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~19~

Esa era su historia, la de un niño que no fue aceptado y criado a base de dolor, y condenado a la soledad, o al menos eso es lo que piensa Adán. No quería lástima, ni compasión. No quería que ella sintiera asco de él, de sus manos o de sus ojos... Sería incapaz de soportar el desprecio de ella.

—Ahora ya lo sabes. Sabes la clase de monstruo que soy.

Él echó la cabeza hacia atrás, y respiró hondo. Estaba preparándose para la reacción de la chica. Esperó una burla, una risa de la mujer, pero nunca llegó. Dolía oír cómo se veía a sí mismo. Le cogió la otra mano, provocando que su contacto le estremeciera por la impresión. La joven de ojos brillantes a ese hombre destruido por los que debían protegerlo. No merecía esa maldad, nadie la merecía.

—No eres un monstruo.

El brujo al oír su voz escuchó sinceridad. Esas simples palabras atravesaron su cuerpo hasta lo más profundo de su alma, provocando brechas en esa coraza que empezó a caer con Haël.

—Sí lo soy.

—No, no lo eres.

—He hecho cosas que si te las contara te decepcionaría. —dijo frustrado. —Merezco volver al Infierno por todas ellas. —apartó la mirada avergonzado. —Estaba tan traumado por todo lo que pasé allí que use mi poder para borrar todos mis recuerdos de ese lugar, me sentía como un niño perdido en el cuerpo de un hombre. No era capaz de seguir con esos demonios en mi memoria, por lo que quería olvidar. Pero Lilith no quería que me olvidara de nada, y para torturarme me hacía recordar mediante sueños. Me recordaba todo lo que me hicieron y todo lo que hice. Puede que esté encerrada, pero sigo conectado a ella por mi sangre. —Señaló la petaca de suelo sin mirar a la chica. —Por esa razón bebo, para intentar que no entre en mi cabeza, porque soy débil.

Sus labios comenzaron a temblar, y bajó el rostro para que no le viera. Esto nunca se lo ha contado a sus compañeros porque creía que le verían como alguien patético. Ella levantó la mirada con la mano en la mejilla y se la acarició con cariño, como una madre a un niño.

—No eres débil, para mí no. Y que seas el hijo de Lilith no significa que seas malvado. —susurró. —Sam es humana y no te teme, sino que te admira. Will, Ross, Arthur y Duncan te siguen porque tienen fe en ti y les da igual de donde vengas. Haël e incluso Gaziel, no son demonios, pero no son malvados del todo. Y yo te admiro por como eres, no por quien eres.

—Raquel...

—Creo que a veces lo que necesita el mundo no es un héroe, sino un monstruo. En mi opinión, demonio u hombre ya eres mi monstruo preferido. No voy a aceptar que te hagas daño a ti mismo porque crees que no mereces que te quieran. Te mereces ser escuchado.

Adán se quedó estático mirando esos hermosos ojos marrones. No le repugnaba y lo aceptaba tal cual era, y quería llorar de dicha. La chica cogió la mano y con el dedo dibujó una clave de sol en la palma.

—Todos tenemos una melodía que nos guía, y yo espero que algún día pueda llegar a componer la tuya, para que todos la oigan. —se levantó del suelo y lo miró unos segundos antes de dirigirse a la puerta. —Quiero que sepas, que si necesitas hablar aquí me tienes ahora y siempre.

Salió de la habitación en silencio dejando al brujo sumido en sus pensamientos. ¿Quién era esa chica? ¿Y cómo con solo mirarle ha hecho para que le cuente todo sobre él? Pero sobre todo se sentía liberado e inmensamente feliz. Por primera vez en su vida, se sentía pleno. ¿Era esto a lo que se refería antes sobre liberarte el peso?

—Me cae bien. —Se giró de nuevo a la puerta y vio que se trataba de Arthur. —Tú tardaste un año en contarle a Sam quién eras, pero con ella te has sincerado en solo tres días. Tengo una teoría.

—¿De qué hablas?

—¿Cómo si no lo supieras? —dijo entrando en el dormitorio y sentándose a su lado. —Mi amigo se ha enamorado. Se nota que tienes un vínculo especial con esa chica.

Yo no creo en esas tonterías.

—Pues yo sí. —comentó. —Pero también pienso en ese vínculo en otros sentidos. Por ejemplo, Sam, Ness y yo tenemos un vínculo ¿sabes?

—Pero si a ti no te van las mujeres.

—No hablo de ese vínculo. —dijo frunciendo el ceño por la malinterpretación de sus palabras. —Desde que conocí a Sam y a su hermana tengo la sensación de que debo protegerlas y velar por su seguridad, no solo porque me recuerdan a mi hermana Nell, sino porque algo de mí está atado a ellas. Son como mis hermanas, y te voy a confesar que las amo. Me da igual el rollo de papeles legales de adopción o la sangre. Es como cuando el contrato para ser el familiar de un mago. —puso el pulgar en su pecho con una sonrisa. —En mi corazón ellas son mi familia.

El brujo sonrió, al escuchar al caído. Nunca le había oído decir que amaba a alguien en todo el tiempo que estuvieron juntos, puede que si hubiera cambiado para bien.

—Es una buena chica.

—Sí pero voy a tener que vigilar a ese pagano para que la deje de mirar demasiado. Parece un acosador, y Sam es demasiado joven para salir con ese viejo verde. —su comentario hizo reír un poco al brujo, así que decidió picarle un poco, como los viejos tiempos. —Raquel también es una buena chica.

—No pienses cosas que no son. —formuló serio. —Apenas la conozco.

—Pues conócela mejor. —le animó. —Si sobrevivimos a esto, invítala a una cita como hace un mortal corriente.

—Sabes que no puedo estar con nadie.

—¿No puedes o no quieres?

—Tengo demasiados enemigos tras de mí. —le recordó. —Por Dios, si soy un demonio.

—Medio demonio. —contraatacó. —Y muy tonto.

—Es humana.

—Descendiente de un arcángel y tú un imbécil que no se entera.

—¡Ellos nos odian! —gruñó ocultando su rostro con los brazos. —Imagínate que Raziel se haya reencarnado en ella, una vez que posea su cuerpo me odiará como todos los seres celestiales.

—Eso no lo sabes. —pronunció. —Solo tienes que ver como te mira, la forma en la que habla sobre ti. Le has contado tu pasado y no te ha repudiado. —dijo señalando lo evidente. —Ella te acepta. Y yo también.

Miró a Athatriel, sintiéndose que iba a desfallecer pues ahora sabía sobre lo sucedido en el Inframundo, pero este no se burló, sino que le estaba sonriendo.

—Por Dios, ¿Qué superficial me consideras? Me imaginaba que habrías pasado horrores allí, muchos de mis hermanos murieron a manos de esa loca. No me das asco por nacer en la familia equivocada, a ninguno nos importa, pensamos igual que Raquel.

Adán se tapó el rostro con ganas de gritar. En sus siglos de vida había tenido alguna relación corta pero nada como esto. Y lo más inquietante es que sentía que conocía a Raquel de mucho antes, pero no se acoraba de qué, y eso que ya había recuperado sus recuerdos.

—Si llegara a pasarle algo a ella sería incapaz de vivir con ese peso. —jadeó. —No podría...

No supo en qué momento los brazos de Arthur rodearon sus hombros, obligándole a apoyar la cabeza sobre su pecho. A Arthur no le importaba el rencor que sentía hacía él por su traición, solo pensaba en consolar a su mejor amigo, como antes solía hacer

—Puede que aún no merezca tu perdón, pero... Te aseguro que a mí no me perderás, aunque me mandes de culo al Infierno, no te librarás de mí tan fácilmente. Yo siempre te apoyaré.

Adán se quedó inmóvil unos segundo, pero luego se permitió aferrarse al caído rodeándolo por la cintura, no, se permitió abrazar a quien fue su mejor amigo.

"Gracias Arthur, muchas gracias por estar aquí de nuevo."

~⛤~

En otra de las habitaciones, Sam se encontraba escuchando una de sus muchas canciones, tumbada en la cama, con los ojos cerrados. Raquel entró, aún con el rostro mojado por su charla con Adán. Sam nunca ha sido de esas personas cotillas, así que se limitó a ofrecer el auricular e invitarla a escuchar la música a su lado. La humana le mostró una mueca alegre y se tumbó al lado de la médium.

—Está en mi idioma, por si no entiendes.

—Sé algo de español.

Hoy la luna volverá

A buscarte una vez más

Celosa de amor, entra por tu ventana

Te arropa y se va, deseando volver mañana

Era muy bonita. —Esta canción tiene una historia detrás. —comentó Sam.

—¿Cuál?

—Una noche, en la penumbra de una excelsa habitación. Un poeta escribía una canción para su amada, un hada dormida. Durante esas horas surge la añoranza y el deseo... las ganas de estar junto a ella y abrazarla, pero eso no era posible, ya que el músico ansiaba terminar de componer su canción como una ofrenda de su amor, y antes de que amaneciera para estar junto a ella... La Luna, atraída por la fuerza del amor que emanan los amantes y la soledad del hada, se entrometió en la escena, asomándose por la ventana, quedando al instante enamorada y anonadada por la belleza de la mujer, que a la vez, en su sueño, se dejó seducir por la magia de su luz... El poeta se dio cuenta de las intenciones de la Luna y se apresuró en terminar su canción... Al final triunfó el amor entre los amantes, y la Luna se retiró con el alba, no sin antes prometer volver cada noche...

Entonces la canción acabó, y Raquel se quitó el auricular. —Este grupo me encanta, se llama "Saurom", como el malo de "El Señor de los Anillos", aunque creo que ese acababa con n.

—Es... preciosa... —dijo nerviosa. —Pensé que no te gustaba el rollo romántico.

—Tengo mis excepciones.

—¿Cómo lo que sientes por Duncan?

Sam se levantó de golpe con una mueca de asco fingida, pero su sonrojo delataba su mentira.

—No sé de qué me hablas.

—Ya claro.

—Que no estoy enamorada, nunca me he enamorado y nunca lo estaré.

—¿Te da miedo enamorarte?

—No, el problema es, ¿Quién iba a enamorarse de una chica obesa y que ve fantasmas?

—Él siempre está pendiente de ti, y la forma en la que te mira es muy tierna. Definitivamente, está colado por ti.

—Imaginas cosas, para mi Duncan es una persona inalcanzable. —suspira. —Amable, inteligente, guapo, pero tengo la sensación de que oculta algo que no quiere contarnos, y que la forma en la que me mira es más como una mocosa a la que debe proteger. Me conoce desde niña, y siempre me verá como una niña.

Raquel apoyó su mano en el hombro de la chica, para que supiera que tenía su apoyo, lo que provocó una mueca alegre en Sam. Luego ella se acomodó sentada en la cama, mirando a su amiga.

—¿Y tú? ¿Te gusta Adán? —la pregunta pilló por sorpresa a la joven. —¿Ahora quién es la que está colorada?

—No tengo ni idea de lo que quieres decir.

—Ya.

—Aunque... —el silencio de Raquel comenzó a preocupar a Sam, además en sus ojos parecía que estuviera analizando algo. Un pensamiento que la inquietara. —Hay algo que he descubierto ahora cuando estaba con Adán, algo relacionado con él y yo.

Sam frunció el ceño preocupada, pero de repente Raquel comenzó a oír un pitido. La médium no tardó mucho en escucharlo también, pero cuando miró a la ventana ya era tarde.

—¡Raquel al suelo!

Una bomba explotó y en la pared se formó un agujero enorme donde entró Aluca con una sonrisa de oreja a oreja. Venía a por su último objetivo.

—Hola preciosas.

Sam intentó coger el arma del escritorio, pero Aluca usó su poder para elevarla en el aire. Raquel logra llegar hasta el arma y apunta al demonio, pero esta coloca a Sam en frente como si fuera un escudo humano.

—Yo no lo haría.

Así le era imposible disparar.

Aprovechando la vulnerabilidad de Raquel, Aluca lanza a Sam por el agujero de la ventana, dejando que la médium cayera al vacío.

—¡Sam! —gritó la chica.

El súcubo la agarró del cuello con rapidez.

—Mi jefe tiene ganas de conocerte.

En ese momento Adán apartó los escombros de la puerta y entró, pero cuando trató de salvar a la chica, Aluca se tiró con ella por la ventana desapareciendo. Llegaron a oír la carcajada llena de burla del demonio.

—¡Mierda! —gritó impotente el brujo.

—La encontraremos. —quiso calmarle Ross.

Duncan estuvo apunto de hablar, pero encuneto vio los cascos color negro en el suelo, notó que su corazón comenzó a acelerar por el miedo. Al mostrárselos a los demás, Arthur fue el primer en hacer la temible pregunta:

—¿Dónde está Sam? —preguntó el caído asustado. —¿Y Sam?

—¡Sam! —llamaba Duncan alterado.

Todos observaron el agujero y se imaginaron lo peor, Duncan y Arthur estuvieron a punto de gritar, pero una voz chillona y maravillosa llenó al grupo de alivio.

—¡Eh! —oyeron un grito por el agujero. —¡¿Alguien me puede echar una mano?!

Se asomaron todos al borde y vieron a Sam colgada por el gancho de su cinturón. No sabían si reír o llorar de alegría porque la chica estuviera a salvo. En ese instante, Ross se preguntaba si era una broma del destino o una coincidencia que el aparato que menos usaban, pero que Sam quería fuera lo que la salvara el pellejo.

—¿Qué no servía para nada? —dijo con ironía las palabras de Ross. —¡Me acaba de salvar la vida! ¿Podéis ayudarme?

Sin duda alguna. "La mala hierba nunca muere"

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