~25~
"Cuando los que amamos parten, pasan de vivir entre nosotros a vivir en nosotros." Lo malo es que Arthur no estaba muerto, sino atrapado en las tenebrosas tierras del Infierno.
Adán se encontraba solo en la terraza de su edificio, mirando el cielo estrellado y las luces celestes de su amada ciudad. La había salvado, pero a cambio de un enorme precio. Tenía en una mano la pluma de Arthur, la cual acariciaba con delicadeza, como si fuera un tesoro. En realidad, ahora se había convertido en su mayor tesoro. Es lo único que le queda de él.
En la otra tenía su petaca de plata. Se la había bebido y rellenado cuatro veces seguidas, sin embargo no lograba apaciguar el dolor de su pérdida. Se culpaba a sí mismo por todo... por no haber sido lo suficientemente fuerte para salir de su estado demonio, de haber dañado a sus amigos, y lo peor, de haber perdido a aquella persona con la que había compartido buenos y malos momentos.
A los pocos segundos notó una presencia tras él. Se trataba de Raquel, quien iba vestida con unos vaqueros, una camisa negra y una chaqueta de cuero.
—Es un lugar hermoso. —dijo con calma.
—A Arthur le encantaban las alturas. —comentó con nostalgia. —Le recordaban cuando volaba por el cielo. Era su forma de acercarse más ahí arriba. Puede que odiara a su padre y a su hermano por abandonarlo, pero él amaba sus alas.
—Siento mucho lo que le ha pasado. —dijo con culpa. —Ojalá no os hubiera involucrado en el asunto de mi familia.
—No ha sido culpa tuya. —dijo cruzando sus ojos violetas con los marrones de ella. —Fue su decisión... puede que hasta sea culpa mía... Fui duro con él... Me costaba perdonar... Debí haberle escuchado sus razones.
Raquel puso su mano en el hombro de él y lo acarició.
—Estaba sonriendo. —le recordó el último momento en el que le vieron. —Te dijo que te quería, y no te culpo de nada.
—Lo sé. —dijo aguantándose las ganas de llorar. —Él era... —se paró unos segundos y corrigió sonriendo. —Él es mi mejor amigo.
Ella también sonrió por su respuesta, y no pudieron evitar que de nuevo sus miradas quedarán conectadas. Ella bajó la mirada y se recogió un mechón del pelo colocándolo tras la oreja.
—¿Qué harás ahora? —le preguntó con intriga. —¿Seguirás aquí en Londres?
—Me temo que no. —dijo con auténtico pesar. —Tengo unos asuntos que resolver, y quiero buscar una forma de rescatar a Arthur. Viajaré, y de paso iré cazando a unos cuantos demonios.
—El trabajo nunca acaba.
—Dímelo a mí. —dijo sarcástico. —Llevo cientos de años trabajando, la jubilación no es lo mío.
El chiste era muy malo, pero aun así los dos se rieron.
—¿Y tú? —preguntó él. —¿Tú hermano cómo está?
—Vivo, gracias a ti. —dijo agradecida. —Estará un tiempo en el hospital, pero su esposa se encarga de cuidarlo bien. Me dijo que te dijera "Gracias por todo".
—Casi le mató.
Raquel sabía que hablaba de cuando era un demonio.
—Ese no eras tú. —afirmó segura de sus palabras. —Fuera lo que fuera a quien vi, no eras tú.
—Me sorprende que no estés asustada. —murmuró algo avergonzado. —Si os hubiera pasado algo jamás me lo hubiera perdonado.
—No tengo ningún miedo. —repitió las palabras que dijo en el apartamento. —Sigo sintiendo la misma admiración por ti, por mi monstruo favorito, y mi amigo. —habló con firmeza. —Adán eres bueno, dulce y hasta sensible n ciertos momentos. Que sepas que esa máscara que oculta tu verdadero yo no me asusta en absoluto. Dudo mucho que lo haga algún día.
El brujo dio un suspiro, y acercó su mano a la mejilla de la chica. Era tan suave y cálida, capaz de apaciguar su dolido corazón...
—No merezco tales palabras.
—Te las mereces y con razón.
Raquel era demasiado buena hasta para él. Lo más correcto era que Adán estaba demasiado roto para ella.
—¿Qué harás ahora? —Cambió de tema.
—Lo primero, escribir una canción. —dijo orgullosa.
—¿Has encontrado por fin la melodía que tanto buscabas?
—Sí, eso creo, y tengo ganas de tocarla. —afirmó emocionada. —Pero también hay algo más.
—¿Qué ocurre?
La joven sacó un papel doblado del bolsillo y lo abrió.
—¿Qué es esto? —Era una partitura que se titulaba "El príncipe perdido".
—Cuando era pequeña tenía sueños, y mi hermano me recomendó que los expresara de alguna forma, así que escribí una canción. —explicó. —Mi primera canción. —dijo tímida. —Narra la historia de una reina malvada que tenía a un príncipe encerrado en su castillo. En ese sitio, la reina tenía como prisionera a una dama blanca que se decía que poseía los secretos más profundos de Dios y que los expresaba mediante canciones. La hicieron daño, pero un día el príncipe la dejó escapar. Agradecida, y con el corazón conmovido ella jura que algún día le devolvería el favor.
Adán abrió la boca pero sin emitir palabras. Sentía que sus manos temblaban al coger la hoja y que escuchar su historia fuera un deseo fugaz.
—La... La primera parte me recuerda a tu historia. —habló la chica con nervios. —Qué coincidencia. ¿Verdad?
—Sí...
—Puede que el destino quisiera que nos conociéramos.
Adán alzó la mirada y devolvió la canción.
—Pues me alegro que juntara mi camino con el tuyo.
Raquel se sonrojo, pero entonces su rostro mostró un sentimiento de tristeza y duda.
—¿Nos volveremos a ver?
El brujo no sabía qué decir, pues su trabajo implicaba arriesgar la vida una y otra vez, pero le era imposible mentirle.
—Me gustaría.
Ambos se miraron durante unos breves minutos, y los ojos de Adán se posaron en los labios de la joven. Ella quiso acercarse más, quería poder besar a ese hombre. Sin embargo, el lilim no la dejó, se apartó. Sabía que si probaba de sus labios, no tendría la fuerza para dejarla atrás. Simplemente, puso su mano tras su cuello y la besó en la frente.
—No puedo Raquel. —susurró. —No todavía.
La joven comprendía a lo que se refería. Si daban ese paso ninguno tendría el valor de sufrir la amarga despedida.
—Entonces hazme una promesa. —le suplicó Raquel con los ojos tratando de acumular las lágrimas. —Prométeme que volverás, y que esta no sea la última vez que nos veamos.
Le fue imposible decir la que no.
—Que la oscuridad de esta noche sea mi testigo. —murmuró el hombre. —Te lo prometo.
Ella sonrió complacida. Sus palabras sinceras le bastaron. Sin decir nada más, se dispuso a volver a su casa, más antes Adán quería contarla algo.
—Una cosa. Hablé con un conocido mío y le recordé que "El ser humano es responsable de todo lo que hace consciente y voluntariamente. Nadie puede ser juzgado por algo que haya hecho bajo presión, miedo, ignorancia, la influencia de las drogas o el poder de los malos hábitos". Quiero que sepas que tus hermanos descansan en paz en el cielo, junto con tus padres. Y te desean a ti y a Jeremy toda la felicidad que no pudieron tener.
Raquel sintió que se le escapaban unas lágrimas y se acercó para besar la mejilla del brujo.
—Gracias Adán.
El brujo quedó estático y asombrado por el beso. Luego se fue alejando hasta la puerta y se marchó, dejando el corazón del medio demonio llorando.
—Adiós Raquel.
No tardó mucho en notar que alguien les estaba espiando. La única curiosa que sabía pasar desapercibida.
—¿Cuánto has escuchado?
De entre las sombras de la entrada, salió Sam con las manos en los bolsillos. Desde luego, esa chica siempre estaba presente en los mejores momentos.
—Es una gran mujer.
—Lo es.
—Te juro que pensé que la ibas a besar. —dijo la chica. —Me sentido como esos memes que ponen en internet de "¡Pero bésala idiota!"
—No era el momento. —murmuró. —Ella tiene una vida aquí y yo no. Tengo muchas cosas que hacer.
—Pues cuando acabes vuelves. —dijo Sam como si fuera obvio. —Nada te impide lo contrario.
Adán acercó su mano a la cabeza de la chica.
—Gracias.
—Para eso estoy.
Puede que esa chica no fuera una bruja, pero él tenía el carácter de una.
—¿Volverás a España?
—No me queda otra. —dijo aburrida. —Mis padres están matando a mi hermana con preguntas de donde estoy y que cuando volveré. —dijo aguantándose la risa. —Tendré que buscar una historia para explicarles los moretones, y además tendré que decirles que... —se paró unos segundos, pues para ella el dolor aún era reciente. —...que Arthur ya no vive más en el piso. No sé como se lo tomará Ness, le quería mucho.
—Escúchame. —habló firme. —Te prometo que haré lo que sea, para recuperar a nuestro idiota. Lo juro.
—Lo sé. Y yo pienso ayudarte aunque me tengas que echar a patadas de tu casa.
Adán puso su mano en la espalda de ella y la atrajo hasta él para abrazarla. Sin duda había crecido mucho a lo largo de los años hasta convertirse en toda una mujer. Luego, miró a la entrada de la azotea.
—Creo que hay alguien que tiene que hablar contigo.
Sam no comprendió lo que quiso decir hasta que se giró y entraron sus amigos. Rosa continuaba con la mano vendada, Duncan con alguna tirita y puntos en el rostro, Gaziel ya estaba totalmente curado al igual que Will.
—¿Con que estabais aquí? —dijo Rosa.
—¿Qué hacéis vosotros? —preguntó Adán con gracia.
—Despedirnos de Gaziel. —respondió Duncan con una botella de cerveza en la mano. —Que disfrutara de su último día en la tierra. Se lo merecía.
Gaziel elevó también su botella.
—Lo admito. Voy a extrañar vuestras caras de paletos. —afirmó el demonio ganándose un codazo de Rosa. —Hablo en serio, para ser los capullos que me encerraron la primera vez, os extrañaré.
—Gaziel quería hablarte de eso. —dijo Adán.
—Sé que estás enfadado conmigo por no dejarte salvar a Arthur. —El demonio levantó la mano para interrumpirle. —Pero quiero que sepas, que lo hice porque a ese zoquete no le hubiera gustado que acabarás en la prisión como él. —dijo con la voz calma. —Y a mí tampoco.
La confesión del demonio sorprendió a los presentes. No imaginaban que ese demonio hubiera cambiado tanto en su estancia con Cocitos. Entonces, el demonio abrió los brazos estirados como si fuera un blanco.
—Mándame ahora a esa nevera, el cubo de hielo debe de estar aburriéndose. —cerró los ojos y respiró hondo.
El brujo sonrió bajando la mirada y luego se rió.
—No.
Gaziel bajó los brazos de golpe asombrado.
—¿No? —Luego se giró para ver a los demás y les vio partiéndose de risa por él. —¿No me vas a encerrar?
Adán se remangó enseñando la pulsera de oro.
—Mientras siga teniendo la pulsera, permanecerás el tiempo que quieras en la Tierra, al menos dos años. —le recordó. —Voy a estar viajando un tiempo y necesito... Un camarada.
—¿En serio? —por su tono de voz parecía conmocionado.
Se giró de nuevo para ver a los demás, quienes sonreían asintiendo.
—¿Y ellos? —les preguntó.
—Will y Rosa se quedarán cuidando Londres para protegerla, Duncan tiene otros planes y Sam debe volver a España con su familia. —le explicó sincero. —Llevo mucho tiempo solo, hasta que les encontré a ellos. Ahora tengo que volver a separarme, y admito que no me gusta viajar en soledad.
—En realidad es una excusa para no mandarte al Infierno. —dijo Will.
Sam y Rosa le miraron mal y le golpearon, una en el pecho y la otra en la escayola.
—¡Aaay!
—¿Qué dices? —habló Adán estirando la mano para confirmar el pacto. —¿Te apuntas?
Aun así, Gaziel sentía que tenía ganas de saltar de alegría.
—¿No me odias?
—Ya lo dijo Arthur, si los humanos pueden redimirse ¿Quién dice que tú no? Tenías razón, debo darte otra oportunidad.
Ya no se pudo contener y abrazó a Adán con fuerza.
—Gracias por no mandarme a esa nevera. —dijo agradecido.
—Vas a tener que demostrarme que cambiarás. —dijo separándose. —Vamos a pasar mucho tiempo juntos, pero te aviso que a la mínima cosa mala que hagas, te vas de vuelta con Cocitos.
—Claro como el agua. —Gaziel estaba más feliz que nunca.
—Te lo mereces. —dijo Sam.
Gaziel se giró y le puso el puño para que ella y él chocaran.
—Ahora queda otra cosa más. —comentó Rosa.
—¿Más? —preguntó Gaziel sorprendido.
—En entra Sam. —continuó Duncan.
La chica abrió los ojos de par en par y se señaló a sí misma.
—¿Yo?
—Tranquila.
Los brujos y demonio, este último sin entender nada, se colocaron en fila delante de la médium. La chica estaba algo nerviosa pues no lograba comprender lo que planeaba su amigo.
—Sam. —le llamó Adán. —¿Juras proteger el equilibrio entre los planos?
Sentía como el corazón le iba a cien, sobre todo si se estaba dando el suceso que tanto estuvo esperando.
—Lo juro. —dijo Sam firme.
—¿Juras defender los principios de nuestro aquelarre y por lo que luchamos?
—Lo juro.
—¿Obrareis para nuestro aquelarre hasta la muerte?
—Lo juro.
—A lo largo de estos cuatro años has conseguido herramientas y conocimientos, objetivos y metas, y ahora eres de los nuestros. —pronunció Adán. —Estirar el brazo derecho.
Sam obedeció y Adán le agarró, cerró los ojos y notó un ligero pinchazón. Cuando quitó su mano, dejó ver el tatuaje del aquelarre, la estrella de cinco puntas con sellos protectores.
—Bienvenida a Nightmare hermana mía.
Sam notaba que se le nublaba la vista por la felicidad que sentía. Finalmente, había conseguido unirse al aquelarre como miembro oficial, su sueño se cumplió al fin. Tal era su felicidad de pertenecer a ese grupo que por un acto impulsivo abrazó con fuerza a Adán por la cintura y se echó a llorar de alegría. Este la correspondió acariciándola la cabeza y la espalda con cariño. Los presentes se alegraban por ella, ahora tenían a una más.
—Mejor tarde que nunca. —soltó Will mirando a la chica.
—¿Y por qué a mi no? —preguntó Gaziel indignado.
—Al estar conectado a Adán ya eres parte del aquelarre.
—Ah, entonces vale.
—Bienvenidos a la familia. —dijo Rosa emocionada.
—Em... —Duncan levantó la mano y señaló a la médium. —Yo tengo que preguntarle otra cosa a Sam.
La chica se separó de golpe de Adán algo sorprendida y estática. El brujo le puso una mano en el hombro para calmarla. Duncan también estaba algo nervioso. Se le notaba al hablar y porque no paraba de moverse.
—Verás.... como ha dicho Adán... vamos a separarnos... para conseguir atrapar más demonios... y.... bueno yo.... me preguntaba....
—Por dios. —dijo Will aguantándose la risa. —¡Dilo ya!
—Yo... —dio un respiro fuerte y lo soltó. —Me gustaría vivir en España contigo.
Sam abrió la boca sorprendida.
—¿Y eso? —preguntó también nerviosa.
—Sé que no puedo ocupar el sitio de Arthur. —habló algo más calmado. —Y tampoco lo pretendo, pero... Después de lo que le ha pasado, creo que la mejor forma de llevar el dolor es con alguien que lo entienda. —notó que todos le miraban pícaros y se puso nervioso. —Me refiero al dolor de perder a alguien importante de tu vida. Tu sabes que yo pasé por eso.
Sus amigos estaban aguantando la risa de ver como trataba de pedir a Sam que fuera con ella a España.
—Me gustaría ocupar el piso de Arthur y así pasar más tiempo juntos... —al ver la cara de todos quiso añadir. —...como amigos... Sam eres una de las personas más sinceras, temerarias y bondadosas que he conocido. Incluso aunque tu pienses que eres mala persona o débil, te aseguro que no es así. Por eso me gustaría estar ahí de ahora en adelante para recordártelo.
Ella se mordió los labios algo sonrojada y luego asintió.
—Duncan, me encantaría que vinieras.
El pagano sonrió de forma inocente como un niño.
—¿En serio?
Sam asintió de nuevo, y por sorpresa el tío la cogió en un abrazo y la dio una vuelta.
—Te juro que ahora mismo te besaría.
—Tampoco te pases. —le dijo la chica.
Duncan la bajó y elevó las manos.
—Entendido.
—Bueno, dos reclutas más, varios demonios menos, esto se merece un trago. —Rosa chasqueó los dedos y unas botellas de cerveza, menos la de Sam que era una coca cola, aparecieron en las manos de todos. —Por nuestros nuevos compañeros. —alzó la botella.
—Por nuestros nuevos compañeros. —dijeron los otros tres brujos.
Sam y Gaziel levantaron las botellas agradecidos.
—Por Arthur. —dijo Adán. —Quien a pesar de ser considerado un traidor en los bandos del bien y el mal, para nosotros fue hasta el final nuestro héroe.
—Por Arthur. —dijo Sam.
—¡Por Arthur! —dijeron todos
—Y por el Lilim. —todos se quedan mirándole extrañados por mencionar ese mote. —Oh vamos, si te queda bien. Podría ser hasta tu nombre de héroe.
—A mi me gusta. —habló Sam.
—Que demonios ¡Por el Lilim! —gritó Will.
—¡Por El Lilim!
Quien lo iba a decir. El nombre por el que le insultaron durante años, el que infunde temor en el submundo, se ha convertido en el nombre que infunde esperanza. Ya no era un cazador, sino un protector, un guardián de lo oculto.
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