza clave del rompecabezas con las vistas del Puente de Triana, mi mente pareció ensamblarse en pequeños fragmentos. Las recomendaciones del doctor parecían surtir un efecto positivo en mí, ya que él aseguró que uno por día durante unas semanas ayudaría a mi desmemoria. Mi abuela me felicitó cariñosamente y revolvió mi cabello con un gesto que no sabría definir como descuidado, para luego hacerme las mismas preguntas de los últimos tres días: ¿Cómo se llaman tus padres? ¿Cuál es tu fecha de nacimiento? ¿Cuál es tu color favorito? ¿Cómo se llaman tus amigos? Todo transcurría de manera típica y normal ese día, hasta que preguntó:
—¿Qué es lo que más te gusta hacer?
—Oír música e ir en moto —respondí con seguridad, pues si algo llenaba mi habitación eran carteles de música y reproductores. Y, bueno, si había tenido un accidente en moto era porque disfrutaba enormemente de ello, ¿no es así?
—Oh, eso último ya no —negó con la cabeza—. Nunca más te vas a montar en un cacharro de esos —su tono de voz, antes cálido y precioso como el mismo sonido de un motor al arrancar, se volvió serio y firme, transmitiéndome su preocupación.
—¿Me lo vas a impedir? —pregunté de forma juguetona, consciente de que le molestaba que le preguntara algo que acababa de afirmar. No sé si siempre había sido así, pero lo cierto es que solo me entraban ganas de serlo con ella.
Frunció el ceño ligeramente y una pequeña sonrisa se asomó en sus labios perfectamente pintados, como si estuviera planeando decir algo que me dejaría en el aire. Y, en efecto, levantó una ceja con incredulidad al escuchar mis palabras, pero su mirada reflejaba una mezcla de ternura y diversión:
—Quizás yo no pueda hacerlo, pero le diré a Emma. Ella sí que sabe cómo controlarte —dijo con tranquilidad, inclinando la cabeza hacia un lado, como siempre hacía, dándome la sensación de que se burlaba de mí. Me dejaba tan desconcertado como las últimas dos veces que "sin querer" la mencionó en nuestras conversaciones sobre recuerdos. Me sentía abrumado. No era suficiente con que mi mente que, por alguna extraña razón, la comparara constantemente con cada cosa que hacía con Lina después de haberla visto solo dos veces, ahora también mi abuela me la recordaba cada vez que tenía la oportunidad.
—¿Cómo que Emma, abuela? ¿Ya estás de nuevo con eso? ¡Venga ya! Todos los días te equivocas, me dices que quisiste decir Lina, pero yo no creo que se parezcan tanto como para que las estés confundiendo continuamente —la diversión desapareció de mis ojos como si me hubieran echado un balde de agua helada. En su lugar, el desconcierto se apoderó de mí y me revolví en mi lugar impaciente.
—Estoy muy mayor ya y me equivoco —era su excusa diaria.
Si no hubiera notado en esos últimos días que me parecía más a ella de lo que estaba dispuesto a admitir, tal vez le habría creído.
—Abuela, estoy desmemoriado, no tonto. ¿A dónde quieres llegar? ¿Estás tratando de insinuarme algo?
—No lo sé, tal vez —respondió vacilante, moviendo los dedos sobre el cojín de felpa y dejando las marcas de sus uñas esmaltadas a su paso—. ¿Y tú por qué te pones tan nervioso cada vez que la menciono? —abrió ligeramente los ojos, pestañeando, destilando un evidente interés en el tema.
«¿Yo nervioso? Para nada», pensé renegando.
«¡PUM PUM, PUM PUM!», me delataba mi corazón nada más escuchar su nombre.
«Tu corazón no opina lo mismo, ni yo tampoco», susurró una voz en mi interior.
Maldición, ¿a quién quería engañar? Apenas lograba escucharla sobre el estruendo de mis propios latidos retumbando en mis oídos desde que mencionó su nombre, y ella debía de haberlo notado, claro que sí. Sentía cómo el calor me subía al rostro, mandando oleadas de electricidad por mi espalda que me hacían enderezarme en mi lugar.
—Sentiste algo por ella cuando la viste en el hospital, ¿verdad? —la socarronería que antes había tenido yo al preguntarle si me lo impediría estaba presente ahora en cada una de sus palabras, volteándome la tortilla. Además, lo juro, pude confirmar el momento exacto en el que sus pupilas se dilataron y sus iris comenzaron a brillar con intensidad después de haberme preguntado eso.
¿Y ahora qué debía hacer? ¿Debía ser sincero? Pero si lo era, tendría que contarle que nos besamos. ¿Cómo se lo explicaba a mi abuela? Seguramente pensaría que era un mierdas por haberlo hecho estando Lina presente en el hospital.
Mientras me devanaba los sesos por una chica que había sacudido mis emociones con solo oír pronunciar su nombre, mi abuela me miraba divertida, rebosante de alegría.
—¿Qué? —pregunté entre suspiros, mortificado por su reacción.
—Debes hablar con Emma, Pichón. Las cosas no siempre son como uno piensa, o como quieren hacernos creer —comentó reflexiva, acercándose sonriente para tocar mis mejillas y pellizcarlas un poco con afecto. Me rasqué la mandíbula y la miré a los ojos con los míos llenos de dudas.
—Y cómo diablos la encuentro, ¿eh? —contraataco yéndome hacia atrás en el sofá.
—No te frustres, hijo. Si el destino así lo quiere, ustedes volverán a encontrarse las veces que sean necesarias —dijo con seguridad. Un golpe abrupto en la puerta nos indicó que alguien había llegado. El sonido metálico del picaporte al girar resonó en la enorme sala y los tacones de Lina hacia la sala comenzaron a resonar—. Sin importar los obstáculos —añadió antes de que pudiera aterrizar a mi lado y robarse, a regañadientes, toda mi atención del tema.
[...]
CUATRO DÍAS DESPUÉS.
7:30 pm.
Las últimas palabras de mi abuela antes de que Lina llegara al sofá ese día se quedaron rondando en mi cabeza, haciéndome estallar en el buen sentido, incluso más que con ese rompecabezas diario que tengo que seguir por indicaciones.
Mientras me peino con las manos ante el espejo, como supongo siempre hacía porque me gusta demasiado el aspecto informal que deja en mi cabello, no puedo evitar desviar mi atención hacia el tatuaje que tengo en el pecho, en el costado izquierdo, el de forma de corazón con algo inscrito en su interior. Por alguna razón que todavía desconozco, no puedo evitar observarlo cada día desde que lo descubrí. Incluso lo busqué en internet, sin mucho éxito; solo salían cosas relacionadas con el amor, las conexiones y su inmensa fuerza. ¿Podría ser algo así como la fórmula del amor?
Soy un mar de preguntas cuando, de sorpresa, Lina se aparece por detrás y me envuelve con sus brazos, desde la parte baja de la espalda hasta el pecho, sus uñas explorando mis apenas notorios moretones verdes, mientras una sonrisa se dibuja en su rostro.
—¿En serio no puedo ir con ustedes? —hace un puchero, dejándome el torso libre para que pueda continuar y ponerme el pulóver negro a juego con los vaqueros grises.
—Es una cena con mi abuela, Lina. Dame un tiempo a solas con ella; no pasará nada si no estamos juntos una hora o dos, de verdad —digo irónicamente, dejándome llevar por la frustración que me provoca a veces que esté todo el tiempo conmigo, apenas dejándome el espacio libre para pensar, algo que tanto me hace falta en estos momentos.
—Oh, vale —responde con fingida aceptación, arrascándose flácidamente el cuello, su mirada fijada en uno de mis póster en la pared, frunciendo el ceño con una expresión que indica claramente su descontento con mi respuesta. Cruza los brazos sobre el pecho y suspira ligeramente, como si estuviera conteniendo alguna emoción.
Al notar su gesto, inhalo profundamente antes de intentar enmendar mis palabras. Me siento incómodo por haberle hablado así sin querer, impulsado por la ansiedad. Sin embargo, decido tomar mis zapatos de debajo de la cama y la chaqueta de encima del colchón, saliendo rápidamente en un intento por romper la tensión que se había creado.
Mientras avanzo por el inmenso pasillo, percibo sus pasos detrás de mí, pero intento no presentarle importancia. Diviso a mi abuela en el sofá, sus ojos grises perdidos entre las luces del móvil, y me acerco a su encuentro.
—¿Lista? —intento esbozar una sonrisa para ella, que se las merece todas.
—Casi. Dame un minuto por favor. Estoy intentando comunicarme con Lauren o con tu padre. No podemos dejar la casa sola —dice ella llevando sus ojos nuevamente a la pantalla de su celular y marcando los números correspondientes al móvil de mi madre sin obtener respuesta—. ¡Vamos, Lauren, cógelo, por favor! —murmura con los labios apretados y la vista fija en algún lado.
—Nada, hijo —de manera descuidada, deja caer el móvil en la mesita del frente después del quinto intento.
Mientras me presiono el puente de la nariz, sintiendo cómo mis sentidos se relajan y se apresan en ese orden, Lina propone que vayamos juntos, solo nosotros dos, delante de mi abuela. ¿Y qué quieres que te diga? No pude decirle que no. Mi abuela solo se dedicó a tensarse e intentar mantener su postura imperturbable, fallando en el intento, mientras la mala suerte o el karma hacían que empezara a llover intensamente, a punto de mojarnos un poco justo cuando estábamos llegando al restaurante.
Al rato, mientras jugueteo vagamente con la comida en el plato, sintiendo el aroma de las especias que flota en el aire y cómo la sangre me bulle en el puente de la nariz al darme cuenta de que sus ojos están fijos en mí hasta mientras come, ella vuelve a preguntar con una sonrisa de orgullo que prefería ignorar: —Al final sí he venido. ¿Por qué no querías que viniera?
—Ya te dije, quería pasar tiempo con mi abuela.
—Ya pasas tiempo con tu abuela —me reclama con una ceja escéptica.
—No más que contigo —le respondo con una frustración que se me escapa de las manos.
—Ah, ¿porque te molesta pasar tiempo conmigo?
Ladeo la cabeza, a la vez que me llevo las manos al rostro exasperado por el ritmo que está tomando esta mierda de conversación. Siento cómo la sangre me pincha debajo de la piel y respiro hondo antes de comenzar a formular algo, buscando las palabras adecuadas para expresar mi desasosiego: —Lina...
Pero en ese preciso instante, toda palabra que pudiera haber formado parte de mi vocabulario se desvanece al divisar a Emma en la mesa contigua. Trago con dificultad. Inhalo profundamente. Un torbellino de emociones me embiste con fuerza: mi corazón da un vuelco, un nudo se forma en mi garganta y una parálisis momentánea me envuelve por completo. En ese efímero instante, olvido todo de nuevo, incluso mi propio maldito nombre.
Lleva el pelo recogido en una elegante cebolla rubia y sus ojos azules pestañean con frecuencia mientras parece mantener una conversación con alguien que está de espaldas a mí. Su mera presencia es suficiente para hipnotizarme, desconcertarme y hacerme perder la noción de todo a mi alrededor, incluida Lina, sobretodo Lina, quien desesperadamente busca mi atención: —¡¡Jonathan!! Si no me prestas atención ahora mismo, esto se acabó —tras un golpetazo con su puño en la mesa, se levanta y me mira bastante enojada.
Ajá.
—Es ella, ¿verdad? Ya has vuelto a recordarla. Ya te ha vuelto a engatusar con su fingida sencillez y tranquilidad —ladra señalándola con el dedo, convulsa de rabia, con un tono de envidia que apenas logra ocultar la evidente incomodidad que le provoca su presencia.
—¿A qué te refieres? ¿Qué tendría que recordar de Emma, Lina? —ahora sí se podría decir que toda mi atención está en ella, observando cada gesto, cada cambio en su expresión.
—¿Sabes qué? —sus ojos casi me queman, y suelta antes de largarse: —Ya me cansé. Descúbrelo tú mismo cuando quieras.
Quisiera decir que me afectaron sus palabras, que me afectó haber "¿terminado?" con ella, pero ni siquiera le doy tiempo a que su asiento se enfríe cuando los ojos azulados de Emma queman mi piel, entran en contacto con los míos por primera vez en la noche y sacuden mi alma. Siento cómo mi sangre hierve debajo de mis poros. De repente, percibo algo corriendo por mi nariz y, como por instinto, intento buscar la servilleta a mi lado sin interrumpir su contacto visual. Me sorprendo al notar la servilleta inundada de sangre, reflejando la intensa agitación emocional que estoy experimentando en este momento.
Las mesas repletas de gente a mi alrededor desaparecen en un torbellino de prisa mientras me dirijo hacia el baño, urgido por detener esto. Mis manos encuentran rápidamente dos toallas blancas colgando junto a los lavamanos; sin detenerme a pensar, aparto una de ellas para usarla más tarde y sumerjo la otra en el agua, dispuesto a llevarla a mi nariz. Sin embargo, antes de que pudiera ejecutar mi plan, el picaporte de la puerta se mueve y la presencia de Emma me atrapa de nuevo, envolviéndonos en un silencio apenas interrumpido por el constante goteo del agua.
Su mirada se suaviza y avanza hacia mí con urgencia, como si su vida dependiera de ello. Toma mi rostro entre sus manos temblorosas, arrebatándome la toalla antes de que pudiera continuar el sangrado, y lo único que logro hacer ante su acción es ponerme nervioso por su cercanía.
Sus ojos brillan debajo de sus pestañas, y estoy tan cerca que puedo presenciar cada tonalidad de azul en sus iris, como si estuviera contemplando un cielo despejado y precioso.
—Tú... ¿te has equivocado de baño o has venido por mí? —le pregunto, dejándome llevar por un tono travieso que se apodera del momento, supongo que en un intento de aligerar la tensión que al menos yo siento al tenerla frente a mí, que al menos a mí, me afecta mucho.
Por supuesto, ella no se iba a quedar atrás con su respuesta: —Ja, ¿me tengo que reír ahora o lo puedo dejar para después? —las comisuras de sus labios rojizos, extrañamente pintados de un tono claro, jalan una sonrisa que ella corta de inmediato para mantener su postura—. Hablo en serio, ¿qué te ocurrió? —a pesar del tono juguetón que creamos en unos segundos, la preocupación que conocí en el hospital sigue siendo parte de ella.
—Ah no, si tú no respondes a mi pregunta, no respondo a la tuya —contraataco, tal cual un niño.
—Entiendo, supongo que es justo —murmura en un tono tranquilo mientras se gira lentamente hacia el lavamanos para enjuagar la sangre. Aprovecho la oportunidad para intentar tomar la toalla seca, sin ninguna intención maliciosa. En ese momento, ella se acerca tanto que nuestros labios casi se tocan, sorprendiéndome incluso a mí por mi autocontrol.
—¡Hey! Dejemos que circule un poco el aire —dice atropelladamente, apartándome sutilmente para crear algo de espacio.
—¿Qué? Solo iba a tomar esto —señalo mi único objetivo junto al lavamanos contiguo—. ¿Pensaste que nos íbamos a besar... otra vez?
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Nota de la autora📖:
¡Holaaaa! ✨¿Cómo están? 💗✨No olviden interactuar con el capítulo dejando su voto y algún que otro comentario. 🫶🏻
Notita: disculpen la demora, es que no es fácil esta fase del libro, y como si no fuera poco, acá doña legustacomplicarselavida hizo dos versiones. 😀
Ok, pero estos capítulos están intensitos. 😮💨❤️🔥
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Capítulo dedicado a @DanielaRodriguez0939, @LilianaLemus2, @bookftk, @anelam2003, @YordanaMariaPushaina, con mucho amor. 💗🌼
¿Quieres que te dedique un capítulo? Coméntame algo relacionado con el mismo o tu opinión. ✨💗
Los tqm. 🥰✨
🦋KOCT📖
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