CAPÍTULO 7
Poseo una gran sonrisa dibujada sobre mis labios. Aquella sonrisa dice: ya es hora de levantarse y seguir adelante con los preparativos pendientes.
Claro que eso haré, no hay más que hacer en el día de hoy.
No hay manera de que mi día no se realice como lo espero.
Los rayos del sol llegan a mis pupilas, queman y ya no puedo observar por aquel incómodo dolor o mejor dicho ardor que me produce. Me abrazo al pecho de Paul, de ese modo, no veo el sol y puedo estar un rato más a su lado, y la comodidad del día seguiría. Él se mueve soltando de sus labios un leve gruñido elemental junto con una pequeña risita, sus manos subieron por mi piel hasta llegar a mis brazos donde ahí quedaron.
Suelto un pequeño suspiro de mis labios.
—Arriba... —Murmura él con su tono de voz ronco de tanto dormir. Aquel sonido era bello a mi oído, no puedo negar que su voz es mágica al oírla.
Esta vez no quiero ponerme de pie.
Estoy bien ahí, quizás puedo dormir un poco más de tiempo.
Lo suelto y me estiro un poco, supongo que eso es lo que necesito para comenzar con el nuevo día. Una pequeña sonrisa se dibuja sobre mis labios y decido tomar asiento sobre la cama.
Logro sentir la mano cálida de Paul sobre mi muslo, tomo su mano para colocarla sobre el abdomen de él. Sabe que no me gusta que me toquen, no entiendo por qué sigue intentándolo.
Me pongo de pie luego de un par de segundos de descanso.
—No tienes por qué levantarte tan temprano, aún hay mucho tiempo para hacer muchas cosas... —Un pequeño bostezo se escapa de los labios de Paul y se acomoda para tomar asiento sobre el colchón. Sus bellos ojos me observan, lo sé, lo siento—. ¿No crees? —Vuelvo a oír su voz.
Niego con la sensualidad de un gato ante su pregunta.
Mi vestido es cálido y de un bello color rosado pálido. No puedo usar cualquier tipo de color, mi piel es demasiado blanca y mi madre siempre dijo que tengo que tener cuidado con los colores que utilice. Aquello será algo que nunca podré olvidar, las palabras de mi madre siempre serán importantes en mi vida, así como ella lo es y será.
Oigo un pequeño bufido de parte de Paul.
Una pequeña risita frustrada sale de mis labios y no dudo en acercarme. Lo abrazo por detrás y dejo un pequeño beso sobre su cuello, al lugar que nosotros con cariño apodamos el mundo de los besos.
No imagino poder crear otro mundo en toda mi vida, solo he creado el mundo de los besos y a decir verdad fue una experiencia única y adorable que jamás olvidaré en toda mi vida.
—¿Cómo comenzaremos el día? —Pregunta él con su ceño fruncido.
Se puso con rapidez su remera y una camisa a cuadros azules. No tarda demasiado en estar listo. Siempre es demasiado rápido con lo que quiere, pierde el tiempo, pero siempre logra estar listo cuando es el momento.
—Iremos al centro comercial, desayunamos juntos por ahí. Luego de compras y a preparar el árbol de Navidad, Paul —Susurro acomodando un poco mi cabello con ambas manos.
Me observo al espejo, siempre veo lo mismo; una persona muy delgada, pálida como un pequeño pedazo de papel y el cabello lacio desordenado. Mis ojos marrones claros con un pequeño toque de la luz que ilumina dejando líneas naranjas, las pestañas largas y cejas perfectas. No me gusta mucho observarm...
—¿Vienes o no? —Oigo la voz de Paul.
Me despierto de mis pensamientos más profundos.
Giro con delicadeza luciendo mi atuendo y lo miro fijamente a los ojos con una gran sonrisa sobre mis labios.
—Por supuesto, después de todo, tenemos que ir. —Tomo la chaqueta por si hacía frío. Soy una persona friolenta y eso jamás cambiará.
Camino hasta llegar a él y tomo su mano.
«Creo que el regalo que le compré ya me empieza a agradar», pienso.
—¿Estás bien? —Pregunta Paul observando mis ojos antes de cerrar la puerta con su mano libre.
Yo asiento con la cabeza tan solo una vez. Mi cabello se mueve al compás y no me molesta.
—Sí, estoy pensando en todo lo que tenemos que hacer, eso es todo.
Él me mira y acomoda un pequeño cabello rebelde que se suelta de mi bella colita alta. Una pequeña sonrisa se dibuja sobre mis labios ante su accionar.
Comenzamos a caminar con cuidado por las calles, el recorrido es sencillo y creo que ya me lo sé de memoria, después de todas aquellas veces, que nos dirigimos hacia el centro comercial. La idea, el plan es magnífico y creo que podría ser uno de los mejores que planeé en toda mi vida.
Nos detenemos en la parada del colectivo con la esperanza que este llegara temprano, aunque siempre que lo esperamos tarda más de media hora en llegar a la parada. Es demasiada espera para un viaje tan corto que tenemos que hacer, pero hay que esperar.
—¿Vamos caminando?
Suelto una carcajada sonora al oír su pregunta.
—¿Te drogaste? —Le pregunto entre risas.
—¿Por qué? —Cuestiona con el ceño fruncido.
—Porque son muchas cuadras y no tengo ganas de ir caminando, Paul.
Él niega con la cabeza al oír mis palabras.
—Ohh, ya entiendo. Te ha bajado la regla, es por eso —dice con seguridad.
No puedo creer que me diga algo así. Mis mejillas se sonrojan al instante, ya que es verdad. Sé que tener la regla no me impide hacer vida normal, pero no disfruto casi nada con ella.
Hace una mueca con sus labios y asiente.
—Dale, te llevo en mi espalda.
Al oír eso salir de su boca una pequeña sonrisa se dibuja sobre mis labios y luego asiento con la cabeza, hace mucho tiempo, no hacemos esas tonterías de los viejos tiempos.
—Está bien. Si es así, lo haremos —respondo con sinceridad en mis palabras.
Él me observa por unos instantes y suelta una pequeña risita divertida de sus labios. Se acerca a mí y me abraza con delicadeza. Le correspondo aquel dulce abrazo con ternura.
—¿Por eso ayer me detuviste, Katherine? —Pregunta separándose con lentitud para verme a los ojos.
Niego con la cabeza y hago una mueca con mis labios. No es solo por la regla.
—No...
Él prefiere no seguir haciendo preguntas al respecto. Nota con claridad mi incomodidad con el asunto.
Nuestros pies se mueven con rapidez absoluta en el suelo.
El crack de las hojas amarillentas resuena dentro de mi oído. Aquel sonido me gusta demasiado, no puedo negar que la sensación es realmente maravillosa a la hora de hacerlo. La magia, después de todo, es existente, pienso que quizás jamás podría encontrar una pequeña pizca de magia, pero aquel pequeño brillo de hadas se hizo presente.
Ya es hora que algo bueno suceda en mi vida, últimamente, las cosas que estoy viviendo no puedo negar que son mágicas. Cada día que paso con mi prometido mejora.
Una pequeña sonrisa se posa sobre mis labios que poseen un brillo labial, lo único que uso de maquillaje. El maquillaje no es algo que realmente me guste, pienso que las personas no deberían de esconderse detrás de aquel artefacto explosivo, pero tampoco quiero criticar a esas personas; ellas no tienen la culpa de que eso a mí no me guste. Todos tenemos gustos diferentes y aquello nos hace únicos.
Un mensaje nuevo interfiere en la bella tarde.
Suelto un pequeño suspiro al sentir el viento sobre mi rostro. Aquella sensación magnífica que me deja pensando seriamente en los caídos que, no lograron sentirlo hasta el último suspiro que sale de sus labios. Esas personas que quizás no conocían con claridad, pero aun así están a su lado.
No necesariamente necesitas conocer a una persona para darle tu apoyo o una mano, quizás un hombro para llorar o una oreja para oír sus problemas. Quizás me di cuenta demasiado tarde para poder hacer algo, ya es demasiado tarde para pedir perdón. Me gustaría poder borrar algunas cosas dichas, quisiera saber que está bien y que lo estará.
Paul toma mi mano con delicadeza absoluta despertándome de mis pensamientos más profundos.
—¿Todo está bien? —Pregunta deteniendo nuestro paso.
Mi ceño se frunce al notar que ya no estamos caminando y niego con la cabeza.
—Me llegó un mensaje que no esperaba, Paul...
—¿Qué sucedió?
Mis ojos se encuentran completamente cristalizados.
—La hermana de mi amiga... ella murió.
Las cejas de Paul se elevan al oír lo que salió de mis labios.
—¿Murió?
Paul no parece creer lo que le estoy diciendo. No puedo culparlo, después de todo, lo que está pasando es una verdadera locura.
Asiento con la cabeza.
—Vamos... —Susurro casi como un pequeño sollozo.
Nunca nadie hubiera imaginado que esa pequeña moriría, tengo una gran vida por delante. Lo peor son los rumores de su muerte, todos tienen una teoría diferente sobre la razón de su muerte. Nadie sabe la verdad, solo sus familiares. No es justo que las personas comiencen a crear teorías sobre lo sucedido, detesto cuando hacen esas cosas.
Hago a un lado a mi prometido y continúo con el camino. Mis ojos me pican y se encuentran llenos de lágrimas que no caen. Al sentir que toma nuevamente mi mano una sonrisa amplia se dibuja sobre mis labios. Miro el cielo azul y sé que aquella sonrisa es para ella.
Sé que no era su amiga, pero aun así, no era grato saber que la hermana de tu amiga murió.
Bajo la mirada.
No me doy cuenta de que ya llegamos al shopping, no estoy completamente bien, pero debo seguir adelante con los preparativos y demás.
—Katherine, podemos ir a casa si quieres.
Niego con la cabeza.
—Tengo que comprar las cosas, Paul. Luego me haré un tiempo para poder despedirme de la hermana de mi amiga o no lo sé... ella sabe que no la conocí bien, pero me duele... me duele por mi amiga y su familia —susurro con un tono de voz un poco enfadada.
—Está bien, tranquila.
Asiento por milésima vez en el día.
Las cosas ya no están yendo bien, de un momento para otro, me entero de la muerte de la hermana de una de mis mejores amigas y ahora ya no tengo ganas de nada.
Me gustaría ir a casa a dormir por unas cuantas horas y al despertar saber que todo lo que me entere fue una horrenda pesadilla y que nada de eso es verdadero.
Lamentablemente, todo es real y hay que seguir adelante, por las personas que quedamos vivas.
—Katherine, no estás bien y también tienes tu regla.
El comentario de Paul me hace pensar seriamente. Me doy cuenta de que tener la regla no significa absolutamente nada. En estos momentos, tener la regla es como una bendición que me hace saber que sigo viva.
—La menstruación no me impide nada, cariño.
Suelta una carcajada sonora ante mi respuesta.
—Lo sé, aunque no sigo sin comprender la razón de detener nuestro encuentro —comenta esperando una respuesta de anoche.
Hago una mueca con mis labios. No quiero responder aquello, pero sé que tengo que hacerlo. No es justo para él.
—Sabes... no puedo responder eso aquí, Paul —trato de ser lo más comprensible por él.
—¿Por qué no?
—Cuando vamos a casa te lo explico mejor...
Él rueda los ojos un tanto nervioso por la situación. No le agrada aquello.
Se acerca a mi oído y sonríe sobre este.
—¿Eres virgen, Katherine?
Nunca nos habíamos puesto a platicar sobre ello. Nunca habíamos llegado tan lejos.
Se separa para verme a los ojos. Su rostro se queda completamente estupefacto ante mi respuesta.
—Vamos... —Susurro con lágrimas en mis ojos.
Este capítulo está dedicado a la familia Gómez.
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