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~18~

Triste, pesimismo, falta de esperanza...

Eso era lo que sentía el grupo al haber permitido que se llevarán a Jeremy. Habían derrotado a todos los manipuladores, sí, pero no habían cumplido su misión. Will se encontraba curando las heridas de Rosa, quien aún estaba algo débil después de su batalla contra Aluca. Sam se hallaba tumbada, con la cabeza en las piernas de Arthur, quien había logrado alviar alguno de sus golpes, y Gaziel estaba de pie, apoyado en la pared mirando al techo.

La bruja usó su magia para aliviar el dolor mientras vendaban su brazo derecho, pero le costaba usar la magia.

—Está roto y esa puñalada casi te atraviesa algún órgano vital. —explicó. —Vas a tener que reposar unos días.

—Estoy bien, en serio. —mintió aguantando el dolor. —Necesito vengarme de esa zorra.

—Will tiene razón. —habló Adán en tono autoritario. Entró en la sala y se agachó a la altura de su compañera sentada —Estás demasiado débil para luchar. Te quedarás como comunicadora mientras nosotros salvamos a Jeremy.

—No puedes mantenerme al margen, no soy una niña.

—Es una orden. —puntualizó. —No estoy dispuesto a perder a una amiga por tu tozudez. Sam se quedará contigo para hacerte compañía.

—¡Oye!

—Sam, ni lo intentes. —le recomendó Arthur. —Tú también has sufrido heridas graves.

—Salgo del infierno y pasa esto. —murmuró Gaziel. —Qué aburrimiento.

Duncan cogió una pelota del cajón y se la lanzó al demonio en la cabeza, por bocazas.


Adán finalizó la conversación marchándose del salón a su habitación, la cual estaba totalmente a oscuras. Allí se quitó el chaleco negro dejando solo su camisa azul y sacó la petaca para beberla toda. Se sentó en el bordillo de su cama, y se tapó los ojos con la mano derecha, pensando en todo lo que había pasado; los Van Tassel, Aluca, Nebiros, Haël y en los recuerdos que había recuperado.

Mierda. Se juró a sí mismo no volver a pensar en esa época, ni tampoco sacar su lado más oscuro, pero Haël tenía razón. Si quería derrotar a un demonio como Nebiros necesitaba usar todo su poder, si eso significaba ganar. Se lo debía por su sacrificio.

Haël...

Al borrar toda su etapa en el Infierno, también borró los momentos felices que pasó con él; como las veces que estaban juntos en la cueva, o cuando le contaba cuentos para dormir.

¿Por qué tuvo que morir para que yo pudiera recordar?

Puede que fuera un demonio, puede que ayudara a Nebiros, puede que hiciera muchas cosas horribles, pero no era malvado. Ahora que se paraba a pensar, lo que le dijo Gaziel en la prisión era verdad. Su odio a los demonios le había cegado tanto que dio por sentado que todos eran malvados. Creyó que todos eran iguales a sus hermanos que le habían torturado durante décadas. La frustración le invadió el pecho, endureció su mandíbula, y lanzó con tanta fuerza la petaca que agrietó un poco la pared. Estaba harto, harto de perder a las personas que le importaban.

Estoy harto de sufrir.

De repente, escuchó la puerta abrirse despacio. Se trataba de Raquel, quien se encontraba parada en la entrada, iluminando la oscura habitación como si de un ángel se tratara. Su ángel... En medio de la desesperación y el sufrimiento de recordar, ella no le abandonó, le ofreció su mano para levantarle de nuevo y pelear.

—No solo era Dean. —habló con la voz calma. —Yo también podía ver.

—Lo sé. —no le sorprendió su respuesta, pues había comprobado de primera mano el poder de deducción del brujo. —Si era tu mellizo es normal que compartieras su habilidad. La diferencia es que él lo aceptó y tú no.

—Yo...

—Querías dejar de ver, querías ser como la gente normal, hasta que al final ya no veías. —dijo sacando una botella de alcohol del armario. —Vete a casa. Dile a Arthur que te acompañe, te protegerá.

Adán dio un trago a la botella, esperando a ver si la joven se marchaba, pero no fue así. Ella se acercó y le quitó la botella con el ceño fruncido por el enfado.

—No voy a huir. —dijo con la voz ahogada y brillo en los ojos. —Han matado a mis hermanos, y el único que me queda está en alguna parte, Dios sabe si vivo o muerto. ¿Sabes lo que es eso? ¿Sabes lo que es sentir esta frustración? ¿Ser una inútil que lo único que puede hacer es ver como los de mi alrededor sufren?

—Raquel...

—Cuando Dean y yo teníamos unos doce años, mis hermanos le obligaron a medicarse. Antipsicóticos, calmantes, todo lo que ayudara a que dejara de ver esas cosas. —contaba notando que se iba a desmoronar. —Dean me miraba suplicando y decía "díselo.... ¿Por qué no les dices que tú también los ves? Tú también puedes ver a los ángeles". Y yo mentía.

Adán pensó en Sam. En la historia de su amiga, la que perdió años atrás. Por algo las dos se entendían.

—Le deje a su suerte, solo, a manos de esos demonios. ¿Puedes comprenderme?

La miró sin decir ni una palabra. Si Raquel supiera las muchas personas que habían muerto por su culpa... El peso que llevaba en sus hombros.

La joven levantó el rostro y miró su frente. Con los dedos apartó su flequillo para divisar el cristal violeta de su frente. Quiso tocarlo, pero Adán la agarró de la muñeca impidiendo el roce.

—No quieras saber lo que guardo ahí. —afirmó serio.

Raquel sintió lo suave y firme que era su mano, pero su rostro estaba cansado. Había tanto dolor ahí, tanto cansancio, culpabilidad... Cuando la soltó, le dio igual lo que le dijo, tocó un momento el cristal y no sintió nada siniestro o maligno, sino triste y frío.

—Cuéntame tu historia. —dijo de repente. Él entendió la petición elevando de golpe las cejas y abriendo la boca. —Si voy a morir como Dean, al menos quiero haberte conocido un poco.

—No te gustaría oírla.

—Tu sabes la mía, tengo derecho a oír la tuya. Además acabas de recuperar tu memoria, y es lo que te está atormentando. Hay momentos en los que hablarlo es un método para aliviar el dolor, así que... Por favor... Cuéntame la historia del Lilim.

Adán dio un suspiró fuerte dudando de contárselo o no, pues tenía miedo a que esos ojos marrones le mirarán de otra forma, no con respeto y agradecimiento, con miedo y asco. Sin embargo, había algo en esa chica, algo que provocaba que quisiera contarla todo sobre él, una luz bella y hermosa que había entrado en su anonada vida.

—Tengo derecho a guardarme ciertas cosas. —aclaró.

—Por supuesto.

Adán apoyó la espalda en la pared, y desvió su mirada a la ventana, observando la hermosa luna blanca y las estrellas del cielo.

—Mi padre era humano. —comenzó a narrar. —Un joven rebelde, fuerte y muy ingenuo. Al cumplir los veinte abandonó a su familia para unirse a una secta que adoraba a Lilith. La madre de los demonios y reina del Infierno. Como era de esperarse tomaron la decisión de realizar un ritual de invocación mediante una ofrenda para ella. Puedes imaginarte quién era esa ofrenda. —comentó con una risa ronca. —Creo que ni esos payasos esperaban que funcionara, pero resultó que el ritual era auténtico. Ellos abrieron una brecha, y ella apareció entre las llamas con forma de una bella mujer de cabellos negros como el cuervo, labios rojos como sus ojos, la piel pálida como la nieve y un aura maligna peor que la del mismo Diablo.

Se detuvo unos momentos no queriendo recordar su rostro. Raquel agarró su mano, respiró hondo y continuó.

—Mi padre, tan estúpido, no dudó en irse a la cama con ella, y de esa noche nací yo. El primer Lilim mestizo de un humano y un demonio.

—Un momento, eres hijo de la esposa de Satán...

—Nunca llegaron a casarse, pero obviamente fue uno de sus incontables amantes de mi madre. —sonrió de forma vacía. —Tiene gracia que me pusiera el nombre de su primer marido, Adán. Puede que fuera para burlarse de la humanidad por haber permitido que me engendrara. —Sus ojos buscaron el suelo, intentando ocultar la vergüenza de sus raíces. —Según las leyendas un Lilim mestizo es mucho más poderoso que uno que pura sangre. La diferencia entre un pura sangre y yo, es que yo tengo alma, y aunque digan que me hace vulnerable también me hace más peligroso. Normalmente no sobreviven al parto debido a la cantidad de poder en sus cuerpos. Las primeras veces que lo intentó el niño nacía muerto, pero como ves no fue mi caso. Mi madre planeaba usar para conquistar el mundo mortal, no solo soy una bestia que podía dominar sino un conducto para traer a sus ejércitos a la Tierra. Quería experimentar conmigo para aumentar mis capacidades.

>>Al comprender el error que había cometido, mi padre junto con la ayuda de un muchacho de la secta trataron de escapar de mi madre y ocultarse. Él no sobrevivió, y acabé en manos de aquel muchacho, quien se convirtió en mi hermano mayor, Aiden.

—¿Él es el hermano al que siempre estás pensando?

—Un joven castaño, valiente, travieso y amable, que no dudó en adoptarme a pesar de ser un engendro. Si queríamos que mi madre y sus seguidores no nos encontraran, teníamos que desaparecer. Huimos a Irlanda donde nos acogieron unos familiares suyos descendientes de la tribu de los druidas.

—Creía que los druidas se extinguieron hace siglos.

Adán se rio de forma leve.

—Raquel. ¿Cuántos años crees que tengo?

La chica no comprendía la pregunta.

—Em ¿veinti tantos?

—Aparento veintisiete, sí, pero en realidad tengo cinco siglos de edad.

La joven se quedó atónita, y se sentó en la cama al frente del brujo.

—Wow, eso significa que tengo que llamarte abuelo. —su broma provocó que los dos rieran.

—Para años demonios, soy más bien un crío. —Ella sonrió, pero volvió a su expresión sería.

—¿Qué pasó luego? —preguntó con calma.

Adán se miraba las manos como si tuviera un libro donde leía su propia historia.

—Prácticamente, pasé mi infancia en ese bosque. Un paraíso para los druidas, quienes eran conocidos por sus conocimientos en magia, medicina y naturaleza. Mi hermano esperaba que viviríamos en paz si permanecemos allí. Sin embargo, no fue lo que ocurrió.

>> Puede que los druidas nos salvaran de ese culto, pero nunca me aceptaron. Me odiaban por ser hijo de un demonio, creían que había oscuridad en mi corazón y que acabaría por traer la desgracia al pueblo. Me apodaron la criatura prohibida, un ser maldito.

>>Una vez quise acercarme a unos niños que estaban jugando con una mariposa, y esta se posó en mi dedo. Cuando quise darme cuenta los niños se alejaron de mí, y el sentimiento de furia creció hasta el punto de que todo ser vivo que estuviera cerca mío moría. Las plantas, los animales... Poco después mi hermano apareció y lo solucionó todo. Esa fue la primera vez que vi llorar a mi hermano.

Raquel sentía que su pecho se oprimía. Si era cierto que era tan antiguo, no quería imaginarse por todo lo que había vivido. Y lo que más rabia le provocaba es que la gente de su hogar le tacharan de mala persona por culpa de su madre.

—A medida que iba creciendo, comencé a tener sueños. En ellos aparecía una mujer. Se trataba de Lilith. Me mostró recuerdos falsos en los que aparecía ella conmigo en sus brazos, amándome, cantando nanas, haciendo lo que una madre haría con su hijo. Eso provocó que me enfrentara a mi hermano y le exigiera que me contara algo de mis padres. —soltó un suspiro y tembló. —No me respondió a ninguna pregunta, solo se mantuvo en ese voto de silencio y me enfadé. Durante varios días, mi madre me llenó la cabeza de más mentiras hasta que me convenció de hacer un ritual de invocación para traerla conmigo, prometiéndome que seríamos una familia. Sin duda heredé el estúpido juicio de mi padre, porque lo que pasó después fue el mayor error de mi vida.

>> Lilith mandó a sus demonios a por el pueblo, destruyeron el bosque, mataron a muchas personas inocentes; hombres, mujeres, ancianos y hasta niños... todo por mi culpa. —tanto sus ojos como su voz eran un reflejo de la desolación y vergüenza que sentía.

—¿Lograron detenerla?

Asintió, pero su mirada se mantenía sombría.

—Mi hermano junto algunos ancianos usaron sus poderes unidos para encerrar de nuevo a mi madre en el infierno, pero el hechizo consistía en encerrar a todo aquel que portara sangre de demonio. Todo... incluido yo.

De nuevo, Raquel notó un vuelco en sus entrañas.

—Mi estancia allí fue peor que en el pueblo druida. Aún tengo pesadillas con los horrores que soportaba en mis carnes. Por dentro mi madre trataba de aumentar mi lado demonio mediante rituales antiguos, y experimentos era como si dos yos diferentes lucharan por el control de mi cuerpo. Por fuera, yo era humillado, violado y vapuleado durante semanas, que me parecieron décadas. No tenía control sobre mismísimo, ni de mis acciones. Era el juguete de esos malvados.

Raquel no pudo aguantarlo más y se le escaparon un par de lágrimas.

—El único consuelo que tenía era la compañía de un demonio.

—Haël. —supuso. —Él dijo que una vez te sirvió.

—Es difícil de creer ¿verdad? Un demonio capaz de querer a alguien. Haël se convirtió en mi primer amigo, en lo más cercano que tuve a un padre y maestro. Me ayudó a controlar mis poderes y creó para mí la piedra que ves en mi frente para canalizar la sobrecarga de mi oscuridad ahí. A partir de ese día aprendí a defenderme, y comencé a perder el miedo, hasta el punto que a veces liberaba a los prisioneros de mi madre, o me vengaba de mis hermanos. Le debía mucho a ese demonio, puede que los demonios no tengan alma, pero sé que Haël me quiso hasta el final.

>> Sin embargo, no podía protegerme siempre de Lilith. Ella fingía ser una buena madre, pero solo me veía como una vía de escape. Cuándo le decía algo que no le gustaba, me quemaba, la espalda, los brazos, una vez hasta el rostro...

—Lo que me estás contando. —habló la chica negando. —No te merecías nada de eso.

—Unos años más tarde, cuando ya tenía el aspecto de un hombre, Lucifer apareció ante mi madre. La dijo que un humano había vendido su alma al Infierno a cambio de mi libertad, por lo que tenía que enviarme de vuelta a la Tierra. Mi madre entró en cólera, pero un pacto con el diablo es absoluto así que le gustara o no tenía que obedecer. Lo primero que vi al abrir los ojos fue un anciano pobre y decrépito sonriéndome. "Cuánto has crecido hermano" me dijo "Estás hecho todo un adulto". Imagínate mi sorpresa al saber que se trataba de mi querido Aiden.

Pero si dijo que estuvo veinte años en el infierno.

—Pero... ¿cómo?—se preguntaba la humana.

—Yo creí que estuve solo veinte años allí, pero lo cierto es que estuve mucho más, casi 100 años. Me contó toda mi verdad, me dijo que no era culpa mía, que esto lo hacía por mí, y que pasara lo que pasara, aunque no comportáramos lazos de sangre, me amaba. Segundos después, vi como Lucifer vino a cobrar su pago. Recibió al Diablo como un viejo amigo y después lo llevó a su reino. Nunca he vuelto a ver a Aiden, desde entonces, ni una vez.

Raquel cerró los ojos dejando que dos gruesas lágrimas se escaparan. Su hermano vendió su alma para liberarlo.

—Pasó toda su vida buscando una forma de salvarme, hasta que al final en medio de la desesperación optó por la peor solución. En cierta forma fue como si le hubiera matado yo. —se tapó la cara con una sonrisa triste. —Pase por muchas cosas a lo largo de los siglos. Maté, corrompí, y me gané el título del monstruo que todos conocen. Muchos tratan de cazarme, lo que me obligó a esconderme de todos, hasta que comprendí que ya estaba cansado de huir. 

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