Capítulo 4: Pesadillas
Lando se despertó cuando su alarma sonó a las 10 AM. Se desperezó y se frotó los ojos con cansancio. No tardó en notar su cabeza palpitar por el dolor, seguramente causado por la resaca del día anterior. No bebió demasiado, pero el joven no necesitaba mucho para estar medio muerto al día siguiente. Se levantó de la cama con pesar y fue al baño, hizo sus necesidades, se lavó las manos y la cara, y se miró en el espejo. Tenía un aspecto horrible, lo sabía, pero sólo suspiró y abrió el grifo de la bañera. Quería un baño caliente para calmar su cuerpo durante un rato. Las carreras siempre lo dejaban cansado y con los músculos agarrotados, y como la noche anterior no pudo relajarse decidió que lo haría en ese momento.
Mientras la bañera se llenaba, salió del cuarto de baño para tomar la ropa que se pondría luego, y cuando escuchó su teléfono no dudó en ir a mirar. Varios mensajes resplandecían en la pantalla.
Charles: Cómo estás?
Charles: Si necesitas algo avísame
Lando se sintió aturdido. ¿Por qué le escribía Charles? También tenía mensajes de Caco, pero eran de hacía horas, en la madrugada.
Caco: Lando
Caco: LANDO
Caco: Por el amor de Dios respóndeme y dime q estás bien
Caco: Mierda Lando
El inglés frunció el ceño. ¿Qué pasaba? Trató de hacer memoria, pero nada. Perdió la noción de lo que hacía al cabo de un par de copas, y luego... Tal vez recordase algo. Sí. Recordaba hasta el momento en que fue al baño. ¿Qué pasó después?
El vapor que salía del baño le recordó que la bañera estaba llenándose, así que corrió a ver por dónde iba el agua y cerró el grifo al ver que ya estaba lista. Se desvistió y se metió en la bañera poco a poco, tratando de acostumbrarse al calor que emanaba el agua. Al principio, la piel le ardió y se enrojeció, pero luego sintió cierto alivio. Dejó que el agua relajara sus músculos y la calma inundó sus sentidos. La paz en su mente bastó para que todos sus recuerdos volviesen a ser totalmente claros. A pesar del agua caliente, su piel se erizó.
- Mierda - susurró para sí.
Lo recordaba todo. Los labios de su compañero sobre los suyos, su lengua en su boca, sus manos en su cintura, su mano en su pantalón...
Era demasiado que procesar. Su cara ardió, como siempre hacía cuando se sonrojaba, y se estremeció ante los recuerdos. Y se sintió idiota. Le encantó todo lo que el español hizo. Deseó no haberle parado. Pero no comprendía por qué. ¿Qué era aquel sentimiento extraño que lo inundaba cuando se trataba del español? ¿Por qué querría acaso seguir con aquello? Él era hetero, aquello no era normal. No lo entendía. De verdad que no.
Cerró los ojos con fuerza, rememorando lo ocurrido, intentando procesar lo que sentía al revivirlo. Calor. Calor lo inundaba junto con los recuerdos. Cuando quiso darse cuenta, su pene estaba erecto. Notaba cómo palpitaba, y necesitaba un alivio urgente. Su deseo de que Carlos estuviese ahí lo confundió. ¿Qué mierda le ocurría a su cuerpo? No sabía cómo actuar. Su miembro palpitaba con fuerza ante los recuerdos claros de la mano de Carlos tocándole. Necesitaba ser aliviado, lo sentía. Y no lo pensó mucho más, ignorando todo lo que su mente intentaba decirle, simplemente envolvió la mano alrededor de su erección y acabó con la tortura de una vez por todas.
Apenas a unas puertas de distancia, la situación era totalmente distinta.
Carlos huía, corría de su agresor. Lloraba, temblaba y gritaba, pero nadie le oía. Aporreó la puerta con fuerza, pero no cedía. Quería salir de allí en cuanto antes. No se dio cuenta de que finalmente lo había alcanzado hasta que una mano tapó su boca y lo arrastró, adentrándolo en la casa de nuevo. No había salvación para él.
Se despertó bañado en sudor, con su corazón amenazando con salirse de su pecho y las cicatrices de su espalda quemando como siempre lo hacían cuando tenía esas pesadillas. El recuerdo jamás lo abandonaría. Por muchas mujeres o hombres que llevara a su cama, nada serviría para hacerle olvidar. El placer no podría vencer al dolor y empezaba a darse cuenta. No podía recurrir a nada más: las drogas o el alcohol arruinarían su carrera. Sólo podía distraerse con el sexo, y con el tiempo se estaba convirtiendo en una necesidad enfermiza y que no le ayudaba para nada.
Se levantó de la cama y fue al baño. Se giró un poco frente al espejo y alcanzó a ver las viejas marcas sobre su piel. Las odiaba. Quería hacerlas desaparecer. Eran un recuerdo constante de la mayor pesadilla que había vivido. Y se sintió mal, se sintió débil por un rato. Sollozó en el baño, a solas, dándose un momento para no ser el impasible Carlos Sainz. Se permitió un rato de desahogo, y a su mente acudió el pequeño Norris. ¿En qué momento se le ocurrió dañar a Lando? Caco tenía razón, eso era pasarse de la raya. Carlos solía follar con desconocidos, y Lando no lo era. Lando era su amigo, y lo había fastidiado todo con él. Sin embargo, más allá de su sucio juego, el español seguía ansiando la piel del menor. Lando seguía siendo una atracción inocente pero deseable. No. Debía olvidarse de él. Lando le hacía sentir... Sentir cosas. Cosas que no debía sentir. Carlos era un monstruo, lo sabía, y no podía permitirse dañar a Lando, no podía. Debía alejarse, ser el perfecto y correcto hombre que siempre era y seguir adelante. Jamás volvería a pensar en el inglés de aquella forma. Jamás volvería a tocar al inglés de esa forma. A partir de ese momento, Lando era la fruta prohibida de Carlos.
Cuando hubo establecido su nueva norma, se recompuso, como si nada hubiese pasado, y se dirigió de vuelta a la cama para procrastinar un rato.
Si tan sólo supiese lo que Lando estaba haciendo pensando en él...
Y el inglés se sintió mal una vez acabó. No le parecía correcto hacer eso pensando en un amigo, menos aún en un mejor amigo. Pero ya estaba hecho, no podía echarse atrás. Y se odió a sí mismo por haberlo disfrutado tanto.
Los dos estaban jodidos, realmente jodidos. Uno tenía un pasado digno de olvidar y el otro tenía tal confusión en su cabeza que no sabía qué hacer. Los dos eran unos perfectos idiotas para el amor.
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No habían entablado palabra en días. No querían verse, por distintos motivos pero con el mismo propósito. Ninguno quería enfrentar sus sentimientos y mucho menos admitirlos. Bueno, en realidad Lando no quería entenderlos directamente. No sabía qué era pero ya tenía decidido que estaba mal y no merecía la pena ir más allá.
Pero debían viajar juntos en el jet privado de la empresa que patrocinaba a McLaren. Serían horas de vuelo, ellos dos solos, a kilómetros de altura y sin espacio para huir. Parecía estar todo preparado a traición.
Lando se removió incómodo en su asiento, y Charlotte le miró preocupada. Sabía que algo pasaba.
- ¿Ocurre algo? - Le dijo en voz baja al joven.
- Vamos a llegar tarde por culpa de Carlos - mintió el menor, mirándose a los pies.
- No te preocupes, el vuelo es para ambos, no les importará si se retrasa un rato - le tranquilizó la pequeña mujer.
- Ya, claro - susurró mirando a la nada.
Sus pensamientos eran un caos absoluto. Llevaba días ausente, estaba en cuerpo, pero no en alma. Todo en él pedía una respuesta a sus sentimientos confusos, y sin embargo se negaba a sí mismo averiguarlo. Aunque ya estaba cansado. Necesitaba sacarlo, contarlo y que alguien le ayudase. Si tenía que aguantar horas a solas con el español, necesitaba respuestas.
- Char... - Llamó el niño a la rubia, que rápidamente le miró con una pequeña sonrisa.
- Dime, Lando.
- ¿Si...? - Suspiró, sin saber cómo formular la pregunta. - Si alguien te toca y te gusta, ¿qué significa?
La mujer rió.
- Lando, cielo, debes de estar de broma...
- Si eres hetero y alguien de tu mismo sexo te toca y te gusta, ¿qué significa? - Se corrigió rápidamente, y cuando miró a la mujer, vio cómo esta le miraba con los ojos muy abiertos.
- Entonces no creo que... Esa persona sea hetero. ¿Hay algo que quieras contarme? - Dijo la mujer, tratando de mostrarse amable y de confianza.
- ¿Como supiste qué te gustaba y qué no? - Preguntó en cambio, con el ceño fruncido de confusión. Charlotte se encogió de hombros.
- Pues... Cuando estaba con hombres sentía cosas que nunca sentía con mujeres - explicó la mujer vagamente.
No quería usar un lenguaje que asustara a Lando, tratándolo como a un niño, porque en el fondo eso era lo que seguía siendo.
- ¿Está mal que... que tal vez no me gusten las mujeres? - Cuestionó el inglés finalmente, dándole a Charlotte la pista que necesitaba para confirmar lo que ya creía saber.
- Lando, mi amor, sea lo que sea que te guste, está bien. Te pueden gustar los hombres, las mujeres, ambos, ninguno.. - tomó su mano y le sonrió. - Eres y siempre serás perfecto independientemente de a quién ames.
Lando miró a la mujer con los ojos cristalizados. La duda se sembró en el corazón del chico y no pudo hacer nada más que asentir y sonreír en agradecimiento. Jamás se había planteado ser... Gay. Era una palabra que, aunque no representaba nada malo para él, tampoco formaba parte de su vida. Y por algún motivo sí sentía incorrecto que él mismo fuese gay. Porque al fin lo sabía. Charlotte había sido la gota que colmaba el vaso. Carlos, un hombre, le había hecho sentir en unos minutos lo que jamás habían conseguido hacer muchas otras mujeres. Su rechazo al género opuesto no era inmadurez, era que simplemente, no se sentía atraído por ellas. Todo parecía tan obvio ya. Lo que todos habían imaginado hacía años al fin cobraba sentido en la mente de Lando. Carlos, por ejemplo, no necesitó ni estar varios minutos en la misma sala que él para darse cuenta.
- Ya llegó el español más guapo de todos - anunció Carlos alegremente, obligándose a actuar normal frente a todos.
Interrumpió bruscamente el momento revelador y emotivo de Lando, pero no le molestó. El inglés rápidamente se levantó, dispuesto a subir ya al dichoso jet y acabar cuando antes con todo.
- Hola - murmuró Lando, tenso.
Charlotte se dio cuenta enseguida. Volvió a ver esa chispa extraña entre los dos, la misma que vio el día que se conocieron. Y la mujer bien sabía que aquello sólo traería problemas.
- Si no os dais prisa iréis tarde, ¡vamos! - Los empujó la pequeña rubia.
Ambos caminaron hacia el exterior, a la pista de despegue, arrastrando sus maletas. Un no muy grande pero lujoso jet les esperaba a ambos pilotos de McLaren, que estaban increíblemente incómodos. El inglés sentía su corazón latir deprisa ante la presencia del español, porque no necesitaba nada más para hacerle sentir esas cosas, Carlos tenía en él un efecto fuertísimo y que deseaba hacer desaparecer; Carlos, por su parte, quería irse de ahí, alejarse del pequeño antes de hacerle más daño. El hombre de piedra que siempre era se resquebrajaba cuando el pequeño Norris estaba a su alrededor, y empezaba a darse cuenta. Se daba cuenta que su deseo por el menor no era ya sólo fruto de un reto o una pasión. Le deseaba para algo más que una noche, y simplemente no podía permitirse eso. Además, era más que consciente de que el británico sentía algo mínimo por él. No conocía las magnitudes pero sabía que sí, y tratar de seguir cerca de él solo le dañaría. Y otra parte de Carlos, se aborrecía de sí mismo por tener debilidad por el muchacho.
En algún momento, puede que cuando el español vio el terror en los ojos de su amigo, Carlos se dio cuenta de que Lando era su kriptonita, y nada podría hacer al respecto.
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Nota de la autora:
Hola a todas mis personitas hermosas, ¿todo bien? Eso espero. Aquí les dejo el cap de hoy que ojalá os guste y espero a ver vuestros comentarios.
Postdata: esto se va a poner realmente interesante, os lo prometo.
Os quiere,
A💛.
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