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Sexi desconocido

Eran las tres de la tarde y todos ya deberían de estar cansados de escuchar el discurso del profesor de Actuación, en la facultad de Artes Escénicas de la prestigiosa Universidad Sejong, en Seúl, Corea del Sur; pero lo cierto es que todos estaban muy atentos a sus palabras. El profesor no solo era apuesto y tenía voz dulce, sino también una mirada tierna y unos labios apetecibles, rojos como una manzana. Era imposible no prestarle atención.

—La verdad: no es, a veces, como la pintan o como la creemos, hay que indagar en la historia y descubrir la realidad. Pero tengan algo en cuenta: la historia, también podría equivocarse —culminó su discurso y miró a todos sus alumnos—. ¿Alguna pregunta sobre el trabajo investigativo que tienen que entregar la próxima semana? —preguntó, les había dado la tarea de investigar sobre alguna película de su preferencia y el tema central de esta.

Uno de los estudiantes levantó una mano y el profesor le dió la palabra.

—¿Profe, cómo supone que le entreguemos un buen trabajo si usted acaba de decir que no podemos creer lo que se comenta y que la historia como muestra de la verdad podría no ser cierta?

—Interesante pregunta y viendo sus caras creo que es la duda de todos. Bien, la respondo: yo no espero de ustedes un "buen trabajo" —hizo comillas con los dedos al decir estas dos últimas palabras—, solo quiero saber hasta dónde fueron capaces de indagar, la cosas que encontraron y las conclusiones en dependencia de eso a la que llegaron; eso es todo. Cada trabajo será aceptado independientemente de su investigación.

—Gracias profe.

—Ok. ¿Alguna otra duda? —preguntó pero nadie levantó la mano—. ¿No? Bien, nos vemos la próxima semana, así que aprovechen bien sus días libres, pueden irse. Jung Kook —llamó a un estudiante antes de que saliera del salón de clases—, tú quédate un momento, quiero hablar contigo.

El joven chico asintió y esperó a que todos sus compañeros se fueran. Luego de estos irse, se acercó al profesor.

—Profesor Jin, nunca había dicho palabras tan raras antes de dejarnos un trabajo por hacer —comentó, algo curioso por la extraña clase de su profesor.

—Te interesa más lo que dije que el motivo por el que te pedí que te quedaras. —Se cruzó de brazos y miró al chico con perspicacia—. Eres curioso Jung Kook, más de lo que deberías, ten cuidado.

—¿Va a decirme que la curiosidad mató al gato? —se encogió de hombros y prosiguió—: Sepa que yo no soy un gato, aunque me encantaría tener siete vidas, además profesor también soy un fan fiel del riesgo, no puedo evitarlo —dijo orgulloso.

—¿Eso no es muy peligroso? —le cuestionó el profesor—. Deberías tener cuidado con lo que dices, o lo que haces, incluso con lo que deseas; alguien podría tomárselo muy en serio.

—Ciertamente usted está raro hoy. ¿Qué le pasó en la muñeca? —apuntó a la mano izquierda del profesor Jin, al ver que tenía una venda puesta.

—Anoche me asaltaron —descruzó los brazos—, alguien intentó robarme el anillo —tomó su anillo de acero, en cuyo medio se dibujaba una "v" que parecía dos colmillos que unían sus filosas puntas, y comenzó a darle vueltas en su dedo anular.

—¡Dios! ¿Hizo la denuncia? —preguntó Jungkook alarmado, últimamente en la ciudad había crecido la delincuencia-. Por los vendajes parece que quería arrancarle la mano y no el anillo.

—No te preocupes, le di una buena paliza, y ya todo está bien, me encargué de él.

—Pero...

—Volvamos al tema principal que ni hemos tocado —le interrumpió—, así que dejemos las formalidades, todos se han ido —oteó el salón y luego miró al chico—. Kook, tus padres me pidieron que cuidara de ti...

—Basta —le detuvo, no le gustaba hablar sobre ello—, pensé que ese tema había quedado claro entre nosotros. Ya sé que le hiciste una promesa a mis padres, eso lo entiendo, y lo siento si no puedo dejar que la cumplas. Seguiré viviendo solo como hasta ahora, no cambiaré de opinión —bajó la mirada, algo triste—; mi madre, en sus últimos alientos, me dijo que: «él» me buscaría, yo sigo esperando.

—Kook, es muy peligroso, además ya han pasado años...

—Sigo teniendo esperanzas, déjeme seguir teniéndolas, es mi razón de vivir, es por eso que sigo respirando.

—Entiendo —resopló por la nariz, dándose por vencido—. Y como ya me imagino de qué va a tratar tu investigación, voy a recomendarte algunos libros que conozco, no son tan buenos pero de todos son los mejores que hay.

—Parece que no soy el único que intenta descubrir la verdad. Así que deje de pedirme que me detenga, no pienso hacerlo, hasta que la curiosidad me mate.

—Creí que no eras un gato —contratacó, burlándose del chico.

—No lo soy, pero un gato no es lo único que la curiosidad podría matar.

Después de recibir las recomendaciones del profesor Jin, Jungkook se fue para la biblioteca de la ciudad a indagar, recopiló algunos libros, aparte de los que le fueron recomendados. Con la información que sacó de ellos redactó un informe, tomó algunas fotos y pidió prestado otros libros que le parecieron interesantes. Luego decidió regresar a casa, ya era tarde y estaba oscureciendo. Durante el trayecto pasó por lugares iluminados, llenos de gente; pero, la calle que llevaba directo a su casa, no estaba tan iluminada como las demás.

—Ayuda... ayu... ayu-da.

Ahí, en una esquina, en una entrecalle oscura, se encontraba una persona pidiendo ayuda, alguien que por su voz, parecía ser un hombre.

—¿Oiga, está herido? —preguntó Jungkook, sin acercarse mucho.

—Ayúdame, por favor —suplicó, parecía adolorido—. Acércate un poco más.

—Llamaré una ambulancia —con nerviosismo intentó sacar su móvil del bolsillo del pantalón, pero sus manos eran torpes y culpó mentalmente al teléfono por no querer salir.

—¡No! —gritó el extraño de repente y Jungkook saltó en el lugar, no obstante su cuerpo se congeló cuando sintió que una mano del desconocido cayó con todo su peso encima de su zapato derecho.

Jungkook dirigió su vista a la mano que apresaba su zapato y vió que estaba ensangrentada. Comenzó a asustarse, iba a retroceder para salir corriendo de allí cuando el rostro del desconocido cayó bajo la tenue luz del farol del poste que había en esa esquina. La mirada del desconocido y la de Jungkook hicieron contacto, este último no pudo moverse, aquellos ojos brillantes le pedían a gritos que lo ayudase, sus labios destilaban ese famoso jugo vital escarlata que recorre nuestras venas, su débil mano apretaba lo más que podía el zapato de Jungkook mientras la otra se alzaba hacia él, suplicante.

Por puro impulso, Jungkook tomó su mano. «Está helada», dijo internamente al hacer contacto y lo ayudó a levantarse, puso un brazo del desconocido sobre sus hombros y decidió llevarlo a su casa, poco a poco, además no faltaba mucho.

Pocos minutos después, ya estaban frente a una casa de mampostería, con la fachada pintada de un azul muy claro y una pequeña reja en frente, la que se encontraba abierta. Entraron y se dirigieron a la puerta, Jungkook sacó un llavero de su pantalón y abrió como pudo la puerta.

—Hemos llegado —habló—, te he traído a mi casa, aunque no sé si es lo correcto, eres un completo desconocido para mí —le dijo; pero, lo cierto es que se cuestionaba si había sido buena idea llevarlo a su hogar—. No quieres que llame una ambulancia, no sé los motivos, aunque quisiera, y sería mejor no hablarte de la poli...

—Me sé curar solo y sí, sería mejor, para los dos, no involucrar a nadie más.

—Yo y mi fanatismo pon el riesgo —se recriminó—. El profe tenía razón, es peligroso.

—No... no voy a hacerte daño.

—Eso ni tú ni yo podemos asegurarlo, yo menos; pero no importa, voy a ayudarte, en lo que pueda —colocó un pie dentro de la sala pero el extraño que ayudaba lo detuvo—. ¿Qué sucede?

—No puedo entrar así a tu casa, a no ser que me invites.

—Bueno, al menos eres educado. Bien, te invito a entrar —dijo, pero el contrario no movió ni un músculo—. Puedes pasar, venga, por qué sigues inmóvil.

—Di mi nombre —demandó.

—¿Qué? Wow, esto es lo segundo más extraño que me dicen hoy. Primero el profesor y ahora tú. ¿Y cómo esperas que diga tu nombre si ni siquiera me lo has dicho?

—Tae Hyung, mi nombre es Kim Tae Hyung, aunque puedes llamarme "V".

—Ok, aquí vamos. Kim Tae Hyung, "V" o lo que sea, puedes entrar a mi casa, yo te invito. ¿Satisfecho?

—Eternamente.

Finalmente, pudieron entrar. Jungkook llevó al tal Taehyung hasta el gran mueble de la sala, lo ayudó a acostarse y en el momento en que iba a su cuarto a buscar un botiquín de primeros auxilios, Taehyung lo detuvo, tomándolo por la muñeca.

—¿Qué pasa?

—Sé curarme solo, ¿lo olvidaste? Sólo necesito que me lleves a un cuarto, por favor.

Jungkook se quedó pensativo. No entendía por qué debía cumplir las órdenes de un completo desconocido y encima en su propia casa. Pero al final terminó cediendo.

—Vale.

Después de llevar al susodicho a un cuarto, el que antes era de sus padres, se fue al suyo. Sin embargo, en toda la noche no pudo pegar un ojo, pensaba en ese chico del que ni siquiera sabía si su nombre era real. La curiosidad por saber de él, qué le había pasado, por qué terminó tan mal herido, le consumía; pero al día siguiente, la curiosidad: casi termina devorándolo...

Se levantó temprano, como acostumbraba a hacer los sábados, fue al baño, tomó el cepillo de dientes, le echó pasta, se dirigió luego a la sala cepillándose los dientes y ahí se lo encontró, al desconocido de anoche: reluciente, sin ninguna cicatriz, sin ningún vendaje, todo perfecto, poniéndose unas de sus camisas.

En una mano sostenía un cepillo de dientes que se suponía era un repuesto que Jungkook guardaba para cuando botase el viejo. En la otra traía puesto un reloj que hasta ese momento hacía su acto de aparición, su cabello de color cobrizo estaba algo despeinado y la pasta dental le destilaba por la boca.

Entonces Jungkook reparó en su figura: joven, aparentaba su edad, piel casi pálida, mirada seductora y penetrante, brillantes ojos color de grana que lo observaban atentamente, labios perfilados y sonrosados, por los que pasaba sus dedos finos y largos para limpiarse la pasta. Sus pectorales eran visibles y su algo marcado Six-pack lo hacían ver atractivo, muy atractivo. Jungkook solo tuvo un pensamiento en mente, uno que no pudo acallar.

«¡Qué sexi!».

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