Capítulo 16: Vergüenza
Carlos se quejó por el dolor cuando Lando pasó la gasa por la herida de su mejilla, pero no se movió y se mantuvo en silencio. Sabía que el inglés estaba enfadado, y teniendo en cuenta que él se estaba encargando de sus heridas, prefirió no hacerle enfadar más.
- ¿Te duele mucho? - Preguntó Lando, huntando una pomada para la inflamación.
- Menos que antes. Muchas gracias - murmuró sonriéndole, y Lando no pudo evitar devolverle el gesto.
- Las mujeres tienen razón cuando dicen que los hombres somos idiotas - suspiró el inglés, en cierto tono de humor pero con dolor camuflado en sus palabras.
- Te preguntaría por qué, pero me lo puedo imaginar - respondió el español, riendo un poco.
Lando rio mientras guardaba las cosas que había usado para curarle las heridas al mayor y vio a través del espejo cómo Carlos hacía una mueca de dolor al levantarse de la taza del váter.
- ¿Te duele algo más? - Inquirió realmente preocupado, girándose.
Carlos no respondió y levantó un poco su camiseta, mostrando un gran moratón en el costado.
- Joder - maldijo Lando, viendo la magnitud de la mancha morada. - ¿Tienes más?
- No lo sé, Lando.
- Quítate la camiseta - ordenó con cuidado, y cuando el español enarcó una ceja y le dio una de sus sonrisas taimadas rodó los ojos. - En serio, Carlos.
- No - se negó rápidamente.
- Ni que fuese a ser la primera vez que te veo sin camisa - le desafió el inglés.
Pero Carlos no quería, porque temía que viese sus cicatrices. Cuando se acostaban siempre buscaba la postura en la que no pudiese verlas, pero estando así, tan expuesto...
- Sólo es para ver dónde necesitas hielo - terció Lando.
El español miró al ojiverde, y se quitó la camiseta, dejándola en el lavabo. Lando examinó el torso desnudo de Carlos, viendo que había varios moratones similares. Cuando se situó detrás de él, no vio más heridas, pero vio algo mucho peor.
- ¿C-carlos? - Murmuró Lando, mirando al español por el espejo.
Carlos, que había cerrado los ojos, suspiró. Se sentía avergonzada y humillado. Odiaba sus cicatrices y que las viesen era simplemente... Bochornoso.
Cicatrices largas y angostas surcaban la piel del español, repartidas en vertical y diagonal a lo largo de su espalda. La piel era más clara y sobresalía un poco en las marcas de las heridas antiguas. Era horrible. Sólo con verlo se te helaba la sangre. Lando no sabía qué podría haber provocado unas secuelas así en el cuerpo del mayor, pero sintió miedo. ¿Sería eso el resultado de la cosa tan terrible que le pasó a Carlos? ¿Sería ese el motivo de que el español no quisiera estar con él?
- No... No hagas preguntas - rogó Carlos con voz temblorosa.
Lando asintió y dejó un pequeño beso en el centro de la espalda del español.
- ¿Por qué no querías que las viera?
- Eso es una pregunta, Lando - replicó el otro. El niño le puso ojitos de cachorrito y Carlos suspiró. - Me dan... Vergüenza.
- No debería - opinó el inglés.
- Olvídalo - dijo poniéndose la camiseta de nuevo.
- Te voy a preparar un baño frío para que se te quite la inflamación en los moratones del torso - murmuró Lando evadiendo el tema.
Estaba claro que Carlos no quería hablar de aquello, y teniendo en cuenta la magnitud de las cicatrices, Lando tampoco quería hurgar en una herida que podía ser muy personal y dura para el español.
Carlos asintió ante las palabras de Lando y se quedó mirando cómo el británico habría el grifo de la bañera, que empezó a llenarse lentamente. El inglés salió de baño para buscar algo de ropa que le sirviera al español, pues la suya estaba llena de sangre. Carlos metió la mano en la bañera y aunque el agua estaba un poco más fría de lo que le gustaría, empezó a desvestirse para meterse.
Cuando el inglés regresó al baño con ropa y una toalla, tuvo que tragar saliva al ver al español desnudo. Jamás se acostumbraría a ver ese cuerpo tan perfecto. Pero cuando el mayor le dio la espalda para meterse en la bañera, un muy mal presentimiento invadió a Lando. Su curiosidad era tan grande que le costaba no hacer preguntas. De veras quería saber de qué eran esas cicatrices.
- Si está demasiado fría puedes mover el grifo - murmuró Lando dejando las cosas encima del mueble del lavabo.
- Está bien, gracias - respondió Carlos cerrando el grifo.
El inglés suspiró e hizo el amago de salir del baño, pero Carlos le detuvo.
- Espera... Quédate - pidió con suavidad.
- ¿Para qué? - Quiso saber el otro, mirándolo con atención.
- Para hablar. Métete en la bañera conmigo y podrás preguntarme lo que quieras, te responderé sinceramente - propuso, astuto como siempre.
Sabía qué hacer para engatusar a Lando. Lo había calado hace tiempo y sabía que su curiosidad podía con todo lo demás.
- Hace menos de una hora te dije que si volvías te daría una paliza, no me puedes pedir que haga eso, Carlos - replicó el inglés mirando al suelo.
Su cabeza estaba hecha un lío. Estaba enfadado con el español, pero el trato que le estaba ofreciendo era muy tentador. Además, le daba mucha lástima verlo así, malherido.
- No puedes seguir pidiéndome que me quede cuando eres tú el que te vas - susurró Lando con los ojos llorosos, mirando de nuevo a su amado.
- ¿Y si... Y si esta vez no me voy? - Sugirió con voz temblorosa, desconfiado de sus propias palabras.
Le daba pánico la idea, pero Lando merecía la pena. No estaba seguro, pero quería intentarlo. Si no había huido al ver sus cicatrices, si no le había dado vergüenza que las tuviera, tal vez era por algo. Y después de verle tan enfadado y dolido, tal vez lo que creía que era lo mejor, no lo era.
- No juegues así conmigo, Carlos - gruñó Lando, molesto. - No voy a dejar que me manipules...
- Lo digo de verdad, lo prometo - juró, con clara desesperación reflejada en sus ojos.
Lando le miró con desconfianza. ¿De verdad no volvería a huir?
- ¿Cómo puedo confiar en ti después de todo? - Inquirió cruzándose de brazos. - Hace un rato te querías alejar porque "era lo mejor".
- No te pido que confíes en mí, sólo... Escúchame - rogó finalmente, convenciendo al inglés.
El joven suspiró y asintió con la cabeza. Por muy enojado que estuviese con Carlos, su amor por él siempre iría más lejos. Por suerte o por desgracia, era así.
Se quitó la ropa despacio ante la atenta mirada del español, y luego se metió en la bañera con cuidado, tratando de no salpicar agua fuera de esta. Se sentó entre las piernas de Carlos, con su espalda contra el pecho del mayor. Los fuertes brazos del madrileño rodearon su cintura y Lando se relajó por su toque, apoyando la cabeza en el hombro de Carlos. Un beso fue dejado en su cabeza, y no tardó en notar caricias en su costado.
- ¿Cómo te hiciste esas cicatrices? - Preguntó Lando en voz baja, con cautela, pero yendo al grano.
- No me las hice yo, me las hicieron - respondió Carlos en apenas un hilo de voz, controlándose para no desmoronarse frente a Lando.
Aquello le era mucho más difícil de gestionar de lo que parecía. Y aunque esperaba que su espalda ardiera, sentir al inglés le calmaba, la sensación de piel con piel con el pequeño le ayudaba.
- ¿Quién? ¿Por qué? - La curiosidad desbordó el niño, y Carlos suspiró.
- De una en una, Lando...
- Perdón - murmuró enredando sus piernas con las del español. - ¿Quién te las hizo?
- Óscar. Mi... ex - susurró cerrando los ojos, luchando para que su voz no se quebrara.
- ¿Por... Por qué te las hizo? - Siguió preguntando pero con menos ímpetu.
No le gustaba el camino que estaba tomando la historia de Carlos.
- No lo sé. Por diversión, tal vez. O por placer - respondió el español con total sinceridad. - Esa respuesta me gustaría saberla a mí también...
- ¿Y todo eso tiene que ver con que no quieras estar conmigo?
La pregunta pilló por sorpresa a Carlos. Creía que Lando seguiría indagando en su herida más profunda, pero parecía haber notado lo difícil de llevar que era para Carlos y cambió un poco el rumbo de sus interrogantes.
- En parte, sí - reconoció el español.
- Has dicho antes que te escuche - dijo Lando desviando el tema de nuevo. Ya sabía lo que necesitaba, podía terminar de armar el rompecabezas él sólo. - Habla ahora.
Carlos suspiró y ordenó sus ideas. No sabía qué tan sincero debía de ser, qué tanto podía admitir delante de Lando. Pero cuando quiso hablar y no pudo mirarlo a los ojos, supo que así no sería. Se acomodó en la bañera y ayudó al inglés a girarse para ponerse a horcajadas en su regazo. Necesitaba mirarle a los ojos mientras le hablaba. Que fuese el brillo de sus ojos el indicante para hablar o callar.
- Sé que he sido un capullo desde aquella fiesta en Australia, y... No me quería dar cuenta, pero la atracción que sentía por ti era demasiada para ser sólo eso, atracción - empezó explicando mirándolo a los ojos. - Me convencí a mí mismo de que sólo eras un juego, y en principio lo eras, pero después de acostarnos... Me asusté porque vi que sentía por ti más de lo que hubiera querido admitir. Por eso te traté mal. Quería que te alejaras, que salieras de mi cabeza, pero era imposible - confesó sonriendo un poco. - Ocupabas mi mente constantemente, Lando. Y no quería eso. Intentaba ignorarte y dejarte vivir tu vida, pero cuando te vi con Max comprendí que lo que siento por ti es demasiado como para ignorarlo.
Se detuvo ahí, pues hacía rato había desviado su mirada, avergonzado, y quería ver los ojos del inglés. Se sorprendió cuando los vio brillantes y con lágrimas a punto de salir.
- Me hicieron daño, Lan, y estoy tan roto que no quiero que tengas que cargar con mi pasado. Me gustas muchísimo, pero el miedo a hacerte más daño es más grande que ese sentimiento, porque el hecho de que me importes tanto me abruma - confesó, con su voz quebrándose al final.
La valentía y el esfuerzo que Carlos había hecho para poder abrirse al inglés y contarle todo, eran inimaginables. Nadie pensaría que decir la verdad pudiese llegar a ser tan complicado. Pero el español le estaba abriendo a alguien su corazón por primera vez en casi diez años. Era difícil, pero el amor que sentía por Lando ganaba esa batalla.
El pequeño Norris se mordió el labio, tratando de no sollozar ni echar a llorar. Esa era la explicación que necesitaba, la confesión que anhelaba oír. Lo único que le quedaba por cumplir, era el sueño de que Carlos decidiese arriesgarse con él. Prácticamente rezaba para que sus siguientes palabras fuesen: "voy a quedarme".
- Lando, por favor, di algo - pidió el español, reteniendo sus lágrimas y su ansiedad como podía.
- Yo... - suspiró y se encogió de hombros. - No sé, Carlos. ¿Qué vas a hacer?
La pregunta sorprendió al español. ¿Qué iba a hacer? No soportaría volver a ver llorar al inglés. No soportaría alejarse de ninguna de las maneras. No soportaría arruinar algo que ni siquiera existe.
- ¿Qué quieres que haga? - Contestó, sorprendiendo a Lando.
Tenía su respuesta más clara que el agua. Ni siquiera tuvo que pensarlo dos veces para responder.
- Quedarte conmigo... - murmuró bajando la mirada un poco. - Dime que te quedarás conmigo - añadió en apenas un susurro.
Carlos tomó el rostro del niño entre sus manos y acarició sus mejillas con los dedos. Cuandos sus ojos se cruzaron, ambos sonrieron sin poder evitarlo. El miedo que había en los ojos de los dos era obvio, pero no más que el amor que también reflejaban.
El español besó con cuidado y ternura al inglés, y mariposas de formaron en sus estómagos. Apenas fue un leve roce, pero bastó. Bastó para decir sin palabras que se querían.
- Me quedaré contigo, Lando. Es una promesa - susurró el mayor contra los labios del pequeño, con sus frentes pegadas.
Y el inglés no necesitó más para volver a ser feliz. Esas eran las palabras que ansiaba oír, y cuando por fin las había oído, fueron el mejor regalo que podría haber recibido.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro