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Capítulo: 39✔️

Su piel palidece repentinamente, y solo en este instante soy consciente de lo brusco que fui al darle la noticia. No era mi intención ser tan abrupto; al contrario, quería que se calmara antes de decírselo.

«Ahora te toca arreglar la metida de pata».

—¿Tú... tú estás seguro de eso? —balbucea antes de dejarse caer en el sofá—. Mis padres... ellos pudieron inventarlo para separarnos.

¡Joder!, si resulta que sus padres están detrás de todo esto, haciendo sufrir a Emma, y nada de lo que dijeron es verdad, me la llevaré a otro país y entonces sí que no volverán a verla ni en foto.

Me acerco a ella y me sitúo a su altura, mientras permanece sentada en el sofá: —¡Hey! —le digo, haciéndola mirarme, levantando su mentón con delicadeza. Sus lágrimas caen sin control, empapando mi camisa—. Eso no va a pasar —aseguro, haciendo que de alguna manera, su alma libere un peso—. ¿Y sabes por qué? —mis labios impactan contra la piel cálida de su frente—. Porque ya nada puede separarnos. Tú eres lo más importante para mí y yo estaré aquí para protegerte, siempre, ¿vale?

Ella asiente rápidamente, sin dudas de que así será.

—Y si resulta ser cierto... —limpia las lágrimas restantes en sus ojos.

—Si es verdad, estaré a tu lado, abrazándote fuerte y apoyándote en todo momento —una vez que las palabras salen de mis labios, ella me envuelve con sus brazos, como si necesitara que el latido de nuestros corazones se escuchara al unísono para sellar la promesa.

Acto seguido, unos minutos después, ya más tranquila y calmada, se dirige a la habitación y llama a sus padres. Decido no acompañarla, prefiero darle su espacio y evitar que se sienta nerviosa mientras habla con ellos.

Cuando regresa, trae consigo la dirección del hospital y aún conserva la calma que mostraba al principio antes de dirigirse a la habitación, lo que me provoca un alivio instantáneo.

Al doblar el pasillo que la recepcionista nos ha indicado apenas unos segundos atrás, lo primero que se deja ver es la cara de reproche de los padres de Emma. En ese instante, ella toma mi mano y la entrelaza con la suya, en un acto instintivo o tal vez desafiante.

Ellos se acercan lentamente, con fingida calma, y su madre, con el ceño fruncido y el tono de voz lleno de reproche y confusión, decide comenzar a hablar: —No tenías que traer a este. ¿Qué tiene que ver él con tu abuelo?

—¿Y mi abuelo? —pregunta ella, mientras siento como sus manos entrelazadas con las mías comienzan a sudar.

—Está mal, y todo es culpa tuya —dice su padre con un tono de voz lleno de reproche, incapaz de contener su frustración—. Desde que decidiste dejar a tu familia de lado para irte con alguien que apenas conocías hace unos pocos meses, ha estado así. Cayó en una crisis asmática muy fuerte debido a la vulnerabilidad que experimentó cuando te fuiste.

No pierden oportunidad para hacer sentir mal a Emma.

—No es el momento para esto.

—¿Y cuándo será el momento, Emma? —insiste su padre—. ¿Cuándo pensabas llamarnos? Más bien, ¿pensabas volver a vernos? —termina por alzar su tono de voz, atrayendo todas las miradas hacia él y hacia Emma.

Si fuera por mí, no.

—Ya hablé con las enfermeras para que pudieran entrar a verlo —anuncia una voz a nuestras espaldas. Esa voz que nunca desaparece.

El Carlos ese.

—¿Y él que tiene que ver con mi abuelo? —pregunta Emma, frunciendo ligeramente el ceño.

Eso es lo que me gustaría saber yo. Eso, y porqué no termina de salir de nuestra maldita vida.

Sé que no debería sentir celos de él, total, ella lo dejó por mí, porque me quiere a mí, pero joder, me pone de los nervios.

—Lo mismo te pregunto yo a ti con él. Por lo menos Carlos está ayudando.

Emma no menciona nada más, y sé que eso fue lo que colmó el vaso para ella. Acto seguido, termina por arrastrarme de vuelta al pasillo por el que pasamos antes para llegar hasta aquí.

Después de observar su agitación y cansancio, como si hubiera corrido desde nuestro piso hasta aquí, noto su respiración entrecortada y sus hombros caídos que denotan el peso emocional que lleva sobre ellos. Sus ojos reflejan una mezcla de frustración y tristeza, mientras sus labios tensos revelan la lucha interna que está experimentando.

—No aguanto más, y apenas llegué —susurra con un hilo de voz, apenas perceptible entre los constantes pitidos de los aparatos cardíacos, antes de dejarse caer exhausta sobre la incómoda butaca azul del hospital—. Solo quiero ver a mi abuelo —en sus ojos percibo una súplica silenciosa que clama liberar su frustración.

En ese preciso instante, en un esfuerzo por calmar la ansiedad y las emociones que nos embargaban a ambos, me arrodillo a la altura de sus piernas. Dejo reposar mi cabeza sobre sus muslos, y mientras lo hago, percibo su olor natural impregnado con el aroma fresco y nítido de la mezclilla recién estrenada.

—¿Qué estás haciendo? —su voz sigue siendo un susurro, apenas audible desde donde estoy arrodillado.

—Tranquilizarte —mis ojos terminan por cerrarse, sintiendo el peso de la palabra.

Tranquilizarnos.

De repente, un suave suspiro escapa de sus labios, como si llevara consigo la liberación de cualquier ansiedad o inquietud que pueda albergar en su corazón, y unos segundos después, siento el roce reconfortante de sus manos encontrando refugio en mi cabello. Es un gesto tan genuino y tan nuestro que siempre logra traernos paz y tranquilidad.

—Lo estás logrando —me hace saber, haciéndome abrir los ojos ligeramente.

—Lo estamos logrando —mis dedos, en ese momento, parecen tener vida propia y comienzan a trazar círculos en la parte interna de su rodilla, buscando expresar la complicidad y la conexión que siento en este instante.

—Ajam... —un carraspeo amargo e imprudente, como un intruso no deseado, nos saca de este momento de complicidad y cercanía, devolviéndonos bruscamente a la realidad. A su presencia, a los pitidos de los aparatos. Es como si la magia se desvaneciera y fuéramos recordados repentinamente de la situación que nos rodea.

—¿Quieres ver a tu abuelo ahora? —inmediatamente su mirada se encuentra con la mía, haciéndome incorporar para que ella pueda asentirle e irse por el pasillo con ese capullo de Carlos.

Por una buena causa, Jonathan. Ella va a ver a su abuelo.

Incapaz de quedarme sentado después de eso, sin darme cuenta, comienzo a caminar en círculos por el lugar y, para cuando reacciono, me encuentro de vuelta en el sitio donde estábamos con sus padres, justo a un lado de ellos.

Quienes no pierden la oportunidad de mirarme con desprecio, y su padre comienza a mostrar indicios de una sonrisa de satisfacción.

—¿Qué? ¿Esto le hace feliz? ¿Le satisface esta situación?

Suelta una pequeña risita amarga y dice: —No, para nada. Lo que me causa satisfacción o felicidad, como prefieras llamarlo, es que las conexiones emocionales y verdaderas siempre salen a la luz en los momentos más difíciles.

—No entiendo.

—¡Ahí lo tienes! —sus ojos me llevan a mirar hacia adelante, donde veo las manos de ese imbécil aferradas a mi novia, tratando en vano de calmarla. Puedo ver el brillo de las lágrimas en sus mejillas y la desolación en sus ojos cuando se encuentran con los míos, como si estuviera buscando refugio en mi mirada.

Es entonces que, sin dudarlo ni un segundo, ella corre hacia mí y me abraza por la cintura, poniéndose de puntillas, porque yo soy su refugio, su conexión emocional, capaz de calmarla.

Cuanta razón tenía, Señor.

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Nota de la autora📖:
Holaaa, ¿todo bien?, espero que sí❤️.

Espero que el capítulo haya sido de su agrado, si fue así, me ayudarías mucho dejando tu ⭐️(voto) y si gustas comentar tus partes favoritas, sería de gran ayuda e inspiración para mí, las dos cosas lo son🥺.

Si encuentran algún error o falta de ortografía a lo largo de el capítulo, favor de hacérmelo saber, lo mismo al privado o en este hilo de comentarios📖.

🦋KOCT📖

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