~22~
Por otro lado, con las chicas. Aluca continuaba golpeando a Raquel. Aunque ella tratara de pararlos, la diferencia de fuerza le provocaba un gran dolor en los brazos. Estaban muy rojos, y tampoco era fácil luchar con un maldito vestido. En un intento por noquearla, Raquel le lanzó una patada, pero esta la agarró y la lanzó con fuerza contra la pared.
—Pobrecita... —decía mostrando sus colmillos mientras agarraba de la nuca a la joven. —Perdiste a tus padres, perdiste a tus amigos. Debes de sentirte muy sola. —dijo con un tono falso de lástima.
Raquel se arrastraba hacia atrás intentando alejarse.
—Que te jodan. — escupió con odio.
Aluca la acorraló contra una pared, lista para rematarla. La agarró del cuello y la elevó hasta que sus pies no tocaban el suelo.
—¿Qué te parece si te ayudo a reunirte con ellos? —la demonio elevó la mano para clavarle las uñas en el pecho, pero antes de que pudiera las dos mujeres oyeron un disparo y la mano de la demonio se convirtió en cenizas.
Sam la había disparado con la escopeta de Adán.
—¡Humana inmunda! —gruñó y soltó a Raquel para ir a por Sam.
Sin embargo ella comenzó a acribillarla sin parar provocando que ella retrocediera con cada disparo.
—¡¿Quién se ríe ahora, zorra?! Esto va por tirarme desde una ventana. —espetó la médium enfadada y con deseos de venganza. —¡Vete al infierno de donde viniste!
Aprovechando la oportunidad, Raquel usó la cadena para atrapar a Aluca por el cuello y tiró comenzando a estrangularla.
—¡Saluda al Diablo de mi parte! —murmuró ronca.
Entendiendo la señal, la chica sacó un cuchillo oculto en su bota. Corrió lo más rápido que puso y con el impulso, le apuñaló en el corazón a la demonio.
—Un consejo. — continuó con una sonrisa triunfante. —Si quieres matar a alguien, no te quedes parada hablando, mátalo de una vez.
La demonio soltó un gemido y su cuerpo comenzó a quemarse hasta quedar solo un puñado de cenizas negras. Sam soltó las pistolas y el cuchillo aliviada.
—Y decía Adán... que no podía contra un demonio. —sus rodillas temblaron, provocando que cayera al suelo por el cansancio.
Raquel se arrastró para verla. Sam no era medio demonio, ni un ser que se curaba solo, puede que fuera médium pero seguía siendo humana.
—Sam. — jadeó preocupada.
Le costaba respirar y al levantar la camisa, vió que tenía varios moretones por el cuerpo de los golpes. Sin embargo, la chica con los ojos medio abiertos subió la mano y luego elevó el pulgar con una sonrisa. —Somos unas máquinas. — jadeó a la vez que tosía sangre. —Tranquila, soy más dura de lo que todos creen.
Raquel asintió.
—Me lo creo. — la dijo. —Tú descansa y no hables.
Raquel alzó la mirada. El combate no iba bien para el demonio perro y el ángel caído. Nebiros les estaba dando golpes horribles. Casi le pareció oír como se les rompía los huesos. Entonces encontró a Adán, aun tratando de ponerse en pie.
—Tengo que ayudarle. —le dijo a Sam. —Quédate aquí.
Corrió hasta el brujo herido, y le ayudó a sentarse apoyado en sus brazos.
—Adán. —dijo asustada al verlo así de herido.
Este levantó la cabeza hacia ella.
—Vete de aquí. — jadeó con dificultad. —Esto es peligroso.
—No puedo dejarte así.
—Me ha dislocado los huesos de la columna, no puedo moverme. —jadeó. —Y tampoco protegerte... tienes que huir....
Raquel estaba harta de que tuvieran que protegerla. Él y los otros se arriesgaron tanto por ella. Entonces pensó en las palabras de Aluca. Si era cierto que Raziel estaba dentro de ella tal vez podía darle parte de su energía, como cuando Nebiros trató de quitársela. La pregunta era ¿Cómo lo hacía? De alguna forma, la chica se giró a la piscina carmesí. Aluca había estado recolectando la sangre de los hermanos para resucitar a Nebiros. Todo era por su sangre angelical. "¿Podría usar mi sangre para ayudar a Adán?" se preguntaba a sus adentros. Raquel cogió una piedra afilada y la pasó por su brazo para hacerse un corte profundo.
—Bebe. —le pidió al brujo.
Adán parpadeó, las cejas encarnadas.
—No...
"Será cabezota" pensó.
—No tengo tiempo para esto.
Ella no le dejó objetar. Ya no les quedaban opciones, así que le agarró de la nuca y acercó su herida a la boca del hombre. No le dejó separarse hasta que notó su boca abrirse y su lengua rozando el brazo. Entonces escuchaba como iba dando tragos. Uno... dos...
~⛤~
Volviendo con los brujos. Duncan y Will continuaban escondidos en la cámara esperando que Rosa encontrara algo de información, o que el Demogorgon apareciera para atacar. Probablemente, con la mala suerte que están teniendo aparecería el monstruo tras ellos y les devorarán.
—Chicos tenemos un problema. —habló la bruja preocupada.
—¿Y ahora qué? —se quejó Duncan.
—Ese bicho no responde ante ningún dios, por lo que las armas no lo mataran, tampoco el agua bendita o cualquier cosa sagrada.
—Vale, lo que significa que no nos queda más remedio que mandarlo vivo al infierno. Habrá que abrir un portal.
—No creo que pueda ayudarte con eso.
— Duncan abrir un portal tú solo requiere una gran cantidad de energía. — le recordó Will. —Podrías morir en el proceso.
—O podríamos morir los dos devorados por esa cosa.
Continuaba negando con la cabeza. Prefería arriesgarse a la bestia que arriesgar la vida de su mejor amigo.
— Es demasiado...
—¿Y nuestro trabajo, no? Puedo hacerlo.
Will sabía que en los momentos serios Duncan podía ser muy cabezota, pero algo que admiraba era su confianza en sí mismo y su voluntad.
De repente la pared se derrumbó tras ellos y varios escombros cayeron en la pierna de Will quedando atrapado.
—Joder. — gruñó aguantando el dolor.
—¡William!
El Demogorgon observó a Will atrapado y malherido, Se lamió sus pálidos labios al observar tal delicia.
—Ya sois míos.
Duncan vio sus intenciones, y no estaba dispuesto a que su hermano de aquelarre se convirtiera en su cena. Respiró hondo y se concentró. Debía demostrar que las enseñanzas de Adán para controlar sus sigilos sirvieron de algo.
—Vamos Duncan. —se murmuraba a sí mismo. —Has sobrevivido a tus tatuajes, esto no es nada.
Colocó las manos formando un triángulo con los dedos y pronunció unas palabras en el lenguaje de los demonios, recordando con claridad las veces que Adán lo había hecho. Canalizó todo su poder incluso parte de su energía vital, lo que hizo que sus tatuajes comenzaran a iluminarse de un color rojo. No había vuelto a sentir algo así desde hacía años, desde aquel día en el que su vida mortal se fue a la mierda, como solía pensar él. Su mente comenzó a nublarse y el tatuaje de las tres líneas se tiñó de blanco.
—¡Ut in inferni voragine! — gritó y sus ojos se iluminaron en un color anaranjado.
Entonces una grieta apareció tras la criatura absorbiendo todo lo que tenía delante. Huesos, algunas piedras, polvo... todo era arrastrado por la grieta.
Will estaba atrapado, lo que en cierta forma le impedía ser absorbido por la grieta. El Demogorgon trató de sujetarse a la tierra con las garras pero le fue inutil.
—¿Qué crees que haces mortal? ¡Detente!
—Esto... —comenzó a decir Duncan. — ...por dañar a mi hermano.
—¡¿Cómo os atrevéis?! —grita en cólera.
Su cuerpo comenzó a ser absorbido por la grieta, así que aumentó su magia para que se potenciara. Los sigilos brillaban cual estrellas, lo que casi cegaba a Will.
—Y esto... ¡Por las vidas que has arrebatado, cabrón de mierda!
— ¡Esto no quedará así! ¡Me vengaré! ¡No!
En cuanto el demonio fue absorbido, Duncan deshizo el sello con las manos, sus tatuajes dejaron de brillar, dejándole alguna quemadura, y la grieta se cerró. Will estaba atónito, pues ninguno de ellos tres había logrado crear un portal solos, siempre habían tenido que hacerlo juntos.
El muchacho escupió algo de sangre por el desgaste que le había provocado y cayó al suelo totalmente agotado.
—¿Con que no podía?
Will se empezó a reír. — Sácame de aquí para que pueda matarte yo. — decía mientras jadeaba agotado.
Duncan levantó la mano y señaló a su compañero.
—Me debes... — comenzó a decir entre jadeos. —Cuatro rondas de cervezas como mínimo.
—Bueno. Ya hablaremos de eso.
—Vosotros dos nunca cambiareis ¿verdad? —dijo Rosa alegre.
~⛤~
Mientras, los ojos dorados de Arthur comenzaron a brillar con intensidad, estaba absorbiendo parte de su energía para expandir como hizo en la morgue
El perro comenzó a desprender una energía suave, pero inquietante que lo rodeaba como si fuera un escudo. Gruñó en dirección al demonio y corrió a por él. Justo cuando iba atacar, Arthur soltó su energía angelical. Creían que de ese ataque no se iba a salvar.
Nebiros sonrió y de sus manos apareció una esfera roja que rodeó todo.
— Penoso...
Abrió las manos y al expandirlo, la energía del ángel se disipó y tanto él como Gaziel fueron lanzados por los aires.
Arthur se estremeció en el suelo, e intentó levantarse, pero Nebiros tuvo una idea. Cogió una barra de metal de las tumbas y se la clavó en el estómago al ángel para que se quedara quieto. — Es una lastima que no pueda matarte, pero esto impedirá que me molestes. — giró con fuerza la barra provocando que el ángel gimiera de dolor. — Tus órganos tratan de regenerarse, pero la barra les impide juntarse con sus partes correspondientes. ¿Duele? Vamos ¿Defíneme tu dolor? — volvió a moverla, y Arthur gruñó mientras notaba como el sabor de su sangre invadía su boca.
Sam miraba desde lejos a su amigo. Tanto él como ella compartían el dolor y sufrimiento del otro. Quiso levantarse para ayudarlo, pero él sabía que si se movía Nebiros tal vez la atacaría, así que la suplicó con la mirada que no hiciera nada.
Gaziel cambió de forma a su cuerpo humanoide. Cogió una barra similar a la que usó Nebiros con Arthur y se dispuso a empalarlo. No le importaba la vida del humano, solo le importaba deshacerse de su enemigo. Para su mala suerte Nebiros esquivó el ataque.
—No deberías molestar chucho. —dijo con tono burlesco. —Aún estás a tiempo de unirte a mí.
—¿Para que el capullo de Lilim me mande a una prisión peor que la anterior? —dijo con ironía.
—¿Acaso no lo ves? —dijo señalando a los heridos. —Él y su aquelarre están acabados.
—Se nota que no conoces a los humanos. —dijo riendo el demonio. —Da igual cuanto hagamos, son peor que los bichos, siempre vuelven y se levantan. Cuantas más veces les golpees más fuertes se vuelven. Son más tozudos que las mulas. Unirme a ti, sería la opción más lógica para un demonio, pero creo que soy lo suficientemente estúpido como para confiar en que ellos te derroten.
Los ojos de Nebiros se iluminaron por la falta de paciencia.
—Traidor.
—Capullo.
Nebiros le sacó la barra de golpe a Arthur, provocando que gritara de dolor.
Los dos demonios se atacaban con fuerza y rapidez casi imposibles de seguir.
En ese instante, Adán comenzó a sentir que sus fuerzas volvían y sus ojos violetas también brillaban con intensidad y la parálisis iba desapareciendo.
Soltó el brazo de Raquel cuando sintió que volvía a moverse. Ahí sus ojos se encontraron y permanecieron unidos durante unos segundos, como si esa mirada les dijera todo lo que no podían expresar. Adán por fin comprendió lo que no quería admitir.
—Adán... — murmuró aliviada. —¿Estás mejor?
Él asintió despacio.
—Sí. — respondió casi en un susurro. —Gracias a ti, Raquel... Gracias.
Ella sonrió y se sintió feliz de haber sido útil.
Ambos escucharon un gemido, y divisaron a Nebiros clavando la barra en el pecho del demonio, dejándole en la pared. Adán se levantó con ayuda de Raquel.
—Esto es lo que has conseguido. —habló el demonio mayor señalando a los heridos. —Tus amigos están agonizando, y todo por unos simples humanos.
—Raquel... — la llamó serio e inexpresivo. —Ayuda a Arthur y Gaziel están mal heridos, y por lo que más quieras, no te acerques a mí.
La chica no comprendía en qué estaba pensando, pero asintió y se acercó a donde estaba Arthur.
—No tienes el suficiente poder para derrotarme.
—Todavía. —corrigió el brujo.
Adán elevó el brazo a su frente y se quitó el cristal oscuro. Nebiros abrió los ojos sorprendido y algo asustado, sabía lo que era ese cristal y lo que pasaría si liberaba su poder.
Giró a ver a la chica y apuntó sus dedos hacia ella.
—No podrás salvarla a tiempo. —Una energía oscura rodeó su mano y salió en dirección a Raquel.
Entonces Adán cerró los ojos, y susurró.
—Lamia mea, et mater fieri dæmoniorum, non te salutant.
El cristal brilló con intensidad. El tiempo se paró, impidiendo que Nebiros matara a Raquel por unos centímetros y Adán se sumió en la oscuridad.
~⛤~
Todo estaba oscuro para él, tibio y espeso, como la tinta que recorrían algunos de sus tatuajes. Sentía que se hundía en un mar de oscuridad eterna. No había luz, no había salvación...
Al abrir los ojos se encontraba en un lugar totalmente negro. Notaba húmedos sus pies descalzos, y no llevaba su ropa dejando al descubierto su cuerpo, sus tatuajes y sus cicatrices.
A su espalda notó una sensación siniestra. Tras él divisó un cristal similar al de su frente, pero de un tamaño mayor. Al tocar el cristal, divisó algo que lo inquietó. Una versión de sí mismo con garras afiladas, colmillo, piel oscura como el lugar donde se encontraba y ojos rojos como la sangre. Ese era su lado demoníaco.
Si quería obtener poder, no le quedaba más remedio que hacer una grieta en la prisión.
De repente sintió una presencia, una mano tocando su espalda.
—Me sorprendía que tardaras tanto.
—Hola Adán. —dijo la voz femenina y seductora. —Te he echado de menos.
Cuando el hombre se giró, se encontró ante el a la mujer que lo creó, vestida con su vestido rojo, el pelo negro suelto que la llegaba hasta las caderas, y con esa sonrisa seductora que provocaba en él una terribles nauseas.
—Siempre supe que acabarías volviendo a mi lado. —dijo una voz femenina entre ecos. —Con tu familia.
La mujer elevó el brazo tratado de tocar la mejilla del brujo, pero este la agarró de la muñeca rápido
—Tú no eres mi familia. — siseó con odio a la mujer. —Lilith.
—Oh, pensé que a estas alturas, me volverías a llamar mamá.
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