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CAPÍTULO 35

Trago saliva sonoramente y niego con la cabeza un poco nerviosa. ¿Un poco? Más de lo que me imagino. Estoy muriendo por dentro y él no tiene idea de la verdad. Ya no puedo seguir con este juego. Quiero estar con él, pero no en una fiesta y teniendo alcohol en mi sistema. Esto, sin duda, no es lo que esperaba y mucho menos con Javier.

—Ya basta... —gimoteo en la búsqueda de la separación—. Por favor, Javier.

Su mirada amielada se ve cada vez más oscura. Sus iris están más que agrandados. Sé que los míos deben estar iguales, pero tengo que pensar con claridad.

—¿Eso quieres?, ¿quieres que me detenga? —Pregunta soltando una de mis muñecas para tomar mi barbilla y hacer que lo mire a los ojos—. Dímelo, pero dímelo mirándome a los ojos.

Me está pidiendo cosas que no sé pueda. Realmente deseo que no se detenga, pero mi cerebro me ordena que lo pare.

Observo sus ojos. Sus pupilas dilatadas y su respiración chocando contra la mía, nuestra respiración se hace una. No me salen palabras, quiero empujarlo y salir corriendo desesperada a mi casa, mejor dicho al campus, pero no puedo hacer eso.

Niego con la cabeza tan solo una vez, logro liberar una de mis muñecas por lo que la llevo a su pecho para lograr separarlo un poco más de mi espacio personal.

Siento como toma mi mano colocándola dentro de su camisa, su abdomen está caliente y su piel suave. Hay un fuego en su interior que deseo apagar.

—Hablemos... —Susurro con dulzura.

—Okay —responde alejándose con cuidado—. ¿De qué quieres hablar, Katy?

Toma asiento en una de las sillas y me mira esperando que me siente a su lado. Sonrío levemente y asiento caminando lentamente hasta la silla donde me encontraba sentada antes de toda esa locura.

—¿De qué quieres hablar? —le pregunto esta vez yo.

—Mmm... ¿Cómo sabías que estaba aquí?

Él alza ambas cejas y suelta una carcajada sonora de sus labios.

—Ya te lo dije, eres predecible, Katy.

Niego con la cabeza y me pongo de pie. Siento como toma mi muñeca sentándome sobre su regazo. Trato de ponerme de pie, pero no lo logro. Mi cuerpo no reacciona como yo lo quiero.

—Ya déjame.

Su mano suelta mi muñeca con rapidez, pero toma con ambas mi cadera haciendo pequeños círculos contra él. Un pequeño jadeo sale de mis labios. Ni siquiera me ha besado, pero dentro de mí si necesito sentir sus labios sobre los míos.

Una de sus manos se dirige exclusivamente a mi muslo, con suavidad y lentitud comienza a subirla. La yema de sus dedos sube a mi pelvis produciendo un escalofrío que recorre todo mi cuerpo. Hago un extraño movimiento para girar y poder verlo, estoy a horcajadas de él.

Mi mirada busca la suya y cuando la encuentra, tomo su rostro con desesperación rozando mis labios sobre los suyos, sin besarlo, todavía no.

Él ya no soporta esa mini tortura, no dudo en unir nuestros labios. Estos se mueven con rapidez, desesperación... Algo que nunca en mi vida había sentido; su lengua recorre cada parte de mi boca y mi lengua no se queda detrás.

Sus manos toman nuevamente mi cadera y bajan con lentitud hasta mis glúteos apretando un poco y acercándome a un más a él.

Tomo su labio inferior entre mis dientes y me separo con rapidez alzando ambas manos en el aire. Niego con la cabeza sabiendo que lo que estoy haciendo no está nada bien, miro sus ojos llenos de deseo y vuelvo a negar.

—Esto no está bien...

—Ellos lo hicieron, ¿por qué nosotros no? —Pregunta él tomando ahora sí mi rostro entre sus manos—. ¿Quién dice que esto está mal, Kath?

—Yo —le respondo—. No deseo hacer esto así.

—¿Hacer qué? —Cuestiona él.

—Tener sexo —respondo con obviedad—. Ni siquiera tenemos protección, ¿acaso tú traes condones a todos lados?

—¿Un condón? —Se ríe—. No voy a entrar en ti —dice, y me entra el pánico.

«¿A qué se refiere con esto? Definitivamente, esto no es lo que esperaba».

—Ah —es lo único que consigo decir, y empiezo a incorporarme.

Esto me pone más que incomoda. Me quiero ir ya a mi habitación.

—¿A dónde vas? —empieza, pero entonces se da cuenta de lo que ha dicho—. Ah. No, Katy, no quería decirte que no voy a... es solo que tú nunca has hecho nada... nada en absoluto, así que no pienso penetrarte. —Me observa durante un momento—. Hoy —añade, y siento que parte de la presión que noto en el pecho desaparece—. Hay muchas otras cosas que quiero hacer primero. Voy a enseñarte cosas que nadie más hará.

Se monta encima de mí y apoya todo su peso en las manos, como si estuviera haciendo flexiones. Gotas de agua caen sobre mi rostro desde su pelo mojado y me retuerzo. Ambos estamos un poco mojados por habernos lanzado a la piscina.

—No me puedo creer que nunca hayas tenido sexo —susurra, y se aparta para tumbarse de lado de nuevo.

Sube la mano hasta mi cuello y luego la hace descender, acariciándome únicamente con la yema de sus dedos, por el valle de mis senos y por mi estómago, hasta que se detiene justo por encima de mi ropa interior.

No tengo idea de lo que él desea hacer hasta que siento como una de sus manos desciende entre mi ropa interior. Oigo que toma aliento entre los dientes y acerca la boca a la mía.

Mueve ligeramente los dedos, y la sensación me deja perpleja. No esperaba que él... Se siente muy bien y no entiendo la razón.

—¿Te gusta? —pregunta con su boca pegada a la mía.

Asiento, y él hunde un poco más los dedos. Muerdo mi labio inferior ante aquella acción.

—¿Te gusta más que cuando lo haces tú? —Pregunta sobre mi oído—. Dime —insiste.

No entiendo lo que me pide que le responda. Esta vez no dije nada malo para estar repitiendo en voz alta más de una vez.

—¿Qué?... —consigo articular, aunque he perdido el control de mi cuerpo y de mi mente.

Quiero que siga, pero solo se detiene esperando que le responda.

—Cuando te tocas, ¿te gusta tanto como cuando yo lo hago? —Alza ambas cejas.

No sé qué decir y, cuando lo miro, algo se ilumina en sus ojos. Trato de encontrar un balance entre su mirar y algo en el ambiente.

—Espera..., nunca te has masturbado tampoco, ¿verdad? —Su tono está cargado de sorpresa y lujuria.

Se regocija por ser el primero en hacer algo conmigo. Lo puedo notar en su mirada llena de deseo.

Continúa besándome, y sigue moviendo los dedos de arriba abajo.

—Tu cuerpo reacciona a mí de una manera tan exquisita, y estás tan húmeda... —dice, y dejo escapar un gemido.

¿Por qué me resulta tan peculiar que me diga algo como eso? Es obvio que estoy mojada, casi muero ahogada. Noto una ligera presión y una corriente eléctrica recorre todo mi cuerpo.

—¿Qué... ha sido... eso? —pregunto gimiendo.

Él se ríe y no contesta, pero siento que lo hace de nuevo, y mi espalda se levanta del suelo, arqueándose. Su boca desciende por mi cuello, hasta mi pecho. Desliza la lengua por debajo de la copa del sujetador y su mano masajea mi otro seno. Siento una presión que se acumula en mi vientre, y es una sensación fantástica. Cierro los ojos con fuerza y me muerdo el labio. Levanto la espalda de la hierba de nuevo y empiezan a temblarme las piernas.

—Ya casi, mi bella Katy. Solo termina para mí —dice, y sus palabras me acercan a una espiral de sensaciones fuera de control—. Mírame a los ojos, dulce Katy —ronronea.

Abro los ojos, y la imagen de su boca mordisqueándome la piel de mis pechos me hace estallar y todo se vuelve de color negro durante unos instantes.

—Javier... —musito, y vuelvo a repetir su nombre, y, por el rubor de sus mejillas, sé que le encanta que lo haga.

Saca la mano lentamente de mi ropa interior y la apoya sobre abdomen bajo. La yema de sus dedos sube hasta que apoya con delicadeza su mano en mi vientre mientras intento que mi respiración vuelva a la normalidad. Mi cuerpo nunca había sentido semejante descarga de energía, y nunca había estado tan relajada como ahora.

—¿Viste? —pregunta con diversión—. No es necesario tener sexo para experimentar algo delicioso.

Oigo lo que sale de sus labios y asiento con la cabeza tan solo una vez.

—Supongo... —Murmuro poniéndome de pie con cuidado—. Javier, ¿por qué me hiciste esto?

Él sonríe amplio y me mira.

—Porque ahora tendrás un recuerdo feliz en el viñedo —me explica—. Ya no tienes que estar triste cuando vengas por aquí.

Suelto una risita divertida y niego con la cabeza tan solo una vez. Acomodo mi atuendo y lo observo desde mi lugar.

—¿No le dirás a nadie? —Cuestiono esperando que él no le cuente a nadie lo que sucedió en el viñedo—. Por favor...

Él toma mi cadera y me atrae hacia él. Nos sentamos en una silla y me acomodo para verlo a los ojos.

—A nadie —dice con un tono amable.

La puerta del viñedo es abierta, de par en par, no dudo demasiado en bajarme de él y, por suerte, Javier no se opone a mi accionar.

Nunca me imaginé que llegaría a suceder algo tan extraño y especial con una persona que ni siquiera conozco realmente. Todas las cosas que él dice son perfectas y, al mismo tiempo, me duelen. También me llenan de placer y me destroza sentir eso hacia él.

—¿Qué hacen? —Se oye una voz. Una voz femenina y agradable al oído.

—Nada... —Respondo por mi cuenta sin ni siquiera verla.

Giro para ver a Javier, pero ya no está presente en aquella escena. Giro nuevamente para visualizar de quién se trata y noto la mirada de Elena sobre mí. Tiene una mirada de asco y desaprobación ante mí.

—¡Eres una zorra! —Exclama—. ¡Zorra!

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