Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo: 54✔️

8:45 am. 12 de febrero. (24 días).

Cuando Nat le preguntó a la doctora ayer, justo antes de que saliéramos de la consulta, por qué había estado experimentando sangrado en los días anteriores, yo aún me encontraba en un estado de shock y no podía articular palabra. La doctora explicó que probablemente se debía a las pastillas innecesarias que había tomado con la intención de detener lo que creía que era mi regla.

Nos comentó que había existido la posibilidad de un aborto espontáneo, pero luego me tranquilizó al mostrarme en la ecografía que el embarazo se estaba desarrollando de manera adecuada. Me indicó que, con un reposo adecuado, el uso de las pastillas necesarias para prevenir complicaciones y siguiendo sus recomendaciones al pie de la letra, había buenas posibilidades de que todo continuara sin contratiempos.

Aun así, y a pesar del miedo, debo confesar que no creo que nada malo pueda sucedernos a mí y a mi bolita mientras tengamos a su padre protegiéndonos como lo hace cada noche.

Su aliento cálido y agitado acaricia mi cuello, y el suave sonido de sus ronquidos hace que mis cabellos se estremezcan, llevándome a abrazarlo con más fuerza.

Estamos desafiando las reglas una vez más; anoche, se coló por la ventana de Nat para pasar la noche conmigo de nuevo, y no podría estar más feliz.

En realidad, aún no le he dicho nada; ¿cómo podría decírselo en tan poco tiempo? Apenas han pasado unas horas desde que me enteré, y solo Nataly y yo lo sabemos. Además, ni siquiera lo he procesado yo completamente.

Su reacción me tiene desvelada, entre otros temas que inevitablemente están ahí... Miles de escenarios recorren mis pensamientos: en algunos, se muestra alegre, me abraza y me dice que es feliz; en otros, rechaza la idea por completo y... Esos últimos ni siquiera quiero contemplarlos. ¡No! ¡Están descartados! Jonathan no es así.

Solo faltan dos días para el 14 de febrero y cuatro para su cumpleaños. Quizás alguna de esas fechas sea el momento perfecto para revelarle esta noticia como un regalo especial, una forma de compartir algo que podría cambiar nuestras vidas para siempre.

Introduzco mi mano en el estrecho espacio que hay entre su imponente figura y la mía, sintiendo el calor que emana de su cuerpo. Acaricio suavemente mi vientre, mientras mis nudillos rozan el suyo.

Joder. Aún no puedo creérmelo... ¡estoy embarazada! Hay algo creciendo dentro de mí, burbujeando con vida, porque lo he sentido. Lo siento en este instante. Muchas veces, antes de saberlo, experimenté esas burbujitas y trataba de convencerme tontamente de que eran solo mariposas revoloteando en mi interior.

—¿Qué hemos dicho sobre las caricias matutinas en zonas sensibles? —gruñe, con un tono que mezcla reproche y diversión. Cierro los ojos, sintiendo cómo una sonrisa se dibuja en mi rostro al notar sus suaves besos en mi cuello. No me engaña; estaba fingiendo estar dormido, porque esto ha sido demasiado repentino.

Con extrema delicadeza, retira mi mano del pequeño espacio y coloca la suya en su lugar, continuando con el gesto que yo había comenzado. Sin saberlo, acaricia a nuestro bebé, y mi rostro se sonroja al contener las ganas de llorar de ternura.

—Empiezo a sospechar que mis padres tenían razón en algo —murmuro en broma, tragando con fuerza para no dejar que las lágrimas se asomen frente a él. Su mirada confundida me atrapa con una rapidez sorprendente, así que añado, confiada—: Eres un macarra. Te cuelas en habitaciones ajenas como si nada. Un verdadero peligro —rodeo su cintura con mis piernas, en un gesto aún más atrevido.

—¿Ah, sí? —se acerca aún más, su voz transformándose en un susurro seductor—. Entonces seguiré siendo tu macarra, el que se cuela en tu habitación y en cualquier lugar donde tú estés, siempre y cuando me lo permitas.

—Cursi —le respondo entre risas nerviosas, ladeando la cabeza justo cuando intenta acercarse a besarme—. ¡No! Aún no me he lavado los dientes... —gimo en su boca cuando, a pesar de todo, logra alcanzarme. Abro los labios para quejarme, pero su lengua, más astuta, se desliza y me hace estremecer entre sus brazos mientras me besa de manera profunda y apasionada.

—Ash, ¡qué importa! —dice, al tiempo que sus dedos se ciñen con firmeza a uno de mis muslos, cubriéndolo casi por completo, y mira que no son pequeños—. Ya me provocaste; ahora prepárate para las consecuencias.

¡Qué maravilla de "consecuencias"! Las quiero todas así.

En un abrir y cerrar de ojos, me encuentro sobre él, con el pelo alborotado y probablemente luciendo desaliñada. Llevo puesta solo su camiseta de la noche anterior y unos bóxers que dejó en mi habitación una vez. Como nunca los reclamó, decidí quedármelos. Después de todo, no es robo si el que los perdió es consciente de ello, ¿verdad?

—¿Y yo soy el macarra, el verdadero peligro? —sisea con una sonrisa perversa, estirando el elástico de su bóxer, ahora mío. Un calor intenso me invade, incapaz de soportar la combinación del ambiente y el aire acondicionado; siento que mi presión está a punto de estallar—. ¿Ya están empapados o necesitamos trabajar un poco más en eso?

Parpadeo sorprendida.

Dios, no puedo con su mente. ¿De dónde saca todas esas guarradas a esta hora de la mañana que me hacen sentir como una babosa, húmeda y atrapada en su juego?

Pequeña bolita, por favor, no escuches a tu padre. Está muy loco.

De repente, me embarga una sensación de vergüenza al escuchar mis propios pensamientos. O sea, sé que es algo pequeño, pero hay quienes afirman que escuchan y sienten todo desde el primer momento.

Bafff, ni siquiera ha nacido y ya estoy convencida de que nuestro hijo nos ve como unos animales en celo.

—Un poquito —me meto las uñas en la boca para no soltar más palabras. No le diré que parezco un grifo.

—¿Solo un poquito? —tira del elástico con un gesto juguetón. Su rostro se torna serio de repente y enarca una de sus cejas—. ¿Qué te hago si levanto esto... —acaricia con sus yemas la tela del contorno del bóxer— y descubro que estás bastante húmeda?

Follarme.

¡Cállate, por Dios!

Masajea mis muslos por la parte interna mientras espera mi respuesta, de arriba a abajo, una y otra vez, sin pudor ni reparo. Su mirada se clava en la mía, como si pudiera desentrañar la mentira que escondo. Al notar mi silencio, me ordena de repente, envolviéndome en la confusión.

—¡En mi cara, ahora mismo!

—¿Qué? —balbuceo, incapaz de procesar lo que acaba de decir.

—¿Nunca te han comido mientras estás sentada en el rostro de alguien?

Le entrecierro los ojos: —Sabes que no.

—¿Y quieres?

—¿Q-ué? ¿Yo? No lo sé —respondo, tirando de mi pelo hacia atrás, esforzándome por mantener la compostura, aunque no lo logro en absoluto—. ¿Y si no me gusta?

Eso, hazte la difícil. Aunque sabemos que lo que acabas de decir es altamente improbable.

—Es un poco más intenso que las veces anteriores —responde con seguridad—, pero te va a encantar. Vas a amar cada segundo que mi lengua esté...

—¡Yaaa! —exclamo, lanzándole una almohada que tengo al lado, sintiendo cómo otra ola de calor me invade y mis piernas se tensan involuntariamente a su alrededor al visualizarlo.

—¿Quieres o no? —hace una bola con la almohada que le tiré y, con una sonrisa pícara, me la devuelve de inmediato.

No digo nada, solo me relamo los labios, sintiéndome curiosa y tremendamente excitada.

—¿Te lo estás imaginando ahora mismo? —pregunta, sacando la lengua de manera provocativa y moviéndola de arriba a abajo como una serpiente. Un escalofrío recorre mi cuerpo, y el manojo de nervios entre mis piernas comienza a palpitar con intensidad ante las imágenes que inundan mi mente, demasiado vívidas para ignorarlas.

Estoy a otra guarrada de decirle que sí, lo juro, cuando la inoportuna voz de Nat resuena en el mármol de la puerta y me sobresalto.

—¿Emmi, ya estás despierta?

Jonathan suelta un suspiro frustrado y me bajo de encima de él, dándole la espalda mientras me saco su camiseta y se la lanzo con prisa.

—S-sí, en breve estoy contigo —respondo, sintiendo el corazón en la garganta, buscando entre un revoltijo de ropa sin doblar mi pijama, el de verdad.

Dejo caer su bóxer al suelo y rebusco entre mis cosas unas bragas.

—Húmeda era un eufemismo comparado con lo empapado que está esto —susurra Jonathan a mi lado, con una sonrisa autosuficiente, tomándolo entre sus dedos.

—¡Devuélvemelo, es mío! —chillo, viendo cómo busca en el suelo sus vaqueros e intenta guardarlo.

—No sabía que usabas bóxers.

—¡Lo dejaste en mi habitación y nunca los reclamaste! Así que, por derecho, es mío. Lo siento, el que fue a Japón perdió el sillón.

Extiendo la mano para intentar recuperar MI prenda justo cuando Nataly interrumpe desde detrás de la puerta, nuevamente.

—¿Emma, por alguna casualidad remota de la vida, muy, muy remota, Jonathan está aquí?

—¿D-de qué hablas, Nat? —tropiezo con mis palabras, esforzándome por sonar despreocupada.

—¿Estás bien? Es que te escucho murmurando cosas extrañas y, además, hay una moto estacionada junto al árbol del jardín.

—¿Dejaste la moto ahí? —le pregunto rápidamente.

Jonathan entrecierra los ojos y se abrocha el cinturón: —¿Nataly es siempre así de insoportable por las mañanas o solo cuando me cuelo a dormir contigo?

—¡Ya vete! —exclamo en voz baja, intentando mantener la seriedad.

—Está bien, está bien, me voy, pero díselo pronto. Esta noche regreso y mañana por la mañana, créeme, no habrá forma de que escapes de mi lengua.

Intento ignorar el estremecimiento involuntario que recorre mi espalda ante su promesa, y cuando me toma del cuello para darme un último beso.

Tanto da que al final me deja el bóxer, pero se lleva una de mis bragas a cambio, más concretamente las que me había puesto unos segundos antes.

[...]

DOS DÍAS DESPUÉS. 14 de febrero. (22 días).

Esta mañana nos despertamos cerca de las 9:00 y llevamos a Mia a casa de mis padres. Lo hicimos aprovechando la fecha y el hecho de que Rocky ya necesita una revisión con su querido amigo el veterinario. Así, yo puedo asistir a la revisión, tal como acordamos hace cuatro días, como medida de precaución.

La verdad es que mentiría si dijera que en los últimos días no me he encariñado más con la idea y no he imaginado cómo sería.

No sé si es solo psicológico, pero desde que me enteré, siento que mi pancita ha adquirido un peso especial. Por decirlo de alguna manera no literal, porque en realidad, si pesáramos al bebé en este momento, ni siquiera alcanzaría a ser tres gramos. Es más como una pequeña semilla.

Sin embargo, es una sensación increíblemente reconfortante y tierna saber que hay algo tan precioso creciendo dentro de mí, resultado de un amor tan intenso y complicado como el nuestro.

En fin, supongo que son cosas de madre primeriza y un poco cursi, pero que ya no puedo evitar.

—¡Y aquí está ese pequeño escondedizo! —exclama la doctora, mientras desliza el ecógrafo suavemente sobre mi pancita. La sonda emite ondas sonoras y, en ese instante, mi corazón se estabiliza, colmado de alivio y alegría.

Ella lo llama "escondedizo" porque la primera vez que me lo mostró en la ecografía fue un verdadero desafío distinguirlo.

—Todo está en perfectas condiciones, mamá, así que no tiene de qué preocuparse. Se nota que ha estado siguiendo al pie de la letra mis indicaciones.

—¡Y eso no es todo! —añade Nataly con entusiasmo—. Le estoy preparando un brebaje que mi abuela solía darle a mi madre cuando estaba embarazada de mí.

—Sí, que sabe a culo —respondo con sinceridad, sintiendo cómo mi estómago se revuelve solo de recordarlo. La doctora suelta una risita y me tapo la boca, dándome cuenta de lo que he dicho frente a una profesional.

—Bueno, pero te ha quitado esas náuseas nocturnas que te atormentan antes de dormir, ¿sí o no?

—Eso sí.

Un rubor involuntario invade mi rostro ante mi respuesta. La verdad es que he estado fingiendo esas náuseas nocturnas todos estos días, solo para que me deje ir a la cama temprano y así poder meter a Jonathan en la habitación.

Lo sé, soy una mentirosa. El karma llegó a mí con ese brebaje.

Pero tampoco me siento tan mal, Nataly no es tan inocente; seguramente ya lo intuye desde aquel instante en que vio la moto en el jardín (si no es que desde el primer día), solo que no quiere echármelo en cara ahora mismo por mi estado. Desde entonces, nos despierta cada mañana de la misma manera, y Jonathan se ve obligado a salir aún con la baba colgando. Es muy gracioso, aunque resulta estresante.

Un rato después, la consulta llega a su fin. Me limpio el líquido frío que quedó sobre mi pancita y, con una sonrisa radiante que parece iluminar este día tan especial, salimos del consultorio. Nos dirigimos a la calle en busca de un taxi que nos lleve a nuestro próximo destino.

Esta tarde tengo planes de reunirme con Jonathan. Anoche me dijo que tenía algunas cosas que hacer por la mañana y, después, quería pasar tiempo con su abuela. Me parece un gesto muy tierno de su parte, y además me da la oportunidad perfecta para ocuparme de lo que tengo pendiente ahora y prepararle algo especial después.

¿Quién sabe? Quizás una ecografía "accidentalmente" termine escondida en su regalo.

Se me acelera el corazón solo de imaginarlo, y Nat me ayuda a subir al taxi que ha logrado conseguir.

—¿Entonces ya puedes decirme a dónde vamos ahora? —pregunta mi insistente amiga en cuanto nos acomodamos y le paso la dirección al conductor.

Esta vez no tengo escapatoria; esta mañana logré esquivarla diciendo que temía llegar tarde a la consulta, pero ahora no hay forma de huir.

—Vamos a pagar la renta del departamento que tenía con Jonathan.

—¿QUÉ?

Sí, de ese último grito nadie ha salido impune; ni siquiera el conductor, que mira por el retrovisor discretamente.

—¡Pero si ya no lo están usando! —exclama, mirándome fijamente y cruzándose de brazos, como si intentara hacerme cambiar de opinión.

Pero lo usaremos...

—No quiero perderlo —confieso. La idea me resulta desgarradora.

Esa etapa fue la más hermosa y rebelde de nuestra relación. Ese lugar resuena en mi corazón con una intensidad que supera incluso al hogar donde pasé 20 años de mi vida.

—Además, aún quedan cosas nuestras dentro —agrego, intentando desviar la conversación y liberarme un poco de la presión.

Ella respira profundamente, lo que puede significar dos cosas: primero, que está a punto de tragarse su opinión; o segundo, que se está preparando para estallar.

—De verdad, no puedo contigo —suspira, y para mi buena suerte, su expresión se suaviza después de unos segundos—. Tienes mucha suerte de que hoy sea uno de esos días en los que uno elige tragarse todo por el bien de la amistad.

—San Valentín no es solo para aguantar, ¡es para celebrar y demostrar cuánto queremos a nuestros amigos, incluso cuando es un poco difícil ponerse en su lugar! —le giro la cara mientras finjo molestia.

—Bueno, yo creo que te llevo la delantera en eso de querer.

—¡Ay, qué mentirosa! —exclamo acercándome para rodearla con un brazo y abrazarla como se merece.

Unos 30 minutos después, con algo de suerte hemos llegado al edificio. Sigue siendo exactamente igual; bueno, no es que pudiera cambiar tanto en poco tiempo.

—¿Aquí vivieron? —pregunta Nat.

Ella hace una mueca y, al notar su reacción, me apresuro a aclarar: —Por dentro es lo más acogedor que verás en mucho tiempo.

—No quiero ni imaginar qué habrán hecho en cada rincón de ese pequeño lugar —me sigue mientras me encamino por el pasillo.

—Crear a tu sobrino. No se hizo solo —replico, sintiendo una sonrisa involuntaria asomarse en mi rostro.

Según mis cálculos y lo que la doctora me dijo sobre el tiempo, lo hicimos aquí. ¿En qué momento? No lo sé. Pero esta es otra razón más para añadir a la larga lista de por qué no podemos permitirnos perder este departamento.

Al llegar a recepción, el suave clic de las teclas resuena en el ambiente. Llamo la atención de la recepcionista, absorta en su pantalla. Con una sonrisa nerviosa, le explico el motivo de nuestra visita.

Ella asiente y comienza a verificar la información con una paciencia casi zen. Su mirada se mueve entre la pantalla y los documentos frente a ella.

—Ese mes que menciona ya ha sido pagado —informa, levantando sus finos espejuelos de medialuna hacia mí, lo que hace que sus ojos almendrados ahora me parezcan aún más grandes.

—¿Cómo? —pregunto, sintiendo cómo la incredulidad se apodera de mí. Eso es imposible—. ¿Está segura? Revise bien, por favor.

Ni siquiera me da tiempo a mirar hacia un lado o a Nat antes de que responda: —Estoy completamente segura, señorita —dice con firmeza—. Y si no me cree, las personas que saldaron la deuda del mes anterior y parte de este están en el departamento.

—¿"Están"? ¿O sea, que son varios? —inhalo profundamente, esforzándome por mantener la calma antes de añadir—: Me gustaría verlos; los únicos con llave somos mi novio y yo.

Y Jonathan... estoy segura de que no recuerda este lugar. No puede hacerlo; de lo contrario, me odiaría o, en el menor de los casos, me guardaría rencor por haberle ocultado lo de la beca.

Más rápido de lo que puedo procesar, Nataly me agarra del antebrazo, como si intentara protegerme de un peligro invisible. La recepcionista avanza con paso firme hacia nuestro apartamento, y mi corazón late desbocado en mi pecho, resonando como un tambor en medio del silencio tenso.

Al cruzar la puerta, mis ojos se posan en la abuela, sentada en la sala, con la mirada fija en él. En ese instante, mi mundo parece tambalearse una vez más; el aire se vuelve denso y pesado.

La decepción brilla en sus ojos como un faro helado, y el temor de que la historia se repita está ahí de nuevo.

_______________________________
Nota de la autora📖:

¡Holaaaa! ¿Cómo están? 💗✨No olviden interactuar con el capítulo dejando su voto y algún que otro comentario. 🫶🏻 Me ayudan mucho si lo hacen, por favor. 🩷

En IG dejo spoilers a cada rato, cuentas regresivas para que sepan qué día voy a actualizar, por si quieren ir a seguirme para enterarse (escritora_romance06).

_______________________________
Capítulo dedicado a @DaniYicelCamelo, @anelam2003, @DanielaRodriguez0939, @YeneVelasco y @YuliannyPulido. 💗💗

Los tqm. ✨🥹

¿Quieres que te dedique un capítulo? Coméntame algo relacionado con el mismo o tu opinión. ✨💗

🦋KOCT📖

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro