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CAPÍTULO 5

Al día siguiente, James y yo quedamos en la cafetería antes de la clase para comparar nuestros apuntes de Análisis de conducta humana. Me lleva casi una hora ordenar todos los míos después de no haber comenzado a tiempo. Quiero hablarle a James sobre los celos de Paul, pero no me gustaría que pensara mal de mí. James no debe de saber mucho sobre él, y debo obligarme constantemente a no preguntarle nada. Además, en realidad, me da igual lo que ellos hagan o dejen de hacer con su vida.

El día pasa deprisa, y por fin llega la hora de la clase de Análisis de conducta humana. Como de costumbre, Paul se sienta a mi lado, pero hoy no parece dispuesto a mirar en mi dirección.

—Hoy será el último día que hablaremos sobre El asesino del Zodiaco —nos informa el profesor—. Espero que hayan disfrutado y, puesto que todos han hecho su propio análisis, creo conveniente dedicar el debate de hoy al uso de la sintaxis. Díganme, como lectores, ¿esperaban que él haya escrito la carta confesando los asesinatos?

Varias personas murmuran, y se ponen a rebuscar en sus libros como si estos fuesen a proporcionarles una respuesta inmediata, pero solo James y yo levantamos la mano, como siempre; los demás parecen ir solo como espectadores a la clase del profesor Reid.

—Señorita London —me da la palabra.

—Bueno, la primera vez que investigue la conducta del asesino, estaba en ascuas todo el tiempo, sin saber si había sido o no. Incluso ahora que lo he leído al menos diez veces, sigo sintiendo cierta ansiedad al principio de su relación. El asesino del Zodiaco es tan cruel y dice cosas tan terribles sobre las presuntas víctimas y sus familias que, al leer las cartas nunca sé si él será capaz de volver a realizar ese tipo de cosas, y mucho menos de amarlo acabar muerto.

James asiente ante mi respuesta, y yo sonrío.

Estoy más que segura de que esa es mi opinión como lectora, no puedo negarlo.

—Qué estupidez —dice entonces una voz interrumpiendo el silencio. Es Paul.

—¿Señor Evans? ¿Le gustaría añadir algo a su compañera? —pregunta el profesor, claramente sorprendido ante su participación.

Paul se pone de pie y solo se va del aula. Se ve enojado y sin ganas de asistir a una de las mejores clases que tenemos el resto del año.

Estoy segura de que si hacemos las cosas bien con el profesor Reid, él nos puede dar pasantías en el hospital en el que trabaja. Aunque, en realidad, nadie conoce la verdad oculta de ese hombre.

—Después de clases necesito hablar con usted, señorita London.

Observo los ojos dorados del profesor y asiento con la cabeza tan solo una vez.

Nos ponemos de a dos para realizar un nuevo ejercicio que nos pone a hacer el profesor. Esta vez, me toca a mí ser la criminal, mientras que James será mi supuesto psicólogo. Así yo lo puedo ayudar y él a mí, de todos modos, nosotros estamos más adelantados que los demás. Me sorprende con la velocidad que James capta todo, yo en primer año estaba perdida.

James se me queda viendo a los ojos cuando le comienzo a realizar la evasiva confidencial, mientras que no demuestro ni una sola muestra de compasión por las víctimas a las que destrocé y terminé cenando en Navidad.

—¿Crees que el profesor te dirá sobre las pasantías?

—No lo sé, pero me da miedo. —Me encojo de hombros.

—¿Le tienes miedo al profesor Reid?

Niego con la cabeza más de una vez.

—Tengo miedo de la reacción que pueda llegar a tomar Paul al saber esto... ¿Viste cómo se fue enojado por la sonrisa que me diste al estar de acuerdo conmigo? —le pregunto.

James asiente y se cruza de brazos. Espera unos segundos y comienza a guardar sus cosas, así que imito su accionar mientras que todos están respondiendo un par de preguntas de un pequeño documental que nos mostró el profesor. Cuando termino de realizar mis cosas, camino rumbo al escritorio del profesor y le dejo las respuestas junto con James.

El timbre suena y todos bufan sin haber podido responder la mitad del cuestionario. No era tan complicado, solo debían prestar atención a los pequeños detalles, ya que esos suelen ser los más importantes en la conducta de un ser humano.

—Señorita London, ¿puede llamar también a su compañero?

—James —digo, tomándolo del brazo.

—Seguro están enterados de que al final de este cuatrimestre, solo dos de mis estudiantes van a tener el poder de obtener dos pasantías para ir a trabajar en una agencia especializada en la conducta humana —nos informa—. He decidido que serán tres los alumnos que lo han ganado este año. Sin duda, usted. —Me señala con la cabeza y luego a James—. También tengo a otro estudiante, solo que debe un final y ya está graduado.

Miro a James sin poder creer que esto realmente está sucediendo. Asiento con la cabeza más de una vez y sonrío amplia.

—Por supuesto, confíe en nosotros, profesor.

—Pueden irse.

Con James comenzamos a caminar fuera del aula, lo tomo del brazo super feliz, y siento que alguien me abraza por detrás. Sé que es Paul, así que giro y lo miro a los ojos.

—Pensé que estabas enojado —replico con un tono de voz bajo.

—Lo estaba, pero pensé que podíamos salir a merendar y todo se me pasó.

—Chiquis, yo me iré, nos vemos mañana —se despide el rubio.

Saludo a James con una sonrisa y Paul rueda los ojos, mientras murmura incoherencias en voz baja. Cuando James se va, le doy un golpe a Paul en el pecho, no me gusta que esté criticando a mi amigo.

—No lo trates así. Es buena persona.

Paul abre los ojos como platos y luego asiente comenzando a caminar hacia fuera de la universidad. No tardamos demasiado en ingresar a un restaurante y sentarnos a platicar sobre las cosas de la universidad mientras bebemos un café y medialunas.

—¿Y ahora vas a querer ir a fiestas con él y no conmigo? —Pregunta Paul.

Suelto una carcajada sonora y niego.

—Dudo mucho que a James le gusten las fiestas —respondo sin saber sobre eso.

—Yo creo que a ese chico sí le gustan las fiestas —jode Paul—. Ya lo he visto en varias a las que he ido.

—¿Me estás jodiendo? —cuestiono con una ceja alzada.

Él niega terminando su merienda de un trago.

Terminamos de comer, no tardamos demasiado en acabar las medialunas que quedan pendientes en el plato. Después de todo, hoy perdí demasiado tiempo, supongo que me quedé perdida en el mismísimo.

No me gusta esa sensación de satisfacción al no recordar nada de lo sucedido, pero se siente bien.

Pagamos por la merienda, bueno... él paga.

Me coloco la chaqueta, ya que hace frío.

La temperatura está cambiando drásticamente, hay mucho viento frío en el ambiente. Detesto cuando la temperatura cambia de ese modo tan horrendo, siempre me da alergia por ello —estornudos, tos, picazón y dolor de garganta—, síntomas que me dan con aquella situación. Debo confesar que, últimamente, por suerte, ya no me dan tan seguido.

Paul se encuentra de pie frente a mí, posee una gran y bella sonrisa sobre sus labios. Los labios que él posee son delicados, con una forma particular que parece hacer que su labio superior fuese más carnoso que el inferior. Posee un bello rasado, sus labios jamás se agrietan, son mágicos y húmedos: solo cuando él lo desea.

Me quedo mirándolo fijamente.

«Es tan hermoso», pienso.

—Vamos, ya es demasiado tarde y mañana debemos ir al centro comercial por los regalos o no sé qué... —murmura algo confundido.

Se sube el cierre de la chaqueta y me tiende su mano. No dudo en tomarla.

Caminamos unos pocos pasos hacia la puerta y siento un escalofrío que recorre todo mi cuerpo, oigo un susurro que parece evaporarse con el sonido del viento y la puerta que se abre, pero de lo que estoy segura es que oí mi nombre: Katy.

Mi ceño se frunce inmediatamente y observo dentro del restaurante, no parece que alguien me llama. Todos están haciendo sus cosas y eso me queda claro al notar a las personas comiendo y hablando de la dicha que es su vida.

—Katy. —Oigo otra vez.

Giro y sonrío levemente al notar que es Paul el que me habla.

—¿Sí? —Pregunto observando los ojos del hombre de mi vida.

—Andando —dice.

Parece que ya me había llamado antes, por su tono de impaciencia.

Camino hacia él. Ambos caminamos con cuidado, tenemos bastantes cuadras para lograr llegar a habitación de la universidad; haríamos un poco de ejercicio y la comida bajaría. Hoy cuando lleguemos me iré a dormir con rapidez, no hay que esperar a la digestión. Eso es muy bueno, ya que mañana podré despertar temprano para los preparativos de la Navidad y obviamente comenzar con algo para la boda, no me gusta mucho dejar que las cosas se junten y me terminen tapando. En eso difiero con Paul; él siempre hacía sus cosas a su tiempo y cuando lo deseaba hacer.

Muchas veces, el diferir con él se vuelve realmente divertido, pero esta vez no tiene muchas ganas de pelear.

Observo el pasto que nos encontramos pisando en ese preciso instante. Es lindo el sonido que produce las hojas amarillas rojizas que caen de los árboles, no puedo negar que el vecindario es colorido y tiene su calidez propia, hay cosas que mucho no me gustan, pero sé que, de igual modo, este lugar es y será perfecto para vivir.

Nos detenemos al llegar a la puerta y él se va caminando hacia una de sus clases.

Intento estudiar al volver a mi cuarto, pero no puedo concentrarme. Después de mirar fijamente los apuntes durante un par de horas sin haber leído en realidad ni una palabra, decido que una ducha podría ayudarme. Cuando están abarrotados, los baños mixtos aún me incomodan, pero nadie se mete conmigo, así que me estoy acostumbrando a ellos.

El agua caliente me sienta genial, y noto cómo me relaja los músculos, que estaban tensos. Debería sentirme aliviada y feliz de que Paul y yo hayamos alcanzado algo así como una tregua, pero ahora la ira y el enfado han sido reemplazados por el nerviosismo y la confusión. He accedido a quedar con Paul mañana para hacer algo divertido, y ahora estoy aterrada. Solo quiero que salga bien. No espero convertirme en su mejor amiga ni nada por el estilo, después de todo soy su prometida, pero necesito que lleguemos a un punto en el que no terminemos gritándonos cada vez que hablamos.

Estoy tan a gusto en la ducha que me quedo ahí durante un buen rato y, cuando regreso al cuarto, Paul ya ha venido y ha vuelto a marcharse. Encuentro una nota suya en la que dice que sus amigos lo llevaran a cenar fuera del campus. Me gusta que Paul pueda tener una vida sin mí.

Decido que lo mejor que puedo hacer es volver a tomar mis apuntes, me fijo si ahora los puedo comprender. Todo me resulta más sencillo con la cabeza en su lugar, definitivamente solo necesitaba una ducha para calmar mis pensamientos oscuros acerca de los problemas que me está haciendo Paul.

Respondo cada una de las preguntas que están en mi carpeta, no tardo mucho, ya que las resumo por completo y dejo solo un poco lo más importante y palabras clave. Mientras que en las fotocopias tengo todo marcado con un marcador amarrillo y las palabras clave en color azul. 

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