CAPÍTULO 56
Al notar que la video llamada termina, intento nuevamente abrir la puerta o ventana, pero no logro hacer ninguna de las dos. No tengo escapatoria, hasta que mis ojos visualizan a lo lejos a James.
«¡Tengo que llamar su atención!», pienso.
Una pequeña sonrisa se dibuja sobre mis labios y trato de mover el vehículo para que él pueda verme, veo que se comienza a acercar a mí y, por fin, abre la puerta. Me acerco y lo abrazo con fuerza, abro mis ojos y visualizo a lo lejos a Javier.
Ahí está él: con el ceño completamente fruncido; sus brazos están cruzados y niega con la cabeza como si lo que está viviendo con sus propios ojos le molesta.
Con cuidado me voy alejando de James y le dedico una tierna sonrisa; comienzo a caminar con detenimiento hacia donde se encuentra Javier y él alza ambas cejas esperando que le diga algo.
—¿Ellie tiene razón? —Pregunta. Puedo notar que su voz se siente quebrada, hay algo roto dentro de él, demasiado roto—. ¡Respóndeme! —Exige. El brillo de sus ojos amielados se mantienen sobre mi mirada.
Retrocedo inmediatamente al oír su grito. Esas cosas me destrozan por dentro y no comprendo a lo que él se refiere con su pregunta.
Acaricio mis brazos con mis propias palmas de la mano, empiezo a tener frío. Algunos invitados que llegan recién, me saludan con cordialidad y se adentran a la fiesta, pero todavía mi mirada sigue intacta sobre los ojos de Javier.
—¿Razón en qué?, ¿de qué hablas? —Pregunto negando con la cabeza rotundamente ante la situación. Con cuidado me voy acercando a él, pero retrocede inmediatamente—. Elena me encerró en el vehículo, James pasó por ahí y me vio —le explico la situación como había sucedido.
Una carcajada sarcástica se desprende de los labios de James y niega con la cabeza, parece no creer en mis palabras.
No puedo creer que no confíe en mí, solo le conté la verdad, pero él no me creyó.
—Mejor cállate, no sabes mentir, Katherine —responde alzando ambas manos en el aire—. ¡Deja de mentir!
Mis ojos se comienzan a cristalizar al oír aquellas palabras tan crueles que se desprenden de los labios de aquel hombre frente a mí. No esperaba eso de su parte, pensé que podía confiar en él; sin embargo, lo que más me duele es que Javier se enoje por un abrazo.
Una pequeña lágrima se resbala y cae perdiéndose en el suelo, me siento como esa diminuta lágrima. Estoy perdida y no sé qué hacer con mi vida.
—No miento... —Murmuro limpiando mis ojos.
—Lo haces, London. Mientes, mientes todo el maldito tiempo... —Hace una pequeña pausa para luego poder continuar—: Sabes bien que mientes. Deja de flotar en la vida, ¡baja los pies a la tierra! —Gira dándome la espalda.
Esto es muy estúpido. Él me pide que abra los ojos, pero no es capaz de vérmelos.
—Javier, yo... —Comento acercándome para llevar mi mano hacia su hombro, cuando la deposito siento como le pega al tronco de un jacaranda.
—¡Vete! —Exclama.
Mi corazón cae al suelo junto con mi amistad por aquel hombre.
Siento la mano de James sobre mi hombro.
—Ven, déjalo —Comenta el rubio.
—Sí, ya oíste a tu novio. ¡Déjame! —Exclama furioso Javier.
Asiento con la cabeza mirando a James y me acerco con rapidez. Tengo miedo, no me gusta en lo absoluto la manera en la que Javier me está hablando en ese momento.
No digo nada al respecto y comienzo a cambiar junto a James; él deposita sobre mis hombros su chaqueta de cuero negra y me condujo con cuidado a la casa.
Desde la distancia, puedo oír los gritos desesperados de Javier, está enojado y eso se nota a la perfección, pero la razón de su enojo no lo logro adivinar.
Javier siempre se enoja por cualquier tontería, pero siempre conmigo, yo soy su blanco.
No comprendo qué es lo que hago mal. No hago nada para merecer ese trato, yo siempre intento ser agradable, pero él no la hace tan fácil.
¿Siempre habrá algo que nos separe? ¿Por qué Javier me odia tanto como para enojarse de ese modo conmigo? ¿Qué fue lo que le hice?
No quiero girar para ver a Javier, pero mi corazón quiere saber que él está bien. Necesito verlo y saber que después de lo que sucedió él está bien, quiero verlo con mis propios ojos y tener una respuesta a todas mis preguntas.
Oigo que James sigue hablando de no sé qué, no he escuchado en ningún momento lo que salió de sus labios; parece que lo que me dijo es realmente difícil, ya que su rostro está sonrojado. No quiero parecer una perra sin sentimientos, pero no sé si debo o no preguntar.
Solo pienso en Javier y lo sucedido con Paul también está en mi subconsciente. Todo está mezclado y no me gusta lo que estoy sintiendo, no quiero mezclar las cosas, pero ya es demasiado tarde para pensar en eso. Todo está mezclado y atrofiado en mi cabeza.
Hago una pequeña mueca con mis labios y lo miro de reojo para concentrarme en él y dejar de pensar en esos hombres que invadieron mi cerebro.
Jamás me gustó tener en mi cabeza a los hombres, siempre trataba de tener un plan o algo, pero nunca a un hombre y mucho menos a dos.
Necesito concentrarme en otra cosa y James me puede ayudar con eso ahora.
—¿Qué? —Pregunto para adentrarme en la conversación.
—No estás aquí, aunque yo quiera que me oigas es imposible, ¿verdad? —Dice James con una pequeña sonrisa sobre sus labios.
No comprendo perfectamente lo que me está diciendo. Realmente, no entiendo nada, pero no quiero obligarlo a que me cuente todo nuevamente.
—¿Qué? —Reitero completamente avergonzada, supongo que el color carmesí en mis mejillas lo deja bastante claro.
—Que tú y yo... Eso... Eso es imposible —comenta. Sus mejillas poseen exactamente el mismo color que las mías.
No comprendo lo que me está diciendo.
¿Él y yo nunca podríamos estar juntos?
—¿Por qué no es posible? —Pregunto con el ceño completamente fruncido. No es que me guste, pero no comprendo por qué no sería posible.
—Katherine, a mí no me gustan las mujeres —responde con sinceridad.
Al oír lo que sale de sus labios, no puedo evitar sonreír y pensar en mi mejor amigo Alex, ya que él también es gay. Ahora sí, tengo nuevas ideas en mi subconsciente.
Alzo ambas cejas instantáneamente y tomo su mano para comenzar a caminar con rapidez a la casa. James me sigue sin comprender nada, lo puedo notar está tan perdido como yo.
Cuando entramos a la casa, visualizo a Alex platicando con mis padres, no sé lo que están hablando, pero aun así parecen bastante felices por la situación.
Comienzo a caminar con cuidado hacia ellos. Mi madre me mira fijamente a los ojos y deja la conversación mantenida para acercarse y abrazarme con fuerza; le respondo aquel abrazo y apoyo mi cabeza sobre su hombro por unos pocos segundos, ya que luego sus manos bajan mi vestido y sus palabras se comienzan a oír justo como la recordaba.
—Madre, sé que no te gusta el negro para Navidad, pero no tenía otro vestido —No puedo terminar de hablar.
—Katherine, déjame abrazarte —comenta volviendo a abrazar mi frágil cuerpo—. ¿Cómo te ha ido, cielo?
Una gran sonrisa se dibuja sobre mis labios y asiento tan solo una vez, vuelvo a apoyar mi cabeza sobre su hombro y cierro mis ojos por unos segundos.
—Muy bien.
Otros brazos me envuelven el cuerpo y sé que es mi padre, aquella fragancia es inconfundible. Extraño mucho aquellos abrazos y los deseo todas las mañanas de mis días y las noches de lluvia.
¿Por qué debe ser tan complejo ser adulta? ¿Por qué todos parecen aceptar lo que les pasa sin pretender cambiar para bien? ¿Por qué me sigo comportando como una pequeña? ¿Qué es lo que espero de mi vida?
No comprendo la razón de querer ser grande, cuando lo consigues ya no lo deseas.
Cuando eres una niña, quieres ser mayor para que te tomen enserio, pero cuando eres mayor, todos los problemas de tu niñez parecen pequeños y tontos. Cuando creces los problemas son peores y no hay modo de escapar de ellos.
Ahora desearía ser una niña. Seguramente, mis problemas se resolverían con un té y galletitas, luego de mi cena favorita.
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