Cuando Lando entró en la habitación, sonrió un poco al ver al español escribiendo en una libreta todo lo que había estado el día entero escribiendo en el móvil poco a poco. Estaba haciendo caso a la doctora, cosa que al inglés lo ponía más feliz de lo que habría imaginado.
- ¿Tienes tiempo? - Inquirió el pequeño, jugueteando con los dedos nerviosamente.
Se avecinaban una de esas conversaciones difíciles.
- Claro - respondió el otro sonriente, dejando el cuaderno y el boli a un lado en la cama.
El británico suspiró y caminó hasta sentarse en la cama junto al español. Carlos frunció el ceño al ver la expresión preocupada del niño y no le gustó lo distante que estaba en aquel momento, así que lo agarró del muslo y tiró de él para que se subiera a su regazo. Lando no se resistió demasiado. Se dejó llevar y se sentó a horcajadas sobre el castaño.
- ¿Qué pasa?
- Creo que ya va siendo hora de que regrese a mi apartamento - murmuró yendo directo al grano.
El de ojos cafés frunció el ceño de nuevo. ¿Estaba de broma o qué?
- Volver a tu apartamento. Con Max - recapituló con un tono algo molesto.
- No me puedo quedar aquí eternamente, Carlos...
- ¿Y por qué no?
- Porque acabamos de empezar a salir y...
- Qué estupidez - escupió el español.
- ¿Me vas a dejar hablar? - Preguntó Lando, empezando a enfadarse. Carlos se quedó callado, dándole a entender que podía continuar hablando. - No quiero que te enojes, pero tienes que entender que necesito mis cosas y mi propio cuarto, mi propio espacio... Aquí, cada vez que abro algún cajón o el armario, todo está lleno de cosas tuyas y - se encogió de hombros, - me siento como un intruso.
- No eres un intruso - le aclaró el mayor rápidamente.
- Lo sé, pero no lo siento así - susurró el ojiverde mordiéndose el labio. - Aquí no tengo mis cosas, no tengo espacio para mi set-up ni toda mi ropa. Necesito un cuarto, y aquí no lo tengo.
Se quedó mirando en silencio a su novio, que le miraba muy serio, seguramente pensando alguna respuesta inteligente o buscando alguna forma de hacerle cambiar de opinión. Sin embargo, era el enfado lo que se instaló en el pecho del español.
- ¿Y no se te ocurre otra cosa que regresar con Max? - Bufó al fin.
- No regreso con Max. Vuelvo a mi piso, que para eso es mío - replicó Lando, al que no le gustaba nada el tono empleado por el español.
- Pero él vive allí - insistió.
- Joder, Carlos, ¡no voy a pagar el alquiler de una casa en la que no vivo!
- Pues tráete tus cosas aquí - propuso tranquilamente.
- ¿Qué parte de "necesito mi propio espacio" no has entendido?
- Cuando Rupert se vaya, podrás ocupar su habitación. Se va en unos días - espetó.
Lando abrió mucho los ojos.
- ¿Que se va? ¿A dónde?
- Él no vive aquí, solo era temporal. Tenía problemas con su mujer, pero ya están arreglados.
- ¿Tiene mujer? - Casi chilla el menor.
- Y una hija, ¿no lo sabías?
La pregunta se quedó en el aire y Lando se quedó con la boca abierta, asimilando la información.
- Está claro que no sé muchas cosas - murmuró un inglés bastante confuso. - Si él se va... Puedo traer mis cosas aquí y tendría mi propio cuarto - sonrió al pensarlo y a Carlos se le contagió la sonrisa.
- Tampoco lo usarías demasiado... - terció el español, sonriendo de forma sugerente.
- Calla ya - se rió Lando. - ¿Te has tomado la pastilla? - Inquirió levantándose y caminando hacia el armario para sacar su pijama.
- Sííííí - asintió el otro tomando su libreta y bolígrafo de nuevo.
El pequeño se rió por el tono que usó y empezó a desvestirse calmadamente. Otra risa se le escapó al escuchar el chiflido del mayor cuando se quitó la camiseta.
- ¿Me haces el favor de dejarme cambiarme? - Preguntó con una sonrisa divertida.
- Mmmm... No - respondió con simpleza.
El británico rió más y negó con la cabeza. Carlos podía resultar bastante juguetón si estaba en el estado de ánimo adecuado.
- Vale, pues no me cambio - dijo Lando uniéndose al juego, quedándose en un simple y fino bóxer.
El mayor desvió su mirada enseguida al punto que le interesaba. En su defensa, había que darle importancia a lo importante. Y aquello... Importaba. Una perversa sonrisa curvó sus labios y el chico no tardó en pillarle mirándole así.
- Carlitos, los ojos están arriba - se burló caminando hasta la cama.
- Ya, y tus ojos son preciosos, pero es otra cosa la que me interesa ahora mismo - replicó sonriendo y guiñándole un ojo.
El castaño no tardó nada en apartar las cosas y tirar a Lando en la cama, quién chilló por la sorpresa.
- ¡Carlos! - Empezó a reírse y no pudo parar puesto que el nombrado empezó a hacerle cosquillas, cosa que le hizo patalear. - ¡Para, para, para!
- Nunca - declaró con contundencia, besándolo apasionadamente y pillándolo por sorpresa.
El inglés gimió algo desconcertado por el repentino acto, pero no tardó en seguir el beso con el mismo ímpetu. Sintió la lengua ajena presionando sus labios y los abrió lo justo para que pudiera meterla en su boca. Otro gemido sonó cuando sintió la mano del español agarrar su erección por encima de la ropa interior.
- Joder - siseó alzando sus caderas con necesidad.
- ¿Qué tenemos aquí...? - Susurró lamiendo los labios del chico y masajeando lentamente el miembro del británico.
Lando gimoteó algo que el de ojos cafés no entendió y besó de nuevo a Carlos.
- Espera, espera - murmuró contra sus labios. El mayor se detuvo y lo miró a los ojos. Quería que hablase de una vez para poder seguir. - Mañana no puedo ir contigo a la sesión - comentó mordiéndose el labio.
- ¿Y lo tenías que decir antes de que te comiera la polla? - Se quejó un indignado Carlos.
- Carlos...
- Vale, vale - se separó y se levantó de la cama, cruzándose de brazos. - ¿Por qué? Supongo que si has interrumpido esto es algo importante.
Lando suspiró. No sabía cómo decir aquello. Le costaba a él mismo pensar en que iba a hacer eso. Se sentó en la cama y se acomodó el bóxer, ocultando su abultado pene.
- Iré a Bristol - explicó poco detalladamente.
- ¿Qué se te ha perdido allí? - Preguntó el mayor, receloso y molesto.
- Mis padres - respondió con sencillez el menor.
- Ya, tu madre y el tío ese que pretende publicar un vídeo tuyo follando con otro. Definitivamente es una gran excursión - dijo con sarcasmo.
- Mi madre me llamó ayer por la noche diciendo que cuándo iría a verla. Ella no tiene culpa de nada. Y he pensado que puedo contarle la verdad para que así, tal vez... - se encogió de hombros. - No sé. Nos libremos de él.
- ¿Y vas a ir tú sólo? No me fío, Lando... ¿Y si el muy cabrón intenta hacerte daño?
- Me sé defender.
- Permíteme que dude - se rió Carlos.
Lando frunció el ceño, ofendido.
- ¿Qué insinúas? - Gruñó poniéndose en pie.
- Nada, pero... eres físicamente pequeño y, bueno... bastante sumiso - tartamudeó viendo la ira brillar en los ojos verdes del británico.
- ¿Te crees que como soy al que se la meten no me puedo defender? - Bramó el pequeño, cuyo cabreo subía a cada segundo que pasaba.
- ¡No! - Negó, sabiendo que en realidad acababa de decir justo eso. - Sólo decía que...
- ¡Vete a la mierda! No te necesito a ti y menos aún tu protección - dijo con determinación.
Se puso su pijama con brusquedad, enfadado, y salió de la habitación después de robar la sábana de la cama. Decidió que aquella noche dormiría en el sofá.
- Mierda - se maldijo Carlos, pasándose las manos por el pelo. Se sentó en la cama y se cubrió la cara con las manos. - Soy gilipollas.
Unos toquecitos en la puerta abierta llamaron su atención. Cuando alzó la vista, Lucía le miraba con una mezcla de confusión y compasión.
- ¿Problemas en el paraíso? - Preguntó con un poco de humor.
- No... Bueno, sí. Soy retrasado, joder.
- ¿Acaso es algo nuevo? - Se burló ganándose una mirada seria de Carlos. - ¿Qué has hecho?
- ¿Realmente importa? - Replicó algo desesperanzado.
- Así podré saber si la has jodido mucho o poco...
Carlos suspiró, rindiéndose, y le explicó brevemente lo que había pasado. No escatimó en detalles tampoco. Y cuando acabó, Lucía se quedó en silencio sopesando las opciones.
- Déjalo que duerma hoy en el sofá y mañana habláis. Estará más calmado y habrá pensado las cosas mejor - aconsejó finalmente, sonriéndole un poco. - Pero tienes que comprender que se puede cuidar él solito, Carletes. Yo no le conozco demasiado, pero si tiene los huevos de estar contigo y no huir despavorido, sabe defenderse bien - finalizó con algo de broma, arrancándole una sonrisilla a su amigo.
- Gracias, Luci... Buenas noches - se levantó, dejando un beso en la frente de su mejor amiga. - Descansa... O inténtalo - se burló guiñándole un ojo.
Ella rió y negó con la cabeza.
- Buenas noches, tontorrón - le revolvió el pelo y salió de la habitación.
El español suspiró y sonrió. La había echado de menos mucho más de lo que creía. Cerró la puerta y se acostó en la cama. Tenía nuevas cosas que añadir a la lista.
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Estaba preparando su mochila cuando escuchó unos pasos adentrarse en la cocina. Tensó la mandíbula cuando reconoció el aroma de Carlos inundar sus fosas nasales.
- Buenos días, ángel - saludó tímidamente.
- Hola.
Fue tan seco. Tan frío. El hombre se estremeció, casi pudiendo sentir las heladas palabras soplarle en la nuca. Y mientras, el niño metió el tupper con galletas que le servirían de aperitivo durante el trayecto. Con suerte no habría tráfico y serían apenas dos horas en coche.
- ¿Podemos hablar? - Quiso saber el español, que hizo la pregunta con sumo cuidado.
- No sé, señor amo, ¿podemos hablar? - Respondió girándose para encararlo.
La rabia que emanaba no era ni medio normal. Parecía más enfadado que la noche anterior, con más ira encerrada tras sus palabras. Carlos se maldijo por haber esperado; ya no parecía tan buena idea.
- Lando, no quise decir eso - se excusó finalmente, derrotado por la situación.
- Me llamaste nenaza.
- No lo hice.
- Pero lo insinuaste - le señaló con el dedo acusatoriamente y se volvió a girar para cerrar la mochila.
- La cagué, dije una gilipollez, y lo siento...
- El puto problema es que estoy hasta los cojones de los "lo siento" - gruñó apretando los puños.
Carlos se sorprendió muchísimo. ¿Qué diantres le pasaba?
- Estás exagerando todo esto, Lan.
- Ya, siempre exagero - murmuró colgándose la mochila. - Hago lo que todos quieren y me dejo manejar como un títere, y cuando intento hacer algo por mi cuenta todos piensan que no seré capaz. "No llegarás ahí, eres demasiado dulce". "¿Tú? Si eres como una niña". "Ni siquiera te podrías defender". "No, tú harás esto, porque es lo que debes hacer" - a cada frase que citaba apretaba más los puños y Carlos se confundía más.
- Me estoy perdiendo - confesó frunciendo el ceño.
El español apreció cómo la figura de Lando, que seguía dándole la espalda, empezaba a temblar. Estaba conteniendo el llanto que en realidad quería soltar. Muchos sentimientos se arremolinaban entorno a él. Lo ocurrido con Carlos no era el problema, pero fue el detonante. El fuego que prendió la mecha de los recuerdos de un pasado que el inglés quería enterrar y no volver a recordar jamás. Pero ahí estaba, tragándose las lágrimas y la rabia.
- No importa - sorbió la nariz y se frotó la cara con las manos. - Tengo que ser el adorable y encantador Lando, ¿no? - Giró sobre sus talones y sonrió tan forzadamente que era incómodo verlo. - Es lo que todos quieren - bufó antes de pasar junto a Carlos y salir de la casa, cerrando de un portazo.
El mayor se quedó en la cocina casi paralizado, preguntándose a sí mismo qué acababa de pasar, qué le ocurría a Lando. Hablaba con tanto rencor que estaba seguro que hablaba de cosas antiguas pero que le seguían doliendo. Se preguntó si realmente conocía a Lando y, es más, se preguntó si alguien realmente conocía a Lando.
Ahí las cosas empezaban a complicarse de nuevo. La imagen que todos tenían del niño no tardaría en desdibujarse hasta parecer un simple borrón. Hasta que todos los secretos quedaran al descubierto. Hasta que el pasado no hiciera su acto de presencia enseñando a todos lo que había detrás de ese alma cándida que era Lando.
Porque, (Lando se lo preguntaba a sí mismo), ¿quién sabía quién era él en realidad? ¿Lo sabía él mismo?
Sólo tenía la certeza de que su orgullo estaba dañado después de las palabras de Carlos y su infancia no terminó de arreglar las cosas.
La vida, tiene estas cosas; siempre nos sorprende, y no siempre con cosas buenas.
♤
Nota de la autora:
Capítulo para celebrar que España hoy ha ganado 7-0! Viva España joder.
Eso aparte, no me matéis. Casi que me voy antes de que me lluevan los golpes.
Os ama,
A💛.
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