Capítulo 24: Cosas de Novios
Lando se despertó envuelto en los brazos del mayor, que dormía profunda y plácidamente. No quería moverse para no despertarlo, pero empezaba a tener muchas ganas de ir al baño.
Como pudo, se levantó sin perturbar el sueño del español, y fue al baño casi corriendo. Cuando vació su vejiga, sintió un gran alivio y suspiró, por fin tranquilo. Cuando se giró para salir del baño, pegó un respingo al ver a Carlos en el umbral de la puerta.
- ¿Te he despertado? - Preguntó sonrojado por la situación.
- No - respondió Carlos de aquella forma impasible y neutra que tanto detestaba el inglés.
- Ah... - miró el suelo, fijándose con detenimiento en el suelo de madera oscura, pulida a la perfección y barnizada para darle un brillo especial.
- ¿No me vas a dar un beso de buenos días? - Dijo entonces el español, llamando la atención del niño, quien alzó la vista rápidamente, más rojo que antes incluso.
Carlos sonreía afablemente, y a pesar de la vergüenza, Lando se acercó a él y le dio un pequeño beso en la comisura de los labios.
- Buenos días, novio - susurró el español, recalcando la última palabra.
- Buenos días, novio - imitó el inglés, sonriendo y volviendo a los labios del mayor, que le recibió con gusto.
Carlos tomó las caderas del joven, estrechándole contra él, y en cuanto sintió cómo Lando abría su boca, dejándole paso a su lengua, aceptó la invitación e invadió su boca de forma posesiva y caliente.
- Mmm... Carlos - gimió el inglés, enredando sus dedos en el sedoso cabello castaño del nombrado.
La forma en que el británico pronunciaba su nombre le volvería loco, lo tenía claro. Lo alzó para que enredada las piernas en su cintura y lo empotró contra la pared, clavando su erección en el trasero del pequeño.
- Ahh, Carlos - volvió a gemir, provocándole adrede.
El español trazó un rápido plan. Podía quitarse el bóxer y follarse a Lando contra la pared de forma tosca, o podía seguir jugando un rato y hacerle el amor en la cama después. Ambas sonaban tentadoras, a decir verdad.
Era la primera vez que lo harían siendo novios oficialmente. Que fuese tierno y significativo entonces, ¿no?
Bajó sus besos por el cuello del inglés, succionando y lamiendo la carne del pequeño, que gemía y empujaba sus caderas hacia Carlos con desesperación. El español besaba brusca y pasionalmente, sin miedo a dejar marcas. En realidad, su intención era dejar marcas.
Besó el pecho de Lando, recorriendo cada centímetro de esa zona, dándole especial atención a los pezones del inglés. Los jadeos del británico eran constantes y cada vez pasaban menos desapercibidos.
Carlos los guió hasta la cama, tumbando a Lando y poniéndose encima, como siempre. Regresó a besar sus labios, sintiendo la desesperación del niño en sus gemidos.
- Por favor - rogaba alzando sus caderas para poder sentir el miembro del mayor.
El español gruñía al sentir la erección de Lando en su estómago o contra la suya propia. Sentía cómo ambas palpitaban en sus respectivos bóxers, deseosas de liberarse. La idea de intentar hacerlo despacio parecía cada vez más lejana. Las ganas que tenía de follar duro y rápido no eran ni medio normales. Y el niño no se quejaría si fuese así; es más, lo agradecería.
El mayor mordió la piel desnuda del hombro de Lando, sacándole un gemido repentino. El dolor se convirtió en placer para el pequeño, que sintió cómo su polla se sacudía dentro del bóxer. El nombre del español salía de sus labios sin poder evitarlo, y sus desesperados movimientos de cadera eran cada vez más insistentes.
Carlos empezó a bajarse la ropa interior, cuando unos bruscos golpes en la puerta interrumpieron todo un momento.
- ¡Vamos o nos perdemos el vuelo a España! - Gritó Caco al otro lado.
El castaño cerró los ojos, conteniendo su ira, sintiendo cómo cada partícula de su ser se crispaba.
- ¿¡No puedes esperar cinco minutos!? - Replicó apretando su agarre en los muslos del niño, que estaban fuertemente apretados en su cintura.
No obtuvo respuesta, sabiendo que su primo estaría con los auriculares puestos y por eso no oyó nada.
Cuando devolvió la vista al pequeño Norris, este le miraba con vergüenza e impaciencia. Por mucho que hubiese odiado la interrupción, seguía ansiando tener a Carlos dentro de él.
- Carlos... - Repitió tirando del cuello del español para volver a besarle.
- Ya voy, ángel - susurró el español con suavidad, quitándose el bóxer y empezando a bajar el del muchacho.
Lando gimió de anticipación. Estaba casi temblando, ansioso y nervioso. Sentía el gran miembro del español, y quería sentirlo aún más. Besaba sus labios de forma lenta pero dando el tiempo justo para respirar. Todo se había vuelto más calmado; igual de intenso, pero más tranquilo. Sus corazones seguían agitados y su excitación estaba muy presente, pero ahora sus movimientos eran más lentos y cariñosos, menos erráticos.
Carlos se preparó, alineando la punta de su pene con la entrada del pequeño, y poco a poco entró en él, escuchando cómo el inglés se retorcía de placer debajo de él.
- Joder - maldijo el joven cuando el español empezó a moverse dentro de él, saliendo y entrando a un ritmo constante pero tortuosamente lento.
El mayor intentaba contener sus impulsos, hacer de aquella ocasión algo romántico, algo bonito, algo más que sexo. Porque quería a Lando, y quería hacer todas esas cosas de novios tan absurdas pero que sabía que al niño le gustaban.
Se besaron entre jadeos, y Carlos acarició tiernamente la cintura del inglés, mientras su otra mano le acariciaba la mejilla y le sostenía la cabeza para poder controlar en todo momento el beso. Movía sus caderas despacio, haciendo movimientos profundos, sintiendo cómo el caliente trasero de Lando engullía todos y cada uno de los centímetros de su enorme polla, disfrutando la sensación de que el prieto culo de inglés envolviera su miembro. Lando sólo podía gemir y rogar por más, deleitándose con el efecto que le causaba Carlos cuando lo tenía dentro, de sentir su polla hinchada palpitar dentro de sí.
Carlos se separó de los labios ingleses para poder mirarle a los ojos, a esos preciosos ojos verdes que le hipnotizaban frecuentemente. Se perdió en su mirada de pupilas dilatadas y brillo lujurioso, embistiendo despacio para observar con detenimiento cómo las facciones del niño cambiaban según se zambullía en su interior. Su boca entreabierta, era una invitación a pecar sin parar. Sus ojos, la promesa de que todo estaba bien y que aquello era lo correcto, que eso era a lo que estaban destinados.
Juntaron sus frentes, sintiéndose cerca del orgasmo, jadeando sobre la boca del otro, llegando a los últimos metros de aquella tortura de maratón. Carlos embistió más deprisa. Lando gimió con más fuerza. Eran una bomba de relojería.
Y estallaron. Se corrieron juntos, disfrutando del éxtasis al unísono. Ambos gimieron, ambos rieron después. ¿Y por qué reían? Porque supieron que desde el principio debió ser así, y al fin se daban cuenta. Tanta cabezonería no sirvió de nada. Se querían, muchísimo, y les había costado tanto entenderlo que era de chiste.
- Te quiero - murmuró Carlos, sin salir aún del interior del inglés, besando sus labios y peinando el desastre que eran sus rizos.
- Te quiero - jadeó Lando, recuperándose del orgasmo, mirando con adoración la hermosa y excitante imagen del español que tenía en ese momento.
Sus labios ya de por sí llamativos y carnosos estaban hinchados, sus ojos cafés se habían convertido en negros, y su pelo revuelto le daba un aspecto mucho más inocente de lo que realmente era.
Los dos fueron a hablar a la vez, pero de nuevo, unos golpes en la puerta les distrajeron.
- ¡Vamos, Carlos! - Llamaba Caco, que realmente se preocupaba por no llegar tarde.
- ¡Voy! - Respondió saliendo cuidadosamente de Lando que gimió suavemente. - Deberíamos arreglarnos rápido o le dará un infarto - se burló mirando al inglés de nuevo, que sonreía tontamente.
- Vale - murmuró besando los labios del español rápidamente.
Carlos se levantó, liberando a Lando de su peso, y ambos se fueron directos a la ducha (para ducharse y sólo eso, no podían entretenerse).
Lando estaba nervioso, pues sabía que iba a presentarse ante la familia de Carlos como su novio. ¿Qué opinarían los Sainz al respecto? ¿Los españoles se contentarían con el simple británico?
Era cuestión de tiempo que lo averiguaran.
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Miraba su teléfono despreocupadamente, tratando de distraerse para no pensar demasiado. La familia de Carlos era muy buena, lo sabía, y aún así le daba un pánico terrible conocerlos. A la mitad ya los conocía, pero de todos modos no sabía cuál sería su reacción cuando Carlos dijese que eran novios.
Por lo que había hablado el mayor sobre su familia, todos eran bastante tolerantes y conocían y aceptaban la sexualidad de Carlos. Eran abiertos de miras y de mente, así que, que Carlos se presentara con él no les sorprendería. ¿O sí?
Dejó el teléfono en su regazo y miró con nerviosismo cómo el GPS les indicaba que ya estaban cerca de su destino.
Otra cosa que le puso nervioso fue que Caco no iría con ellos. Si el primo de su novio iba, al menos contaría con alguien de su parte y en el que confiaba. Ahora, sentía que eran él y Carlos solos contra el resto de la familia.
Tampoco pasó por alto la importancia de la situación. Normalmente, cuando las parejas se presentan a sus familias, significa que la cosa va en serio. ¿Iba Carlos en serio con él? Esperaba que sí. Al menos, eso era lo que deseaba.
Cuando Carlos aparcó frente a la gran casa de campo en la que residían los Sainz, Lando se hundió en su asiento, nervioso. El español miró con una leve sonrisa al pequeño y abrió el portón de la finca con el mando, viendo cómo a poco las puertas se abrían. Lando casi empezó a temblar. Le daba pavor todo aquello, y a la vez le hacía muy feliz.
- Relájate, ángel - rio suavemente el español, aparcando en la entrada de la casa, mientras el portón se cerraba. Miró al inglés y puso la mano sobre su muslo, dándole un apretón reconfortante. - Te van a amar.
Lando sonrió y suspiró, mirando la intimidante fachada de la casa. Era grande, mucho, y muy bonita. Blanca con detalles en celeste muy claro, adornada con ornamentos grises y plateados. Era elegante, digna de un noble. Perfecta para los Sainz.
Salieron del coche y caminaron hasta la puerta. No les dio tiempo a tocar en el timbre cuando una radiante y alegre Reyes abrió la puerta. La madre de Carlos era guapa, con sus ojos marrones llenos de vida y una sonrisa que iluminaba todo a su alrededor. El tiempo le había tratado de forma justa, pero a pesar de las arrugas se notaba que era guapa y que en su juventud lo había sido aún más.
- ¡Carletes! - Chilló alegre, abrazando a su hijo de forma asfixiante.
- Mamá, por favor - rio el castaño abrazando a su madre.
Lando también rio, encantado con la que ahora era su suegra. Empezaba a darse cuenta de que era un amor de persona, y los nervios desaparecieron durante unos pacíficos segundos.
- Tú debes de ser Lando - dedujo mirando al inglés, que asintió tímidamente y se dejó abrazar por la mujer, que era bastante cariñosa.
- Un placer - murmuró el pequeño cuando se separaron del abrazo.
Unos ladridos de un perro pequeño empezaron a sonar cada vez más cerca, y Lando pudo ver a la perfección cómo otra sonrisa aparecía en el rostro de Carlos al ver al perrito chiquitín que corría hacía él.
- ¡Olly! - Se agachó y recibió los lametones y saltos del perro, que estaba eufórico.
- Qué lindo - sonrió el inglés, agachándose a su lado y acariciando al amigable perro, que también tenía amor que ofrecerle a él, aunque fuese un extraño.
- Bueno, pasad, pasad - indicó Reyes haciéndose un lado. - Todos están en el salón.
Entraron dentro, Carlos con el pequeño Olly en sus brazos. La sonrisa en los rostros de ambos hombres era permanente. El español, sentía la más inmensa felicidad, ocasionada por estar de nuevo en casa, y Lando estaba bastante a gusto allí, con él.
Cuando llegaron al salón, Carlos soltó a Olly y las dos hermanas de Carlos saltaron del sofá para abrazar a ambos hombres. Trataron al inglés como a uno más, sin importarles por qué estaba allí o por qué su hermano lo había llevado. Ana ya sabía la verdad. Blanca no lo comprendía, pero lo aceptaba con mucha honra. Los padres de Carlos, y los novios de las chicas, no tenían idea, pero no se quejarían por la presencia del amable y tierno inglés.
Carlos padre se levantó y abrazó a su hijo, palmeando su espalda.
- ¿Qué tal el vuelo?
- Bien, bien - respondió Carlos sonriendo y mirando a Lando, que estaba casi escondido detrás de él. - Lando, cariño... - susurró tomando su mano y tirando de él suavemente.
Los presentes se quedaron con la boca abierta, procesando lo que estaban presenciando. ¿Acaso Carlos había llamado "cariño" a Lando? Ana sonrió orgullosa y le guiñó un ojo a la pareja.
- Oh, ya veo - rio Blanca dándose cuenta de la forma en la que su hermano miraba al británico.
Reyes no se lo creía. Y si se lo confirmaban, lloraría. Su Carlos, su testarudo y pobre Carlos, había conseguido pareja al fin, y además era ese adorable chico. ¡Estaba tan feliz!
- Carletes... - murmuró el patriarca de la familia, mirando a su hijo.
Lando se mordió el labio, nervioso. Miró a Carlos en busca de apoyo, y sintió cómo el español apretaba el agarre de su mano de forma cariñosa. Carlos suspiró, mirando al inglés con ese brillo en los ojos y esa sonrisa que sólo tenía para él.
- Chicos, Lando es... Mi novio - anunció con una sonrisa orgullosa.
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Nota de la autora:
Aish, es que son tan tiernos 😭. Tenía muchas ganas de escribir este capítulo, en serio. Espero que os haya gustado mucho <3.
Postdata: gracias por todo el apoyo que me estáis dando. Sois increíbles ❤️.
Os ama muchísimo,
A💛.
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