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CAPÍTULO 3

Paul me había comentado sobre su pasado, cuando era un pequeño. Estoy segura de que las peleas tampoco son de su agrado, por lo que él me contó, cuando nos conocimos era devastador, me había rotó el corazón. No tuvo una infancia bonita, hasta que el marido de su madre apareció y los salvó de una vida llena de miseria y dolor.

Al oír lo que sale de sus labios una pequeña sonrisa se dibuja sobre los míos, supongo que eso es lo que quería oír desde el minuto en el que hice la primera pregunta. Eso es justamente lo que yo quería oír, me había enojado por no oír lo que yo deseaba, ahora me siento egoísta por hacerle cambiar de opinión.

—Ven, vamos. No hay que arruinar el día —dice tomando mi mano para comenzar nuevamente con el recorrido.

Me quedo pensando seriamente en lo sucedido hace unos minutos atrás.

Hay un poco de viento, pero deja respirar con normalidad. El sonido de los pájaros es justamente lo más relajante de la salida. Una pequeña sonrisa se dibuja sobre mis labios al oír aquel hermoso sonido que esas pequeñas criaturas emiten. Arriba de un bello árbol se encuentra escondido un perico, se veía realmente adorable. Sé que a Paul le gustan mucho las aves, en eso me hace acordar a mi padre; él también tiene una pequeña obsesión por aquellos animalitos.

—Mira eso. —Señalo aquella hermosa ave.

Él se detiene y la observa con admiración. Le gustan mucho los animales, diría que mucho más que las personas.

—Es uno de los más hermosos que he visto en la vida —comenta—. Algún día tendré uno como mascota, ¿qué opinas, Katherine?

Me gusta mucho que me pida mi opinión, me alegra cuando me pregunta cosas como esas. No me importa que tan pequeñas sean o si realmente no son importantes, me alegra de todos modos que pueda confiar plenamente en mí.

Lo que no me agrada es que aún me siga llamando "Katherine". Sé que es mi nombre, pero definitivamente cuando él me llama de ese modo parece muy lejano.

—Me parece hermoso, cariño.

—No pensé que te gustaría...

—Ahora ya lo sabes —digo con seguridad en mis palabras.

Nos quedamos observando aquella ave por horas.

Pienso que me quedaría dormida si seguimos en esta situación.

La luz del sol se comienza a apagar y la noche llega con seguridad.

Observo el cielo y luego a él con admiración.

—Es hora de seguir adelante, ya es de noche y tenemos que regresar a casa —le informo.

—¿Ya? —Pregunta.

Asiento con la cabeza.

Parece como un niño cuando se está divirtiendo y sus padres lo buscan en una fiesta de cumpleaños. Creo que es así lo que siente Paul en este instante.

—Paul, hay que ir... estuvimos todo el día observando a la pequeña Lane.

Él frunce el ceño algo confundido por mis palabras.

—¿Lane?

—Lane. Le puse así.

Él suelta una pequeña risa y pasa uno de sus brazos por encima de mis hombros.

Comenzamos a caminar nuevamente, pero no para casa. Estamos caminando para lograr llegar a un supermercado y comprar algo para cenar.

Se detiene en la puerta de un restaurante y niego.

—Paul...

—Vamos, Katherine. Es solo una vez.

Hago una mueca con mis labios y asiento adentrándonos al lugar.

Inmediatamente, un sujeto vestido con un traje elegante se acerca a nosotros, no tarda mucho en entregarnos una pequeña y perfecta mesa. Nos sonríe de modo dulce, adorable; su sonrisa resplandeciente me da buena espina del lugar.

Tomamos asiento y suspiro cómodamente.

—Es un hermoso lugar —comento.

—Así es.

Nunca hacíamos ese tipo de cosas, pero esta vez era justamente lo contrario.

Tomo el menú y comienzo a leer todo lo que hay.

Una gran variedad de alimentos y bebidas que nunca había leído en mi vida.

Cosas extrañas de las cuales me pregunto si realmente son los nombres de comidas, son muy extraños. Supongo que al desconocer ese terreno todo me ha de parecer insólito.

—¿Qué te gustaría cenar? —pregunto bajando el menú para poder verlo bien a los ojos.

—No lo sé, no me gusta nada. —Da vuelta una de las páginas y aquella sonrisa perfecta se dibuja sobre sus labios—. ¿Pizza? —Pregunta subiendo la mirada hasta mis ojos.

Simplemente, asiento.

Una pizza es, sin ninguna duda, lo necesario en este momento. Hace mucho tiempo, no como eso es lo que necesito.

No hay muchos comensales, el lugar parece solo para nosotros.

Toma mi mano con cuidado y logro sentir la suya cálida, me agrada, ya que mis manos siempre están frías. No son tan frías como yo misma, pero tienen aquel lado frío y oscuro que muchas personas describirían como heladas. En una época de mi vida, no era de ese modo, yo también tenía unas manos cálidas y apetecibles, suaves como un pétalo de rosa. Ahora no son más que frías.

El mesero no tarda mucho en llegar nuevamente a la mesa.

Debo confesar que, el lugar es demasiado ostentoso para nosotros dos, todo luce perfecto y rosado. Los colores son vivos y deja pasar la alegría a sus comensales.

La mesa en la cual estamos es redonda, de madera, posee un hermoso mantel de color pastel y es justamente lo que nunca pondría en mi mesa. Un florero aislado, solitario con una gran rosa turquesa que, parece demasiado pesada, muy pronto caerá de aquel florero azulado de vidrio. No entiendo la razón por la que le doy demasiada importancia a una cosa tan insignificante como esa.

El lugar se ve realmente limpio, lujoso y sin una sola telaraña.

Me gusta mucho observar el lugar donde me encuentro, me agrada saber que es limpio e importante. No me gusta eso, después de todo, estoy vestida de una manera bastante harapienta para un lugar tan tranquilo y perfecto como este.

Mi mirada se encuentra sobre el florero y pienso seriamente cuándo caería el último pétalo de aquella hermosa rosa. Tengo muchas preguntas al respecto, supongo que no es el momento ni la hora correcta para perderme en mis pensamientos.

Observo con detenimiento una pequeña mancha oscura en la pared, justo al lado de un pequeño espejo. Esa mancha es nueva, no la pude notar cuando llegamos al restaurante, sospecho que no soy muy buena con la observación.

Niego con la cabeza y vuelvo a ver el mantel de color pastel.

La caricia que logro sentir en mi mano me despierta de mis pensamientos, es rápido.

Alzo la mirada y veo sus hermosos ojos que tanto me gustan. Azul, celeste con un toque especial de verde y grisáceo. Es una mezcla única y perfecta que logra volverse un maravilloso esmeralda a la vista, algo imposible de no observar con admiración.

—¿Qué opinas? —Oigo lo que sale de esos suculentos labios.

Niego con la cabeza al ver que perdí el tiempo, la comida ya está en la mesa y Paul tiene una pregunta. Una propuesta que yo no escuché, por supuesto, no iba a responder algo que no escuché.

Realmente, había perdido el tiempo con mis pensamientos, hay un montón de personas sentadas observando y comiendo, todos están discutiendo sobre algo. Nosotros dignos de su atención.

—¿Me repites la pregunta? —Alzo una ceja con propósito de volver a oírlo.

Todos los comensales nos están observando fijamente y aquello me está incomodando demasiado, jamás imaginé que sería el centro de atención de una gran cantidad de personas. No tengo la menor idea de lo que Paul me ha preguntado y las miradas de esos no me agradan en lo absoluto.

Miro fijamente a Paul con la esperanza de que él me repitiera su pregunta.

Todos se encuentran girados en sus sillas para lograr oír con atención y no perderse ni un solo segundo lo que está sucediendo entre Paul y yo.

Al parecer, aquellas personas saben la pregunta, yo soy la única perdida en el tiempo.

—¿Está loca, mami? —Oigo la voz de un pequeño niño preocupado—. ¿Por qué no le dice que sí?

Regreso la mirada a los ojos de Paul y trato de ignorar al pequeño.

—Te pregunté si te quieres casar conmigo —susurra con seguridad y tranquilidad.

Mi ceño se frunce inmediatamente al oír su tono y la pregunta que sale de sus labios. Jamás me imaginé algo como esto. Trago saliva sonoramente con una pequeña sonrisa sobre mis labios, estoy mucho más nerviosa de lo que cualquiera podría imaginar en un momento como este.

Mi sonrisa pequeña no tarda en volverse amplia y asiento con la cabeza.

No puedo creer que eso realmente esté sucediendo.

«¿Realmente está sucediendo?», pienso.

—¡Sí! —Una sonrisa perfecta y amplia se dibuja sobre mis labios de nueva cuenta, mi tono de voz es demasiado elevado para el lugar por lo que decido hablar más bajo y agrego—: Sí, sí quiero casarme contigo, Paul —murmuro sobre sus labios.

Muchas personas niegan con la cabeza. Se ven extrañas, pálidas como una hoja de papel y con ropa negra, ropa oscura. No me importa, después de todo, estoy con Paul que muy pronto será mi esposo.

Tomo el rostro de mi prometido con cuidado, para romper la poca distancia entre nuestros labios. Estos logran aquel contacto que deseo, es lento, delicado y con aquella pizca sensual que él siempre logra al tirar de mi labio inferior.

Los comensales parecen desaparecer durante el beso.

Lo miro fijamente a los ojos y alzo una ceja.

—¿Y las personas? —Pregunto.

Él se encoje de hombros y termina de comer una porción de pizza.

Me doy cuenta de que estoy perdiendo lapsos de tiempo.

«¿Qué me sucede?», pienso en mis adentros.

Tomo en mis manos una porción de pizza, la primera que logro llevar a mis labios.

—Oye, deja para mí también, pequeña ardilla —comenta él con un tono de voz juguetón y divertido.

Observo el plato de pizza y frunzo el ceño al notar que había comido mucho más de lo que yo recuerdo. No comprendo lo que está sucediendo y eso no me gusta para nada. Jamás me había olvidado de algo tan importante como comer. Aquello es como olvidarse de respirar y eso es imposible.

—Sí... Lo siento —susurro con una pequeña sonrisa sobre mis labios.

No quiero perderme en el tiempo, por lo que lo observo fijamente a sus ojos, espero salir de ahí para regresar a casa y hablar sobre el nuevo proyecto. También el tema de la Navidad. Mis padres tienen que viajar desde muy lejos y todavía no sé lo que serviría para cenar en Noche Nueva. Creo que podría hacer lo de todos los años, después de todo, solo vienen ellos. La madre de Paul se había negado a pasar la navidad con nosotros si mis padres venían. No entiendo que es lo que mis padres le pudieron haberle hecho, ella ni siquiera es de Argentina.

Él no es tonto, sabe bien que sabría lo que está pensando dentro de mí.

—Algo te molesta, ¿verdad? —Pregunta con el ceño completamente fruncido.

—Estoy pensando seriamente en todo, Paul y creo que sufro un pequeño colapso nervioso —digo con seguridad. No me molesta decirle las cosas en la cara, sé que él me comprenderá de cualquier modo—. Ahora se suma los preparativos para la boda y la Navidad, mis padres...

Observo como él me mira, parece mucho más perdido que yo con aquel hilo de la conversación mantenida. Supongo que, él también está pensando seriamente en sus cosas, yo no soy el centro del universo.

—No te preocupes, esas cosas pasarán rápido y no lo notarás. Créeme, siempre pasa lo mismo y lo mejor es que logras disfrutar de cada momento, sin importar lo que sucede al rededor, no te preocupes, Katherine —dice él hablando con un tono más claro. Su voz es grave, pero con elegancia. Me gusta cuando habla, me hace acordar a Rodolfo Barili.

—Tienes razón... de igual modo, me preocupa no llegar a tiempo —respondo con sinceridad.

Él niega con la cabeza.

Su cabello castaño claro se mueve junto a su negación.

Es él, el hombre con el que pasaré el resto de mi vida y que tanto amo.

Me encanta saber que él siempre estará ahí para mí como yo para él. No espero demasiado en nuestra vida, solo quiero que ambos logremos aquella felicidad anhelada. Creo que es la misma felicidad que toda pareja sueña en momentos como este.

Paul está junto a mí, está aquí para mí. No hay más nada que desee, tengo lo que quiero. Eso es un paso muy grande para muchas personas, para todas las que sueñan.

En un momento de mi vida, había pensado que no tendría a nadie para mí, que estaría sola hasta el final de mis días, pero ese pensamiento desapareció al conocer y amar a este hombre. Paul me enseñó cosas que imaginé que nadie podría. Sé que aún faltan muchas cosas por recorrer, pero a su lado todo valdrá la pena.

Su mirada continúa intacta, penetrando lo másprofundo de mi alma. Me pongo nerviosa con su fijación. No comprendo la razónpor la que siempre debe observar mis ojos de ese modo, pero hay algo en eso queme gusta. Es algo bastante contradictorio, ya que me dan nervios y al mismotiempo me deleita.

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