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Capítulo: 56✔️

‼️Advertencia de contenido:‼️ Este capítulo contiene descripciones gráficas de secuestro, así como lenguaje violento y acosador. Se aconseja la discreción del lector, ya que el contenido puede resultar perturbador y afectar emocionalmente a algunas personas.

Al despertar, un dolor punzante me atraviesa la cabeza, y mis brazos y piernas parecen estar atrapados sobre una superficie fría y áspera.

¿Estoy amarrada?

El ardor en mi rostro es insoportable, y el apretado pañuelo negro que cubre mi boca me asfixia con cada intento de gritar.

¿Dónde demonios estoy?

Mis muñecas arden; cada movimiento es un recordatorio punzante de mi cautiverio, y el aire está impregnado de un hedor a humedad que me revuelve el estómago.

Un chillido característico resuena a lo lejos; el sonido de las ratas me sobresalta, como si una ola de hielo me atravesara. No puedo moverme un centímetro ni gritar mientras esas criaturas repugnantes pasan muy cerca, deslizándose ágilmente entre cajas polvorientas y un viejo sofá desgastado. El corazón se me quiere salir del pecho.

¿Quién tiene una obsesión tan profunda conmigo que siente la necesidad de hacerme daño solo porque no estoy a su lado?

—Niños, les dije que no asustaran a mamá. Ya casi llega papá.

¿Mamá? ¿Papá?

El eco de sus pasos se acerca lentamente, y mis ojos se abren con un temor paralizante al tiempo que las primeras lágrimas comienzan a derramarse. Lo primero que ven es la visión más aterradora y repugnante que podría imaginar: una pared cubierta con fotos mías, desde mi adolescencia hasta la actualidad. Cada imagen está dispuesta con tal meticulosidad que parece que han dedicado horas a seleccionarlas y colocarlas una por una, como si cada momento de mi vida fuera un trofeo en su grotesca colección.

Y luego está la otra pared, que me provoca una mezcla de náuseas, vergüenza ajena y escalofríos al pensar en quién podría dedicarse a hacer algo así. Está absolutamente llena, saturada de fotos mías y de Jonathan en cada momento: en la heladería, en la pista de carreras... e incluso en la habitación de Nat, donde nos capturaron desde un ángulo que revela nuestra intimidad matutina. Jonathan aparece tachado con plumón rojo en casi todas las imágenes, y un nudo inquietante se forma en mi pecho al considerar lo que eso puede significar.

—Oh, ¿ya descubriste mi pequeña colección? —su voz es aguda, y me resulta familiar, como un cuchillo que corta el aire. Y ahí está él, justo frente a mí, con el pasamontañas aún ocultando su rostro.

En un instante de desesperación, me aferro a los tacones de los zapatos que me ha dejado, utilizando su peso para arrastrarme lentamente hacia la pared y sentarme.

El hombre de negro se aleja, sus pasos resonando en el silencio. Se detiene frente a una mesa donde un viejo televisor parpadea débilmente, junto a una botella opaca que parece haber visto mejores días. Con movimientos lentos y deliberados, se sirve algo en un vaso desechable. Noto que trae una navaja en el bolsillo trasero derecho.

—En todas sales muy preciosa —farfulla, tragando el líquido con un sonido de desagrado por el ardor en su garganta—. Pero hay algo que nunca voy a perdonarte, Emma: ¿cómo pudiste entregarle tus primeras experiencias a alguien así? Se marchó y te dejó sola en tantas ocasiones. Deberías haberlo visto como una señal de alerta desde la primera vez que sucedió.

¿Y esto? ¿No es esto una señal de alerta?

Una punzada de terror me atraviesa el vientre y aprieto los ojos con fuerza, luchando por mantener la calma y controlar mi respiración. Ya no estoy sola; debo pensar en mi bebé, y él no puede descubrirlo, si es que aún no lo ha hecho...

—¿Te sientes mal? —se acerca, notando mi estado, agachándose frente a mí, su mirada azul intensa y amenazante. Giro la cara hacia el otro lado, tratando de ignorarlo—. Será mejor que dejes de despreciarme. Si sigues así, podrías descubrir lo que realmente soy. Dime: asiente con la cabeza o niega.

No, estoy de maravilla. Estoy secuestrada y hay dos malditas paredes en mi campo de visión con fotos mías casi desnuda, y me siento de maravilla. Es que tiene que ser imbécil.

Sin respuesta, se acerca aún más, rozando mis mejillas con su dedo, como si dibujara las líneas de mis lágrimas; su toque se siente agudo, como una cuchilla, y me eriza la piel.

—Si tan solo te hubieras dado la oportunidad de amarme con la misma intensidad que se la diste a él, y no me hubieras utilizado como un juego en su lugar, nada de esto estaría ocurriendo, princesa.

Mis ojos se abren de par en par, y una sensación helada se instala en mi interior. Me giro para mirarlo con detenimiento; mi mente finalmente comienza a entrelazar todos los cabos sueltos que ha dejado, aquellos que en su momento no supe comprender.

Mismo tono de voz.

La llamada aquella noche vuelve a mí con una claridad inquietante. Su voz temblaba, cargada de una rabia contenida: «Escúchame bien, estoy llegando a mi límite y no sé de lo que soy capaz cuando veo todo rojo. No me sé controlar. No me importa si descubres mi verdadera cara...».

Y ahora, sus palabras recientes resuenan nuevamente: «Será mejor que dejes de despreciarme. Si sigues así, podrías descubrir lo que realmente soy».

«Si tan solo te hubieras dado la oportunidad de amarme con la misma intensidad que se la diste a él, y no me hubieras utilizado como un juego en su lugar, nada de esto estaría ocurriendo, princesa».

La repetición de esas frases me golpea como un puño en el estómago.

Sus ojos azules brillan intensamente bajo la luz tenue, las pequeñas pecas alrededor de ellos son como constelaciones en un cielo oscuro.

Su comportamiento dolido y sarcástico se entrelaza con cada palabra.

«Princesa». Esa palabra resuena en mi mente como un eco familiar. Nadie, absolutamente nadie en la faz de la tierra me llama así, excepto... Carlos.

Dios, ¿cómo no lo vi antes? Estuvo tan cerca de mí tantas veces, como una sombra que nunca supe reconocer...

De golpe, unas vibraciones en mis costillas me hacen sobresaltar, y su mirada se clava en mi bolsillo izquierdo. Es mi móvil. En el derecho tengo el ultrasonido, junto a la postal. Cierro los ojos, agradeciendo internamente que no se haya fijado en ese.

Sus dedos comienzan a explorar mi piel a través del vestido, toqueteando de manera deliberada la costura de mis pechos hasta que finalmente lo alcanza. Intento presionarme más contra la pared para esquivarlo, pero es inútil; nada puede detenerlo ni evitar que haga lo que desee conmigo mientras yo esté así.

—Ash, mira a quién tenemos aquí —se queja, poniendo los ojos en blanco—. A partir de la octava llamada perdí la cuenta de cuántas veces han insistido él y Nat —no se mueve ni un centímetro de mi lado, y logro vislumbrar el nombre de Jonathan en la pantalla—. Don "Pues sí, pero era más agradable hace tan solo unos minutos cuando no estabas". ¿Qué hacemos? ¿Le decimos que te escapaste conmigo el día de su cumpleaños porque ya no lo soportabas?

La curvatura de sus labios se ensancha en una sonrisa maliciosa, como si encontrara placer en su sufrimiento. La imagen del niño amable, cariñoso y amistoso que solía corretear conmigo en el jardín se ha desvanecido por completo.

Niego con firmeza; mi cuerpo tenso y tembloroso.

Sus ojos se oscurecen de tal manera que un instinto visceral me advierte del peligro inminente. En un instante, su mano se cierra en torno a mi cuello con una fuerza aterradora, sus dedos se clavan en mi tráquea como garras afiladas, y mi respiración se convierte en un esfuerzo desesperado.

—Para eso sí que sabes mover la cabeza, ¿eh? Para eso, y para darle el permiso que nunca me diste a mí de tocarte —su voz es un susurro cargado de veneno mientras se acerca más, hasta que siento el roce de sus dientes contra mi piel. Luego grita contra ella—: PUES QUE TE QUEDE CLARO QUE NO LO VAS A VER MÁS EN LA PUTA VIDA, PORQUE ANTES, EMMA, LOS MATO A LOS DOS COMO PERROS.

Mis sentidos se nublan y el dolor punzante en mi vientre se intensifica como si algo estuviera quebrándose dentro de mí; me aferro a la realidad en el instante en que él parece darse cuenta y me quita el nudo que cubría mi boca, dándome una palmadita para asegurarse de que sigo consciente. Irónicamente, después de todo este horror, se "preocupa".

—¡Habla! —me exige.

—Me das asco —es lo único que logro articular, una simple frase entre las muchas cosas horribles que realmente merece escuchar, mientras siento que me acerco más al abismo que a la realidad.

Lo último que siento es cómo mueve mis piernas, intentando atraparme entre sus brazos, y su voz resonando:

—¿Qué diablos te pasa? Emma, el suelo... estás sangrando.

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Nota de la autora📖:

¡Holaaaa! ¿Cómo están? 💗✨No olviden interactuar con el capítulo dejando su voto y algún que otro comentario. 🫶🏻 Me ayudan mucho si lo hacen, por favor. 🩷

Pd: aún no me convence del todo el capítulo, ya que es la primera vez que escribo sobre algo así. Espero que lo disfruten y recuerden que esto es solo una primera versión sin corregir del libro. 🥹🥰

En IG dejo spoilers a cada rato, cuentas regresivas para que sepan qué día voy a actualizar, por si quieren ir a seguirme para enterarse (escritora_romance06).

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Capítulo dedicado a @DaniYicelCamelo, @CarolinaRomero114, @anelam2003 y @YeneVelasco. 💗💗

Los tqm. ✨🥹

¿Quieres que te dedique un capítulo? Coméntame algo relacionado con el mismo o tu opinión. ✨💗

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