CAPÍTULO 4
Ya han pasado dos meses desde que Paul me pidió matrimonio. Mi madre está como loca, pero accedió a venir a visitarnos para comprar las cosas necesarias del departamento.
Todavía estoy esperando que llegue, pero no lo hace. Estoy un poco preocupada por su tardanza, ya que ella suele ser muy rápida en cuestiones de horario.
Compongo una sonrisa agradable al oír el timbre y abro la puerta, pero entonces veo que mi madre no ha venido sola. Papá está a su lado, cómo no. Ella parece furiosa, y él parece... ¿preocupado? ¿Dolido?
—Madre —digo con los dientes apretados.
Papá me mira, después mira a Paul, y a continuación me mira a mí de nuevo. ¿Intuirá que lo he besado? El recuerdo está tan fresco en mi memoria que se me eriza el vello de tan solo de pensarlo.
Durante los siguientes veinte minutos, mi madre se sienta en mi cama y me explica que solo está preocupada porque no quiere que eche a perder esta increíble oportunidad de estudiar y no quiere que vuelva a perder el tiempo con tonterías. También me dice que no aprueba mi amistad con James, ni el compromiso con Paul. Me obliga a prometerle que dejaré de salir con ellos, y yo accedo, pero es mentira.
Por fin se levanta y junta las manos.
—Y, ya que estamos aquí, vayamos a desayunar, y tal vez de compras después.
Asiento, y papá sonríe desde su posición, apoyado en la puerta. Me parece una idea fantástica, y me muero de hambre.
Mi mente sigue algo nublada por todas las clases, pero el paseo hasta la residencia, el café y la charla de mi madre han hecho que vuelva a estar bien. Me dirijo a la puerta, pero me detengo cuando ella carraspea.
—Supongo que antes tendrás que ordenar un poco esto y cambiarte de ropa —dice, y me sonríe de forma condescendiente.
Hago una mueca con mis labios y niego con la cabeza tan solo una vez. Paul se va a encargar de limpiar las cosas. Siento que mi ropa está a la perfección, es más, me la había puesto solo por esta ocasión y ella me dice esto.
—Mamá, me puse esto solo para verte a ti.
—Wow, sorprendente. Es un asco —dice sin gracia—. Te vistes igual que tu prometido... Horripilante.
—Marcela. —Abre la boca mi padre.
Paul se acerca a nosotros y niega con la cabeza tan solo una vez. Se le queda viendo a mi mamá con los brazos cruzados y luego se fija en mi papá.
—Sigo aquí, señora.
Mi mamá sonríe amplia y palmea el hombro de él.
—Lo sé, querido, pero es tiempo de que te vayas, ¿no lo crees? —Alza ambas cejas.
—¡Mamá! —Grito con todas mis fuerzas.
Llamo la atención de Paul y la de mi papá, pero mi madre sigue mirando con asco a Paul.
—¿Qué, hija? No me gusta este... Este tipo para mi pequeña.
—Pues, a tu pequeña le gusta. —Tomo la mano de Paul—. Y mucho.
Paul deja un beso sobre mi mejilla y mi padre se descontrola. Deja de vernos para observar incómodo hacia la ventana, no se ve nada feliz con la situación. Es como si escondiera algo, pero no tengo idea de lo que es.
El desayuno con papá y mi madre se me hace eterno. No puedo creer que ella me eche en cara todas las cosas malas que estuve haciendo este último año. Empieza con que he estado faltando a un par de clases y que mis notas ya no son todas sobresalientes, le echa toda la culpa a Paul por mis errores y él no tiene nada que ver con esas cosas.
—¿Adónde vamos de compras? —pregunta papá entre un bocado y otro de tortitas, y yo me encojo de hombros.
Ojalá hubiese venido solo. Me gustaría pasar tiempo con él. Necesito hablar con él sobre lo de no contarle a mi madre cada detalle de mi vida, especialmente los malos, y si estuviéramos solos sería más fácil.
—Podríamos ir al centro comercial que está a una manzana de aquí. Todavía no conozco muy bien la zona —les digo cortando los últimos trozos de mi tostada.
—¿Has pensado ya en dónde quieres trabajar? —pregunta mi padre.
—Bueno, sí. Supongo que un centro médico o quizás en mi propio negocio —anuncio segura de mis palabras.
Después de desayunar, vamos en el coche de mi madre al centro comercial San Justo, que es enorme y está atestado.
El resto del día transcurre mejor que la mañana, principalmente porque mi madre me lleva a un salón de belleza, donde me escalan un poco el pelo. Sigo teniéndolo largo, pero el nuevo corte le da más volumen y ahora está mucho más bonito. Papá me regala los oídos durante todo el trayecto de vuelta a la residencia, y me siento genial. Me despido de ellos en la puerta y prometo una vez más que me mantendré al menos a ciento cincuenta kilómetros de distancia de cualquiera que lleve tatuajes. Cuando llego a mi cuarto, me siento algo decepcionada al encontrarlo vacío, aunque no estoy segura de si esperaba ver a Paul o estar sola.
Ni siquiera me molesto en quitarme los zapatos cuando me tumbo en la cama. Estoy demasiado agotada, y necesito descansar. Duermo durante toda la noche y no me despierto hasta el mediodía. Al hacerlo, veo que Paul está durmiendo en su cama. Salgo a comer y, cuando vuelvo, ya se ha ido. El lunes por la mañana todavía no ha regresado, y empiezo a sentir una acuciante necesidad de saber qué ha estado haciendo durante todo el fin de semana.
Antes de dirigirme a mi primera clase, me paro a pedir mi café de siempre en la cafetería, y veo que James me está esperando con una sonrisa. Tras nuestros respectivos saludos, una chica nos interrumpe para pedirnos que le indiquemos una dirección algo complicada, de modo que no tenemos ocasión de ponernos al día hasta que nos dirigimos a la última clase de la jornada. La clase que llevaba todo el día temiendo, pero a la vez deseando que llegara.
—¿Qué tal el fin de semana? —me pregunta James, y yo gruño.
—Salí con mis padres y... Paul me pidió matrimonio —le cuento con una enorme sonrisa sobre mis labios—. ¿El tuyo?
—Bueno, no fue tan bueno como el tuyo, fui a ver a una amiga —me comenta—. Por cierto, felicidades por el compromiso.
Cuando es tiempo de entrar a la clase, lo hacemos. Tomamos asiento, juntos, y veo como Paul se sienta entre nosotros.
James y él intercambian unas incómodas miradas y yo intento pensar en algo que decir. Sus hoyuelos, tan profundos como siempre, me dicen que sí, que sí sería capaz de romperle la cara a James por estar tanto tiempo junto a mí.
—Chicos, ¿todo está bien? —Cuestiono un poco molesta por la situación.
James asiente con una dulce sonrisa que invade sus labios, pero Paul no dice nada y comienza a sacar su cuaderno para apuntar las cosas de la clase.
Todos imitamos su accionar, ya que con James realmente tenemos que aprobar todas las materias. Más él, ya que es uno de sus primeros años. Yo ya he tenido mi tiempo, ahora me lo estoy tomando con diversión, quiero disfrutar mi último año.
La clase de religión acaba más rápido de lo que me había pensado, bueno, la religión siempre se me ha dado bien. No tuve problemas en responder las preguntas del profesor, pero Paul sí. Supongo que después me va a pedir unos consejos o algo; no obstante, parece que también fue una buena clase para James.
Me siento feliz por todo lo que está ocurriendo en la universidad. Hasta ahora no hubo ningún problema, pero sé que las fiestas van a comenzar pronto y eso significa que el buen ambiente se va a terminar.
Nunca me gustó mucho el tema de las fiestas, esas cosas siempre terminan mal. Este año, Paul decidió no invitarme, ya que siempre me niego, aunque a veces voy, pero termino yéndome muy temprano. No obstante, este es mi último año y creo que me gustaría ir a una y perder la vergüenza que me consume.
«¿Qué es lo divertido que tienen las fiestas?», me pregunto mientras regreso a mi habitación.
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