Capítulo 31: Comida de Hospital
Tenía frío, sueño y hambre, pero no pensaba moverse y, si quisieran apartarle de ahí, tendrían que sacarlo de allí a rastras.
Eran las 6AM, y aunque sabía que pronto tendría que regresar al circuito, hacer los libres 3 y la qualy, y fingir que Carlos estaba enfermo sin más y por eso lo iban a sustituir, le apetecía muy poco. Pero no le quedaba otra.
Lo cierto era que, llegados a ese punto, al inglés le importaba una mierda como una catedral que subieran el vídeo. Ahora sólo le importaba el español, en que despertara y todo se quedara en un susto. Le daba igual cualquier amenaza que le echaran encima; casi perdía a Carlos y no iba a permitir que volviese a pasar. Porque cuando Oñoro, que como familiar directo era el único que podía hablar con el doctor, le dijo que casi pierden al español, Lando supo que no se movería de su lado.
Una de las manos del inglés tenía agarrada una de Carlos, apretándola de vez en cuando para que el español moviese los dedos en señal de queja, para poder saber que seguía respirando, que seguía con él. Había una máquina que ya controlaba sus latidos, pero no se fiaba. ¿Y si se estropeaba y perdía a Carlos sin darse cuenta? No, no podía permitirlo.
Oñoro regresó de la cafetería con un café para el británico, que lo aceptó y, sin soltar la mano de su amado, empezó a bebérselo. Caco había tenido que llamar a sus tíos y contarles lo sucedido, además de encargarse de que dieran el comunicado de prensa: Carlos Sainz tenía apendicitis. Era mentira, sí, pero era lo más oportuno y convincente que se les ocurrió. En realidad, el español padeció de aquello con doce años, y como poca gente lo sabía, la mentira colaría fácilmente.
Reyes y Carlos padre ya iban de camino a Azerbaiyán. La mujer no había dejado de llorar desde que le dieron la noticia. Y el hombre camufló lo mejor que pudo lo que sentía, porque estaba destrozado por dentro, pero no quería demostrarlo.
Caco había llorado también. Lo había pasado fatal. Con aquella ya iban dos veces que lo intentaba. Y no sabía cómo, era él siempre al que le tocaba encontrárselo. Daba las gracias a Dios a que él le encontrase y le salvase, pero su pobre corazón y mente sufrían al verlo así una y otra vez. Amaba a su primo como si fuese su hermano, pero por una vez casi prefería ser al que se lo contaran y no el que lo viviera. Podía sonar egoísta, pero ¿quién va a culpar al pobre chico querer dejar de sufrir así?
Lando acariciaba los dedos del español, mirándole fijamente y con los ojos llorosos. Jamás había llorado tanto en su vida, lo tenía claro. Cuando cerraba los ojos, volvía a ver la imagen del cuerpo de Carlos hundido en la bañera, casi inerte, casi sin vida. Por eso no podía dormir.
- Deberías descansar para hoy, Lando - sugirió entonces Oñoro. - Él no querría que te pasara nada...
- No hables así - rogó con voz temblorosa. - No hables de él como si se hubiese ido.
Le apretó la mano de nuevo, y los dedos del español se movieron un poco.
- No se ha ido ni lo va a hacer, Lan, no te preocupes - susurró Caco tranquilizadoramente. - Es fuerte, seguirá adelante.
- ¿Pero por qué? - Sollozó secándose las lágrimas. - ¿Por qué lo ha hecho?
Oñoro no respondió. Su única opción era que fuese por Lando, por haberlo dejado con él, pero lo dudaba y sabía que aquella perspectiva le partiría el corazón al inglés más aún.
- No lo sé... - suspiró el manager finalmente. - No es la primera vez, de todos modos - confesó mirándose las manos.
- ¿Cómo?
Abrió mucho los ojos y miró de nuevo a Carlos. ¿De verdad él había intentado aquello ya 2 veces? ¿Por qué cojones no estaba en una puta terapia?
- Un poco después de... ya sabes, entró a un instituto nuevo. Perdió todas sus amistades y su vida cambió demasiado. En casa, en la calle, en el instituto; todo cambió. Se aisló, y se comportó como el mayor capullo del mundo - iba recordando a la vez que hablando, y el pensar de nuevo en aquella época le dolía. - Discutí con él, por... Bueno, tuve una novia y a raíz de eso nuestra relación se jodió. Estaba muy enfadado, muchísimo, porque ella me dijo literalmente que prefería su amistad con él que nuestra relación. Y la tomé con él. Peleamos, nos gritamos, casi nos pegamos incluso...
Se detuvo, reviviendo al cerrar los ojos la escena.
- ¡Eres un puto idiota!
- ¡Todo esto es tu culpa, maldito imbécil! - Respondió Oñoro, cegado por la ira. - ¡De no ser por ti todos seríamos más felices! ¡De no ser por ti yo seguiría con Lucía!
- ¡Vete! Vete porque te mato, gilipollas - gruñó Carlos, dándole un empujón.
Caco suspiró resignado y, conteniendo todas sus ganas de pegarle a su primo, salió de la habitación. Entró en la habitación de su prima Ana, para contarle lo ocurrido. Estuvieron hablando sobre el tema un rato, y cuando los padres de Oñoro le llamaron desde la planta de abajo para avisarle que ya debían volver a casa, el joven salió de la habitación de su prima.
Iba por el pasillo en dirección a las escaleras, cuando pisó un charco de agua al pasar junto a la puerta del baño. Frunció el ceño y tocó en la puerta suavemente. Al no obtener respuesta, abrió y se encontró una de las escenas más traumáticas de su vida.
Caco, el adulto, el que recordaba el suceso, contuvo las lágrimas y miró al inglés valientemente.
- Intentó suicidarse haciendo exactamente igual . Pero le encontré a tiempo, gracias a Dios - explicó casi temblando. - Esa vez casi le perdemos también... Ya van tres veces que le rescato de casi morirse.
Lando tomó la mano del pobre Oñoro, estrechándola de forma reconfortante. En sus ojos verdes, se reflejaba el agradecimiento que sentía. Porque una y otra vez era él quién salvaba a Carlos.
- Eres muy valiente, Caco - susurró sonriéndole un poco. - Él está vivo por ti.
- Ya, bueno... - El hombre suspiró y se levantó, incómodo. - Tengo que encargarme de la prensa y de nuestra familia - dijo a modo de despedida, saliendo de la sala.
El inglés suspiró y volvió a concentrarse en Carlos. Enojo era lo que sentía aparte de toda la tristeza y la preocupación. ¿En qué diantres pensaba? Quería gritarle por hacerle hecho eso, por haber intentado quitarse la vida. Quería insultarle por ser un imbécil, por querer abandonarle.
Las lágrimas casi brotaron de nuevo, pero el británico suspiró y y respiró hondo para contenerse. Ya bastaba de llorar.
Acercó el sillón en el que llevaba sentado toda la noche a la camilla y volvió a sostener la mano de Carlos, apoyando la cabeza en el colchón como podía, apoyando su otra mano sobre la pierna del español. Esa era su forma de amarrar a Carlos consigo mismo, su forma de anclarlo al mundo de los vivos, su forma de no dejarle ir de ninguna manera y asegurarse de que estaba ahí con él.
Cerró los ojos, intentando dormir, como Caco le había recomendado, pero como si el destino no quisiese aquello, unos golpecitos en la puerta hicieron que se pusiera en alerta enseguida. Al girar la cabeza, vio a su padre, que le miraba con cierta compasión en los ojos.
- Hijo...
- Vete - gruñó levantándose y tratando de proteger a Carlos de algún modo, interponiéndose entre su progenitor y la camilla.
- Yo... - intentó volver a hablar, pero Lando estaba demasiado enfadado.
- ¿Tú qué? ¿A qué has venido? ¿A rematar la faena? ¿O a asegurarte que era verdad? - Se acercó hasta que apenas quedó un metro de separación entre ellos. - ¿Ya eres feliz?
- Esto no es lo que yo quería, yo sólo pretendía...
- No te quiero escuchar - bufó el joven.
- Pues soy tu padre, así que me respetas y me escuchas - replicó el otro, a la defensiva.
- ¿Respeto? - Escupió Lando, dejando escapar lágrimas de pura rabia. - ¿Me pides respeto tú a mí? ¿Me exiges respeto cuando me has amenazado con publicar un vídeo mío acostándome con otra persona? ¿Y te haces llamar padre?
- Hacía lo correcto para ti y para la familia, pero veo que eres demasiado egoísta para verlo - dijo entonces, y el niño tuvo que respirar hondo para no matar a su propio padre.
- Si no estuvieses mintiendo, mamá lo sabría. Pero no tiene ni idea - señaló acertadamente. - Que sepas que a Oliver podrás haberle engatusado para casarle con quien tú querías, pero yo no te voy a dejar. No me voy a casar para que tú puedas seguir haciéndote asquerosamente rico o para que puedas hacer negocios.
Adam, el padre del muchacho, miraba perplejo a su hijo. No esperaba aquella reacción de su parte, ni mucho menos. Lando nunca había sido tan valiente, tan implacable ni tan avispado. Y tampoco tan agresivo a la hora de hablar. Pero cuando los ojos del hombre se fijaron en el inconsciente Sainz, pudo comprender las cosas un poco mejor.
- Eres una vergüenza para la familia - espetó Adam, mirando fríamente a Lando. - Sólo eres un puto marica de mierda - gruñó con rabia.
El inglés apretó los puños, sintiendo cómo la furia y el dolor le estrujaban el corazón. Si su propio padre pensaba aquello, ¿qué dirían los demás?
- Seré un marica, pero el único monstruo aquí eres tú - replicó apretando los dientes. - Y adelante, publica el vídeo, que todos lo vean, que me convierta en la vergüenza del paddock; pero jamás te volveré a llamar padre y mucho menos volveré a pisar tu asquerosa casa.
La dureza y la rabia de sus palabras ahuyentaron a Adam, que se marchó sin mediar palabra. No perdería el tiempo con él, no le merecía la pena para sus negocios. De todos modos, seguía teniendo dos hijas más a las que juntar con los hijos de algún otro rico. Ese hombre funcionaba así, a base de negocios. No le importaba su familia, y el que se pusiera en su contra dejaría de ser parte de ella. Ya podía olvidarse de Lando. Ese, ya no era su hijo. Pero aquello no se quedaría así.
El pequeño Norris suspiró al ver a su padre salir por la puerta, permitiéndose llorar. Otro golpe que no esperaba. Carlos casi moría y su padre le había echado de la familia a patadas. Podía fingir que no le importaba, pero la realidad era distinta.
Se sentó en la cama con cuidado de no molestar al español, cubriéndose el rostro con las manos y dejando que las lágrimas se escaparan a borbotones. Dio un respingo al sentir una mano rozando su cintura y al girarse vio a Carlos mirándole con una pequeña sonrisa.
- Yo le habría pegado, pero no está nada mal - se burló el español con la poca voz que tenía.
Lando casi saltó sobre él para abrazarlo y colmarlo de besos, pero se contuvo por miedo a hacerle daño y le abrazó suavemente, hundiendo la cara en el cuello del mayor.
- No vuelvas a hacerme esto jamás - lloró el niño, apretando su agarre sobre Carlos. - ¿Me oyes? Jamás - reiteró tomando el rostro ajeno entre sus manos.
El español sonrió agriamente y suspiró, negando con la cabeza.
- No te puedo prometer nada, Lan...
- ¡Imbécil! ¡Eres un puto imbécil! - Le recriminó, llorando aún más que antes.
Se levantó y se apartó del español. No podía creer lo que estaba escuchando.
- Lando...
- ¡Ni Lando ni hostias! ¿Se puede saber qué mierda tienes en la cabeza? - Sus gritos subían de volumen a cada palabra, y Carlos cerró los ojos, sintiendo que su cabeza dolía.
- Ángel, por favor, luego hablaremos de esto. Ahora no estoy en condiciones, ¿vale? - Pidió con suavidad.
Lando respiró fuertemente por la nariz, controlando la ira una vez más.
- ¿Y qué quieres que haga, eh? ¿Quedarme aquí fingiendo que no ha pasado nada?
- Tampoco eso, pero déjame que me recupere aunque sea un poco.
- Pues hala, que te recuperes - bufó dándose la vuelta para irse.
- Cariño...
El mote hizo que el inglés se detuviese un momento, y el tono titubeante e inseguro del español le hicieron girarse un poco.
- ¿Sí?
Carlos miró aquellos torturados, enojados y tristes ojos, debatiéndose mentalmente si preguntarle lo que realmente quería saber y contarle lo ocurrido o decir alguna estupidez. Viendo el estado del joven, prefirió ahorrarle la preocupación extra.
- ¿Puedes traerme comida de fuera cuando vuelvas? La comida de hospital es asquerosa - bromeó sonriendo un poco.
Lando apretó los puños. El español era tan creído que daba por hecho que el inglés volvería. Y el niño se enfadó porque sabía que lo haría. No dijo nada y se marchó, dejando solo a Carlos, tratando de castigarlo de algún modo por haberle dado aquel susto tan grande. Ahora que ya estaba despierto y aparentemente bien, el inglés ya no sentía la necesidad de quedarse allí por más tiempo.
Y mientras Lando se iba a descansar un poco antes de tener que ir al circuito, Carlos se lamentaba en la camilla, preguntándose por qué diantres no podía haberse muerto de una jodida vez. Pensaba que al principio a todos les dolería su ida, pero con el tiempo todos retomarían su vida y no tendrían que preocuparse por él. Ahora, no sólo tenía que seguir sufriendo él, sino que tenía que seguir viendo cómo los demás a su alrededor sufrían por su culpa.
En ese momento, mirando al techo con una extraña presión en el pecho, supo que ya no volvería a intentarlo más, supo que no tendría el valor de volver a probar, y supo que después de ver a Lando sufrir así por él no tendría nunca más los huevos para plantearse siquiera hacerlo otra vez.
A partir de ese instante, supo que Lando se había convertido en su ancla en tierra.
♤
Nota de la autora:
Hola, holaaa. ¿Cómo andamos? Espero que bien. Después de algunos capítulos intensitos, voy a bajar un pelín el nivel. Pero ojo, un pelín sólo.
Espero que os esté gustando un montón, porque estoy bastante inspirada y feliz con todo esto ;).
Postdata: no pago psicólogos, así que no me reclaméis nada AJAJAJA.
Os ama,
A💛.
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