~20~
El aquelarre Nigthmare se encontraba sacando todas las armas que tenía. Era muy probable que estuvieran vigilados, por lo que habría muchos demonios esperando su visita.
Todos estaban inquietos, Will y Duncan recargaban las pistolas y escopetas con perdigones y balas de hierro bendito, Duncan fue al estante de las pócimas y tuvo una idea. Ross analizaba los libros sobre los tres demonios mayores a los que se enfrentaban, algo que les ayudara a vencerlos. Sam estaba en una esquina abrazando sus rodillas, pues se sentía culpable por permitir que se llevaran a Raquel. Arthur la cogió de la mano y le mostró la más dulce de sus sonrisas, la que siempre usaba cuando Ness se echaba a llorar. Gaziel se encontraba con su aspecto de perro y se acercó a la médium para lamerle la cara como de un perro normal se tratara. Ella lo acarició agradecida. Adán era el más inquieto. Al igual que los demás cargaban las pistolas y escopetas, y además se guardaba alguna daga escondida. Temía por la seguridad de los dos hermanos, sobre todo por la menor
—Gaziel ¿Qué dice tu olfato? —le preguntó Will.
—Están en algún lugar subterráneo, no muy lejos de aquí. —comentó respirando hondo.
—Las catacumbas. —aclaró Sam. Corrió a uno de los armarios y sacó el artefacto de hologramas mostrando un mapa de las catacumbas. —Es una red de túneles y tumbas que recorre toda la ciudad. Deben de estar en alguna de las cámaras.
—Entendible. —dijo Arthur. —Teniendo en cuenta que piensan liberar al demonio de los muertos.
—Lo malo es que hay como veinte cámaras diferentes y no podemos revisarlas todas. —habló Ross.
Duncan colocó dos pistolas glock 35 en su espalda y una bolsa con las pociones en su cinturón.
—La tendrán vigilada, tanto a ella como a Jeremy. —colocó un saco, de sal pura. —Si los espíritus no atacan necesitaremos la sal y plata para espantarlos.
—Habrá muchos demonios manipuladores y carroñeros. —analizó la bruja cogiendo dos botellas de plata. —Llevar un par de botellas con agua bendita y cruces de oro.
—Las tengo. —aseguró el pagano.
Sam cruzó los brazos y se plantó frente a Adán.
—Yo también voy a ir. —espetó firme.
Duncan y Arthur se quedaron sorprendidos por la declaración de la chica, más el pagano que miraba esos ojos marrones fuertes y decididos en salvar a su amiga. Veía la misma mirada que esa mujer que significó todo para él y que tuvo que dejar atrás.
—Y me da igual lo que me diga, soy mayorcita y hago lo que me da la gana. Voy a ir a esas cuevas y rescatar a mi amiga. —habló sin dejarle hablar. —Si quieres mantenerme encerrada vas a necesitar un tanque de aislamiento.
El brujo se giró para ver al caído y al demonio reírse por la respuesta de la chica. Luego al mirar a los otros brujos, ellos respondieron asintiendo. Sin decir nada lanzó una escopeta cargada. —¿Sabes disparar una escopeta?
—¿Las casetas de las ferias cuentan? —Duncan se acercó tras ella y la golpeó en el hombro con la palma.
—Procura apuntar al pecho y disparar.
Dicho eso se marchó a su cuarto.
—Sam.
En ese momento, Arthur agarró del brazo a la chica, ignorando sus quejas, y la llevó a rastras a la habitación de invitados. Cerró la puerta y dirigió una mirada seria con los brazos cruzados a su protegida.
—¿Qué?
—¿Cuándo pensabas contármelo?
Sam frunció el ceño confundida.
—¿El qué?
—¿Desde cuándo te gusta el yanqui?
Abrió la boca a la vez que sentía que la cara se le volvía como un tomate. Ahí supuso que había escuchado su conversación con Raquel o que en el hospital escuchó lo ocurrido con el Demogorgon. Se mordió los labios y comenzó a hablar.
—No me gusta, sabes que paso de las relaciones.
—Pues se te habrá olvidado cuando dijiste que Duncan es tu amor imposible.
—No he dicho que fuera mi amor imposible, dije que es un chico imposible. Me conoces, sabes que no espero a enamorarme y tener pareja porque ¿Quién iba a enamorarse de la gorda lunática friki? —Ahí Arthur levantó la mano para que callara.
—Primero, muchas veces bromeabas con fugarte con las arqueras de Artemisa de ese libro tuyo de Percy Jackson para escapar de tu vida, por lo que sí me sorprendió escuchar que te gusta el Pagano. Segundo, no estas gorda solo tienes un par de kilos de más, le pasa a muchas chicas. Y tercero, no estoy enfadado por eso, tienes el derecho de salir con quien te da la gana. Solo que me impactó que jamás me lo dijeras. —Sam le miró a los ojos y este le puso las manos en los hombros. —Eres mi hermana pequeña, y tengo que protegerte.
Que le dijera que era su hermana hizo que su corazón saltar con ternura. Nunca se lo había dicho directamente.
—No te lo dije porque no estoy enamorada de él, solo es que cuando le conocí me pareció guapo y simpático, nada más. Al igual que tú me trató bien, por eso no perdí el contacto con él cuando te separaste del grupo. —la sonrisa de Arthur la calmó. —Te lo juro.
—Te creo. Es normal que te atraiga ese chico, es mono y misterioso. A mi a veces me...
—Cállate, no quiero saberlo Arthur. —él llevó las manos y cerró la boca, pero luego posó sus manos en las mejillas de ella.
—Si al final decides dar el paso, lo aceptaré. —dijo animándola a sonreír. —Pero si te hace daño le arrancaré el pescuezo.
Ella soltó una carcajada y le abrazó con fuerza. Apareció en su vida de golpe y sopetón y ahora no sería capaz de vivir sin él.
—No creo que tenga que dar ese paso nunca. —susurró. —Duncan solo es mi amigo y nada más.
Por otro lado, Adán se miró en el espejo de su habitación. Se fijó en el cristal de su frente donde centraba todo su poder infernal. Si lo liberaba tendría una gran ventaja contra Nebiros, pero al mismo tiempo se arriesgaría a perder la cordura y convertirse en una bestia descontrolada.
Will entró, y al divisar a su amigo contemplando la marca, supo al instante lo que planeaba.
—¿Estás seguro de que no hay otra forma? —murmuró preocupado.
—Haël me lo dejó claro, el humano no podría ganar a Nebiros solo el demonio.
—Para nosotros eres ambas cosas. —Adán se giró como si le hubiera dado una bofetada. —Que seas un demonio no significa que te odie.
—Pero...
—Sí, odio a los demonios porque uno me maldijo con vivir eternamente por no acostarme con él. —aclaró sincero con los ojos cerrados. —Pero tú me diste un hogar, amigos, una familia ¿por qué debería odiarte por eso?
—Will yo...
—Te seguiré hasta donde vayas, porque eres mi líder y mi amigo.
Asintió a la vez que mostraba una mueca alegre, llena de alivio. Era afortunado por tenerlos, más de lo que imaginaba, pues lo querían a pesar de todo.
—Si un día quieres hablar de los recuerdos que recuperaste, estaré aquí para apoyarte.
—Chicos. —saltó Sam al lado de Will. —¿Estáis listos?
Los dos asintieron.
—Te veo algo emocionada. —comentó Will.
—Vamos a una misión de vida o muerte contra el demonio de los muertos. ¿Cómo no voy a estar emocionada? —comentó la chica. —Por cierto, Dan si sacas tu modo demonio ultra poderoso procura romper los dientes a esa zorra de Aluca.
—¡Esa boca! —le gritó Arthur desde el pasillo.
—¡Ni que fueras mi padre!
Adán se rio de forma inconsciente. No permitiría que ninguno de ellos saliera herido, y mucho menos muerto. Ellos son su familia.
~⛤~
Humedad, eso era lo que sentía Raquel al abrir los ojos. Intentó mover las manos, pero le fue imposible. Estaba encadenada a una especie de altar, el cual estaba situado en una piscina subterránea llena de un líquido carmesí. Ya no llevaba su ropa, sino un vestido blanco y suelto, como si fuera una ofrenda o sacrificio al Diablo. Las paredes estaban llenas de cráneos humanos y runas satánicas. Era escalofriante, se sentía como si fuera su tumba. El pánico invadió su cuerpo al ver a su hermano mayor inconsciente, con el pecho al descubierto lleno de marcas, y flotando en esa charca con un líquido rojo, puede que sangre.
—¡Jeremy! —gritó asustada, no por ella sino por la vida de su hermano.
—Tranquilízate. —oyó la voz de Aluca en la esquina. —El muchacho aún no está muerto. —Todavía.
Raquel la fulminó con la mirada, mientras que la demonio le mostraba una sonrisa sádica.
—¿Qué le has hecho?
—En vosotros habéis tenido más suerte que vuestros hermanos. —la comentó acercándose a ella.
El demonio trazó con la yema de los dedos la piel de la mortal.
—Tu hermano ha sido llevado de forma astral al infierno, dejando su cuerpo para que Nebiros se alce. —la explicó con emoción. —Una vez que tenga su cuerpo solo le quedará matar al arcángel Raziel y obtener su poder.
—¿Raziel?
Aluca la miró.
—¿Por qué crees que sigues con vida?
—Después podrá recuperar su cuero original y tu hermano... Bueno solo será un cascaron vacío. Me costó mucho recolectar la sangre de tus hermanos.
Esa oración confirmó el miedo de Raquel.
—Sí. —dijo feliz. —Tu hermano mayor se está bañando en la sangre derramada de sus tres hermanos. Una gota en este lugar hace que la sangre de las víctimas llene el estanque para el ritual. Después de matarte, tu sangre también acabará ahí.
La joven no mostró miedo ante ella, sino que le soltó un escupitajo que le manchó la cara.
—Que te den.
Como castigo recibió un arañazo en la mejilla que la hizo sangrar, pero ella aguantó las ganas de llorar para no sentirse intimidada.
—Tengo muchas ganas de ver como te descuartizan viva.
—Adán vendrá a por nosotros, y te aseguro que hoy no seré yo quien acabe muerta.
Aluca le dio una bofetada, y se marchó a otra cámara. Raquel se mantenía firme en sus pensamientos. Sus amigos vendrían a salvarlos.
~⛤~
El cementerio de Brompton, una de las entradas a las catacumbas de la ciudad, escondido en uno de los mausoleos. El aquelarre estaba listo. Ross se quedó en el apartamento para realizar una tarea posterior, pero estaba en contacto con los demás gracias a unas marcas que se habían dibujado todos en el brazo. Una estrella que les permitía estar conectados. Will abrió el mausoleo de una patada y encontraron un pasadizo abierto, con unas escaleras que descendían al camino subterráneo.
—¿Podrás encontrarla con todos los olores de ahí abajo? —preguntó Sam desconfiada del demonio. —Debe de haber mil cosas que huelan.
Gaziel la miró serio.
—Ni se te ocurra dudar de mi olfato, es mucho mejor que el del pelele. —pronto notó la mirada de Will atravesando la espalda. —Perdón.
Sam elevó las manos para que se le bajara los humos
—Una vez que estemos dentro tendremos que separarnos. —ordenó Adán. —Sam y Gaziel vosotros vendréis conmigo, Sam liberará a los hermanos y los sacará de aquí, y nosotros...
—Vamos a romperle la cara a Nebiros. —dijo con una sonrisa malvada llena de deseo y violencia.
Se giró para mirar a Duncan, Arthur y Will.
—Vosotros os ocupáis de los manipuladores y carroñeros que veáis. Todo aquel demonio que se acerque...
—Va de cabeza al infierno. —terminó Duncan sacando las pistolas.
Bajaron por las escaleras hasta llegar a los túneles. Arthur creó una esfera de luz para que pudieran ver bien la oscuridad. Adán y Gaziel no tenían ese problemas pues tanto sus ojos violetas como los negros del demonio les permitía ver a oscuras.
Las paredes eran de tierra con algún ladrillo antiguo. Había algunos restos de las antiguas catacumbas. El techo estaba sujeto por unas columnas que formaban varios arcos. Algunas entradas llevaban a salas con las tumbas de los fallecidos.
Sam lo estaba pasando muy mal. Oía demasiadas voces pidiendo ayuda, siendo sucumbidas por el poder de Nebiros. Estaban sufriendo, y algunas trataban de huir de esa aura diabólica. Podía sentirlo en sus carnes. Era insoportable. Sin aguantarlo más se puso los casos, a la vez que no paraba de respirar. Notó que una mano le tocaba el hombro y se encontró con la sonrisa calmada de Arthur, lo cual la relajó.
De repente, varios espectros aparecieron ante ellos. Rápidos y con precisión, los brujos cargaron sus armas con las balas de plata y dispararon a los fantasmas. Desaparecen, pero obviamente no los mataba, dado que "ya estaban muertos". Comenzaron a escuchar una espeluznantes voces, pero Sam no era capaz de entenderlo.
—¿Qué es eso?
—Demonios... —contestó Will.
—Divididos.
Los dos grupos se separaron por varios caminos. Adán y Sam siguieron a Gaziel quien continuaba rastreando el olor de Aluca. Por otro lado, Will y Duncan continuaron disparando a espectros, buscando el lugar donde se encontrarán los manipuladores. Lo malo es que cuando Arthur quiso ir con sus compañeros los demonios destrozaron uno de los pilares y le bloquearon el paso para seguir.
—¡Arthur! —gritó Will preocupado.
—¡Seguir sin mí! ¡Encontraré otro camino!
—¡Ten cuidado!
—¡Y vosotros!
Dicho eso los dos amigos siguieron el camino
—Sabe cuidarse, no te preocupes.—le tranquilizó Duncan a Will.
Caminaron por los polvorientos pasillos, repletos de cámaras con tumbas y hasta en las paredes llenas de los esqueletos de quienes fueron enterrados allí hace tantos años atrás. Duncan sentía escalofríos, la carga de aura diabólica era descomunal. Probablemente tendría que darse una ducha de agua bendita para poder limpiarse de ello.
Llegaron a una enorme sala donde se encontraban todos los manipuladores. Todos firmes a la espera de que se alzara su líder. Lo más sensato hubiera sido atacarlos por sorpresa, pero esa pareja de amigos nunca fueron sensatos. Ellos preferían más dejarse llevar por la marcha.
—¡¿Qué pasa gente?! —gritó Will llamando la atención de todos los demonios. —Somos los de control de plagas, y ustedes estáis incumpliendo las normas, por lo que vais a ir todos en fila al Infierno.
Puede que tuvieran apariencia humana, pero la mirada de ojos negros delataba a esos monstruos, que observaban a los dos amigos con ira y hambre.
—Creo que ninguno planea irse Will.
—Mejor para nosotros.
Ambos sacaron las pistolas y la escopeta y apuntaron a los demonios que planeaban atacarles.
—¡Ya llegó la juerga, capullos!
Duncan sacó dos frascos de su bolsa y los rompió cerca de los demonios, lo que produjo una especie de gas. Los gritos no tardaron, pues se trataba de agua bendita gaseosa, lo que les dejaba más vulnerables contra ellos. Hecho eso los dos saltaron contra el enemigo disparando a todo aquel que se les acercara. Los demonios al morir eran convertidos en cenizas. Ambos pegaron su espalda contra el otro, para protegerse la retaguardia.
En un momento, Will tuvo que golpear directamente con la escopeta, pero les afectaba igual que las balas pues era hierro consagrado. Estaban llenos de adrenalina, y se sentían eufóricos.
—Cincuenta pavos a que yo mato más que tú. —le retó Duncan.
—Ni de coña.
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