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Capítulo 36: Segunda Sesión

Se apoyó en el marco de la puerta, viendo cómo el mayor se desvestía para ponerse el pijama. Llevaba todo el día con un humor de perros y con mala cara, y el pequeño ya tenía claro que no se dormiría hasta que se hubiesen arreglado.

- ¿Sabes eso que dicen de que no es bueno irse a la cama enfadados? - Comentó viendo cómo Carlos retiraba las sábanas para acostarse.

- Yo no estoy enfadado.

- Ya, dímelo cuando no tengas cara de culo - se mofó en respuesta, y enseguida recibió una mirada asesina de parte del español.

- No estoy enfadado contigo - se corrigió.

- ¿Y con quién entonces?

- Con nadie, joder... No sé. Con la vida - se encogió de hombros y se sentó en la cama.

- Cariño, puedes contarme lo que sea - susurró el pequeño frunciendo el ceño con preocupación.

Se acercó hasta sentarse en la cama junto a él, y con cautela agarró la mano del español, acariciando sus dedos.

- No entiendo por qué tengo que pasar por todo esto, no veo por qué tengo que revivirlo todo hasta que deje de doler. No dejará de doler, Lan...

- Lo hará, amor, lo hará - aseguró tomando su rostro entre las manos. - Tienes que tener paciencia. Hazlo por ti, por sentirte bien. Y si eso no te sirve de suficiente motivación, hazlo por mí; hazlo para que tengamos nuestro "felices para siempre" - sonrió levemente, contagiando la sonrisa al mayor, que suspiró y asintió, juntando sus frentes.

- Ojalá todo fuese más fácil.

- Ojalá - concordó el inglés.




Wilson anotó algo en su cuaderno y sonrió de nuevo. Estaba claro que tenía un largo camino por delante con aquel paciente. Uno que desde fuera parecía un hombre robusto, fuerte y formal y que por dentro era un niño pequeño, débil y temeroso. Era el claro ejemplo de "las apariencias engañan". Y le daba la sensación de que el chico que le acompañaba era más de lo mismo. Parecía dulce, adorable y empático, pero había más dentro de ese inglés; mucho más que rara vez se podía ver.

- ¿Qué tal has dormido? - Preguntó la mujer casualmente.

- Bien - mintió Carlos mordiéndose la cara interior de la mejilla.

Lando suspiró, y eso bastó para que Madeleine supiera que era mentira.

- ¿Qué has soñado? - Insistió.

- Nada importante...

- Carlos - murmuró Lando mirándole con reproche.

- Ahg, simplemente... Más que un sueño era como un flashback - cedió al fin.

- Reviviscencia - susurró la rubia anotándolo. - ¿Pasa a menudo?

- A diario - dijeron ambos hombres a la vez.

Ella asintió y suspiró. El diagnóstico era más que obvio, pero quería asegurarse.

- Cuando algo te recuerda a aquel día, ¿cómo te sientes? ¿Podrías describir esos momentos como angustiosos?

- Supongo - se encogió de hombros y miró en otra dirección. - A veces, veo algo y mi mente automáticamente me manda imágenes de aquel día, algo que se parece aunque sea lo más mínimo. Olores, colores, objetos... - sintió que un escalofrío lo recorría. - Es horrible.

- ¿Hay algo que te calme? ¿Algún lugar seguro? Una habitación, una canción, un objeto..., una persona - apenas susurró lo último, pero los dos la oyeron.

El español miró al inglés, que se sonrojó y apartó la mirada.

- Podría decirse que sí. Pero... está dejando de funcionar - dijo algo confuso. - Ahora también forma parte de la pesadilla.

- ¿Te había pasado antes?

- No, normalmente los sueños se basaban sólo en la realidad.

- Mmm. Curioso - comentó apuntando algo más en el cuaderno.

- ¿Curioso? - Lando estaba realmente intrigado.

- Sí - Wilson asintió sin mucho énfasis. Luego miró al mayor. - Seguramente no sea lo único que te pasa, pero para empezar podemos decir que tienes trastorno de estrés postraumático - evaluó ella tranquilamente. - Empezaré a mandarte una medicación para eso y lo iremos tratando poco a poco en las sesiones, ¿vale?

- Vale - Carlos forzó una sonrisa, tratando de ser amable.

- Joder - musitó Lando por su parte. El "para empezar" de la mujer no le había gustado nada. - ¿Acaso es que cree que le pasa algo más?

- Sí, pero prefiero esperar un par de sesiones más para tomar más decisiones - explicó vagamente. - No me gusta diagnosticar depresión y ansiedad tan de golpe, y menos aún mandar tantos medicamentos a la vez - espetó de pronto. - Empecemos con 25mg de sertralina al día y a ver cómo avanza. Si los efectos secundarios no son demasiado... contundentes, subiremos la dosis - y sonrió angelicalmente.

- ¿Efectos secundarios? - Inquirió el mayor, a quien no le terminaba de convencer todo aquello.

- Eehh, sí. Tiene unos cuantos bastante interesantes - dijo Madeleine con una sonrisita.

- ¿Y son...? - Presionó el inglés.

- Los más frecuentes son: insomnio, mareos, dolor de cabeza, diarrea, sensación de malestar, boca seca, fatiga y, ejem - fingió toser, - problemas de eyaculación - al ver la cara de confusión de los dos, pensó que a lo mejor no sabían qué significaba aquello, así que concretó. - Problemas para llegar al orgasmo. Ya sabéis... - aclaró con otra sonrisita.

Sabían perfectamente qué significaba eyacular, pero no sabían cómo tomarse exactamente esa larga lista de efectos secundarios.

- No tiene por qué dar efectos secundarios - explicó la rubia rápidamente.

- Pero es una posibilidad - sopesó Carlos.

- Sí, claro, pero con el tiempo se pasarán. Hasta que tu organismo se acostumbre - se encogió de hombros y sonrió de nuevo. - Dejemos de hablar de medicamentos y hablemos más de cómo hacer que no los necesites - evadió el tema con rapidez y recuperó su expresión afable de siempre, y no esa tan nerviosa que había adquirido con la anterior conversación.

- Está bien - suspiró el español.

- Hoy te voy a mandar una tarea para mañana, y espero que la hagas - empezó a decir. - Vas a escribir un diario, pero no quiero que me cuentes lo que has comido o lo que has hecho. Quiero que escribas lo que has sentido al ver, oler o sentir determinadas cosas. Las emociones que sientes a lo largo del día y el motivo. Lo más detalladamente posible que puedas - no perdía la sonrisa mientras hablaba, y el tono que empleaba era realmente entrañable y apacible. - Y luego, juntos estimaremos qué cosas pertenecen al pasado y cuáles al presente. Tienes que aprender a separar esas dos etapas: presente y pasado. Y bueno, de las conclusiones que yo saque de ahí, podré ponerte más pruebas para estimular tu cabecita y que esos retos te ayuden a superar esto poco a poco.

<<También - añadió - es probable que más personas vengan a acompañarte a lo largo de las sesiones, personas con las que tengas cosas pendientes o que se hayan visto afectadas por esto. Eso les ayudará a saber cómo ayudarte.

<<Sé que ahora suena loco y me vas a mandar a la mierda, pero te prometo que haré lo que esté en mi mano para que cuando dejes de venir a verme seas una persona plena y con todas sus facultades al máximo. Ten paciencia contigo mismo, que yo la voy a tener.

Tras su pequeño discurso/explicación dejó su libreta sobre la mesa y cruzó las piernas, mirando expectante a la pareja.

- Eso suena genial, Madeleine - el primero en hablar fue Lando, que sonrió ampliamente.

- Mucho - confirmó el de ojos cafés, que también sonrió, pero sólo un poco.

- Habrá sesiones sencillas y otras no tanto, pero intentaré mantener el equilibrio. Ayer ya te di la paliza así que hoy ya te puedes ir - concluyó la mujer alegremente. - En recepción te darán la receta para que vayas a la farmacia a por el medicamento. Y ya sabes, sertralina, una vez al día, 25mg. Te recomiendo que te lo tomes por la noche.

- Perfecto - asintió obedientemente y se levantó, dispuesto a marcharse.

- Espera - le detuvo la mujer, viendo que el inglés se ponía en pie, listos para irse. - ¿Puedo hablar con él en privado? - Le preguntó al pequeño, que antes de asentir miró al mayor, pidiendo permiso. Ante la sonrisa de Carlos, el británico los dejó a solas. - Vale, Sainz, quiero que me escuches bien: anótalo todo. Incluso lo que sientas cuando tu novio te mire. Si te da vergüenza que yo lo lea, te jodes. Vas a tener que perder esa vergüenza conmigo porque vamos a hablar de cosas que igual no te agradan demasiado y a mí, menos. Así que ya sabes. Ábreme tu corazón - dramatizó para quitarle hierro al asunto.

- Vale, tranquila. Lo anotaré todo - se rió un poco y suspiró. - Gracias, Madeleine.

- Dame las gracias cuando puedas darle a ese chico tan adorable todo lo que merece - replicó sonriendo.

Carlos asintió, y sin decir más giró sobre sus talones, saliendo de la consulta. Lan ya estaba hablando con la recepcionista, que estaba imprimiendo la receta de la sertralina. Caminó calmadamente hasta el inglés y posó su mano en la cadera ajena con disimulo mientras el pequeño agarraba el papel que le tendía la simpática recepcionista.

- Muchas gracias - dijeron los dos a la vez.

- No hay de qué - respondió la chica, sonriendo cálidamente.

Abandonaron la clínica privada caminando muy juntos, pero sin tocarse. Manteniendo aquella estúpida distancia, manteniendo su estatus de amigos. Aquel día habían ido en coche. No les apetecía repetir lo del día anterior. El ambiente en el auto era tranquilo y cómodo. Esa sesión, esa segunda sesión, les había dejado un mejor sabor de boca y con mucha más calma. La esperanza estaba realmente ahí por primera vez.

Carlos conducía bastante callado en dirección a la farmacia más cercana, y en un cómodo silencio llegaron hasta allí.

- Espera en el coche - ordenó el castaño saliendo del vehículo y adentrándose en la farmacia.

Lando apoyó la cabeza en el cristal, mirando la calle llena de gente. Había ancianos, parejas, familias, personas paseando con sus perros... Parecían felices. Se fijó demasiado en un chico y una chica que tendrían su edad, que iban de la mano y reían mientras se daban algún beso o caricia. Nadie parecía verlos más que él, pero, ¿y si fueran dos chicos o dos chicas? ¿La gente actuaría igual? ¿Pasarían tan desapercibidos? Algo dentro del británico sabía que no. Que por mucho que la sociedad avanzara, no todo el mundo veía bien esas cosas a aquellas alturas. Suspiró y apartó la mirada junto con los pensamientos negativos. Su problema no era que fuese gay, sino que su novio fuese precisamente Carlos. Ese era el puto problema.

Encendió la radio y se sorprendió al ver que estaba sonando una playlist del español. Se había dejado el teléfono en el asiento y estaba conectado al coche. El inglés sonrió al ver el nombre de la playlist. "L🧡". Se mordió la cara interior de la mejilla, sonriendo. Dejó puesta la playlist y escuchó la música felizmente, y aunque no entendía lo que decían las canciones (que estaban en español) no perdía la sonrisa. Carlos tenía una playlist para él. De canciones que le recordaban a él. ¿No era lo más adorable que podía existir en el mundo?

Justo entonces el español regresó al coche y le casi tiró encima a Lando la bolsa con las cosas que acababa de comprar. Ni se percató de la playlist que sonaba, simplemente se puso el cinturón y miró al pequeño, que estaba rojo como un tomate mirando el contenido de la bolsa.

- N-no hacía falta que... - tartamudeó, nervioso.

- No te preocupes, Lan - se rio y arrancó el coche. - Es para que no te haga daño.

- Gracias - susurró mirando fijamente el tarrito de lubricante. - ¿Y los condones?

- Ya nos hemos descuidado varias veces, así que hasta que no sepamos que estás limpio, será mejor usarlos - explicó calmadamente.

- ¿Limpio?

- Sí. Si no tienes ninguna ETS. Yo me hago pruebas periódicamente.

- Pero yo sólo he estado contigo, y si tú no tienes... - se calló al ver la expresión seria del mayor. No, Carlos no era el único, y se maldijo por ello. - Está bien.

El trayecto se tornó en un tenso silencio esta vez. Aunque una canción bastante animada sonaba en la radio del coche. Carlos se sentía culpable; no quería darle a entender a Lando que estaba molesto de algún modo. A ver, le molestaba el hecho de que de hubiese acostado con Max, pero ni siquiera eran nada cuando ocurrió. De hecho, él había follado con mucha más gente desde que se conocían. Muchísimas personas más. Y se sentía culpable también por eso. Aunque el pensamiento pareciese estúpido, deseó que el inglés hubiese sido el único. Deseó que las cosas hubiesen sido distintas. Pero ya no había marcha atrás.

- Ángel - llamó cuando ya había aparcado en el garage de la casa. Lando le miró con atención. - No estoy enfadado, ¿vale? O sea, no me encanta la idea de lo que pasó, pero... - se encogió de hombros. - Eso fue antes de lo nuestro.

El niño sonrió levemente y asintió.

- Vale - se acercó para darle un beso en la mejilla y salió del auto, cargando la bolsa con él.

El español le siguió y ambos entraron a la casa agarrados de la mano, desdando tocarse, sentirse, besarse, abrazarse... Deseando hacer todo lo que el secretismo les obligaba a no hacer.

Aquel día la casa estaba vacía. Caco y Lucía habían salido a correr y Rupert tampoco parecía estar.

Caminaron hasta la habitación del español sin mediar palabra, aún con ese tranquilo silencio.

- Tenemos la casa sola - murmuró Carlos guardando la medicina en la mesita de noche, y en el cajón de abajo lo demás.

- ¿Podemos ver una película? - Inquirió Lando ilusionado.

- Yo pensaba en algo más... ruidoso. Pero si quieres, podemos ver una película - comentó el de ojos cafés.

Lando rodó los ojos.

- Siempre pensando en lo mismo - se burló.

- Estoy yendo a esa psiquiatra por ti, al menos quiero una recompensa antes de que esa estúpida medicina no me deje empalmarme - bufó con cierto tono humorístico.

El de ojos verdes rio con ganas y negó con la cabeza, yendo al salón. Carlos le siguió con desgana y ambos se tumbaron en el sofá. Lan prendió la tele y puso la primera película que encontró. Sólo quería estar tumbado sobre el castaño en completa paz, la película le daba igual.

- Ángel - susurró un aburrido Carlos.

- Dime.

- ¿No te preocupan los efectos secundarios?

- No.

- ¿Por qué?

- Porque casi nunca pasa nada. Además, de todos ellos; ¿por qué te afectaría justo ese? No me seas paranoico - lo miró y besó sus labios para intentar tranquilizarlo.

- Es que... - suspiró y apartó la mirada. - Es lo único que puedo ofrecerte, Lando... En lo demás soy un desastre. Y me da miedo que te aburras de ayudarme y no recibir lo que mereces.

El británico sonrió. Si es que podía ser el más bonito cuando se lo proponía. Tomó el rostro del castaño entre sus manos, acariciándole las mejillas con los pulgares, y besó sus labios castamente varias veces.

- El sexo es lo último que me preocupa, Carlos... Yo sólo quiero estar contigo y apoyarte, ¿entiendes?

- Entiendo - asintió sonriendo y besando esta vez él los labios ajenos. - Te quiero, ángel.

- Y yo a ti, precioso.

Se abrazó a él con fuerza y besó su mandíbula para después apoyar la cabeza en su pecho y seguir viendo la película tranquilamente. Era eso lo que necesitaban, en realidad. Esa calma previa a la tormenta. Esa pausa entre un problema y otro. Descansarían mientras pudieran para luego enfrentar los problemas con más fuerza.

La cuestión era: ¿Podrían resolver esos problemas juntos, o la vida les empujaría a tener que hacerlo por separado?

Nota de la autora:

¡Cuánto tiempo! He añorado publicar sobre estos dos, pero entre el drama de mi teléfono roto y una semana llena de tareas, trabajos y exámenes, no se ha podido. Espero que os haya gustado mucho este cap y que le deis mucho amor.

Pd: Yo no soy psiquiatra ni mucho menos, así que si hay algo relacionado con las sesiones que está mal, lo siento. Me he informado todo lo que he podido y he investigado bastante, así que espero que no sea un desastre total.

Os ama,

A💛.

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