DOS SEMANAS DESPUÉS.
11:00 am.
Los rayos del sol atraviesan la habitación, como si las cortinas hubieran permanecido abiertas desde la última vez que estuvimos durmiendo juntos en el departamento. Hasta ayer, estuvimos quedándonos en la casa de mis padres. Bueno, yo me quedé allí y Jonathan aquí. Aunque nos veíamos todos los días, no podíamos dormir juntos, principalmente por respeto hacia lo que sucedió y por mis padres.
Había extrañado mucho esto. Siempre su cuerpo sobre el mío, impidiéndome moverme, o su mano acariciando mi cintura. Aunque debo resaltar que ya casi no me muevo, digamos que mi mal dormir ha cesado (un poco).
Una vez salgo de la cama y me enfrento al espejo, veo las huellas de todos estos días reflejadas en mi rostro. Las lágrimas han dejado hinchada y enrojecida mi piel, marcando el dolor que he llevado sobre mis hombros. Sí, he llorado muchísimo, estos días no han sido nada fáciles. Desde que mi abuelo falleció hace dos semanas, he buscado consuelo en la cercanía de mis padres y en los momentos compartidos con Mia, tratando de sanar poco a poco mi corazón herido, pero eso no lo es todo, también hace falta tiempo.
—Espero que te encuen... mejor, no me... gust... nada verte desani... mada, Rubia —Jonathan me arranca una pequeña risita mientras habla con el cepillo de dientes en la boca. Estoy segura de que lo hace a propósito, quiere verme sonreír.
—Estoy mejor —digo al pasar por su lado rumbo a la puerta—. ¿Te apetece algo en especial para desayunar? Ayer, antes de regresar de casa de mis padres, tuve la oportunidad de parar en un supermercado de camino y compré algunas cosas.
—Lo que quieras, ya sabes que como lo que sea.
—Lo sé, y me encanta saberlo —pienso en voz alta, girándome para acto seguido ser sorprendida por él, iniciando un maratón de cosquillas que termina en la cocina, con mis mejillas sonrosadas de tanto reír.
—Viene Mia en estos días —le cuento sacando algunas cosas del refri.
—¿En serio? Te deseo suerte —se mofa desde la mesa, esperando el desayuno como todo un vago—. Emm... sé que a lo mejor no es el momento indicado para esto... —comienza vacilante.
—Ajá, continúa —le pido, cortando cuadritos de frutas.
—Quería saber si aceptarías una visita de mi abuela en estos momentos.
¿Eh? ¿Por qué no lo haría? La Señora Victoria es lo más agradable que hay en persona.
Después de unos instantes reflexionando sobre su pregunta en mi cabeza, caigo en cuenta. No quiere hacerme sentir incómoda trayendo a su abuela sin preguntar, ya que podría considerar que es demasiado pronto después de lo sucedido con mi abuelo.
—¡Claro que sí! —respondo luego de comprender, dejando los platos de frutas picadas sobre la mesa—. La Señora Victoria es todo lo que está bien, me sentiré muy bien con ella aquí. Por favor, déjala venir —una pequeña sonrisa llena de complicidad escapa de sus labios.
—El verdadero "todo lo que está bien" eres tú —sus brazos se extienden y me hace sentarme en sus piernas, dejando senderos de besos cariñosos por toda mi clavícula, notando como su pecho al descubierto me envuelve como si fuera la definición de la palabra "casa".
—Bobo —bromeo, sonrojada.
—¿Qué? ¿Tú no me extrañaste? Porque yo sí, y mucho —su voz adquiere un tono exageradamente agudo y me hace sonreír, como si estuviera intentando sonar como un bebé lastimado.
—¡Claro que te extrañé! —por unos segundos, mi vista está en el suelo, topándome con una de las cosas más habituales que había visto desde que empezamos a vivir juntos—. Aunque confieso que no extrañé tanto tus regueros de ropa tirada en el piso.
—¡Ups, lo siento! No volverá a pasar —farfulla, comiendo cuadritos de mango y apretándome con sus brazos.
Que te compre quien no te conozca como lo hago yo.
2:30 pm.
A lo lejos, el cielo comienza a adquirir una paleta de grises y azules, mientras que destellos de relámpagos se abren paso entre las nubes, iluminando momentáneamente el horizonte y dibujando siluetas fugaces en la oscuridad creciente.
—Parece que va a llover —comento, acariciando su pelo mientras permanece con los ojos cerrados, ambos tumbados en el pequeño sofá de la sala.
—¡Eso no podrá detener a la Señora Victoria, no te preocupes! —me hace saber con notoria pastosidad en su voz.
—Si sigo acariciándote el pelo, te quedarás dormido y ella llegará en cualquier momento —advierto porque sé que así será. Ese es su talón de Aquiles.
Tras bostezar, aparta la cabeza de mis muslos y se pone en pie: —Tienes razón, voy al baño —me hace gracia ver como se estira; cualquiera diría que se despertó a las 7:00 de la mañana.
Una nube de pensamientos responsables comienzan a destacar entre mis reflexiones.
No he llamado al trabajo. Tampoco me he incorporado. He optado por la vía fácil que escogieron mis padres por mí antes de fugarme: trabajar desde casa.
Lo único negativo de toda esta situación es que no he tenido la oportunidad de revisar mi correo para ver si llegó mi carta de admisión a la universidad.
Un sonoro suspiro escapa de mis labios y mi estómago se encoge al pensar en eso. ¿Cómo es posible que hace tres meses atrás me emocionara tanto la idea, y ahora ni siquiera puedo imaginarme estar lejos de Jonathan?
Mi vista se posa en su laptop encima de la mesita de enfrente. En ese momento, es como si los demonios (la parte negativa pero tentadora) y los angelitos (la parte buena pero aburrida) me estuvieran hablando, como en las películas.
😈: Atrévete y revísalo desde su laptop. Es tu sueño. Un chico, por muy enamorada que estés, no puede arruinar tu futuro ni tus planes. Además, seguro que ni le molesta un pequeño secreto.
😇: ¡Creo que ya deberías decírselo! Han pasado varios meses y ya es hora de hablar con él, antes de que pueda enterarse por otra persona.
Como siempre, ya se imaginarán quién ganó.
Sin siquiera pensarlo dos veces, mis pies me llevan hasta la puerta del baño y toco suavemente la puerta, mientras mi lengua parece querer devorar hasta la última carnosidad de mis labios en un acto de nerviosismo: —Cari... —musito pero tapo mis labios antes de terminar.
No puedo llamarlo así, no en estos momentos. Es tan malpensado que puede imaginar que lo estoy buscando para hacerlo.
Mejor la vieja confiable: —Jonathan... —toco nuevamente con suavidad.
—¿Sí?
—¿Me prestas tu laptop un momento? Necesito ver unas cosas... —llevo las uñas a mis dientes.
—Vale.
Tan pronto como su respuesta llega a mis oídos, vuelvo a estar recostada en el sofá, esta vez con su laptop en mis muslos.
Debo darme prisa, si sale del baño ahora, querrá saber qué estoy haciendo.
Mis dedos teclean rápidamente la contraseña, y me llevo una tierna sorpresa al ver una foto nuestra juntos como fondo de pantalla. La imagen captura un momento especial, justo aquí, en este sofá con nuestras sonrisas brillantes y los ojos llenos de alegría.
«Emma, céntrate».
Al ingresar mi contraseña y acceder a mi correo, escucho el sonido de la puerta, lo que indica la posible llegada de la Señora Victoria.
Estoy tecleando tan rápido para cerrar la pestaña que ni siquiera estoy segura de haberlo hecho correctamente. Sin embargo, no puedo dejar a la Señora Victoria esperando en la puerta. Una vez que se vaya, me esconderé un momento para verificar.
Al abrir la puerta, la sonrisa que se asoma de lado a lado de su rostro es un reflejo perfecto de su alegría por estar juntos a pesar de todo.
—¡Emma, qué hermosa estás! —sus manos me envuelven en un cálido abrazo.
—¡Hola! ¡Pase, por favor! —la guío hacia el sofá, retirando la laptop que había dejado sobre éste al ir a abrir la puerta—. Aunque no es muy amplio, hemos procurado tener todo lo necesario y mantenerlo todo ordenado.
Ella suelta un chillido y toma un pañuelo de su bolso: —¡Me hacen ponerme sentimental! ¿Qué están esperando? ¡Ya tienen su nidito de amor, tengan un hijo ya!
En menos de cinco segundos, siento que mi rostro ha experimentado toda una gama de colores con ese último comentario. Para mi suerte, Jonathan llega justo en ese momento y la abraza con ternura para luego colocarse a mi lado.
¡Así mejor, que pase por todos los colores igual que yo!
—Le estaba preguntando a Emma por qué aún no han tenido un hijo —ambos nos miramos de reojo y al darnos cuenta de la mirada del otro, disimulamos como podemos.
—Cuando tengan cinco años más de edad, entenderán porqué les digo ahora que se apuren y me den un bisnieto pronto —al volver la vista hacia nosotros, tras parecer buscar algo en su bolso, nos guiña el ojo, haciendo que sienta las mejillas calientes.
—¡Suficiente, abuela! —exclama Jonathan. Aprovecho ese momento de distracción para colarme en la cocina e intentar pensar en algo que hacer para distraerme un rato y poder recomponerme.
Unas horas después, entre charlas, risas, café y algunos recuerdos compartidos de la infancia de Jonathan, la nube gris que amenazaba con llegar pronto, hace de las suyas y comienza a llover fortísimo. Las gotas de lluvias resbalando a través de las ventanas translúcidas de la sala.
—Creo que será mejor llamar al chofer para que venga por mí —menciona la Señora Victoria, mientras Jonathan se incorpora a mi lado en el sofá.
¿Cómo va a irse con este clima así de malo?
—¿Cómo así? —discrepo de inmediato—. Usted puede quedarse si quiere.
—¿Están seguros? —sus ojos casi igual de intensos que los de Jonathan, llenos de dudas.
—¡Claro! —contestamos yo y Jonathan al unísono, sin ponernos de acuerdo.
—¿Hija, estás segura de que no es problema que me quede en tu habitación? Aún puedo irme.
—¡Claro que no! Todo está bien —respondo mientras saco algunas sábanas nuevas y colchas del clóset para que pueda cubrirse durante la noche—. Solo avísenos si necesita algo, ¿vale?
Ella asiente con una sonrisa amable, nos da un último beso y luego salimos de la habitación, cerrando la puerta con suavidad.
1:30 am.
La suave respiración cálida de Jonathan en mi espalda, mientras su mano envuelve mi cintura con avidez, me resulta reconfortante y cercana. Sin embargo, por alguna razón, seguramente debido al café que tomamos hace unas horas, mis ojos están tan abiertos como los de un búho.
Mis ganas de dormir parecen haberse evaporado y por unos segundos solo me dedico a mirar el agua de lluvia que escurre de entre las ventanas del tercer piso, formando pequeños arroyos en el cristal.
—¿Estás despierta? —me susurra en el oído repentinamente, haciendo que todos y cada uno de mis vellos se ericen en sobresalto. El sonido de su voz, suave y cálido, se mezcla con el tamborileo constante de la lluvia, creando un contraste entre la intimidad del momento y la fuerza de la tormenta.
—Pensé que estabas dormido —encuentro la manera de girarme hacia él. El contraste de la luna entrando por la ventana y cayendo justo en sus ojos, enamora. La suave luz plateada resalta los destellos en sus ojos, creando un efecto hipnótico que me hace sentir aún más conectada a él.
—Tampoco puedo dormir —confiesa en voz baja, su voz contrastando en la penumbra de la sala. A la vez que su dedo explora de cerca mi cuello y se posa en mi pequeña medallita de plata, agarrándola con suavidad. El roce de su dedo contra la medalla envía un escalofrío a través de mí, como si cada contacto fuera una caricia que despierta sensaciones conocidas. Trago grueso, sintiendo un nudo en la garganta, y mi respiración se vuelve más profunda, como si el aire mismo estuviera cargado de emociones intensas.
—¿Y si vemos una película? —jadeo, sintiendo los latidos de mi corazón en mis oídos.
Él sonríe, parece conocer con exactitud el efecto que tiene en mí con solo unos roces, y disfruta de ello: —Vale.
—Vale. Pero primero voy al baño —deslizo mis pies fuera de la colcha que nos envolvía a los dos.
—Yo iré adelantando —dice, para después tomar la laptop y abrirla, haciendo que ésta al estar encendida, le encandile los ojos—. Parece que la dejaste encendida. ¿Entraste en tu correo?
—Espera... —trato de quitársela con nerviosismo palpable en mis acciones y en mi voz.
—¿Qué? ¿No me tienes confianza? Es solo un correo que tienes en la bandeja de entrada —se pone de pie con la laptop en las manos.
—Es privado, devuélvemela, por favor —lo sigo, con un tono urgente en mi voz.
—Ya me diste curiosidad —una sonrisa traviesa se dibuja en su rostro—. Veamos: Universidad de Chicago —sus facciones pasan de la diversión a la confusión con solo dos palabras que lleva leyendo en voz alta—. Oficina de Admisiones —sus ojos se centran en los míos, y un destello de desconcierto cruza su mirada.
Este no era mi plan. Así no debería estar pasando. Así no quería que lo supiera.
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Nota de la autora📖:
Holaaa, ¿todo bien?, espero que sí❤️.
Espero que el capítulo haya sido de su agrado, si fue así, me ayudarías mucho dejando tu ⭐️(voto) y si gustas comentar tus partes favoritas, sería de gran ayuda e inspiración para mí, las dos cosas lo son🥺.
En 21 días les tengo una sorpresita UWU, estén pendientes. 💓📖
🦋KOCT📖
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