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~9~

Mientras tanto, después de visitar al ángel, los tres brujos se pusieron a investigar todo lo posible sobre la familia Van Tassel. Con ese apellido sería una búsqueda fácil, además Duncan había estudiado algo de informática en sus noventa y ocho años de vida. La inmortalidad tenía sus ventajas, pero tampoco era un experto hacker, tenía sus trucos pero tampoco era el mejor.

Will y Adán cogieron el manuscrito y se pusieron a buscar algo que les dijera que sabía Raziel que quisieran los demonios.

—Aquí no se dice nada. —dijo Will harto.

—Vale, escuchar. —llamó el pagano. —Según esto la mayoría de los miembros de esa familia están totalmente muertos. Tuvieron desde accidentes hasta posibles suicidios, pero la mayoría fueron casos inconclusos.

—Pero esos casos puede que no tengan nada que ver con este, muchos demonios han ido tras ellos a lo largo de la historia. —sospechó Adán. —¿Cuál es la más reciente?

Duncan continuó analizando las noticias y archivos, hasta que encontró una ocurrida años antes de lo sucedido con Dean Van Tassel.

—La última noticia que hubo de esta familia, fue cuando la casa de George y Anna Van Tassel fue incendiada por una fuga de gas.

—¿Los padres de Dean? —preguntó Will.

—Eso parece. Él y sus cuatro hermanos Jeremy, Konan, Hank y Raquel fueron llevados a una casa de acogida hasta que Jeremy cumplió la mayoría de edad y obtuvo la custodia de todos ellos. Tengo las fotos de identidad de los cinco. Will y Adán se acercaron a ver la pantalla, siendo este último quien se llevaría una gran sorpresa.

—No me fastidies. —murmuró al ver la foto de la menor. —Pero si es... —Duncan y Will cruzaron las miradas y las posaron en su líder quien seguía con su cara de sorpresa.

—¿La conoces?

—Estaba en la Iglesia, pero no sentí nada, ningún aura celestial en ella, como si fuera humana.

—Raziel es muy precavido. —comprendió Will.

—Pues esto nos está jodiendo dado que los demonios saben quienes son. Puede que hayan encontrado la forma de localizarlos, o alguien se ha chivado.

—Probablemente sea una pregunta que nunca sepamos su respuesta, pero lo importante ahora es localizar a esos hermanos y prevenirles antes de que los maten. —De repente, el ordenador dio una alerta de noticia que sobresaltó a los presentes. Duncan abrió la pestaña y les mostró la terrible noticia.

—Tarde. —dijo con lástima. —"Konan Winter es hallada muerta en su dormitorio".

Adán dio un golpe en la mesa mientras que Will se frotó la nuca con culpabilidad. Habían permitido que el demonio matara a otro más.

—Dos muertos, nos quedan tres.

—Espero que los otros puedan averiguar quién es este demonio antes de que los otros tres sean los nuevos fiambres. —habló Adán con seriedad. —Duncan ¿Tienes sus direcciones?

—Esa pregunta ofende. Puede que se me dé mejor la historia, pero soy un máquina de la informática.

—Bien, vayamos a por ellos, debemos mantenerlos a salvo.

En ese momento, el timbre sonó. Eran muy desconfiados, por lo que cada uno ya tenía un arma cerca de la mano. Will fue a la puerta a mirar por la mirilla y vio que se trataba de sus compañeros, Ross, Sam y Arthur, quienes no paraban de golpear la puerta histéricos. Cerraron la puerta de golpe.

—Tenemos un problema. —comentó Arthur.

—¿Qué habéis hecho ahora? —Will sabía que esas caras eran alarmas de problemas, y recordando que habían estado en una morgue, rezaba porque no hubieran cabreado a un "Poltergeist" de ese edificio.

—Nada. 

—Dime que el apartamento está lleno de sellos. —dijo entre jadeos la médium.

Antes de poder preguntar el por qué a esa pregunta, la puerta salió disparada hasta el salón. Por poco alcanza a Sam, pero Arthur logró apartarla antes de que la diera. Tardaron unos segundos en entrar, pero poco después los demonios entraron al apartamento y empezaron a atacar al grupo.

—¡Joder! —gritó Rosa. —¡Nos han seguido!

—¡¿Ah sí?! ¡No me digas! —habló Will con ironía.

Este tipo de demonios fueron creados por el Jinete del apocalipsis "La Peste". Normalmente ya no se les veían libres desde que los jinetes fueron sellados por Dios, pero hoy en día se podían ver en los mercados negros de demonios y caídos, los cuales por cierto, eran muy caros. 

Adán se acercó a Arthur y Sam, para crear un escudo que les protegiera de los mordiscos y cortes de esos bichos. Tanto Will como Rosa hicieron lo mismo protegiendo a Duncan, y a su vez intentaban atacarlos con algún objeto que tuvieran cerca. No podían usar la magia en casa porque sino la destrozarían, y alertarían a los vecinos. Aunque pensándolo bien, ya por si esas alimañas eran muy ruidosas. En ese caos la mirada de Adán se posó en el techo:

—¡Duncan, necesito el mechero! —El joven asintió

Activó uno de sus sigilos, dándole la habilidad de la velocidad. Corrió hasta la cocina, golpeando a todos esas sabandijas, y encontró el mechero en uno de los cajones. En un momento, uno de los demonios le mordió en la mejilla, un error que provocó que Duncan se enfadara. Le cogió al bicho, lo tiró contra el suelo y lo pisó.

—Como odio a estos bichos.

Uno de los demonios consiguió agarrar a Sam y lanzarla a un lado para que varios la atacaran y comenzarán a morderla.

—¡Ayuda! —gritaba la chica a la vez que golpeaba a los que podía. —¡Quita bicho!

—¡Duncan!

Sabiendo lo que pensaba su amigo, y temeroso por la seguridad de sus amigos, le lanzó el mechero con fuerza hasta que el brujo lo cogió. Adán sacó su petaca y dio un trago fuerte. Gracias al alcohol soplar la llama del fuego aumentó hasta llegar a la alarma de incendios. Al pitar, los chorros de agua de la alarma de incendios cayeron en los pequeños demonios, provocando que la piel de estos comenzara a quemarse.

—Agua bendita. —comprendió Sam.

—Fue idea de Will. —explicó Duncan. —Por si ocurría una emergencia, tuvo la idea de meter agua bendita en las alarmas y extintores.

Los demonios acabaron fundiéndose y otros se escaparon por la ventana para sobrevivir. Todos estaban llenos de mordiscos y arañazos, pero al menos estaban bien. Duncan y Arthur fueron a donde la mortal y la ayudaron a levantarse. Ross se alivió por el agua, porque si no la quemaba es que no estaba contaminada por el cuerpo del Van Tassel muerto. Adán dio un suspiro y dirigió una mirada a sus tres amigos.

—Vais a tener que explicarnos qué os ha pasado.

~⛤~

Mientras iban limpiando el desastre de los demonios, Sam les contó todo lo sucedido en la morgue, más otros sucesos que les ocurrieron en el camino de vuelta como el ataque de los demonios de la Peste. Les explicaron que al parecer todos los fantasmas de la ciudad estaban siendo contaminados por un aura demoniaca. Escucharon en una tienda de televisiones sobre las casas encantadas de estos últimos días y que estaban aumentando a cada minuto. Nadie era capaz de entrar en el cementerio sin que uno de los espíritus le intentara atacar. Y para añadir, habían nuevos casos de posesiones que se estaban esparciendo como la pólvora por todo Londres.

—¿Creéis que todo esto esté relacionado con los Van Tassel? —preguntó Duncan a la vez que curaba las heridas de la médium.

—Cuando llegamos a la morgue los espíritus estaban bien. Pero cuando toqué a Dean Van Tassel el demonio me expulsó y los fantasmas nos atacaron.

—Me parece que un demonio mayor intenta usar a los Van Tassel como catalizadores para expandir su aura. —sospechó Will. —Es como en un incendio. El demonio concentra su poder en varios puntos y a partir de ahí se va expandiendo.

—Buscamos a dos demonios. —resumió Adán mientras bebía en la petaca. —El que busca y mata a los Van Tassel, y el que contamina a los muertos y humanos.

—Que fastidio. —murmuró Arthur apoyado en una esquina.

—¡Podrías ayudar a limpiar! —dijo William golpeándole con una escoba.

—Da igual quienes sean esos desgraciados. —habló Adán. —Hay que encontrarlos y devolverlos por donde vinieron.

—Pero no sabemos quienes son. —le recordó Rosa. —Sam casi pierde la cordura al intentarlo con el cuerpo de Dean Van Tassel.

Esa parte no la había comentado cuando les contaron lo sucedido. Sam les pidió tanto a Arthur como a Ross que no les dijeran nada a los otros, pero se olvidó que la bruja era muy bocazas. El primero en sorprenderse fue Duncan, la joven lo notó cuando paró de repente de limpiarla los cortes con el alcohol. Adán se rascó la nuca y se la acercó sentándose a su lado.

—Solo fue un susto. —dijo intentando tranquilizar a los presentes. —No volverá apasar.

—Ya, seguro. —Sam se mordió el labio al notar que no le había convencido, seguramente la esperaba un "te lo dije". —Muéstrame lo que viste. —dijo alargando la mano.

La médium no estaba segura si debía mostrárselo. Sabía que Adán era más fuerte mentalmente, pero... Al final cedió, le cogió la mano y ambos conectaron sus mentes para que pudiera ver y sentir lo que vio durante su visión. Lo vio todo desde la perspectiva de ella, pero en el momento que el demonio tocó a Sam, una sensación extrañamente familiar recorrió la espina dorsal del brujo.

Lilim...

Esa voz fue un detonante para que varias imágenes le invadieran la mente del brujo. Eran flashes sin sentido, mezclas de diferentes recuerdos perdidos, lo que les estaba provocando un dolor ardiente en la cabeza. Era demasiado. Adán abrió los ojos de golpe y sintió como si alguien le hubiera dado un golpe en el estómago y otro en la cabeza. Comenzó a respirar despacio, recuperando el aire perdido y calmando el latido de su acelerado corazón. Conocía la voz que le había llamado, pero no se trataba del demonio que expulsó a la médium, había alguien más, y que además le conocía.

—¿Estás bien?

—El demonio que te echó de su mente es el que manda. —comenzó a hablar. —El que mata y los demonios inferiores le siguen. Pero...

—Uy. —dijo con tono dramático Arthur. —Después de un "pero" vine algo malo.

—Hay otro más, uno que le susurraba mi nombre a Dean Van Tassel y que me suena de algo.

—¡¿Otro demonio?! ¿Ahora tres? ¡¿En serio?! —Sam comenzó a pesar que ya la situación no podía ir peor. Si tener que investigar a un demonio era duro, no quería imaginar a tres. En ese sentido era algo vaga, además en su cabeza le rezaba a Dios por un maldito respiro. —¿Y quién es ese demonio?

—No lo sé.

—Has dicho que lo conocías. —habló el caído.

—Su voz me resulta familiar. —corrigió

—¿Tal vez sea alguno de tus hermanos? —preguntó Duncan. —O uno que no conozcas.

—Puede ser. —Will llegó al salón con unas tazas de té y las repartió a los presentes.

—Esto provocará que os recuperéis del aura demoniaca. —les dijo a sus amigos. —Arthur te recomiendo que no uses mucho tu aura celestial, recuerda que ya no eres...

—Sí mamá. —le interrumpió con burla. Rosa volteó a sus amigos y les preguntó por su misión.

—¿Vosotros que descubristeis sobre los Van Tassel?

—Poca cosa. —respondió Duncan terminando de tratar ahora sus heridas. —Al parecer esa familia posee todo el conocimiento de Raziel en su sangre y lo más gracioso, Raziel está escondido en uno de los hermanos.

Arthur puso sus manos en la cara al oír el nombre de su hermana mayor. Pocos en el cielo eran los afortunados de conocer a Raziel, aunque en el caso de Arthur, no usaría el adjetivo afortunado.

—No, la pelota de Raziel, no. —se quejó. —Era la única de nosotros que podía conocer todos los secretos de padre. Su único y más fiel confidente, ni siquiera Miguel podía acceder a todo ese conocimiento de Dios.

—Mira el lado positivo, si fuera Miguel ya te habría matado. —le respondió Adán.

—De Raziel ni me despedí, pero me acuerdo todas esas veces que me repetía, "los humanos son seres buenos, solo necesitan ser guiados con amor". —dijo con un tono agudo intentando imitar al arcángel. —Pero como un arcángel, los seres más poderosos del cielo, puede ser tan cursi.

—Pues tiene mejor actitud que tú . —le atacó su protegida.

—¡Se supone que tu me apoyas!

Sam volvió a negar y con el ceño frunció.

—¿Desde cuándo?

Will se dirigió a la cocina aguantándose la risa, y Arthur se puso a barrer mientras fulminaba con la mirada a Sam, que además le sacó un segundo la lengua como una niña. Adán se acercó a Ross quien se encontraba recogiendo los grimorios.

—Por la información que tenemos necesitan la sangre de los cinco hermanos, más el cuerpo de Raziel para poder sacar los secretos de Dios.

—Ya tienen la de dos. —susurró Ross sentándose en una silla. —Solo les faltan tres y por la lógica de mis años lo más probable es que Raziel se esconda en el primogénito.

—De momento ha matado a la segunda y al cuarto, lo que has dicho explicaría porque no ha ido todavía por el primero.

De repente el timbre volvió a sonar. Will cogió una de sus armas de fuego, por si era un segundo ataque. Sería una putada que fueran a por ellos otra vez después de haber acabado de limpiar el estropicio de antes. Rosa se levantó y le acompañó.

—Nos dividiremos otra vez, un grupo vendrá conmigo a La Guarida Lunar. —Adán fue a una de las estanterías y cogió una especie de gradilla con unos tubos de ensayo que albergaba una especie de líquido rojo. —Tengo que hablar con alguien del infierno para ver si hay rumores de un intento de fuga.

—¿No puedes hacer el truco del agua? —se acordó Sam. —Ya sabes lo de meterse en la bañera...

—Preferiría no hacerlo. —confesó.

Lo que Sam llamaba el truco de la pileta, era mandar su cuerpo astral al infierno para poder entrar durante un tiempo limitado. Aunque sería la forma más rápida, no era muy segura por lo que normalmente recurrían a ello en casos extremos.

—Sam y Arthur iréis a buscar a los Van Tassel.

—¿Por qué nosotros hacemos las misiones aburridas? —se quejó la mortal. —Yo quiero ir a la Guarida lunar, allí van todos los seres sobrenaturales.

—Tú no lo eres.

—Técnicamente sí lo es. —interrumpió Arthur.

—¡Creo que no hará falta separarse! —gritó Will.

Cuando Will y Rosa volvieron al salón con expresiones de sorpresa, y tras ellos estaba la razón de esas caras, pues venían tres personas más. Una joven de cabellos negros recogidos en una trenza, un hombre joven de ojos azules y cabello negro y el hombre con barba y cabellos castaños oscuros. 

Adán se acercó a la chica con una sonrisa a diferencia de los presentes, él ya la había conocido.

—Nos volvemos a ver. —dijo con tono insinuante. La joven se recogió un cabello tras la oreja sin dejar de observar esos ojos lilas del hombre.

—Puede que sea cosa del destino.

—Nunca he creído en él, pero es un placer verte, Raquel.

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