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CAPÍTULO 8

—Es mejor que regresemos mañana o más tarde, Katherine.

—¡Quiero estar aquí ahora! —exclamo con todas mis fuerzas.

Su mirada me deja en claro que no le agrada que haya soltado aquel grito de mis labios, pero no puedo hacer nada para detener el dolor que siento y él no le entiende. Paul solo me pide que regresemos a la habitación, pero yo no deseo eso.

—Vamos a regresar —me toma fuerte del brazo para comenzar a caminar de regreso.

Camino todo lo rápido que puedo hasta la residencia, hasta mi habitación y, no sé cómo, consigo contener las lágrimas hasta que estoy en ella y cierro la puerta. Siento un alivio tremendo al ver que Paul no me dejó sola aquí. Me dejo caer contra la puerta hasta el suelo y comienzo a sollozar. No entiendo el dolor que me está consumiendo con cada respiración, no puedo creer que la muerte de alguien que me odiaba terminaría doliéndome tanto. Bueno, la hermana de Rocío me odiaba y me hacía problemas y una vez casi nos agarramos a piñas, nunca me imaginé que ella estaba enferma y eso me hace sentir cada vez peor.

A la mañana siguiente, me levanto más destrozada que anoche. No tengo energía y siento ganas de llorar a todas horas. Tengo los ojos rojos e hinchados del berrinche de anoche, de modo que me acerco a la cómoda y agarro mi estuche de maquillaje. Saco el lápiz de ojos marrón y me pinto una raya muy fina debajo de los ojos y en el párpado superior, cosa que nunca hago. Ahora están mucho mejor. Me doy unos toques de polvos para darle a mi piel algo de color. Añado un poco de rímel y estoy como nueva. Satisfecha con mi aspecto, me pongo mis vaqueros ceñidos y una camiseta de tirantes. Me siento algo desnuda, de modo que saco una chaqueta de punto blanca del armario. Es la primera vez que cuido tanto mi aspecto para ir a clase desde el día que nos hicieron la foto para la orla del último año de instituto.

James me envía un mensaje para decirme que tendremos que vernos en el aula, de modo que cuando me paso por la cafetería pido un café para él también. Todavía falta bastante para que empiece la clase, así que camino más despacio que de costumbre.

—Hola, Katherine, ¿qué tal? —oigo que me saluda una voz masculina.

Me vuelvo y veo a un chico, mejor dicho, al profesor que viene en mi dirección.

—Bien, señor Reid, ¿y usted? —digo, y él asiente para indicarme que está bien también.

—¿Decidiste qué es lo que harás con las pasantías? —Pregunta—. Puedes elegir entre la doctora Beatriz.

—No, quiero hacerlo con usted, no con la señorita Beatriz. —Me río, y él lo hace también.

—Vaya, creo que lo vamos a pasar bien contigo. Bueno, si no cambias idea, ya sabes dónde está la profesora. Tengo que irme, ya nos veremos. —Se despide quitándose un sombrero invisible para hacer una reverencia y se marcha.

En clase, James ya está sentado y me agradece efusivamente que le haya llevado el café.

—Hoy estás distinta —dice mientras me siento.

—Me he maquillado —bromeo, y él sonríe.

No me pregunta por mi noche con Paul, cosa que le agradezco. No sé qué le diría.

Justo cuando el día empezaba a mejorar, y yo había dejado de pensar en él durante un rato, llega la hora de Análisis de conducta.

Paul se sienta delante en su sitio de siempre. Para mi sorpresa, esta vez lleva una camiseta blanca, y es tan fina que se transparentan sus tatuajes. Me fascina lo atractivos que encuentro sus tatuajes y sus piercings cuando antes nunca me habían gustado. Aparto rápidamente la mirada, me siento en mi sitio habitual también, a su lado, y saco mis apuntes. No voy a renunciar a mi privilegiada posición por un chico desagradable. No obstante, espero que James no tarde en llegar para no sentirme tan sola con Paul.

—¿Katherine? —susurra Paul cuando el aula empieza a llenarse.

«No. No le contestes. Haz como que no lo oyes», me repito a mí misma.

—¿Katherine? —dice, esta vez más alto.

—No me hables, Paul —replico con los dientes apretados mientras evito mirarlo para no volver a caer en su trampa.

—Por Dios —dice, y noto por el tono de su voz que la situación le hace una gracia tremenda.

Mi tono es severo, pero me da igual.

—Lo digo en serio, Paul. Déjame en paz. No quiero pelear otra vez.

—Supongo que... como quieras —dice con la misma aspereza, y suspiro.

James llega y siento un alivio tremendo. Al notar la tensión entre Paul y yo, me pregunta con su típico tono amable:

—¿Estás bien?

—Sí, estoy bien —miento, y comienza la clase.

Paul y yo seguimos sin hablarnos durante toda la semana, y cada día que pasa se me hace más fácil no pensar tanto en él. James me ha dicho que Paul ha estado saliendo a diario, de modo que he tenido la habitación prácticamente para mí sola, lo cual ha tenido sus cosas buenas y también sus cosas malas. Buenas porque he podido estudiar un montón para las pasantías con el profesor Reid, pero malas porque me he quedado sola pensando en Paul. Cada día me he ido maquillando un poco más, pero sigo vistiendo mi ropa holgada y conservadora. El viernes por la mañana siento que ya he tenido suficiente con todo este lío de Paul. Hasta que todo el mundo empieza a hablar de la fiesta en la casa de la fraternidad. En serio, celebran una todos los viernes, y normalmente los sábados también, así que no consigo entender por qué se emocionan tanto cada vez que se acerca el fin de semana.

Como y ordeno un poco el cuarto. Doblo la ropa de Paul y la guardo en su armario esperando que no le moleste. Por fin, Paul me manda un mensaje para anunciarme que ya ha llegado, y salto de la cama, donde estaba descansando, y salgo corriendo a recibirlo. Está más guapo que nunca, con unos chupines negros y una remera, su remera favorita, negra. Su sonrisa me enternece el corazón y me estrecha entre sus brazos y me dice que se alegra mucho de verme.

De camino a mi cuarto, me mira un instante y me pregunta:

—¿Te has maquillado?

—Sí, un poco. He estado experimentando —le explico.

Él sonríe.

—Estás guapa —dice, y me da un beso en la frente.

En mi habitación, acabamos buscando en la sección de comedias románticas de Netflix una película que ver. James me manda un mensaje para decirme que está con sus amigos estudiando y que no volverá esta noche, de modo que apago las luces y nos acurrucamos contra la cabecera de mi cama. Paul me pasa el brazo alrededor del hombro y yo apoyo la cabeza en su pecho.

Empezamos a ver una película de la que no había oído hablar, y no pasan ni cinco minutos cuando, de repente, alguien abre la puerta. Imagino que tal vez sea James, que ha olvidado algo que necesita.

Pero, cómo no, es el profesor. Sus ojos van directos al lugar donde estamos Paul y yo acurrucados en la cama, iluminados por el resplandor de la televisión. Me pongo roja. Ha venido a contarle lo de las pasantías a Paul, lo sé. El pánico se apodera de todo mí y me aparto de mi novio, haciendo que parezca un sobresalto de sorpresa.

—¿Qué haces tú aquí? —ladro—. ¡No puedes irrumpir en mi cuarto de esta manera!

El profesor sonríe.

—Lo siento, es que la puerta estaba abierta y... —Se intenta disculpar y niega saliendo de la habitación—. Disculpen...

—Supongo que no es tan mal profesor y que cometí un pequeño error al dejar la puerta entreabierta —dice Paul cuando la puerta se cierra.

Me entra la risa nerviosa.

—¿Qué?

Al ver que me mira con una ceja enarcada, continúo:

—No pasa nada, es que me sorprende que digas eso y me sorprende que el profesor se haya metido en nuestro cuarto como si nada —miento pegada a su pecho.

La tensión que inundaba el ambiente hace unos instantes ha desaparecido.

—No estoy diciendo que me gustaría ser amigo suyo, pero es bastante agradable.

—El profesor es super agradable. Tiene una de mis materias favoritas —digo, y Paul se ríe y me rodea con los brazos.

Me incorporo y me vuelvo para mirarlo. Le agarro el rostro entre las manos y pego los labios a los suyos. Su boca se abre y me devuelve el beso. Sus labios son suaves..., como su beso. No es suficiente. Necesito el fuego, necesito la pasión. Coloco las manos en su cuello y me monto sobre su regazo.

—Espera, Katherine, ¿qué estás haciendo? —pregunta, e intenta apartarme suavemente.

—¿Qué? Nada, solo... quiero que nos divirtamos un poco, supongo —digo, y bajo la mirada.

—Bien. Suena bien —dice, y lo beso otra vez.

Siento su calidez, pero no las llamas. Empiezo a menear las caderas con la esperanza de avivarlas de alguna manera. Sus manos descienden hasta mi cintura, pero me la agarra para detener mis movimientos. Sé que habíamos decidido esperar hasta el matrimonio, pero solo nos estamos besando. Le cojo las manos, se las aparto y continúo meciéndome contra él. Por más que intento besarlo con más intensidad, su boca permanece blanda y tímida. Noto que se excita, pero no hace nada al respecto. Dejo de besarlo y me aparto de su regazo.

—Eso ha estado bien, Katherine. —Sonríe, y yo le devuelvo el gesto.

Pulso la tecla «Play» para seguir viendo la película y, al cabo de unos minutos, empiezo a quedarme dormida.

A la mañana siguiente, me despierto cuando Paul me llama por teléfono. Me dice que viene de camino, de modo que salto de la cama, corro a las duchas y pienso en algo que hacer hoy. No hay mucho que hacer por aquí, a menos que vayamos al centro a comprar todas las cosas que debo preparar para Navidad; quizá debería mandarle un mensaje a James para preguntarle qué le puedo comprar a él por estas fiestas que muy pronto están por llegar. Es el único amigo que tengo en el campus que podría saberlo.

Tras decidir ponerme mi vestido rojo favorito me visto.

Paul me espera en el pasillo junto a mi puerta cuando vuelvo con la toalla todavía enrollada en el pelo.

—Estás preciosa —afirma con una sonrisa en la cara, y me pasa el brazo por encima del hombro mientras abro la puerta.

—Solo tengo que peinarme y maquillarme un poco —le digo, y agarro el estuche de maquillaje.

Paul espera pacientemente sentado en mi cama mientras me seco el pelo y me rizo las puntas. Me vuelvo para darle un beso en la mejilla antes de aplicarme el maquillaje.

—¿Qué te apetece hacer hoy?

—Creo que necesito comprar los regalos de Navidad, Paul.

No tardamos mucho en salir del campus, pero lo que me sorprende es la actitud de Paul. Se ve distante, no me agrada el cómo me está tratando de ayer a hoy cambió un montón y no logro comprender la razón.

Al llegar al shopping, mi ceño se encuentra completamente fruncido, las personas que nos rodean parecen muy preocupadas por conseguir lo que buscan. No lo crítico, también yo lo estoy pero, en estos momentos, no puedo pensar en otra cosa que mi amiga y aquella pérdida especial que acaba de sufrir. No puedo pensar en otra cosa que no sea en la familia de mi amiga y a ese nuevo ángel del señor.

Levanto la mirada del suelo al sentir un fuerte calor en mi pecho, es una gran angustia que crece con rapidez dentro de mí.

—¿Todo está bien? —Pregunta Paul, aquello que sale de sus labios lo siento como una pregunta para responderle; tengo que hacerlo, después de todo, él se está preocupando por mí.

Asiento con la cabeza, pero es mentira.

—Sí... —Murmuro acariciando mi nuca.

Paul niega con la cabeza y toma con fuerza mi brazo, con cuidado caminamos juntos hasta llegar a una pequeña tienda que se encuentra algo vacía. Aquello me hace sentir un poco mejor; el calor de mi pecho mejora bastante. Siento un gran nudo bajando por mi garganta, niego con la cabeza y apoyo esta sobre el pecho de Paul.

Cierro mis ojos para evitar llorar, pero es completamente inútil. No logro contener las lágrimas, siento como mis piernas flaquean junto con una ola de sentimientos encontrados que pensé que había dejado atrás, pero él me toma con delicadeza absoluta para lograr sostenerme y que no caiga.

Me abraza, demonios, necesitaba de su amor.

El abrazo termino más rápido de lo que había pensado, pero él toma mi rostro entre sus manos. Seca las lágrimas que caen de mis ojos con la yema de su dedo pulgar. Una pequeña sonrisa se dibuja sobre mis labios, no era el mejor momento, pero aun así, él siempre me logra sacar una pequeña sonrisa.

—¿Estás segura de que no quieres regresar a casa? —Oigo sus palabras con detenimiento.

Asiento con la cabeza de nueva cuenta.

—Tranquilo, estoy bien...

Mis palabras salen de mis labios sin pensar en la respuesta, no pienso en nada, simplemente, respondo. Sabiendo que no era verdad.

—Vamos a casa, Katherine —susurra él cerca de mis labios. Al hacerlo, nuestros labios chocan.

Su aliento cálido a eucalipto llega a mis fosas nasales, me encanta la calidez y frescura junta que posee. No puedo regresar a la casa por sentirme mal, tengo que seguir adelante con los preparativos y demás.

—Estoy bien. Solo me puse a pensar en lo sucedido, eso es todo... —Explico y luego agrego a la conversación—: Vamos, tenemos que seguir adelante.

Él asiente y deja un beso casto sobre mis labios. Le respondo del mismo modo, pero no deseo aquel simple beso.

Llevo mis manos hacia su nuca para acariciar aquella zona y sonrío levemente sobre sus delicados y suaves labios, aquella sonrisa pícara que posee cuando yo lo deseo. Sus manos bajan hacia mis caderas y me acerca a él lo más que puede, no espero menos. Mi lengua lame sus labios de manera única, me gusta ver aquella mueca que no logra ocultar con mi accionar. Mi ceño se frunce rápidamente al recordar en el lugar público que nos encontramos.

Una tos nos regresa al mundo real y observo a la anciana de la tienda.

Paul suelta una carcajada sonora por lo sucedido, le parece bastante gracioso, no puedo negar que también me parece algo gracioso. Inmediatamente, me separo de él y aliso mi atuendo en reflejo a la situación.

—Lo siento...

Muerdo mi labio inferior y con lentitud lo voy soltando de entre mis dientes. Apuesto lo que sea a que mis mejillas están más rojas que un tomate listo para cenar. Él está como si nada hubiera sucedido, no comprendo cómo puede manejar de ese modo tan particular su cuerpo.

Un suspiro sonoro sale de mis labios y niego con la cabeza tan solo una vez, creo que ya me estoy volviendo loca. Ya no soy una adolescente hormonal que no sabe cómo mantenerse a raya, esto es una verdadera locura ¿qué demonios?, ¿qué sigue ahora?

Se supone que no debo comportarme de este modo y mucho menos en un lugar lleno de personas que, no tienen la menor idea de quién soy, bueno... tampoco estoy muy segura de quién soy. Yo creo que eso es una construcción social, según la investigación de todos los años anteriores en la universidad, me di cuenta de eso.

Ahora no sé quién soy, todavía no lo descubro,pero estoy segura de que muy pronto algo me hará dar cuenta de la persona querealmente soy y en la que me convertiré al final de la cursada.

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